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Goles, emociones, tristezas: los diez momentos más especiales de un Abierto de Palermo diferente
En la historia quedará como el Abierto de Palermo que casi no tuvo público, pero hubo otros años en que directamente ni se celebró el torneo. En 1945, un caldeado contexto político se devoró la versión de esa temporada y la bocha no rodó en La Catedral. Y en 1914, cuando el certamen principal de la Argentina tenía lugar en Hurlingham Club y era el Polo Association of the River Plate Championship, otro acontecimiento político, la Primera Guerra Mundial, frustró su realización: en ese momento el polo en el país era cuestión mayoritariamente de británicos y muchos se fueron a combatir por su patria en el descomunal conflicto bélico.
Otra desgracia internacional, la pandemia de coronavirus, tuvo en jaque al Campeonato Argentino Abierto en esta temporada, pero finalmente la competencia no sólo tuvo lugar, sino también unos cuantos espectadores en la final. Terminó bien lo que en algún momento se temió tal vez ni siquiera comenzara. Pero las tribunas casi vacías, la desertificación de la calle peatonal casi sin stands y con pocos de los atractivos habituales, marcaron Palermo 2020. Y sin embargo, el gran torneo entregó unos cuantos momentos que también lo identificarán y serán dignos de recuerdo. Gratos, muchos; espectaculares, varios; tristes, algunos. El mundial de polo que concluyó anteayer arrojó estos diez instantes especiales.
- El gol 1000 de Adolfo Cambiaso. Parecía una cifra inalcanzable, pero el 1 de La Dolfina siguió jugando hasta los 45 años –y lo hará al menos por un par más– y mantuvo la efectividad a lo largo de las temporadas. Consiguió ese tanto gracias a una buena jugada de equipo (pase largo de David Stirling, limpieza de marca por Juan Martín Nero y entrada solitaria del delantero) en el arco del tablero de la cancha 2, durante un partido de grupo sin mayores exigencias, contra La Irenita II (24-9). Semejante hito merecía un marco más grande y mucho público que lo festejara, pero la circunstancia se dio así. Tras la final, la Asociación Argentina de Polo le entregó a Cambiaso un elegante plato recordatorio. Dicho sea de paso: Adolfito resultó el máximo goleador del Abierto, con 45 (media de 9 por encuentro) y lleva 1026 en la historia, con más de 350 de ventaja sobre su escolta, el retirado Eduardo Heguy.
- El golpe de RS Murus Sanctus. La Triple Corona en general y el Argentino Abierto en particular dejaron una buena impresión del nuevo conjunto, el cuarto en handicap (¿seguirá siéndolo o quedará tercero la próxima semana?). Su máximo impacto fue el triunfo sobre La Dolfina, algo que nadie más logró en los últimos ocho años en Palermo. Al cabo de 34 partidos, el supercampeón cayó derrotado en el certamen contra un rival que le ganó apretadamente (14-13) pero bien, y remontando el resultado. Es cierto que el cuarteto blanco venía carreteando después de muchas lesiones, pero también que Murus Sanctus jugaba su primera temporada como tal y tenía "apenas" 35 de handicap.
- Homenajes a Diego Maradona. La muerte del ex futbolista no pasó inadvertida en el Campo Argentino de Polo: hubo videos, minutos de silencio y camisetas alusivas de la Asociación Argentina de Polo y detalles en la indumentaria de varios equipos para recordar al campeón mundial de México 1986. Lo más especial fue lo de La Dolfina: los cuatro integrantes salieron a jugar frente a La Irenita (20-11) con el número 10 y la palabra "Maradona" en la espalda. Además, Cambiaso usó una cinta de capitán del ex crack, que era amigo de él y simpatizante del equipo de Cañuelas.
- El gol de oro de Guillermina. No se trata del Abierto Femenino: Guillermina es una yegua. Y vaya cuál: la mejor y favorita de Nicolás Pieres, la que lo acompaña desde 2009, cuando el hoy back de Ellerstina debutó en el Abierto. La alazana hizo algo espectacular e importantísimo: en el chukker suplementario –"gol gana"– de la definición de zona entre La Z y La Dolfina Polo Ranch voló más de media cancha, soportando un pechazo del back rival (Alejo Taranco) y sacando varios metros de ventaja tras arrancar mucho más atrás la corrida. Golazo y pase a la final para Ellerstina. En el festejo, Nicolás iba hablándole: "¡gracias! ¡Gracias!", le gritaba desde el lomo, mirándola de costado a la cara, en pleno galope. Y luego, ante la prensa, el más chico de los Pieres se emocionó al hablar de ella y no pudo terminar una frase. Toda una muestra de afecto.
