

Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.
Hombre recio si los hubo dentro de la cancha, Eduardo Heguy se reconoce como una persona muy sensible. Le ha tocado pasar situaciones bravas con tíos, primos y hasta con uno de sus propios hijos. Jugando al polo, como él mismo lo afirma, se sentía “inmortal”, con lo que ello implica ir arriba de un caballo a 60 kilómetros por hora pegándole a una bocha. Abajo del caballo encontramos a un padre de familia capaz de emocionarse viendo deportes por TV.
Creyente ferviente, nieto, hijo y sobrino de polistas, persiguió su obsesión sin importar si había que armar un equipo (La Martina) con quienes hasta hacía un par de años eran sus acérrimos rivales, como pasó en 1992 con Ernesto Trotz y Alfonso Pieres, ex de La Espadaña. La gloria que le quitaba el sueño la alcanzaría cuatro años después, a los 30, con dos de sus hermanos (Alberto –h.– e Ignacio, es decir, Pepe y Nachi) y sus propios colores y club: Indios Chapaleufú II. Chapa II, la pesadilla de varios.
Es de los que ni se darían vuelta por la calle si lo llaman por su nombre. Es simplemente el Ruso. El nieto de Antonio Heguy, el patriarca. El hijo de Alberto Pedro, la leyenda de Coronel Suárez, con 17 Abiertos de Palermo ganados, y Silvia Molinari. Es el hermano de Pepe, Nachi y Tomás. El esposo de Paz Manau. Y el padre de Cruz, Pampa, Pedro y Luján. Amante de los deportes. Amigo de los deportistas, de otros famosos y de celebridades. Con la lógica debilidad por Intendente Alvear, el reducto pampeano de los Heguy. Cuádruple campeón de Palermo, pero sobre todo, un tipo que respira polo las 24 horas. Sí, nos animamos a decir que soñándolo también.
Una tarde de charla pasional y emocional, en el Club Los Indios (ya no en San Miguel, sede original de un club centenario, sino en Pilar), mientras Luján tiene una práctica, Cruz se alista para un partido junto a su primo Silvestre y todo el clan Heguy se dispone a alentarnos, nos permite recorrer la vida del Ruso, a los 58: logros, caídas, la tragedia de la familia, la organización del polo y lo que cree más urgente y, claro, lo que siente cada mañana y cada noche cuando le da un beso a Pedro, el hijo al que creía que no iba a volver a ver sonreír y que nos regaló un milagro a todos.
–¿Nunca le tuviste miedo a un caballo?
–Respeto, sí. Miedo, no. Me han tocado desde chico uno que me ha volteado tres veces seguidas, un caballo nuevo, pero me volví a subir. Tenía 13. La cuarta fue la vencida. Lo saqué y lo anduve, lo cansé un poco y después, por suerte, nunca más me volteó.
–¿Y por qué te tiraba?
–Porque corcoveaba. A los saltos andaba. Con las monturas de polo, al poder moverte mucho, tenés poco agarre. Y me sacaba para adelante, hasta que le descubrí que aflojándole las riendas no me sacaba y ahí lo terminé andando. A los caballos siempre les tuve cariño y respeto.
–¿Y Ruso cuándo fue la primera vez que te dijeron?
–De muy chico, cuando íbamos en los veranos a visitar a mis abuelos y a mis primos de Coronel Suárez. Volví a La Pampa y todos los petiseros me decían que yo parecía de las colonias de Coronel Suárez, que era un rusito porque tenía el pelo muy rubio. Me decían Rusito, Rusito, y en esa época, a los 6 años, me enojaba. Y me quedó. Si hoy me decís Eduardo no sé si me doy vuelta.
–Obviamente en el cole, por herencia, el deporte de ustedes era el polo, pero Champagnat es un colegio con mucha historia deportiva y variada. ¿Practicabas alguna otra disciplina?
–Primero, era y soy fanático del rugby. Jugué durante nueve años, hasta los 17. Cuando éramos chicos, nuestros padres no nos traían caballos, como pasa hoy con los jóvenes, que ya los tienen acá. Mi hija Luján, con 13 años, ya hace tres que tiene seis caballos cuidándose exclusivamente para ella. Nosotros a veces usábamos los caballos que nos prestaban nuestros padres y jugábamos solamente en las vacaciones o el verano. O sea que durante el resto del año, yo jugaba al rugby. Era centro, número 12. Hasta que un día, tipo a los 17, mi padre me sentó y me dijo: “Estudio y rugby o polo. Estudio no es opción dejarlo, tenés que elegir entre el rugby y el polo”. Y bueno, ahí fue donde abandoné el rugby y me enfoqué en el polo. Pero de chico también jugaba al tenis, al fútbol, al golf. Me gusta ver los deportes y practicarlos.
–Y el hecho del apellido, de que ustedes tenían vínculo con los caballos, con un deporte que no es habitual para la mayoría de los chicos, ¿qué reacción causaba en sus compañeros? ¿Se sentían bichos raros con ellos?
–No, porque en el colegio Champagnat ya había una gran tradición en el polo, en ganar intercolegiales desde la época de mis padre y tíos y los Dorignac. Creo que actualmente sigue teniendo el récord de intercolegiales ganados. Tenía algunos amigos que también venían del campo, nos mandaban a estudiar a los 6 años casi sin haber hecho jardín de infantes. No sabía ni agarrar el lápiz cuando llegué al primer grado... Hice todo en el Champa, hasta quinto año. Pero nunca nos pesó ni ser Heguy ni jugar al polo. Y lo que te decía: no teníamos caballos. Jugábamos en las vacaciones. Lo nuestro ahí era el fútbol y el rugby.
–Y cuando los hicieron hinchas de Estudiantes, ¿por qué mantuvieron esa simpatía Bautista, Gonzalo y vos? Porque tenés hermanos y primos que son de Boca, incluido tu padre, y de River.
