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Adolfo Cambiaso íntimo: qué piensa de sus récords, cómo se lleva con el novio de Mía y el sueño de jugar con su hijo y los sobrinos
De alguna manera, cada fin de año para Adolfo Cambiaso es como volver a la infancia. Un momento que tanto él como su hermana Camila esperaban ansiosamente: descansar unos días en La Paloma, el pueblo veraniego distante a unos 225 kilómetros de Montevideo y dónde Adolfo padre se sentía a sus anchas con sus aptitudes para los deportes náuticos.
Hoy no está en La Paloma, sino en las afueras de Punta del Este, pero apenas el clima ayuda, los Adolfos les van transmitiendo los conocimientos a los chicos: Mía, Poroto y Myla. Surf, windsurf o kitesurf son las especialidades. Aunque pocos saben que los comienzos de la relación del mejor polista del mundo con el mar no fueron precisamente amistosos. Las películas "Tiburón", que eran furor a fines de los años setenta y comienzos de los ochenta, habían instalado algunos temores en el inconsciente del futuro crack y le costaba meterse en el agua. Mucho. "Pensaba todo el tiempo que iba a aparecer la bocota del tiburón por atrás. ¡Tenía terror!", contó.
La vida transcurrió fuera del agua, más concretamente sobre caballos. Cambiaso sacudió la historia del polo y trascendió las fronteras de su deporte. Con 44 años, casado con María Vázquez y con tres hijos, hace unas semanas ganó su 16° Abierto de Palermo, el torneo más importante del mundo. Fue el 13° con su equipo, La Dolfina, el que formó en 2000 y con el que disputó 19 de 20 finales. Selló el heptacampeonato desde 2013. Está ahí cerca de las leyendas de Coronel Suárez: Alberto Heguy (17), Horacio Heguy (19) y Juan Carlos Harriott (h.) (20). Nunca dejó de ponerse desafíos ni de soñar. Y mucho menos de contar sus convicciones: las que lo llevaron a triunfar y a revolucionar el polo.
–Estás a un título de los 17 de Alberto Pedro Heguy en Palermo. Ponerse a tiro de esas marcas parecía una utopía.
–Sí, parecían hasta ilógicas. Al ganar tantos seguidos, medio que esos récords los empezás a ver más de cerca. Con la mano en el corazón, nunca jugué pensando en esas marcas. Me mantuvo el deseo de ganar, el proyecto de poder jugar con Poroto (14 años) algún día. Todo eso me motiva. De la cabeza estoy intacto. Obvio que el cuerpo te pasa factura. La edad también juega. Hay que ir manejando los dolores en el día a día y no es fácil. Es un laburo de hormiga.
–Entonces no jugás por los récords.
–No voy tanto por las marcas, sino por lo que quiero ir logrando. Si fuera por las marcas y los títulos, la verdad es que si sumás lo que he ganado en el exterior, para mí tendría es más que 20 Abiertos de Palermo. El US Open, la Copa de la Reina, el British Open. Son tan importantes...son como Grand Slam para nosotros en estos tiempos. En su momento quizá no lo eran. Si te ponés a pensar, en la época de los Harriott, de los Heguy. Fijate cuántos US Open o British Open tienen ellos.
Cambiaso tiene 38 títulos de Triple Corona: 16 en Palermo, 13 en Hurlingham y 9 en Tortugas. En el exterior, ganó 8 British Open, 10 Copa de la Reina, 8 US Open y 14 USPA Gold Cup
–El polista profesional de estos tiempos juega todo el año, con un desgaste físico y mental diferente. ¿Eso decís?
–Y, no es lo mismo. Obvio que la preparación y la alimentación también cambiaron y eso puede estirar la carrera de un deportista. Del mismo modo, no dejo de ver que tener un equipo que funciona naturalmente como La Dolfina es una gran ayuda para mi. La organización mejora año a año.
–El equipo fluye dentro de la cancha. Tendrá días mejores o peores, pero tiene una identidad. Ese es su secreto.
–Sale todo natural. Tiran la pelota y ya sabemos lo que tenemos que hacer. Después, cada uno tiene su propia organización. Y dentro de esa organización hay una unión en la que todos nos pasamos caballos. Este año se sumó Matías Mac Donough como coach. El flaco no sólo tiene buena onda a la hora de hablar y de ayudar, sino que sumó una cría que nos ha aportado 6 o 7 yeguas que jugaron la final de Palermo. Todo eso hace al equipo. Y no lo quiero dejar de nombrar nunca a Milo (Fernández Araujo, el coach desde 2013 a 2018): él nos fue uniendo, nos dijo cómo mejorar y sobre todo, nos hizo ser amigos. Y eso es lo que nos ha hecho un mejor equipo. Cuando hacemos algo mal nos damos cuenta enseguida y lo corregimos en el momento. No necesitamos dos o tres partidos. Eso es muy bueno.