- Las lágrimas de Diego Cavanagh. En la misma "semifinal" en que la estrella fue Guillermina, el mejor jugador de La Dolfina PR se perdió un gol muy poco tiempo antes de la acción decisiva. Atacó hacia Libertador, tiró apremiado por una marca pero desde cerca y la bocha salió muy próxima al poste derecho. Lo pagaría carísimo: iba a ser el tanto del triunfo, de un sorpresón histórico y del acceso a la primera final de Palermo para los cuatro integrantes, pero terminó en derrota. Cuando en seguida Nicolás Pieres y su yegua predilecta de 16 años hicieron lo que hicieron, Cavanagh saludó muy compungido a los adversarios. Los abrazaba, como si él hubiera ganado. Pero el capitán no daba más de la tristeza: las lágrimas eran claras a la distancia, y se tapaba la cara. La oportunidad perdida le hizo largo el camino de regreso a los palenques.
- Los golazos de Mariano Aguerre a los 51. Los Machitos venía mal en la temporada, en juego y en resultados. Su capitán, pasado el medio siglo de edad, parecía cerca del retiro ante ese panorama. Y de pronto, contra un adversario superior, se destapó el equipo y se destapó Aguerre: con dos golazos de cogote del multicampeón de Palermo, Los Machitos se impuso a La Dolfina Polo Ranch y por buena diferencia, 15-11. Ahora, el zurdo de 25 de Mayo duda sobre si continuará y varios lo estimulan a que lo haga. Clasificado para 2021 ya está, por lo pronto.
- La foto "familiar". Cuando por el grupo A se enfrentaron La Irenita y La Irenita II, para el haras de Daireaux fue un día de orgullo. Meter dos formaciones en el Argentino Abierto es todo un mérito, por más que el establecimiento de la familia Mac Donough está acostumbrado a participar en masa en el mejor torneo del planeta poniendo decenas de caballos en sus partidos. La imagen de los ocho jugadores –ninguno con ese apellido– alineados delante del tablero de la cancha 2, con los nombres de los conjuntos detrás al estilo de las que hacían Indios Chapaleufú e Indios Chapaleufú II, reclama un lugar destacado en un álbum de una mesa ratona, una estantería o una biblioteca. Un homenaje a ese gran hombre de caballos y de polo que fue Jorge Mac Donough.
- Amigos son los amigos. En ese mismo encuentro se vivió una situación de alta tensión: Martín Podestá, de La Irenita, y Santiago Loza, de La Irenita II, estuvieron cerca de golpearse peligrosamente a caballo. Y cuando eso pasa y los protagonistas sienten temor, reaccionan mal. A veces con insultos, con amenazas, con algún pechazo. El panorama entre ambos delanteros parecía encaminarse a un papelón, pero la sangre no llegó al río. A los pocos minutos se calmaron, y un rato más tarde, se dieron un larguísimo abrazo durante un momento neutro del partido y se pidieron disculpas, arrepentidos de sus reacciones. Los dos son muy, muy amigos entre sí y se estrenaron este año en el Abierto de Palermo, cumpliendo un gran anhelo de sus carreras. Lo que pudo ser un desastre concluyó bien y el abrazo terminó quedando como foto por encima de aquel enorme enojo mutuo.
- El golazo definitorio. Es común celebrar más un tanto que sirve para tomar dos de distancia cuando falta poco tiempo que el que da vuelta un resultado. Porque aquél lo asegura, "autoriza" el festejo final anticipado. En un partido de baja anotación, La Dolfina perdía por 8-7 a comienzos del último chukker. Consiguió dos tantos en un ratito y ya quedó arriba, 9-8. Pero lo que lo hizo sentirse campeón fue ese contragolpe arrollador a falta de dos minutos y fracción, una combinación de defensa de Pablo Mac Donough, ataque de Juan Martín Nero y resolución de Adolfo Cambiaso que terminó en Libertador y en la octava conquista seguida del Argentino Abierto. Con autoridad de campeón.
- El abrazo-scrum del cuarteto fantástico. Nunca La Dolfina festejó tanto como la de este sábado una conquista de Palermo. Por lo que le costó la temporada, con tantas lesiones e incertidumbre presente y futura. Sin saber si sería la última función del dream team Cambiaso-Stirling-Mac Donough-Nero, los cuatro se abrazaron entre sí y con la copa en el podio, en medio de humo blanco y con "Somos los campeones", de Queen, como acompañamiento emotivo. Duró poco, pero pareció eterno. Más allá de su decisión sobre la continuidad o no, será una postal imborrable de este ciclo histórico en el polo.
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