–Claro, no sólo mi padre es de Boca: mis hermanos Pepe, Nachi y Tomás también. Yo también era de Boca hasta los 6. Pero fui chantajeado por un amigo de papá, en Coronel Suárez.
–¿Ricardo Boudou?
–Exacto. Mi primo Gonzalo ya era de Estudiantes. Y Ricardo me regaló una petisa tobiana para que yo la domara a cambio de hacerme hincha de Estudiantes. Gonzalo tenía un petiso al que llamó Verón. Entonces, a la mía le puse La Bruja, en honor al padre de Sebastián. Así que domé yo esa petisa y ya quedé como Pincha. ¡Fue irresistible la oferta! En esa época para nosotros no existía ni la televisión ni los telefonitos. Nuestro juguete más lindo y nuestros compañeros eran los caballos. Que me regalen una petisa era el mejor regalo que me podía haber hecho alguien.
–Los chicos tienen la Copa Los Potrillos y el Intercolegial como competencias favoritas. ¿Alguna te producía algo más especial que la otra?
–Y, hoy, por hoy te digo la Copa de los Potrillos porque hace más de 30 años que es una copa del Club Los Indios y soy un poco la cara de la organización del torneo, ¿no? Y sé lo importante que es el primer torneo que todos jugábamos de chicos. La Copa Intercolegial fue una más porque era ya más grande. Lo empecé jugando a los 14 años junto con Horacito y Gonzalo, mis primos, y con Esteban Panelo. Lo ganamos para Champagnat. Lo gané durante cuatro años, también con mi primo Marcos y con mi hermano Pepe. Pero la Copa de Los Potrillos es algo especial porque fue mi primer torneo oficial cuando tenía nueve años. Lo jugué junto con los mellizos y con Julito Bensadón, mi otro primo. ¡Nos cagaron a palos! Era un solo partido y quedabas eliminado. Nos agarraron los chicos de 14 años, que eran enormes para nosotros, y nos dieron garrote. Pero ahora evolucionó muchísimo la Copa Los Potrillos: antes había ocho o nueve equipos, hoy hay más de 70 equipos, distintas categorías. Vienen con una organización… Yo jugué con el taco y el casco de mi padre, las botas de mi madrina, Myriam, y un caballo de un amigo de un socio de Los Indios. O sea, nada mío. Hoy los chicos se presentan con caballos con todo y parecen equipos de Formula 1. ¡Impresionante! Y tienen mucho más rodaje. Ha habido chicos de hasta 5 de handicap. Increíble.
–Hablame de tu abuelo Antonio, el patriarca. Lo disfrutaste unos años. ¿Qué enseñanza te dejó?
–Nunca lo llegué a ver arriba del caballo, ya se había retirado, pero él, cuando éramos muy chicos, allá en La Pampa, en Anay Rucá, que es el campo de la familia, jugábamos enfrente de la casa, y después empezamos a jugar en una canchita chica que hoy existe, la cancha que mi padre siempre con orgullo, dice que es récord porque es donde se formaron nueve 10 de handicap. Una canchita para jugar 3 contra 3, la mitad de las medidas oficiales. Mi padre, mi tío y los 7 chicos arrancamos jugando en esa canchita. Él estacionaba su auto, se sentaba en unos troncos de eucalipto y nos veía todas las tardes jugar al polo. Ese es el recuerdo que tengo de mi abuelo. Y que en algún almuerzo te daba un consejo.
–¿Qué sentías tener un padre y un tío tan campeones, tan figuras?
–Para nosotros era algo normal porque claro, desde que nacimos vimos eso: ir a Palermo y ver a mi padre jugar las finales del Abierto y la mayoría de las veces volverse con la copa. Nos parecía algo totalmente normal, no le dábamos la importancia que después le dimos cuando nos tocó jugar a nosotros y nos costó tanto llegar a alcanzar el sueño máximo. Mi padre lo ganó 17 veces, mi tío lo ganó 19 y bueno, crecimos así.
–¿A Alberto se le podía discutir en la casa?
–En la cancha no, porque enseguida te decía “está bien, está bien, si no querés aprender”, y te dejaba así con esa frase, te cortaba todo el diálogo. Y en la casa tampoco, jajaja. Cuando sos chico…Eran otros tiempos, era otro respeto a los padres, a los abuelos. Hoy es lo que falta: respeto a los profesores, a los policías, a los jueces, a todos. A los padres, porque somos más amigos, más cercanos, más demostrativos de cariños te diría. Antes eran más duros los abuelos, más duros los padres, y los respetabas distinto. Hoy con Cruz discutimos cosas, si él no está de acuerdo me da su punto de vista y yo se lo acepto. Pero antes ese diálogo no existía.
–¿Para Cruz sos papá, Eduardo o Ruso?
–Para él, Eduardo nunca. Ruso o papá. Pedro me dice Ruso, a veces me dice papá. Casi nadie me llama por mi nombre.
–El día que lo viste a tu padre saludando con el casco, que se iba, cabalgando delante de la Dorrego y la gente empezaba a darse cuenta que se retiraba, ¿qué te pasó por la cabeza?
–Ya él en el 89 se había bajado por diferencias con la dirigencia de la Asociación de Polo. En el 91 él quiso volver a los 50 años. Ganamos Tortugas, perdemos increíblemente la final de Hurlingham y perdemos la semifinal de Palermo contra Centauros. Y me acuerdo que se saca el casco y da como la vuelta ahí y la gente lo aplaude. ¡Me corrieron escalofríos! Era una sensación muy linda haber podido compartir con él desde los comienzos, tener no solamente una relación padre-hijo, sino también de compañero. Y el mejor compañero, porque era el que más garra tenía y no daba ninguna jugada por perdida. Y bueno, fue un día triste.