–¿Te había pasado antes, con otras formaciones que tuviste?
–Siempre juego con una inconsciencia que me lleva a no pensar en lo que pasó. Con el Lolo Castagnola nos conocíamos con la mirada y dentro de la cancha lo resolvíamos fácil. A mí me gusta el polo que me sale naturalmente, no el tan táctico. Es el polo que sale cuando tenés química. Y cuando la química está y los jugadores la sienten también, cada uno sabiendo lo que tiene que hacer, sale todo más natural. Eso es lo que me gusta.
–Este año no fuiste a Inglaterra. Sí a Denver en agosto, pero pasaste más tiempo en Cañuelas y en el campo. Hiciste una dieta. ¿Te sentiste más gordo? ¿Alguien te lo hizo notar?
–No, no, no fue por estar gordo. Siempre jugué con ese kilaje. En la final del 2018 tenía 78 kilos. Acá estaba en 80, peso que también tuve alguna vez. Lo que pasa es que María, siempre buscando cómo facilitarme las cosas y cuidando mi estado físico, mi espalda, me planteó probar una dieta que sea específica. Nos contactamos con Manu Ginóbili, nos dio los datos de su médica (la nutricionista Yolanda Santiuste) y decidimos encarar la dieta por dos meses. María me acompañó, me ayudó. Imaginate que en la casa no es fácil teniendo tres hijos. Es una dieta bastante estricta que me ayudó mucho. Jugué con 4 kilos menos que el año pasado y creo que para mi espalda seguramente ayudó. Llevar 4 o 5 kilos menos debe ser bueno. No sé si estaba mejor que en el 2018, pero sigo cuidándome pensando a futuro.
–Llegaste a los 70...
–Sí, pero ahí ya me sentí débil y mis compañeros me cagaron un poco a pedos. Estaban preocupados. Y la verdad es que al ver como jugué la final de Tortugas, falto de fuerzas, les di la razón. Ahí decidí cambiar un poquito la dieta y adaptarme a las necesidades mías y subir unos kilos esos días.
–¿Qué comías?
–Pollo, pescado y verdura. Fueron dos meses en los que bajé 10 kilos. Después le fui agregando algo de carne y fruta para ir recuperando peso.
–Ustedes, los polistas, junto con los petiseros, son de comer asado, no sé si todos los días pero sí seguido. ¿En dos meses no comiste asado?
–Nada. Pero ojo, es todo mental. Yo no podía vivir sin azúcar: hoy ni la toco. ¿Estoy mal? No, me acostumbré. Alcohol no tomé en mi vida, no me gusta. Vivía a Coca Cola, no tomaba agua: hoy tomo sólo agua. Ahora a fin de año me voy a castigar con unas gaseosas, jaja. Pero el cuerpo se acostumbra. Aparte, cuando tenés metas claras, como jugar unos años más en buen nivel, uno hace lo que tenga que hacer.
–Cada vez que se acerca fin de año empiezan los rumores de que se lo llevan a Juan Martín Nero. Pasó otra vez. Alguna vez contaste que te tentaron y que si la oferta era buena, hasta vos mismo le dirías a Nero que se vaya. Pero, ¿cómo es el tema puertas adentro?
–En el polo argentino nosotros nos manejamos con lo que recibimos de los sponsors. Así de clarito.
–Y lo que puede tentar a Nero, además de lo que percibe por sponsors, es que un patrón lo contrate.
–Claro. Pero de todas maneras, hay una realidad: salirse de una estructura y de un equipo que funciona naturalmente de la manera que funciona tampoco es fácil. Porque vos vas a otro lado a ganar plata y nada más, que es algo que hacemos el resto del año. A mí me han ofertado irme en 2013 y cada uno toma sus decisiones. Hoy los resultados nos llevan a no separarnos. Está a la vista. Es digno que eso no lo compre nadie.
–A vos te quiso llevar Alegria, después de que ganaron la primera Triple Corona con La Dolfina en 2013. ¿Y qué pensaste en ese momento?
–Nunca dudé. Sentía que este equipo daba para todo lo que venimos haciendo en estos años. Y sigo sintiendo que La Dolfina tiene un par de años más muy competitivos. Lo sentí en la última final contra Ellerstina.
