Copa Los Potrillos: historias del torneo que es usina de la supremacía del polo argentino
El torneo que reúne a chicos de entre 3 y 14 años cumplió 60, con 78 equipos y 312 jugadores en el predio de Pilar de la AAP; el espíritu es de amistad y disfrute, pero el nivel es cada vez más alto
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Hay una chance en la vida, hasta cierta edad. Y listo: nunca más. Puede quedar para siempre como un logro destacado en el currículum de un polista o ser la espinita no sacada que dejó la adolescencia. Desde hace seis décadas, la Copa Los Potrillos, hoy respaldada por Grand Champions, es un sueño de casi todo chico que empuña un taco de polo.
Para la Argentina es incluso más: casi un reaseguro de su dominio mundial en el deporte. Entre varias otras razones, el país es líder global en el polo por su semillero y su escalera hacia la elite, el más alto handicap. No hay como en las pampas y sus alrededores un sendero tan marcado de crecimiento desde muy pequeño, que permita que niños de 3 años en adelante jueguen y progresen deportivamente, peldaño por peldaño, hasta la Triple Corona. Si tienen habilidad, recursos y ambición como para llegar, claro.
La estación principal en ese recorrido ascendente es la de la Copa Los Potrillos, que se pone en juego cada lunes siguiente a la final del Argentino Abierto. El torneo es como el Abierto de Palermo de los chicos. Sigue organizándolo el club Los Indios, pero la competencia se agrandó tanto que hubo que mudarla hace unos años a las canchas de la Asociación Argentina de Polo (AAP), en Pilar, donde esta vez se estableció un récord de equipos: 78. O sea, 312 chicos, de entre 3 y 14 años. Entre ellos, algunos futuros ganadores del Palermo grande y muchos polistas que actuarán en el exterior. Seguramente, ninguno de los 312 lo olvidará.
La Copa Los Potrillos 2022, en 55 segundos

Ya en su realización 61 (en 2020 la cuarentena obligó a postergarla para marzo de 2021, pero no pudo con ella), la histórica competencia es mucho más que la copa Los Potrillos. A la categoría mayor (Potrillos), reservada a jugadores de 13 y 14 años, se suman Potrillitos, la de 11 y 12 años, y Mini Potrillitos, de 9 y 10. Más allá de las categorías por edades, hay dos según se anoten equipos completos o jugadores individualmente. Para las respectivas Copa de Oro los protagonistas se inscriben de a cuatro, en conjuntos enteros. “Hace unos tres años sumamos la Copa de Plata”, apunta Eduardo Heguy, desde hace 30 años uno de los organizadores. “Es para todos esos chicos que quieren ser parte pero no consiguen un equipo completo”, añade.
Y la Copa de Plata existe en esas tres categorías superiores y también para Mini Mini Potrillitos, la de 7 y 8 años, y Petisos, la de entre 6 y 3 años, que juegan junto a un adulto). Y a su vez tienen lugar las categorías Potrancas, para mujeres de 13 a 15 años, y Potranquitas, para niñas de hasta 12. “Yo la jugué con 9 años y aún recuerdo lo importante que fue para mí. Por eso le doy esa importancia ahora”, recuerda Ruso su primera participación, de hace casi medio siglo. Ahora, cada año, está micrófono en mano presentando equipos en el podio, de donde los niños salen llenos de premios.
“Los equipos de la Copa de Plata son armados por la subcomisión de polo de menores de la AAP y es todo un desafío que sean bien parejos”, explica Martina Riviello Plaut, que también es parte de la organización, desde hace una década. Una organización que toma tiempo: en marzo de cada año se empieza y culmina en diciembre, casi cerrando la temporada de polo. “El espíritu de la copa es que vengan, hagan amigos y la pasen bien, pero para los chicos es como jugar Palermo. Es el gran objetivo de todo jugador en formación”, agrega Heguy, que advierte: “para mantener el espíritu más participativo que siempre buscamos, se sumó la Copa de Plata”.
El torneo es el más importante en su categoría en el planeta. Llegan chicos de varios lugares del globo para ser parte de esto: Chile y Uruguay, Colombia y Costa Rica, Estados Unidos. Francia e Italia. Indonesia y Malasia, también. Incluso de... Salsipuedes.