–Tu madre, Silvia, es una santa. Sufriendo por todos: primos, esposo, hijos, sobrinos, nietos. Aunque muchos partidos no los vio. ¿Qué es lo que más admirás de ella?
–¡El aguante que nos ha tenido! La paciencia, porque en los veranos Horacio se venía a trabajar y tenía que ocuparse en el campo de nosotros, de mis cuatro primos, también mis otros primos, los Bensadón, y a veces éramos miles. Todos hombres y ella era la única mujer. Y en los partidos de polo…Mi abuela, Fanny Harriott, tía de Juancarlitos y Alfredo, era fanática enferma. Y una vez en una cancha, viendo a Coronel Suárez, le agarró un infarto. Se ponía nerviosa. Y mi madre tenía miedo de que le pasara lo mismo. A diferencia de Norita, la mamá de mis primos, ella llegaba después del partido. A veces iba al cine, a veces se quedaba en la casa. Llegaba al final para ver que estuviéramos todos sanos. No le importaba si ganábamos o perdíamos: el tema era que hubiéramos quedado todos bien.
Fanny fue muy importante porque cuando nos vinimos de La Pampa, para hacer de primero a tercer grado, nos criamos a dos cuadras de su casa. Una abuela muy cariñosa, era como mi segunda madre. Fue la que me bancó la primera temporada de polo jugando acá en Los Indios. Me las pagaba ella.
–Creciste con ellos siendo el hermano mayor. Contame qué son en tu vida Pepe y Nachi.
–Somos mucho más que hermanos. Jugamos juntos. El récord de jugar 31 años el Abierto de Palermo con Pepe no creo que alguien lo llegue a igualar. Es muy difícil haber jugado siempre de compañero con un hermano. Y después, cuando creció un poco, se unió Nachi. Pero aparte de hermanos somos muy amigos, muy compañeros, de jugar al golf juntos, de vivir. Somos casi ridículamente juntos porque nos gusta también que nuestros hijos se hayan criado no como primos, sino casi como hermanos. Vivíamos en el mismo edificio de la calle Cerviño y después, cuando nos mudamos acá a Pilará, Pepe es mi vecino y Nachi vive a 200 metros. Y los convencimos a mis padres de que se compren un dormi para así poder ver más a los nietos. Entonces somos muy unidos como familia. Quizá por haber sido compañeros en la cancha y habernos matado uno por el otro tratando de ganar partidos. Es muy linda la relación que tenemos y la que tienen nuestras mujeres y nuestros hijos.
–Ustedes no eran de putearse dentro de la cancha…
–Éramos justo lo contrario de mis primos: ellos se puteaban, a la gente le divertía y estaban acostumbrados a putearse, quizá también en la casa. Nosotros siempre nos respetamos mucho y si alguna vez alguno le dijo una cosa mala a otro, era como que jugábamos enojados entre nosotros, con bronca y no nos hacía bien. Es más, cada vez que alguno de nosotros no estuvo en la cancha, por lesión o por otra cosa, nos costó jugar con algún suplente. No nos peleábamos. Siempre éramos de alentarnos y de ser muy buenos compañeros.
–Estuvieron muy cerca de ganar el primer Abierto que jugaron, el de 1985. ¿Demasiado cerca?
–Sí, por suerte no nos pasó, porque si no hubiese parecido que era muy fácil. Ya teníamos lo de mi padre y mi tío, con sus 17 y 19 títulos. Y si en la primera incursión, teniendo yo 19 años y Pepe 18, cuando perdemos la final contra la Espadaña por un gol, hubiésemos ganado, no hubiéramos valorado tanto lo que nos costó después para levantar la copa en el 96. Perdimos varias finales, parecía que se nos hacía cada vez más difícil. Quizá lo que cuesta vale. Y disfrutamos muchísimo cuando después la levantamos por primera vez.
–¿Por qué eran tan bravos los clásicos con los primos?
–Por la forma de ser de todos nosotros: tiraban la bocha y hasta en las prácticas nos matábamos. Porque somos muy aguerridos, no nos gusta perder a nada. Ustedes los periodistas veían los partidos, pero las prácticas eran peores. ¡Si un día hasta tuvimos que sacar el tablero con el marcador porque no queríamos perder ni las prácticas! Cuidábamos juntos en Los Indios, tomábamos mate juntos, pero adentro de la cancha nos matábamos. Pero cuando jugábamos contra mis hermanos me he matado también. O sea que no era una rivalidad con los primos. Pensá que mi padre jugaba en el primer Chapaleufú con los mellizos. Y nosotros hinchábamos por ellos. Y al principio nos ganaban. Después se dio que nosotros crecimos un poco y se incorporó Nachi. Y cuando les empezamos a ganar fue cuando se dio la mayor rivalidad. Empezamos a ser muy contrarios. La alta competencia te lleva a eso, a esas peleas, por más que fuéramos amigos, primos. Dentro de la cancha nos desconocíamos, no éramos parientes. Somos muy sanguíneos, muy aguerridos, y como no nos gustaba perder se dieron esas grandes batallas.
–¿Y qué pasaba con la gente? ¿Por qué tenía más simpatía por Chapa I que por Chapa II?
–Por varias circunstancias. Una, porque eran 4 hermanos juntos. Eso es muy raro. Después pasó con los Novillo. Pero mis primos fueron muchísimo mejores: 4 hermanos juntos que llegaron a 10 de handicap y ganaron Palermo. Eso no va a volver a pasar nunca. Y tenían un sponsor como Marlboro, que generaba muchísimo en esa época con la Fórmula 1 y toda la publicidad. Entonces, eran mucho más conocidos ellos que nosotros, que jugábamos sin sponsor en la camiseta. Y a la gente también les divertía cómo se puteaban entre ellos, les parecía gracioso. Ahora, también tenían un estilo de juego muy lindo, muy abierto, con mucha velocidad. Y eso les gustaba a todos, y a nosotros también.