–Y que los otros equipos sigan cambiando de jugadores también los favorece de alguna manera.
–Influye, pero la realidad es que pensamos siempre en nosotros. Teniendo un buen día, estando en buen nivel, pensando en nosotros y organizándonos cada vez mejor, siempre vamos a tener chances de ganar. Así pensamos y así nos ha ido bien. No importa lo que pase con el resto de los equipos. Este año sumamos caballos, desde Valiente (con su patrón Bob Jornayvaz), Pablo Mac Donough que ha mejorado en cantidad, Pelón Stirling que hizo un gran esfuerzo para traer nuevas yeguas y Juanma también. Y Matías Mac Donough que hizo un aporte grande. Eso al equipo lo llevó a jugar mejor.
–En la primera mitad de la final con Ellerstina se notó una diferencia nítida de caballada.
–Sí, y hay que tener en cuenta que estamos jugando contra la mejor organización de polo del mundo, que es Ellerstina. Es de un gran valor lo que conseguimos. Después está el juego en sí. Cada uno cómodo en el puesto que juega, más allá de que cuando se cayó Juanma ahí nomás decidimos que yo pasara de back para hacerle más fácil el trabajo a Rodrigo Andrade. Eso es lo que tiene el equipo: variedad. Ojo, podemos perder también. Hacemos todo para ganar, pero no siempre se puede dar.
–¿Te asustaste con la caída de Nero? Fue terrible el golpazo.
–Sí, porque cuando se quedó quietito...verlo de atrás es como no verlo. La yegua que lo pasó por arriba... Sí, fue bravo. No sé qué casco tenía, pero es buenísimo. Se bancó todo.
–¿Y cuando volvió? ¿No fue arriesgado?
–Siempre lo vi despierto, bien. Le pregunté si se había dormido y me dijo que no. Le dolía mucho el pie y sabíamos que si se enfriaba, no entraba más. Pero lo importante es que él nunca se vio perdido, estaba lúcido de la cabeza. Después nos dijo que no podía seguir y ahí rearmamos todo. Pasé de back, con Rodrigo de 1, para no cambiar tanto el equipo.
–Las canchas recibieron muchas quejas todo el Abierto.
–Mejoraron un poquito los últimos dos partidos, pero estuvieron bastante mal. Es algo en lo que va a tener que trabajar la Asociación Argentina de Polo. Viendo el estadio que tenemos, el piso debería estar a la altura.
–¿Estaba peligrosa la cancha 1 en la final?
–Estaba demasiado mojado. Peligrosas estas canchas por mojadas nunca están, pero sí hubo dos o tres patinadas. Es uno de los ítem para mejorar en 2020.
–¿Si el partido era en Tortugas se suspendía, como pasó durante ese torneo entre los mismos finalistas?
–No, porque no estaba tan patinosa como la de Tortugas. No la vi así. Jugamos a fondo. Hubo una sola patinada de Pelón y después hubo caídas por choques tontos, pero no por patinadas.
–La calidad de los referatos sigue cuestionada. A veces no se cobra nada y este es un deporte de alto riesgo.
–Creo que los referatos fueron de menor a mayor, pero siguen teniendo una carencia evidente. Te llaman a una reunión, se habla, se dice una cosa y después se hace otra. Como lo que remarcó Matías Mac Donough sobre que no se iba a cobrar que te tiraran la bocha debajo de la panza del caballo. Y resulta que Ellerstina se arrimó con dos o tres penales de 30 yardas en los que sancionaron... esa jugada. Creo que los referís deben cambiarse paulatinamente. Hay referís que hoy no dirigen y son buenos. Es una lástima que los hayan sacado. Los cambios tienen que ser graduales. Todos necesitan un aprendizaje. Es lógica pura. No podés hacerlo de golpe y aprender durante el Abierto. Hay referís que no están capacitados para dirigir en Palermo así como hay polistas que no están capacitados para jugar el Abierto. No es tan complicado.
–Fue un Abierto muy especial también por el fallecimiento de Rubén Sola, el papá de Facundo, en el final del partido Las Monjitas vs. La Natividad. Rubencho era alguien especial para ustedes.
–Uffff, sí. Cuando me enteré quedé destruido. Rubén me acompañó para transmitirle la pasión por los caballos a mis hijos. Los eventos de Jesús María, en las cabalgatas. Rubén era de esas personas que donde más lo veías cómo era en realidad era en el campo, andando en potro, en carro, percherones, árabes, criollos. Un tipo fanático de los caballos. Lo voy a extrañar un montón. Pasábamos mucho tiempo juntos en el campo en Córdoba. La cabalgata familiar nuestra era agarrar los caballos e ir a tomar el té a lo de Rubén, y más tarde compartir un asado. Los campos son linderos, alambre de por medio. Con mis hijos se portaba casi como un padre. Cuando vaya ahora al campo... sé que va a ser como recibir una trompada.
