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Abierto de Palermo. La Natividad inolvidable: los Castagnola llegaron para cambiar la historia y desatar una sana locura
Con 18 y 20 años, Camilo y Bartolomé (h.) ganaron el torneo más importante del mundo de polo. Dos chicos que son la renovación, plenos de frescura para contagiar a la gente
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Barto tenía 9 años en aquel invierno del 2010. Jeta, apenas 7. Solían acompañar al padre en sus giras por el exterior, en las caballerizas de Cañuelas. Ninguno de los chicos conoció al abuelo Chalo, pero escucharon muchas veces hablar de él. Lolo, sanguíneo como pocos, frontal, por momentos histriónico, supo llegarles al corazón desde que ellos empezaron a seguirle los pasos. Transmitiendo esa pasión que le había inculcado su papá. Aquella vez, Jeta y Barto lo veían triste, contrariado, por momentos con bronca. Incrédulo e indignado a la vez. Había quedado fuera del proyecto de La Dolfina para 2011 y estaba herido en el alma. Sería el comienzo de un distanciamiento de una década con su cuñado Adolfito, el hermano de Camila, su amor de siempre y la madre de sus cuatro hijos. Benicio y Lola son los otros hermanos de los hoy cracks y campeones de Palermo con La Natividad. El torneo más importante del mundo. Con 20 y 18 años. ¡Una locura!
Eran chicos, aunque entendían que algo no estaba del todo bien. Fueron tomando conciencia con el paso del tiempo, pero jamás se dejaron llevar por los rencores. Y porque los padres de ambas familias nunca quisieron mezclar sus problemas personales entre los hijos, los primos Castagnola-Cambiaso guardan una excelente relación. Conviven en el año por el mundo y en Cañuelas, donde son vecinos. “A Poroto lo amo”, suele decir Lolo. Y Adolfito tiene una especial debilidad por Barto, que además es su ahijado.
Camilo (de vez en cuando vale recordar su nombre para no perderlo de vista) y Bartolomé (h.) son dos chicos de buena madera, sanos, educados. Distintos dentro y fuera de la cancha. Explosivo, talentoso, letal en la carrera al arco el Jeta. Cerebral, práctico, intuitivo, decidido, Barto. Y combinados en función de equipo, marcan la diferencia.
“De chico ya fue Jeta. Por jetón, era jetón”, apunta Lolo. Que siempre midiendo sus palabras lo comparó, sin pretender sobredimensionarlo, con el tío Adolfito. “A Cambiaso lo vi crecer y desarrollarse jugando siempre detrás de él. Me maravilló desde chico. Un monstruo. Y cuando lo iba viendo crecer al Jeta, tenía cosas parecidas a Cambiaso. Pero no lo comparo, ¿eh? Digo eso nada más”. A muchos les pasó lo mismo y la frase brota sola: “Son los genes”. Lolo siempre aclara, risueñamente, que esos genes de talento no son precisamente los suyos. Jeta no es de soltar elogios, pero no pudo resistir y decirle al papá el día del último La Dolfina vs. Ellerstina: “¡Ah, pero lo que juega Cambiaso!”. No es ni el tío ni Adolfito: es Cambiaso. Una costumbre Castagnola.
Había terminado la semifinal con Murus Sanctus, con una actuación soberbia del equipo, y a Lolo Castagnola se le iluminó la cara cuando escuchó de un amigo: “Te voy a decir una cosa sobre la segunda mitad de partido de Barto de hoy. Te puede sonar ridículo, pero fue así nomás. Tuvo cosas que veíamos en los videos de Juancarlitos Harriott. Era tac, bocha al vacío; tac, jugada para el otro lado. Un manual en la cabeza. Y tiene 20 años tu pibe”. Cuando Barto le pega a la bocha con justeza es como el golfista aficionado que con sentir el sonido del driver en el momento de la ejecución sabe que la pelota caerá en el centro del fairway al menos 200 yardas adelante. Un deleite de precisión. En la final dio otra clase de polo, de punta a punta.
Aquellos chicos de 16 y 18 años del Abierto de Palermo 2019, cuando llenaban la cancha 2 de Palermo y representaban el shock de frescura que en su momento marcó Indios Chapaleufú con los cuatro hermanos Heguy, hoy siguen siendo chicos, pero polistas hombres. Jeta, el más callado, pero de carácter fuerte. El líder del equipo sin gritarlo.
El que define los detalles chicos y los grandes detalles. Barto, el más locuaz sin abandonar su introversión y que habla más en la cancha, con su estilo y convicciones. Los dos vuelan. Los dos llegan a la gloria casi meteóricamente. Primero dieron el impacto en Inglaterra. Y cuando parecían una dupla en gestación para cosas relevantes, adelantaron abruptamente los tiempos y rompieron con la historia. Y con su camiseta amada: la de La Natividad.
A los hermanos no les gustan las notas. Ningún pecado por cierto. El abuelo Adolfo no se pierde partidos de ellos, jueguen en la Argentina, en Inglaterra o en Estados Unidos, y vivió un momento muy especial con esta final familiar. Este sábado la siguió en Palermo, sufriendo por ambos equipos, pero finalmente feliz por sus nietos. “Los Lolitos”, tal como se los bautizó hace algunos años, fueron formateados bajo valores, respeto y espíritu competitivo. “Si se la creen, perdieron”. La frase de Lolo la escuchan hasta cuando duermen (algo que siempre les encantó disfrutar) y la tienen incorporada a su ADN. Ganaron la Copa República Argentina con el padre, pero ya no podrán jugar el Abierto con él. Parecía que podrían compartir equipo con el tío Adolfito y con el primo Poroto Cambiaso, pero hoy da la sensación de que sólo quedará en un deseo. ¿Quién se animaría a desarmar hoy a La Natividad, salvo una razón de fuerza mayor?
“Me decían que este equipo no funcionaba, que Polito no podía ser 2 ni jugar con el Jeta. ¡Cómo no van a poder, papá! Tenían que marcar y pegarle de primera a la pelotita. Pegarle, pegarle. Acá estamos”. Castagnola padre, el que no se subió al caballo de la desmesura y repetía “¿Sabés todo lo que tienen que aprender todavía?”, es también parte trascendental de La Natividad campeón de Palermo. Creyó en la continuidad, apostó a un proyecto y confió ciegamente en esos chicos, sus chicos, que lideran el cambio de mando en el polo argentino. “Pueden perder, pero tené por seguro que no se van a nublar por jugar contra Cambiaso, no le van a tener respeto dentro de la cancha, polísticamente digo”.
Se bancaron la presión en los últimos chukkers. Le ganaron una final en la cancha 1 de Palermo a Cambiaso, a la leyenda de los 17 Abiertos de Palermo. Lolo siempre lo vio.
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