–El título que ganaron en el 96, el primero de ustedes, con 7 Heguy en la cancha, venciendo a los primos en la final, ¿es el de mayor valor sentimental para vos?
–Son todos especiales. El 96 por ser la primera vez, por haber estado los 7 en la cancha, por lo que nos costó ese partido. En la mitad íbamos perdiendo por 5 o 6 goles y parecía que se nos volvía a escapar y en 2 o 3 chukkers lo dimos vuelta y entramos al último ganando por 2. Nos empatan y lo terminamos ganando ahí con un gol del Piqui Díaz Alberdi, que era especialista en los momentos clave de meter esos goles importantes. Después, cuando ganamos en el 99, porque yo venía de un accidente en Inglaterra. Fui aplastado por un caballo a mitad de mayo. Me tuvieron que operar, andaba en silla de ruedas. Parecía que me iba a perder toda la temporada. Me bancaron mis compañeros y lo terminamos ganando. Fue extraordinario. Además, era la primera vez con Milo Fernández Araujo, que era muy amigo nuestro del club Los Indios y veníamos de perder el año anterior. Volvimos a triunfar en el 2000 y fue especial porque le ganamos a un equipazo de La Dolfina, con Cambiaso, Castagnola y los dos Merlos, jugando quizá nuestro mejor polo. Y la última, en 2004, porque ya nadie nos daba como candidatos, nadie nos tenía confianza, aparecían polistas más jóvenes, perdemos el primer partido, sacamos a La Dolfina y en la final vencimos otra vez a Chapa Uno, ya sin Gonzalo, pero igual éramos seis Heguy en la cancha. Cada título tiene su historia y es especial.
–Eran más mañeros para jugar ustedes. Jugaban con un estilo marcado, pero después, cuando llegaba el cruce con La Espadaña, era otro partido.
–Sí, la época con mi padre. Salían así los partidos porque quizá La Espadaña (NdR: Carlos Gracida, Alfonso y Gonzalo Pieres y Ernesto Trotz) jugaba distinto que el resto. Era un poco más moderno. Fueron los primeros cuatro profesionales jugando en un equipo en el Abierto. Nos divertía jugar contra La Espadaña. Era un desafío y eliminarlo, un reto aún mayor. Porque eliminar a Chapa I quizá te dolía más. Chapa I tenía más velocidad, y nosotros, ya con Nachi y con Piqui Díaz Alberdi, más fuerza. Había que bajarle un poco el ritmo, agarrar un poco más de mañas, digamos, para jugar esos partidos. Ser más inteligentes, porque si les salíamos a jugar palo y palo no les ganábamos. Había que adaptarse un poco al juego del rival.
–El accidente del 99 fue el más grave tuyo.
–Fue el más bravo. He tenido golpes enormes en mi carrera. Por eso a mis hijos, a mis sobrinos, trato de decirles que se cuiden más. Yo me sentía inmortal arriba del caballo. Pensaba que podía hacer lo que quisiera, las locuras más grandes, y antes nuestros padres nos educaron con muchísimas más libertades y menos miedos, por ejemplo, respecto a cómo nosotros estamos educando a nuestros hijos. ¡Si no usábamos el cinturón en el auto en los viajes a La Pampa! Por las reglas en Inglaterra, me acostumbré a usar casco cada vez que monto. Y todos mis hijos montan con casco por más que haga 40 grados en La Pampa.
–¿Cómo es sentirse inmortal?
–Yo veía las películas de los cowboys y le largaba las riendas a una yegua y encaraba a las avestruces, a los chanchos jabalíes allá en La Pampa, con toda la furia, con las riendas sueltas y las yeguas esquivando las cuevas de los peludos. Yo con un taco de polo, una boleadora tirándoles. Hoy lo veo para atrás y digo “estaba loco”, no me animo a hacer eso ni de casualidad. Porque el cuerpo tiene memoria y me acuerdo de toda la cantidad de golpes que me he pegado en mi vida. Esos partidos enfrente de mi abuelo, en esas canchitas y con un solo caballo cada uno, interminables, a veces alguno volvía quebrado o con algún corte. Los médicos pensaban que nos maltrataban en casa porque una vez por semana mi madre iba al pueblo a que a uno le pusieran un yeso o lo cosieran. Porque jugábamos sin botas, sin casco, sin nada. Porque era así, nos criamos de esa manera.
–¿Estuviste dormido por un golpe alguna vez?
–Una sola vez, en una exhibición enfrente del Príncipe Carlos. Un compañero mío se me cruzó y me volteó el caballo. Y me desperté con la ambulancia al lado. Después me di cuenta de que tardé una semanita en ponerme bien. Y eso que fueron segundos nomás que estuve dormido. Pero veía las cosas un poquito en cámara lenta. Por eso, cada vez que algún chico se queda dormido le digo que se tome un tiempo porque no quedás con los mismos reflejos.
–Siempre fuiste un jugador fuerte, con actitud. ¿Sentías que los rivales te tenían miedo?
–Respeto sí, pero miedo no, no creo. Era así, como dije: me sentía inmortal. No medía el peligro. Me he pegado golpazos por arriesgar demasiado. Pero miedo creo que no me tenían. Sí sabían que no tenía miedo a nada y que jugaba fuerte. Lealmente, pero muy fuerte. Era mi forma de ser, sin ser tan fuerte yo. Porque si me ves físicamente, no soy musculosamente fuerte. Era más de precisión, timing, de pegarle bien a la bocha y de tener caballos muy potentes.
–La final del 2004 dejó algunas heridas, además de la de Horacito, que se pegó el golpe, ¿no? Algunos de los chicos siguen sin hablarse. ¿Vos te enemistaste con alguno de tus primos en particular?
–No.
–¿Y qué lectura hacés de lo que pasó? Porque quedaron algunos chispazos.
