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Gonzalo Heguy. A 20 años del repentino adiós de un polista que dejó huella y cómo lo recuerdan los hermanos
Viernes 19 de mayo de 1995. En uno de los pasillos del hospital Prince Charles Eye Unit, en las cercanías del Castillo de Windsor, en Londres, Gonzalo Heguy enfilaba hacia la habitación donde se recuperaba su hermano mellizo. Un momento muy sensible para la familia: el día anterior, Horacito había perdido el ojo derecho por un bochazo jugando un partido de polo, el deporte que los apasionó casi desde que estaban juntos en el vientre de Norita Amadeo y Videla de Heguy. Gonzalo frenó su marcha, volvió sobre sus pasos y nos dijo: "¿Sabés qué? A pesar de esto, vamos a jugar Palermo en noviembre. Los cuatro. Y lo vamos a ganar igual. Porque yo voy a jugar por mi y también por él".
No tenía soberbia en su mirada. Estaba enojado quizá con el destino que se había ensañado desde hacía tiempo con esta ilustre familia del deporte argentino. Gonzalo, como lo describió alguna vez su legendario tío Alberto Pedro Heguy, 17 veces campeón del Argentino Abierto con la camiseta de Coronel Suárez, "era en la vida como en la cancha: un torbellino. Le ponía mucha garra a todo lo que quería concretar, pero fuera de la cancha era un muchacho muy sensible y generoso".
Indios Chapaleufú, el equipo de los cuatro hermanos Heguy que marcó una era en el polo argentino, ganó seis veces el Abierto de Palermo y una de ellas fue ese Abierto 95, tal como se lo había juramentado íntimamente al que alguna vez denominamos "El Mosquetero de la bondad". El rasgo que más caracterizaba a Gonzalo: bondad. Ese sería la última conquista del Argentino para él. Jugó dos finales más (96 y 97), se casó con María Jesús Resta y tuvo una hija: Jesusita. El jueves 6 de abril de 2000, en un accidente en un camino interno de Intendente Alvear, en La Pampa, falleció a los 35 años. Era 10 de handicap. Era de los mejores jugadores del mundo. Pero sobre todo, era una persona inolvidable.
Se agarraba sus rabietas a veces, pero sabía escuchar y pedir disculpas si era necesario. Se reía más naturalmente que los hermanos. Y pensaba mucho en el otro. Un día iba manejando acompañado por una tía (Mónica), que de pronto advirtió que Gonzalo entrecerraba uno de sus ojos por momentos. Le preguntó si le pasaba algo en la vista. "No tía, no te asustes. Quiero saber nada más lo que siente Horacito para comprender aún más su dolor. Quiero sentirlo y no imaginarlo", le respondió.
Aquel equipo de Chapaleufú tenía su historia. Había debutado en 1983, cuando los mellizos tenían 19 años y jugaban con su padre, Horacio Antonio (19 títulos en Palermo) y el tío Alberto Pedro. Formación que se ganó el afecto de la gente por su estilo, por sus caballos, por las peleas que protagonizaban dentro de la cancha: discusiones sin filtro. Hermanos que se pelean, nada extraño en definitiva.
Todos hablaban de los goles y la habilidad de Bautista, de las genialidades de Marcos, de la capacidad organizativa y conducción de Horacito. Gonzalo era el N° 2, el puesto que menos se luce dentro de la cancha. Fue siempre el motor del equipo. Tenía una yegua, la Billonaria, bien rústica y vigorosa, que causaba estragos en los rivales y jugaba tres chukkers enteros de 7 minutos en una final. Era la compañera ideal para la Marsellesa, la notable yegua de Horacito. También se lucía para vez que montaba la Cobra, la Tatiana o la Litigiosa. Pero la Billonaria era una topadora: los caballos rivales rebotaban al mínimo contacto.