De esta localidad cordobesa de poco más de 10.000 habitantes, sí pudo salir Facundo Acosta, y tras él, una mitad de su familia: sus padres y su hermana Emilia, de 2 años. Facu tiene 14 “y para él la Copa Potrillos era como para otros chicos el Mundial de fútbol”, cuenta Daniel, su papá. De algún modo, Pilar le quedaba casi tan lejos como Qatar. “Además no podíamos decirle «este año no, esperá al que viene»”, menciona Daniel. Claro: el límite para disputar la copa Potrillos es justo la edad de Facundo.
“Veo todos los torneos por tele, y para mí, estar al lado de esos jugadores era algo muy lejano”, reconoce el muchacho. “Pero tenía una oportunidad: la Copa Potrillos”, expresa. Entonces, la familia Acosta preparó el auto, dejó a los otros dos hijos (Constanza, de 10 años, y Álvaro, de 8) a cargo de parientes y acondicionó todo para el viaje. Hasta que... se rompió el auto.
Ningún problema. Tomaron un colectivo el domingo a las 22 en la capital de Córdoba, y a las 6 de la mañana estaban en Pilar. Facundo jugó sus tres partidos. “Con los chicos me entendí mucho y además hice muchos amigos”, contó para LA NACION el joven polista. Los Acosta se dieron una ducha rápida en Pilar y a las 20 salieron rumbo a Retiro, de donde a las 22 otro ómnibus partiría hacia Córdoba, para llegar a las 6 del martes. De ahí, otro trecho hasta Salsipuedes, y a la rutina: Daniel y su esposa, Soledad, a abrir su comercio, y Facu, a la escuela.
Dentro de 20 años Facundo podrá contar que disputó la Copa Potrillos Grand Champions. Quizás entonces la vea como hoy la ve Juan Martín Nero, 12 veces ganador del Abierto de Palermo. “Nosotros salíamos de Trenque Lauquen esa mañana y para mí era la única vez del año en Buenos Aires. Terminábamos y volvíamos. Es un recuerdo lindísimo porque venía con mi familia. Era pasar un día espectacular. Pero hoy, siendo padre, veo más el sacrificio de mis viejos”, sostiene el back de La Dolfina.
“Es un día largo y se lo disfruta mucho, pero es agotador. Imaginá para nosotros, que terminábamos y volvíamos a Trenque”, agrega Juanma, cuyo hijo Lorenzo (10) armó el equipo con tres amigos. “Él se divierte y yo lo disfruto mucho”, cuenta el back. “Obviamente, los chicos quieren ganar, pero la idea de Potrillos, y es lo que tratamos de enseñarle, es que hay que divertirse”.
Nero cree que no sólo para Lorenzo, sino también para el polo argentino, la tradicional competencia es muy importante: “Ahí es donde se ve el crecimiento del polo. No sé cuántos, pero hay muchos que seguramente van a vivir del polo. Del mucho trabajo que da el polo, no sólo a jugadores, sino también a managers, vendedores de caballos, herreros, petiseros. Es una industria gigante y lindísima”.
La conexión con la Triple Corona es ineludible. No sólo porque Nero, y muchos otros jugadorazos, son padres de unos cuantos protagonistas de ese Día del Niño polístico, sino también porque hasta los nombres de varios conjuntos son los de clubes grandes de este deporte en el país. “La Dolfina”, “El Trébol”, “La Natividad”, “La Aguada”, “La Cañada”, “La Irenita”, “Trenque Lauquen” figuraban en las camisetas de varios de los diminutos protagonistas (tan diminutos que algunos jugaron por un club con diminutivo: “La Dolfinita”).
El campeón mayor no llevó ninguna de esas ilustres denominaciones. Casi ignoto en su nombre, Friend’s Polo, sí congregó apellidos pesados, porque lo integraron Artemio Figueras, Pedro Chavanne, León Donoso y Rufino Laulhé. Tres con árbol genealógico de Triple Corona, hijos de Ignacio Figueras, Santiago Chavanne y Gastón Laulhé, y uno cuyo patronímico es bien conocido en el alto handicap de Chile. Las mieses del semillero argentino están están abiertas más allá de las fronteras nacionales: José fue premiado como el mejor jugador de la final.