–Sí, los hubo ese día. Horacito se cae y no termina el partido luego de un choque con Nachi. Después quizás ellos pensaron que Nachi… Fue sin intención. Horacito se choca del lado que él no tiene visión y no lo vio a Nachi. Y Nachi había ido a cerrar a otro jugador que iba adelante y se lo chocó a Horacito. Pero, a ver, ellos no se hablan entre ellos. Bauti no se habla con Horacito y con Marcos. Nosotros jugamos con Bauti. Fue lindísimo haber jugado juntos dos o tres temporadas. O sea que sigo siendo amigo, viene a comer asado a veces y ahora vino en el verano a presentarlo a René, a su hijo de un año. ¡Está embobado! Quedamos muy amigos con él. Y Marcos y Horacito son distintos en la forma de ser. Es más difícil ser amigo de ellos, me parece, pero no por lo que pasó, sino por la forma de ser de ellos.
// // //
El diálogo se abre a experiencias de vida fuertes para el Ruso a nivel familiar. Y como era en la cancha, no se esconde.
–La familia Heguy ha tenido muchos episodios dolorosos, trágicos. Tus tíos Eduardo y Myriam, fallecidos como tu primo Gonzalo en accidentes viales. Otro primo, Alejandrito, de muy chico. Y después, los accidentes bravos: el tuyo, el de Horacito y el bochazo, la caída de tu hijo Pedrito. Te habrás preguntado por el destino, si está ensañado con la familia.
–Yo siento que es todo muy especial. Y como decís, nos tocó vivir la experiencia del accidente de Pedro. Todo el mundo te pregunta si el polo es peligroso: para nosotros la vida es más peligrosa que el polo. Todos esos casos que mencionás, los más graves y los que no hubo fallecidos, más lo de Pedro, que estuvo más del otro lado que en este mundo… Pero yo no pienso que la vida esté ensañada con nosotros. Soy una persona que trato de ser optimista. Hasta en los peores momentos siempre fui optimista, incluso con mi accidente.
–¿Cómo fue eso?
–Lo primero que hice, tirado en el piso, fue intentar mover los pies. Sentía que tenía una espada clavada en la cintura. El corazón me latía ahí, pero cuando moví los pies me quedé tranquilo y dije “bueno, no quedé paralítico”. Y después, cuando me dijeron lo que tenía en la cadera y el hombro, siempre fui optimista. Nadie creía que a los pocos meses podría estar jugando la Triple Corona. ¡Y yo no me la quería perder!
–Lo de Pedro sigue emocionando.
–Y, Pedro estaba más del otro lado que de éste (se emociona). Pero uno se entrega a Dios y tiene esperanza. Fue una experiencia durísima, pero con un final feliz. Gracias a la ciencia, gracias al de arriba, y gracias al apoyo y la energía que nos ha mandado todo el mundo. Y hoy Pedro no está jugando acá porque está en el colegio…Si hubiese sido tan ensañada la vida con nosotros por ahí no hubiese tenido un final así nuestra historia. Entonces, es el destino. Uno ve lo de Bahía Blanca ahora. O cuando te subís a un avión o un auto, y nunca sabés lo que te puede llegar a pasar.
–Y hoy, cuando le das un beso a Pedro a la mañana o a la noche, ¿qué sentís?
–Siento una felicidad enorme, un agradecimiento a la vida. Porque sí, yo en el momento ese rezaba y lo pedía como sea… en silla de rueda o como sea, lo quería tener, que no se nos vaya de este mundo. Y tenerlo hoy así como está él, vago, atorrante, pero feliz, es un agradecimiento enorme. Soy un afortunado de poder tener la familia que tengo.
–¿Alguno de los accidentes familiares te impactó más?
–Y, quizás el de Gonzalo, a mí, porque el de Pedro fue con un final feliz. Gonzalo estaba en su mejor momento. Joven, 35 años, múltiple campeón, era una bestia arriba del caballo y como jugador de polo. Había nacido su hija, Jesusita, que tenía menos de dos años, y le pasó lo que pasó. Estábamos con Nachi y Marcos en Estados Unidos. Habíamos eliminado al equipo de Bauti y Gonzalo en cuartos de final del US Open. Recuerdo que a las 6 recibí un llamado de Gastón Laulhé, amigo mío. Ese día jugábamos ya la semifinal. Gastón me dice lo que le había pasado a Gonzalo. Me pide que fuera a avisarle a Marcos. Salí como en estado de shock, manejando para las caballerizas. Y veía que los caballos seguían vareando, los petiseros montando, y me daba cuenta que la vida seguía. Yo me decía “No puede ser, Gonzalo se murió y la vida sigue”. Y te das cuenta de que la vida sigue. No podíamos viajar hasta la noche. El patrón con el que jugábamos, John Goodman, nos dice si queríamos suspender el partido. Le respondí: “No, juguemos”. Por ahí arriba del caballo era el mejor homenaje para él porque era lo que más le gustaba hacer. Obvio que perdimos. Y nos vinimos para La Pampa. Sí, lo que más me shockeó fue el accidente de Gonzalo.
–Son muy cercanos, bueno, y mirá cómo es el destino: lo mencionabas recién al Gato Laulhé. Hace poco menos de dos meses tuvo el accidente de dos de sus hijos, Beltrán y Rufino, que falleció con sólo 15 años. ¿Cómo lo sentiste?
–Estaba acá en Buenos Aires, me llama mi hijo Cruz, preguntándome si sabía algo del accidente, y entramos con Paz en shock, y averiguando. Beltrán es ahijado mío, Rufino era el mejor amigo de Pedro, se llevaban cinco días de diferencia, o sea que se criaron juntos. ¡Eran hasta parecidos si los ves en las fotos! Y que nosotros hayamos pasado lo que pasó y pegado en el palo y salido la pelota afuera… No lo podemos creer. El milagro de que Beltrán está vivo y la desgracia de que Rufo… Un chico que tenía todo el futuro por delante y que merecía vivir las cosas que le iban a pasar, humana y deportivamente. No solamente era un chico muy bueno, sino que era un tremendo jugador. Con 15 años, 5 de handicap, ya había sido invitado para jugar la clasificación de Palermo. Un chico totalmente distinto. De esos que son tocados con la varita mágica. Bueno, así están las rutas argentinas. Nadie está exento de que nos pase una cosa así, pero es muy difícil de imaginar lo de no tenerlo ya con nosotros, ¿no?