Gonzalo y la Billonaria
El destino le arrebató la vida a Gonzalo esa mañana del 2000 y Chapaleufú nunca volvió a ser el mismo. Aun cuando el equipo volvió a ganar Palermo en 2001 (con Mariano Aguerre luciendo la camiseta 2 y logrando el gol de la victoria en suplementario ante La Dolfina) y luego jugó su última final en 2004 (con Juan Martín Nero), nada era igual. Ahí quedó demostrado su verdadero valor para el equipo. Aunque en rigor fuese lo menos importante de la historia puertas adentro.
La muerte de Gonzalo sería una de las cosas que cambiaría en la vida si pudiera. No deja que nos olvidemos. Dejó huella en gente que lo conoció poco y en gente que lo conoció mucho
"La muerte de Gonzalo sería una de las cosas que cambiaría en la vida si pudiera. Se extraña. Son 20 años y te acostumbrás a vivir sin él, se puede, pero fue dificilísimo. La ves a Jesusita y tiene cosas tan parecidas a Gonzalo...No deja que nos olvidemos. Dejó huella en gente que lo conoció poco y en gente que lo conoció mucho", reflexiona desde La Pampa su hermano Marcos.
Jesusita tiene 22 años, estudia decoración de interiores y prácticamente no conoció a su papá. "Con ella hablamos mucho, salen cuentos sobre Gonzalo para que sepa cosas del padre. Es muy amiga de mi hija Clarita, nos vemos seguido", acota Marcos.
Marcos estaba en Palm Beach cuando se produjo el accidente. Esa mañana dormía y se despertó con la llamada de Jesús, la esposa de Gonzalo, también fallecida hace dos años. Desde entonces, cada vez que estaba descansando y escuchaba el sonido de un llamado, su expresión se transformaba.
"Gonzalo era el tipo que unía, el que juntaba las puntas de la familia. Cuando pasó lo que pasó, nos quedó algo muy claro: que podíamos jugar sin Gonzalo, pero que era mucho más difícil vivir sin él. Capaz que hoy, mucho después, veo que ese Chapaleufú fue mejor de lo que nosotros creíamos. Gente que nos dice que aquello que hicimos no se volvió a ver. No fuimos conscientes de lo que hacíamos", confiesa Marcos.
Cada temporada, luego de la final del Abierto de Palermo, Jesusita entrega el premio Gonzalo Heguy, al Jugador Más Valioso del partido. El año pasado le tocó a Pablo Mac Donough, de La Dolfina, que cuando tenía 10 años veía y admiraba las andanzas dentro de la cancha de aquel Chapaleufú y soñaba con levantar también esa copa preciada. ¡Ya lo hizo 10 veces!
Ver esta publicación en InstagramUn día como hoy nacía el tipo más bueno del mundo. Y para compensar...yo.
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La relación más especial de Gonzalo era con su mellizo, que hace dos años y medio lo recordó en una entrevista con LA NACION: "No extrañarlo a Gonzalo es difícil. No porque haya sido mi hermano mellizo, sino porque era un tipo extraordinario. Increíblemente gracioso. Realmente muy gracioso para estar con él. Tenía alegría para vivir y te la transmitía. No hay tantas personas así. Y que sea tu hermano era mejor todavía porque lo tenías más cerca para disfrutarlo", dijo Horacito.
Agudo, irónico y analítico en cada una de sus expresiones, el 30 de abril de 2019, en el día de su cumpleaños 55, Horacito posteó una foto en Instagram junto con Gonzalo y la siguiente leyenda: "Un día como hoy nació el tipo más bueno del mundo. Y para compensar...yo".
Pasaron 20 años desde aquella mañana conmocionante para el polo argentino. El juego cambió algunas reglas, los cracks se consolidaron y Palermo hasta tiene hoy su After Polo que transforma la Catedral con música, tragos y dancing luego de los partidos. La imagen de aquel mosquetero aguerrido con la camiseta blanca y roja fuera del pantalón, casco de los mismos colores y de las vendas amarillas de esos caballos a los que hacía pegar la vuelta sobre las patas como pocos en ese 1983 bautismal, se sigue dibujando en cada rincón de la cancha 1. Igual que su sonrisa.
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