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Abierto de Palermo. Adolfo Cambiaso: "Nunca, ni en el peor momento, vi un panorama negro. Siempre creí"
Es difícil meterse en la cabeza de un ganador. Porque cuando todos suponen que ha bajado la guardia, se encuentra con sorpresas...
-Se rompe Juanma Nero. Se desgarra Pablo Mac Donough. Arrancan como pueden y también se desgarra Pelón Stirling. Me imagino que ahí dijiste "Chau todo". Que viste un panorama negro...
-No, te juro que no. Más que todo me daba lástima la situación. Con todo lo que hizo este equipo, por la relación que tenemos, no merecíamos ese final. El problema era Juanma. Los desgarros se curan. Y sabía que si lográbamos estar los cuatro de nuevo, siempre tendríamos chances. No, nunca, ni en el peor momento, vi un panorama negro. Siempre creí. Y después de la semifinal, mucho más.
Momento de emoción: el abrazo con Poroto
Adolfo Cambiaso sigue siendo el rey de Palermo y del polo mundial. Camino a los 46 años, una edad en la que la mayoría empieza la curva descendente más que nada por cuestiones físicas, biológicas, la gloria baila siempre alrededor suyo y él le pega un abrazo interminable. Ahora tiene 39 títulos de Triple Corona y 17 del Argentino Abierto. Diecisiete, los mismos que Alberto Pedro Heguy. Dos menos que Horacio Heguy y a tres de Juancarlitos Harriott. Está en el podio. Aunque interiormente cree que ya pasó esa barrera si se incluyen en el reparto los títulos logrados en Estados Unidos y en Inglaterra, a los que les asigna un valor especial por lo difícil de las competencias.
La Dolfina, la criatura que creó hace 20 años, revolucionó el polo moderno. Desde el juego, desde su constancia en partidos decisivos, en títulos, en Triples Coronas ganadas consecutivamente (3), en exploración de nuevos métodos genéticos. En su convicción natural y en el poder mental que transmite su líder.
Había vivido un 2020 tan especial como todos. Sin problemas de salud, pero con alteraciones en su vida. Parecía que pasaría otro año, como 2019, en Cañuelas. Pero Inglaterra abrió de golpe sus puertas y se dio el gusto enorme de festejar el British Open con su hijo Poroto, que tenía apenas 14. En el horizonte, y tal como lo había hablado con sus compañeros de éxitos en esta década casi perfecta, flotaba la despedida. Adolfito quiere jugar en Palermo con Poroto antes de retirarse. El problema no es su hijo, sino su propia permanencia en este nivel. Aunque en el fondo tenga resuelta qué carta jugar: "Voy a cambiar de puesto, no me importa. Lo que quiero es jugar con él". Mucho de eso se entiende en ese emocionante abrazo apenas terminó el partido y desde arriba del caballo.
La pandemia lo empezó a hacer dudar. En un momento, hasta prefería que no se jugara la Triple Corona. Veía el aumento de casos de Covid-19, la situación general del país y el sentimiento, compartido por muchos otros polistas, era "¿qué sentido tiene jugar al polo?". Finalmente, con un calendario más apretado, se jugó. Pero la mirada global le empezó a dar señales a futuro. "¿Se merece este equipo, ganando o perdiendo, irse con las tribunas vacías?". Pensamientos de tardes de mateadas en Cañuelas que se fueron acentuando. Después, las lesiones robustecieron esas ideas que flotaban y chocaban de frente contra el propio deseo de terminar este brillante ciclo y abocarse al nuevo proyecto con Poroto.
En medio de toda esa revolución, llegaron a Palermo sin rodaje. Pero había una señal positiva: Nero lucía bien. Falto de polo, sí, pero sin dolores de la muñeca y la clavícula, obra y gracia del Dr. Gabriel Clembosky. Fue un curso acelerado del equipo, que paralelamente veía a Ellerstina volar en la cancha con el nuevo equipo que incluyó a Hilario Ulloa. "Están cuatro o cinco goles abajo de Ellerstina", se decía. Pasó el primer partido del Abierto, que fue el primero de los cuatro juntos en 2020, no quedaron conformes (¿por qué habrían de estarlo?) y en una de esas charlas de jugadores-amigos, alguien tiró: "¿Y si lo llamamos a Milo para que nos asesore?". Milo es "Pep" para ellos. Fernández Araujo los condujo entre 2013 y 2018. Sacó lo mejor de ellos. Y volvió a sumarse como coach para colaborar con Matías Mac Donough.