–¿Sos un tipo fuerte o llorás seguido?
–Soy sensible, muy sensible, pero en los momentos difíciles es cuando quizá más fuerte soy. Se vio con lo de Pedro. Pero soy de mirar una película y que se me caiga un lagrimón. O de emocionarme por las cosas del deporte, de la vida. Aunque no parezca, soy muy sensible.
// // //
La mirada del Ruso se centra en el polo más abarcativamente. Hay cosas que lo preocupan especialmente del manejo del deporte. Y lo expresa sin vacilar. También habla de celebridades, personajes, del rol de una esposa, la evolución de su hijo Cruz y su sobrino Antonio y la clonación.
–¿Cómo ves el polo actual, a nivel juego y dirigencial?
–En cuanto al juego, los polistas son super atletas, tienen mucho más taqueo y fuerza que en la época nuestra, un mayor rodaje en corta edad,el nivel de caballos y un lote superior en número , y tienen que organizarse en dos o tres lugares del mundo. Eso se ha logrado mucho por la raza Polo Argentino. Hoy son super profesionales. Igual, todavía hay cosas para mejorar. Bueno, ya se vienen las elecciones en la Asociación Argentina de Polo. Yo fui dirigente en la época de Eduardo Novillo Astrada. Diría que venimos estando en deuda con los clubes y con los jugadores. Hoy no soy dirigente, pero me gustaría que el próximo presidente haga una auditoría para mostrarle a todos cómo están los contratos con los shows en Palermo, el after polo , contrato con ESPN, los restaurantes abajo de la cancha 1 de Palermo, con los sponsors, los casamientos en el Castillo del predio de Pilar y el lugar de eventos. Y también cuánto ganan los dirigentes rentados, el que se ocupa del marketing, de conseguir los sponsors y todas esas cosas. Las deudas que tiene y si hay juicios en disputa. Yo creo que el polo está en deuda en eso.
–¿No se rinde cuentas de esos rubros normalmente?
–No, no están bien rendidas las cuentas y me parece que es algo muy importante en los tiempos de hoy. Me parece que es fundamental que el próximo presidente lo haga. Hay que hacer cambios.
–¿Pero no se hace desde cuándo?
–La última auditoría, no sé, hace más de 20 años que no. Pero me parece que en estos tiempos, con lo que está en juego en todo concepto, lo mejor es cuentas transparentes. Creo que hemos tenido un retroceso en la comercialización del Abierto de Palermo, viendo las marcas que hoy están acompañando a los torneos más importantes. Es mi visión. El próximo presidente tiene que mostrar cómo recibe las cuentas y cuando se va, también rendirlas. Porque los dirigentes están representando a los clubes. Veo que se ha mejorado muchísimo en muchas cosas, hay mayor cantidad de referís profesionales, ven los videos, se juntan, tienen psicólogos deportivos, saben cómo encarar al jugador y cómo hablarle en lugar de irritarlo más, de calmarlo. Y que solamente el capitán pueda hablar. Me parecen muy buenas esas cosas y también se ha evolucionado en reglas, como la tirada de la bocha afuera y algunas otras cosas y se penaliza más el peligro que antes. Ahora falta la parte de mostrar las cuentas, algo que es muy importante.
–Y las propuestas también.
–Es fundamental que se conozcan claramente las propuestas de quienes van a representar a los clubes, tiene que existir un plan mostrando qué se va a hacer y quiénes lo van a hacer. Los clubes, antes de las elecciones de autoridades del consejo, deben conocer qué es lo que van a votar. Los dirigentes deben mantener reuniones con ellos y los demás agentes del polo para analizar y conocer las necesidades y mostrar sus propuestas y asumir el compromiso de cumplirlas.
–Jugaste con muchas celebridades que practican el polo. ¿El mejor quién era o quién es?
–Quizás el príncipe Carlos, el Rey Carlos hoy, que llegó a 4 de handicap. Andaba muy bien a caballo, jugaba fuerte. Porque desde Sylvester Stallone hasta algún Mike Rutherford, el guitarrista de Genesis, o Steward Copeland, el baterista de The Police, no llegaron a su nivel. Además, el príncipe Carlos competía en la Copa de la Reina, en la Copa de Oro.
–¿A Rutherford cómo lo conociste?
–Jugué con él una Copa de Oro. Lo conocí en Cowdray. Nosotros con Brook Johnson, Nachi, Mike y yo. Nachi se hizo fanático de la guitarra y Rutherford es un genio musical. Nos hicimos amigos, vinieron los hijos a jugar a Los Indios, allá en San Miguel. Él vino a Palermo en el 99, cuando salimos campeones, y volvió hace dos o tres años, también a Palermo, porque quería ir a la Antártida. Siempre tuvo el sueño de poder venir a tocar acá, pero por ahora no lo pudo concretar. Ni con Génesis, ni con Mike & The Mechanics, su grupo. Y ahora es complicadísimo por la salud de Phil Collins.
–¿Kerry Packer te hizo ganar en el casino y en el golf?
–Ja. Sí, sí. En esas temporadas al casino en Australia nos llevó alguna vez. Lo vi perder mucha plata, millones, enfrente de mis narices. Y al día siguiente nos llevó a jugar al golf. Nosotros no éramos tan golfistas, Horacito, Gonzalo, Marcos y yo. Nos paró antes de que termináramos los últimos tres hoyos y nos dijo: “Bueno, ahora cada equipo jugaremos una cifra grande en dólares. El que gana se lleva el premio”. ¡Nosotros ni haciendo trampa podíamos ganarle a los demás al golf! También lo vi perder mucho en Deauville y en Inglaterra. Pero me invitaba y después, cuando ganaba, repartía.