La relación con el novio de su hija y el sueño con sus sobrinos Castagnola
Fue, la de 2019, una temporada especial para Adolfo Cambiaso: debutaron con gran suceso en el Abierto de Palermo sus sobrinos, Camilo y Bartolomé Castagnola, hijos de su hermana Camila y del Lolo Castagnola, con quien está distanciado desde 2010, cuando Adolfito cambió el equipo de La Dolfina para 2011 y su cuñado salió de la formación. También fue un año en el que su hija mayor, Mía, comenzó una relación de noviazgo con otro polista: Juan Martín Zubía, hijo de Martín Zubía, ex jugador de Pilarchico y La Aguada en los años ochenta.
–¿Cómo viviste la explosión de tus sobrinos?
–La verdad que muy contento. Mucha gente cree que yo estoy en contra cuando en realidad estoy más que a favor. A ver, son hijos de mi hermana. Y el Lolo, más allá de las distancias que tengamos hoy en día, es una persona a la que yo quiero mucho y la voy a querer siempre. Veo la relación de los chicos con Poroto y me da una alegría enorme lo que están viviendo Jeta y Barto. Y si algún día La Dolfina no gana más, me encantaría que ganen ellos. Siempre.
–El Lolo una vez me dijo que, salvando las distancias, cuando lo ve al Jeta desde atrás en la cancha le hace recordar a cuando te veía a vos. Que tiene cosas tuyas.
–Sí, totalmente. Lo veo que hace cosas muy diferentes, lo veo increíblemente buen jugador. A mi me impresiona el conjunto de hermanos, los dos chicos. El complemento de Jeta con Barto es lindo de ver, no es normal. Porque por ahí al Jeta le sacás al hermano y capaz que no es el mismo. Barto me impresiona también. Es para felicitarlos. No sólo a Lolo, sino a Camila, a la organización.
–Fue una aparición fulminante la de ellos.
–Siempre pensé que iban a llegar, pero no tan rápido. Ya cuando ganaron la Copa de Oro en Inglaterra este año, ahí dije "Ya está". Por eso te hablé de lo que para nosotros son como Grand Slams: ganar el British Open, el US Open, no es fácil. Es dificilísimo. Esos torneos cuentan casi como un Abierto. Entonces, cuando estos chicos ganan el British teniendo la edad que tienen, ahí te das cuenta la personalidad que tienen. ¡No les importa nada! Ahora les subieron merecidamente el handicap y ya pasaron a ser jugadores de la puta madre.
–¿Te ves jugando con ellos y con Poroto?
–A ver, a ver, si me preguntás con qué equipo me gustaría retirarme del polo algún día, sí, claro. Jeta de 1, Poroto de 2, Barto de 3 y yo de back. ¡Me encantaría! Es un sueño que me encantaría que se diera. Sé que puede ser algo difícil de concretar. Pero sería una linda manera de retirarme y después dejarles mi organización.
–Tu hija Mía se te puso de novia. ¿Cómo viviste esa adaptación con Juan Martín Zubía?
–¡Bárbaro! Juan Martín es un tipo increíble, muy buena gente. Podemos compartir muchas cosas en la diaria porque él es tan fanático de la cría como nosotros. Juega el Abierto, le gustan los caballos, se integra fácil, tiene claro lo que quiere. Imaginate si Mía se pusiera de novia con un chico que se tuviera que quedar sí o sí en Buenos Aires y no la pueda acompañar. Sería difícil para todos. Nos llevamos de primera con Juan Martín.
–No solés de hablar de política, pero siendo un trotamundos como sos debés tener una mirada sobre el país. ¿Cómo lo ves?
–Lo veo con muchos cambios, con ideas distintas. ¡Qué se yo! De política mucho no puedo hablar porque la verdad es que no sé. Lo único que digo es que tenemos un país de la puta madre. Tenemos todo: montañas, nieve, playa, las cuatro estaciones. Es uno de los países más lindos del mundo. Me encantaría de que se encaminara y que todo funcionara para que los argentinos podamos ser felices. Siempre estamos corriendo de atrás. Mi deseo es que se encamine. Y cuando pueda dar una mano lo voy a hacer, sea quién sea el que esté manejando el país.
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