Entre esos enormes clubes representados por polistas inversamente proporcionales en volumen estuvo Ellerstina. Y del lado de fuera de la cancha, una de sus figuras, otro ex campeón del Abierto. Nicolás Pieres se encontró con Nero en el predio Lalor porque fue a acompañar a Félix, que a sus 6 años “ya tuvo la suerte de ganar su categoría”. Pero el back aclara que esto “va más allá de ganar o perder”. Y también hace foco en el espíritu con que nació el certamen: “Obvio que es más lindo ganar, pero ya el hecho de juntarse y hacer nuevos amigos está buenísimo”.
Nicolás, que ganó varias veces en las categoría Potrillitos y Potrillos, considera que “es el mejor torneo que hay, lejos”. Y se retrotrae un par de décadas: “Cuando éramos chicos, era el único que había y estábamos todo el año esperando la fecha. Ganarlo se recuerda para toda la vida”. Ese recuerdo queda en los que no pasan del polo juvenil y aun en los que llegan a lo más alto de la escalera, los que tiempo después se convierten en los mejores del mundo. Entre los cuales hay –es sabido– una gran mayoría de argentinos.
“Argentina es el semillero del polo, y la cantidad de chicos, buenos jugadores y caballos que genera empieza acá”, manifiesta Pieres. Ese “acá” es el torneo por la copa Los Potrillos, y todas sus modernas acompañantes (al principio existía solamente ella). Nació en el club Los Indios, que entonces estaba en San Miguel, en 1962, y se mudó al predio Alfredo Lalor, de la AAP, por una cuestión de espacio. Hoy usa 10 canchas para su realización.
Ignacio Heguy, un referente de Los Indios –como el torneo, mudado a Pilar hace algunos años–, llega a las canchas con dos jugadores que, al igual que él, viven lo previo con nervios: Iñigo, de 12 años, y Cristo Heguy, de 9. “Mis hijos están todo el año esperando la Copa”, señala el cuatro veces ganador del Abierto de Palermo. “Se la toman muy en serio. Acá están midiéndose contra lo mejor que hay en sus categorías. Por eso es muy difícil. Uno de ellos perdió como por por 10 goles. Pero la carrera es larguísima y yo le explico siempre que también a mí me pasaba. Había chicos que eran mucho mejores que yo y después, de grande, pude pasarlos con esfuerzo y mucho trabajo”.
Esos 10 tantos de diferencia son los que hubo en la final de la categoría mayor, la que Friend’s Polo le ganó a Chapa Dos de Oro (13-3). Un elemento que muestra lo alto que ha llegado este certamen es el premio al mejor ejemplar de la final; fue para V8 Vía Láctea, un producto de la cría de Santiago Chavanne. Un factor que muestra que el espíritu original de Los Potrillos se mantiene en alto es el galardón al juego limpio; se lo llevó Patricio Gaynor Benoit, del cuadro perdedor.
Nachi Heguy siente que lo que se ha logrado con la Copa Los Potrillos Grand Champions “es un orgullo” para Los Indios. Y también su hermano Eduardo, que apuesta fuertemente a 2023. “El club cumplirá 100 años y queremos juntar 100 equipos”, anticipa Ruso. El torneo ha crecido y crece a la par del polo argentino. Uno y otro se retroalimentan.
Pueden ser chicos de 6, 10, 14 años. Pero cuando Ignacio Heguy los ve desde fuera encuentra a veces lo mismo que observa en las canchas de Palermo. “Me impresiona: muchos chicos ya toman la misma decisión que tomaría un jugador bueno. Los veo jugar y digo «eso lo que haría un jugador de Abierto, tomaría la misma decisión en esa jugada». Todo es cada vez más prematuro. Lo que antes se lograba a los 15, ahora es logrado a los 10. Viendo la Potrillos, creo que tenemos polo para rato. Argentina va a seguir liderando el polo por muchos años”, dice Nachi. Podría decirlo cualquiera. Se hace evidente al presenciar el entusiasmo y la calidad con que más de tres centenares de chicos construyen en un día, sin saberlo, el porvenir de este deporte en el país.
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