–Sigue siendo insuperable.
–Nunca vi a nadie así, nunca. Totalmente distinto. Es una persona que cambió también el polo, lo modernizó, lo llevó a otro nivel en las organizaciones de caballos, en las canchas, en los torneos. A varios deportes los transformó: el cricket y el rugby en Australia. Y al polo le dio un impulso y lo puso en otro nivel.
–¿El partido más ridículo que disputaste?
–Uno en Inglaterra, a beneficio. ¡Arranqué perdiendo 40-0! El nuestro era un equipo de 40 goles: Adolfito Cambiaso, Bautista Heguy, el Lolo Castagnola y yo, contra uno inglés, de 0 de handicap, después de la final de la Queen’s Cup. Y por cada gol que metíamos se donaban mil libras. Ganamos 42-41, porque los dejamos meter un gol al final. Estuvo divertido porque jugábamos contra el reloj. No podíamos desconcentrarnos. Ni foul llegaban a hacernos. Y el otro fue un partido de Palermo 89, contra La Espadaña, cuando querían hacernos volver a jugar otro día 20 segundos después de una acción polémica en el final del encuentro.
–¿Qué tiene de divertido jugar de back?
–Es el puesto más aburrido del mundo… Los equipos se organizan de atrás para adelante, por lo que tiene que ser el jugador más disciplinado del equipo. En el primer Chapa II por suerte lo tuve a Daniel González de 3: él me dejaba mandarme para adelante. Pero después, con Pepe, Nachi y Milo tuve que ser un poco más cauto en la forma de jugar porque alguien tenía que estar atrás. Y me retaban cuando me iba demasiado para adelante, que era lo que más me divertía. Encima, como back ves todos los goles rivales. Y además tenés que marcar a los mejores jugadores: mi primo Bautista, Adolfito, hoy te tocaría el Jeta Castagnola. Por suerte Pepe jugaba conmigo, porque era muy escurridizo y era muy aburrido marcarlo.
–Dijiste que fue bueno no haber ganado Palermo en el 85. Pero después pasaron 11 años, con varias finales perdidas más. ¿Había algún trauma por eso?
–No, traumas no. En esa época no había psicólogos deportivos, no existía nada. Traumas no. ¿Broncas? Muchísimas. Decepciones, pero siempre con un aprendizaje. Nos hizo muy bien cuando lo contratamos a Daniel González como coach. Había sido compañero nuestro y ganado muchos Abiertos. Es muy estudioso del polo. Nos ordenó y nos disciplinó. Nosotros quizás éramos demasiado vehementes en la forma de jugar y a veces se nos iban los partidos porque nos terminábamos atrapando, enojando con los rivales, con los referís, nunca con los compañeros. Daniel nos disciplinó, nos dio una forma de juego y nos ayudó mucho. Pudimos ganar cuatro veces Palermo con él como director técnico.
–Entonces, como back tenías que marcar a Marcos un tiempo, a Bauti, a Carlos Gracida, y encima apareció Cambiaso. ¿Te daban ganas de cambiar de puesto?
–Jajaja no, eran desafíos. Es divertido jugarle a los mejores. Por eso salían partidos muy especiales contra la Espadaña, contra los primos y después lo fue con La Dolfina. Nos divertían esa clase de partidos. Había algunos que se achicaban contra esos jugadores y otros que se agrandan o no sienten la presión, sino que la presión los hace jugar mejor. Y a nosotros nos pasaba eso.
–Igual, la marca de Cambiaso le quedó a Nachi después…
–A Adolfito lo marcábamos de a dos. Porque cuando él empezó a quedarse con la bocha, a jugar más individualmente, lo tomábamos en sectores. Nachi iba primero y si lo pasaba lo estaba esperando yo. Eso nos dio muy buenos resultados.
–¿Te sorprende la vigencia de Cambiaso casi a los 50?
–Es un animal. Una bestia. A lo largo de la última Triple Corona fue el mejor, el más parejo. Después apareció Jeta en la final de Palermo. Cambiaso no hace medio metro de más. Tiene una cabeza única. Lo sigo viendo en Estados Unidos o en Inglaterra y es increíble. No solamente lo que juega, sino en lo que genera para los compañeros en los contrarios. Y lo organizado que está. Siempre un año o dos adelante que el resto, pensando las cosas. Vive para el polo y tiene una cabeza increíble.
–¿Qué tiene que tener la esposa de un polista que no es del ambiente?
–¡Una paciencia infinita! Porque somos muy especiales, tenemos una vida muy linda porque viajamos en familia para todos lados. Vamos a estar tres meses en un lado, te alquilás una casa, un auto y compartís muchísimo tiempo, pero claro, como esposa tenés un rol, entre comillas, secundario porque estás siguiendo la vida del otro. Pero un rol fundamental. Paz, mi mujer, fue la que le enseñó también a andar a caballo a mis hijos, la que yo admiro como persona, cómo es.
–¿Te gusta que tus hijas Luján y Pampa jueguen?
–Me divierte, son fanáticas de los caballos. Pampa quizás más, pero le gusta más el salto, hace equitación. A Luján, la de 13, le encanta el polo. Me divierte que sigan sus pasiones. Lo que sea. Es cierto que por cómo somos nosotros casi que le pusimos obstáculos para que tuvieran otra opción, jajaja. Trato de acompañarlas y me divierte ver la evolución y el aprendizaje que van teniendo con los años.
–Y los varones, Cruz y tu sobrino Antonio, de pronto llegaron bien arriba. Chapa fue una revelación en 2024 y ahora van a jugar en Ellerstina con Facundo y Gonzalito Pieres. ¿Cómo ves su evolución?
