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Hilario Ulloa: "Para Las Monjitas no es una utopía ganar el Abierto de Palermo"
Es difícil que no se hable de él en cualquier ambiente del polo por el resto del año. Con un equipo de mortales, Daily Racing Form, provocó hace dos semanas el gran impacto de la temporada de Palm Beach al ganar el US Open. ¿Qué tenía de particular la conquista para Hilario Ulloa, que ya había obtenido ese título en dos ocasiones? Que derrotó en la final al equipo considerado imbatible desde que se formó: Valiente, la mayor organización de Estados Unidos, con los dos mejores jugadores del mundo, Adolfo Cambiaso y Facundo Pieres. Era, para todos, jugar por el segundo puesto. Pero no.
Con 32 años, hijo de Carlos Polito Ulloa, afamado domador argentino, Hilario no creyó en utopías. Con sus 10 goles de handicap, y junto con los hermanos Agustín (5) y Mariano Obregón (6) y el local Jared Zenni (5), consiguió lo que parecía imposible. Además, le frustró a Valiente, en su única derrota en la temporada, la conquista de la Triple Corona americana al vencerlo por 10-9. Ulloa también fue una suerte de héroe, al sobreponerse a un enorme corte en un ojo producto de un bochazo. Un triunfo inolvidable en todo sentido.
Tras un paso fugaz por la Argentina, por su campo cerca de Lincoln, y antes de encarar la temporada británica, Ulloa habló del éxito sobre Valiente y del futuro con nuevo equipo en la Triple Corona: Las Monjitas.
– Lo que conseguiste entró en la historia del polo: ganarle a los dos mejores juntos...
–Sí, no sé si para tanto, pero fue un logro muy grande ganar el US Open habiendo derrotado a esa gran organización que es Valiente, a Facundo Pieres y a Cambiaso juntos. Es algo soñado. Si lo pensaba antes de arrancar la temporada, era muy difícil de imaginar.
–Siempre se habla de "hacer un partido perfecto" cuando se busca derrotar al gran favorito de un deporte. Algo de eso hubo ese día.
–Era la única posibilidad: el partido perfecto. No cometer errores, convertir, marcarlos muy de cerca, no hacer foules. Era estar los cuatro en un muy buen día, de 9-10 puntos. Si uno de los cuatro estaba 6-7 puntos, no había chances. Todo salió bien. Atacábamos, cortábamos el juego de ellos y no los dejábamos libres. Lo merecimos ganar.
–Valiente jugó demasiado en función de Facundo y de Cambiaso. Ustedes hicieron un polo de a cuatro y les rindió mucho más.
–Sabíamos que en el mano a mano, en las jugadas individuales, ellos eran mucho más que nosotros. ¡Si tenían a los dos mejores! La única forma de ganar era jugar en equipo, ir turnándonos para tomarlos. Marcar los cuatro, atacar los cuatro. Sin desesperarnos.
–A nivel caballos, Valiente lucía superior el resto. Pero en la final no se notó tanto. ¿Por qué?
–Valiente es la mejor organización de Estados Unidos. Fue el equipo mejor montado de la temporada, pero nuestro plan funcionó. Guardamos algunos caballos en los primeros torneos de 26 goles, en los que quizá no fuimos tan competitivos, pero así llegábamos enteros al US Open. Si encontrábamos el funcionamiento y los caballos estaban bien, tendríamos chances. Y se dio tal cual.
–También fuiste elegido el jugador mejor montado.
–Ese fue mi mayor triunfo. Ganar el US Open fue insuperable como equipo, pero en lo individual ese premio me llena de orgullo. Por mi familia y mi grupo de trabajo.
–Tu padre es muy respetado como domador y criador. Tus charlas con él a la hora de buscar perfiles de caballos deben ser imperdibles...
–Claro, siempre hablamos cómo combinar mejor la genética, de cómo entrenarlos mejor. Es la charla de la mesa de todos los días. Mirá, de los 11 caballos que jugaron la final del US Open, 7 fueron domados y preparados por mi papá. La base venía de allá, de Lincoln.
–Pasaste un momento muy duro en la final, con ese terrible bochazo en un ojo. ¿Tuviste miedo? ¿Se te cruzó alguna imagen por la cabeza?
–¡Fue durísimo! Cuando abrí el ojo solo veía sangre. Durante 3 o 4 minutos no podía ver y me asusté. Cuando vinieron los médicos y me limpiaron, me tranquilizaron, porque era solo un corte grande. Estaba hinchado nomás.
–Y seguiste, aunque no estabas al 100 por ciento.