"Necesitábamos un acomodamiento táctico veloz. No teníamos tiempo. Teníamos la zona más brava, lo cual fue bueno, pero es difícil tomar impulso en corto tiempo. Nos dio su punto de vista y nos acomodó táctica y emocionalmente. Milo sabe cómo ajustar detalles, nos conoce de memoria. Y sobre todo maneja bárbaro el chukker a chukker. El cambio se notó rápidamente, incluso cuando perdimos el invicto ante Murus Sanctus", cuenta Cambiaso. Que además acarreaba su problema personal: en el segundo partido, sufrió un desgarro en el hombro derecho. Dolor profundo. Casi imposibilitado de armar un swing para pegar un backhander. Así jugó contra Murus Sanctus y se recuperó al 50% para enfrentar a La Natividad. El partido en el que todos vieron a La Dolfina en un nivel como si nada de todo lo que pasó en la temporada hubiese sucedido. Una lección de polo en 8 chukkers frente al equipo del futuro.
Con una semana entre semifinal y final, Cambiaso y el Profe Paidu (Juan Carlos Menchón) acentuaron el tratamiento (acupuntura y electroacupuntura) y el hombro empezó a responder de otra manera. Pero lo que estaba por las nubes en La Dolfina era la cabeza. Sus acciones habían trepado como dólar después de las PASO 2019 y en el mismo fin de semana, 24 horas después de la paliza a La Natividad, se vio dudar por primera vez en el año a Ellerstina. Si Cambiaso nunca había dejado de confiar, ni siquiera en el peor momento, ¿cómo sacarle de la cabeza que el 8° título consecutivo de Palermo estaba ahí, convocándolos como siempre?
Le costó mucho, sufrió hasta el último chukker, pero La Dolfina volvió a hacerlo. El equipo que cambió no sólo la vida de Cambiaso, sino también la de sus compañeros. Los hizo multicampeones, meterse en los libros, sentirse parte de un engranaje formidable. Los hizo sentirse uno de los mejores equipos de la historia. Los hizo amigos. Toda esa revolución provocó un equipo de polo al que le cuesta despegarse. Toda una construcción imaginada por Adolfito a mediados de 2010 para superar la también exitosa versión anterior de su club (2005-2010).
Nos lo merecíamos por todo lo que sufrimos este año. Hay chances de seguir. Veremos. Esta noche es para festejar, emborracharnos un poco, y disfrutar
Palermo casi vacío los despidió como campeones. La ecuación ideal para bajar el telón. Pero nada está dicho aún. El propio Cambiaso se lo confesó a LA NACION antes del comienzo de Palermo cuando se le propuso una producción de equipo bajo el lema de Michael Jordan con su "The Last Dance". Falta una charla para decidir el futuro, que puede incluir la búsqueda de una despedida con público en 2021. Algo que hasta puede provocar la suerte de Poroto Cambiaso en el repechaje que su equipo (Brava), como campeón de la Copa Cámara de Diputados, sostendrá este domingo con Cría Geté, 8° en el ranking. "Si Poroto entra directo en Palermo 2021, y le divierte jugar con ese equipo, no lo voy a obligar a jugar conmigo. Lo importante es que él disfrute", admitió Adolfito.
Volviendo a mediados de octubre, apenas dos meses atrás, resulta increíble pensar que alguien rodeado por tanta adversidad jamás haya contemplado la posibilidad de "bajar la cortina" y meditar el futuro, los proyectos. Entregarse resignado y con la cabeza gacha a los designios del destino. Es difícil meterse en la cabeza de un campeón. Aunque ahora, con la resultante, lo entendemos mejor. Asistimos a la clase didáctica de Adolfo Cambiaso. El que, junto a sus compañeros, puede sentirse como uno más de "Los Indestructibles".
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