–La vida no es una carrera para ver quién llega antes, sino también es disfrutar el aprendizaje. Quizás ellos, a diferencia de otros, terminaron quinto año en el colegio y después empezaron a viajar. Y también nos agarraron un poco más grandes a Pepe y a mí, en la parte final de nuestras carreras, y no los pudimos acompañar tanto en su etapa de crecimiento dentro de la cancha. Como a nosotros nos tocó 11 años tratar de levantar la copa, ellos quizás, si las llegan a levantar, que yo creo que sí, será más adelante, no en lo cercano. Sabíamos que eran buenísimos, pero la gente no los veía tanto porque estaban tapados por los otros, superestrellas, como el Jeta, Poroto, Barto o algún otro. Fue muy lindo verlos en 2024 con un equipo de cuatro chicos jóvenes, debutando todos en la Triple Corona y los resultados que tuvieron. Nos dio mucha lástima tener que desarmar ese equipo por la invitación que tuvieron de Facundo y Gonza. Jugar con dos compañeros con la experiencia y la organización que tienen ellos va a ser un aprendizaje enorme. Si hubiésemos mantenido el equipo quizás hubieran tenido que jugar de vuelta por la permanencia. Creo que con Ellerstina van a jugar por estar en las semifinales, quizás en alguna final, y soñar grande.
–¿Qué tienen de especial Antonio y Cruz?
–Antonio es una mezcla de Pepe y Gonzalo. La movilidad de Gonzalo con la picardía y la visión de juego que tenía Pepe. Y Cruz, la potencia, tiene mucha potencia, mucha frialdad, algo que a mí a veces me pone nervioso. Es muy frío, eso lo ha heredado más de la parte de mi señora. Pero tiene una pegada, una potencia. Es distinto, con una presencia dentro de la cancha que impone respeto.
–¿Por qué se emparejaron más las caballadas? ¿Dónde está el mérito ahí?
–Creo que gracias a la evolución de la cría Polo Argentino. El trasplante embrionario influyó para la evolución del caballo de polo, hay mejores domadores, mejores organizaciones, se crían mejor los caballos, hay mayor acceso a buena genética. El trasplante embrionario le dio mayor cantidad de hijos. Antes tenías que retirar la yegua para poder criar. Ahora, mientras esas yeguas de Palermo están descansando, les podés sacar varios hijos por año. Entonces podés mezclar con distintos padrillos. Más el profesionalismo, claro. Las canchas son mejores, hay mejores pilotos, mejores domadores, se los cría distinto a los caballos, y eso hizo que aumentara mucho el número de caballos buenos, que hoy se ven repartidos en los equipos del Abierto.
–¿Te gusta la clonación?
–Me gusta para la reproducción, no tanto para jugar. Me gusta volver a traer a esta época yeguas ya infértiles o que se han muerto, tipo la Luna. O yeguas que ya se pusieron viejas. O machos castrados que vuelvan a ser enteros, tipo el Toro del Lolo Castagnola. Para eso me encanta la clonación. Para jugar, para competir, no creo que funcione tanto por la experiencia que yo voy viendo y he tenido. Son más frágiles que los que se crían por trasplante y muchísimo más que los de la cría natural.
–¿Es peligrosa la clonación?
–No es peligrosa, es una evolución. Porque genéticamente para criar es muy bueno. Aunque yo creo que por abajo se están clonando órganos humanos gracias a que el polo es el único deporte que acepta o donde se ha clonado tanto. Creo que en Argentina deben haber más de 2000 clones de caballos. Pero todavía en las finales de Palermo seguimos viendo las mismas yeguas y entran muy pocas. Creo que en la parte de reproducción va a ser un avance importante.
–¿Control antidoping debería haber?
–Sí, en jugadores y en caballos. Es un tema tabú. En Inglaterra se hace.
–Pero acá en Argentina no existe ni para jugadores. ¿Es rechazado?
–No, no está implementado, pero no me parece mal, estaría bueno. Yo creo que los jugadores de polo son muy sanos. Porque hoy son atletas, tienen nutricionista. Son más atletas que de a caballo. Van al gimnasio. Son físicos más estilizados, con espaldas grandes. Muy superiores a lo que éramos nosotros, todos mucho más naturales. Y si hacíamos algo era jugando al fútbol, al tenis o jugando al golf. Los caballos también son súper atletas porque tienen mejor tecnología, mayores cuidados, nutricionistas, personal trainers y son genéticamente superiores porque se cría muchísimo más y mejor.
–¿Qué tienen de especial o diferente los Castagnola y Poroto?
–Son tremendos. Son brillantes siendo distintos los tres. Barto con su potencia, Jeta es un marciano, porque es una bestia la potencia que tiene y la habilidad, más lo ganador que es. Y Poroto también me encanta porque es más chico que ellos, pero tiene una cabeza, un taqueo, y te puede manejar a tan corta edad un equipo como lo ha hecho ganando en Estados Unidos o en otros lugares. Son jugadores para disfrutar. No sólo ellos. También los que vienen de abajo, que no son tan conocidos, pero son buenísimos.
–De todo lo que viste, Celestino Garrós, Alfredo Harriott, Frankie Dorignac, Trotz, Nero, Marcos Heguy, vos. ¿Quién fue el mejor back?
–Son todos. Si me das a elegir dos, elijo a Alfredo Harriott y a Juanma Nero. A Nero por como defiende y ataca. Pero Alfredo era así, más la calidad y la precisión tirando penales. A Juanma si algo le podés reprochar como back es que no tire penales. Todos los backs han sido grandes ejecutores. Quizá Marcos no tanto, pero era un back mentiroso: andaba por toda la cancha con la movilidad que tenía su equipo y fue campeón jugando de 1, de 3 y de 4.
Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.
Iniciar sesión o suscribite