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El equipo de “los hijos de” arrasa en un polo infantil cada vez más sofisticado
Cambiaso, Monteverde, Merlos y Magrini, de 12 años, ganaron los cuatro torneos de la temporada; en la categoría mayor, de hasta 14, se coronó Indios Chapaleufú II, con hijos de Pepe y Ruso Heguy
Cambiaso, Monteverde, Merlos, Magrini. Sería un buen conjunto de 33 goles de handicap para la Triple Corona, pero éste tiene 0 y avasalla... en las competencias infantiles.
Es La Dolfina, pero con otros nombres: Adolfo y Lucas son hijos de sus tocayos Cambiaso y Monteverde; Santos Merlos, de Sebastián, y Kristos Magrini, de Matías. Tienen 12 años e hicieron cartón lleno en la... Cuádruple Corona. En realidad, no existe tal cosa, pero para los chicos el torneo de Martindale, la Copa Diamantitos, el certamen de Tolo Polo y la Copa Los Potrillos son su temporada alta. La que esperan todo el año.
Sobre todo esta última, que es como el Abierto de Palermo de los pequeños polistas. Cada año más grande, desde que se la creó en 1962. En estos 55 años creció en participación y en nivel, al punto de que en sus diferentes categorías reunió este lunes a 55 equipos (incluidos seis femeninos), es decir, 220 chicos. Fue una jornada larga (8.30 a 20) y feliz en el predio de Pilar de la Asociación Argentina de Polo, que puso a disposición ocho de sus 12 canchas y recibió a los cientos de caballos que participaron. Con la exhibición de la categoría Petisos, terminó habiendo 238 jugadores de entre ¡4! y 14 años.
En ese Palermo de los chicos, llevado adelante desde siempre por el club Los Indios (con Eduardo Heguy a la cabeza desde hace años), asombra la cada vez mayor complejidad de organización: dirigen referís profesionales y hay equipazos con grandes caballadas para esta edad, mientras hay chicos que siguen yendo con su caballito para todo el partido (son a tres chukkers en las dos categorías más grandes, y al menos dos por conjunto) y con un petisero compartido. Así se explican las goleadas, más y más comunes.
Como si la diferencia entre los hijos de polistas de primera y el resto fuera la que hay entre los profesionales y los amateurs. Ese La Dolfina –poderoso ya desde el nombre– ganó la copa Potrillitos (años 2005 y 2006) y arrasó en el circuito: se llevó los cuatro trofeos de su categoría. Y tiene otra ventaja: tres de sus integrantes jugaron su tercera temporada juntos. Con Lucas llevan dos.
“Está buenísimo lo que hace Luquitas. Trato de tenerlo lo mejor montado posible. A mí me costó un h... cuando tenía su edad. Tenía un solo caballo con un freno gigante. Hoy éstos andan en caballos a los que es difícil tenerlos”, comentó a la nacion Lucas Monteverde, que siguió a su hijo (“circula en la cancha como yo pero con el doble de habilidad”) en Pilar. “Nosotros no fuimos hijos de ningún jugador. Quizás no les estamos haciendo bien. No lo sé. Es lo que les tocó”, reflexionó el ex 10 goles, de 40 años.
¿Por qué lo hace, entonces? “Porque me divierte, pero si al tipo le gusta otra cosa, no me molestaría. Él piensa que va a jugar, quiere jugar al polo. Si realmente le gusta, que lo haga. Yo no se lo recomendaría; no es fácil la vida del polista si no tiene pasión o no le gusta esto. No es chiste. Tiene un montón de cosas lindas, pero si uno se pone a mirar todo el camino... Éstos la tienen más fácil porque ya tienen todo el camino armado por mí. Lo que más quiero es que sean felices haciendo lo que les gusta”, apuntó Monteverde.
En la categoría mayor, de 13 y 14 años, venció Indios Chapaleufú II, campeón de dos de las cuatro copas. Otro nombre fuerte, otros protagonistas: Cruz Heguy, hijo de Eduardo y jugador más valioso del certamen, y Antonio y Silvestre Heguy, hijos de Alberto, “Pepe”, más el inglés Luckey Wiles. Varios fueron los extranjeros que tomaron parte, incluido uno, el paquistaní Jed Gabler, que vino a la Argentina sólo para intervenir en este circuito.
Mucha sofisticación entre los más grandes, pero el espíritu amateur continúa bien vivo. Por ahí andaba Alberto Pedro Heguy, icono del amateurismo, siguiendo a sus nietos. También el superprofesional Adolfo Cambiaso, montado a un petiso con Salvador Condomí Alcorta para dirigir la mano del pequeño no vidente al taquear en la exhibición. Si había una caída, nadie hacía puchero, porque estaban todo el año pensando en la copa Los Potrillos. Así, entre la pasión amateur y la organización profesional, el polo argentino garantiza su futuro.
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