–Cuando me atendían se me vino a la cabeza la final de Hurlingham 2017 (NdR: Ellerstina le dio vuelta el partido a Alegría), tras la caída de Facundo Pieres. Esa vez fue como que nos relajamos. Entonces ahora supe que había que reaccionar rápido: quedaban dos chukkers y no había que cambiar nada. No los jugué igual que los anteriores, pero mis compañeros sí. Y ganamos.
–Eras como Rocky saliendo al último round.
–Sí, ahora porque gané, pero si perdíamos era un boludo (risas). Por suerte salió todo bien.
–Hablemos de tu evolución. Llegaste hace un par de años a 10 goles. Se te ve más maduro.
–Estoy mucho mejor organizado que antes y eso me da tranquilidad. Sé que puedo jugarle mano a mano a cualquiera. Llegás a 10 y te respetan más. Los compañeros te hacen más caso. Son detalles que te van marcando.
–Se habló mucho de tu salida y las de Guillermo Caset y Facundo Sola de Alegría. De que cuando se fueron ya tenían el plan B encaminado con Las Monjitas. ¿Mito o realidad?
–No, no, fueron dos cosas diferentes. Primero tuvimos una reunión en Alegría. Sentí que era una etapa cumplida, que ya no se aspiraba a los mismos objetivos que antes y que era tiempo de arrancar un nuevo desafío. Estábamos muy cerquita de ganar un título, pero si no teníamos mejores caballos nunca íbamos a poder hacerlo. Cerramos ese ciclo y justo apareció Marcos Heguy con la nueva propuesta de Las Monjitas. Con una gran organización, una gran cría, mayor poderío de caballos. Un equipo joven, con muchas ganas. Fue la unión perfecta.
–¿Te volviste a cruzar con Fred Mannix, tu expatrón de Alegría? ¿Cómo quedó la relación?
–Ehhhh, no, no me volví a cruzar. Me imagino que de parte de él no será la misma relación que antes, pero yo le sigo teniendo mucho aprecio y respeto a todo lo que ha hecho Fred, a la gran organización que es Alegría. Estoy muy agradecido por todo lo que hicieron por mí y el tiempo que compartí con ellos.
–Las Monjitas es casi el mismo equipo que Alegría, pero con Julián De Lusarreta por Mannix. ¿Qué cambia?
–El Negro De Lusarreta lee muy bien el polo, es muy talentoso y muy buen jinete. Todavía no tiene la experiencia de Mannix y es una apuesta jugada, pero tenemos mucha fe en él y confiamos en su potencial.
–¿Hicieron prácticas?
–No, nunca. Recién en septiembre.
–Hasta 2017 tu juego era más individual. Después fue más en función de equipo y ya no te luciste tanto, aunque sí mejoró el rendimiento general. ¿Con qué sistema te sentís más cómodo?
–Con el sistema que me ayude a jugar mejor y que el equipo gane. Eso es lo que me hizo ver Lucas Monteverde el año pasado: que tenía que confiar más en mis compañeros, en darles un rol protagónico mayor para que pudieran demostrar su potencial. Fue beneficioso para el equipo. Lucas propició un gran cambio para el funcionamiento de Alegría.
–¿Qué debe tener un caballo de Hilario Ulloa?
–¡Todo! Resistencia, pulmón, aeleración. Tiene que tener boca, ser cómodo, fácil. Hoy para poder jugar bien necesitás tener un caballo completo. La diferencia la hacen los caballos. Sin ellos no seríamos lo que somos.
–¿Qué pensás de los cambios que se están probando en las reglas para mejorar el juego?
–Está bueno animarse a probar cosas nuevas, está bueno evolucionar. Habrá ideas buenas e ideas malas, pero el tema de probar ya es positivo.
–¿A qué aspira Las Monjitas en 2018?
–Sabemos que somos el tercer equipo, que La Dolfina y Ellerstina son muy duros. En funcionamiento y en caballos estamos cada día más cerca y les podemos competir casi al mismo nivel. Aspiramos a ganar un título, esa es nuestra meta. Tenemos que seguir progresando para lograrlo.
–¿Es una utopía pensar en Las Monjitas campeón de Palermo?
–No, no es una utopía. Creo que así como podemos ganar Tortugas o Hurlingham, también podemos ganar el Abierto de Palermo Palermo. Pero para que eso se dé el equipo tiene que funcionar a un nivel superlativo y los caballos estar bien. Las Monjitas hizo un excelente trabajo estos últimos 4 o 5 meses, seleccionando caballos, comprando, alquilando. Contamos con el mejor lote que yo haya tenido en los últimos 10 años. Estamos a un escalón mejor que en 2017, pero hay que demostrarlo en la cancha.
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