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Abierto de Palermo: el sueño del padre, el regalo del hijo, la historia mágica y eterna de los Cambiaso
Adolfito concretó un viejo anhelo, con premio adicional: ganaron juntos el torneo más importante del mundo y en la cancha 1. Fue el 18° título del crack, que con 47 años medita sobre su futuro
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“No tengo la más mínima idea de lo que voy a hacer”.
La frase suena extraña en boca de Adolfo Cambiaso, que siempre supo cada paso que iba a dar y cada decisión que estaba por tomar. Su vida fue así. Desde los 10, cuando le pegaba muy bien a la pelota y tenía futuro en el tenis, pero eligió el polo y los caballos. Y no se equivocó, ¿verdad?
O cuando fundó su club, y llegó a 22 de 23 finales del Abierto de Palermo entre 2000 y 2022. O al desafiar a todos y clonar caballos, generando una tropilla de Cuarteteras. Marcando el camino. Pero le faltaba un sueño. Lo imaginó el mismo sábado 26 de noviembre de 2005, cuando María Vázquez tenía a Poroto en sus brazos, recién nacido. Adolfito ya andaba por los 30. “¿Llegaré a jugar con él en Palermo?”, se preguntó. Por convicción, sabía la respuesta. Después había que ver qué opinaba el destino, cómo hablaría su cuerpo. Era una batalla contra el tiempo. Tenía lo más importante de su lado: su propia cabeza. Su computadora. Algo así como un chip de Terminator.
Una de las grandes determinaciones la tomó a mediados de 2010. Le trajo sus conflictos, claro. Cambió medio La Dolfina, empezó a jugar distinto y a castigar menos el cuerpo. “Si no, no llego”. Poroto iba creciendo, pero las dudas persistían. ¿Darían los tiempos? “Y si no es la Triple Corona y Palermo, será la Cámara de Diputados”, se conformaba Cambiaso. Aunque en el fondo, probablemente ni él se lo creía.
Irrumpieron los primos, Barto y Jeta Castagnola, más grandes que Adolfo (n.). Fue un flash. Poroto parecía estar a bastante distancia en ese 2019. Lógico: tenía 13-14. Después, todo fue de él. El padre lo ayudó mucho, ciertamente. Con caballos, con consejos dentro y fuera de la cancha. Y la madre en preservarlo de las presiones a las que podía verse sometido por el solo detalle de llamarse Adolfo Cambiaso. Pero fue Poroto el que propició el encuentro al final del camino. Dando saltos de calidad a nivel canguro australiano.
¿Se acuerda cuando se hablaba del handicap inflado? Hoy nadie duda de que jugó todo 2022 con 10 goles. Su evolución en dos temporadas fue notable. De juego, de entendimiento de lo que pasa en la cancha, de carácter. Bancó buena parte de la primera mitad de la final con Pelón Stirling, pero claro, quedó eclipsado por la descomunal actuación de Juanma Nero, “quemando” la cancha. ¡Qué pedazo de jugador! ¡Dénle dos MVP en vez de uno!
Pero volvamos a Poroto. La frialdad que exhibe en los partidos es muy llamativa (o cada vez menos). Y el atrevimiento a lanzarse a jugadas que no son para cualquiera. Pasó sobremanera en este Abierto, donde las canchas sufrieron mucho la falta de lluvias (se siguió viendo lo indomable que estaba en la misma final) y se volvieron muy ariscas con los saltos de la bocha. Para los tres primos, nada de eso sucedió: jugaban como si nada, manejando la pelota a ras del piso o directamente en el aire. Aunque de los tres en esta final, Poroto sacó una luz de ventaja.
Lo mejor de la final del Abierto
Hace cuatro o cinco años, Pablo Mana, héroe de Malvinas (el hombre de la foto con la bandera inglesa el 2 de abril), la mano derecha del heredero, nos dijo sin dudar: “Poroto va a ser bueno. Acordate”. No le erró. Nadie hace comparaciones, pero al día de hoy, por el tema de los cascos argentinos sobre todo, mucha gente sigue sin poder identificarlos durante un partido. Quizá sea el mejor elogio que pueda recibir.
Al promediar Hurlingham, Adolfito sintió una molestia física de la que nunca habló durante las competencias. Le sucedió practicando penales en Cañuelas. “Los tirás vos, Poro”, le avisó el día anterior. A partir de ahí, el dueño de las ejecuciones fue el hijo. ¿Le pesó? Nada. Es una maravilla ver sus ejecuciones de 60 yardas, volcándose hacia el costado derecho y metiéndose casi debajo de la bocha en el momento del impacto. Alta efectividad en general. Con 16-17 años. Con naturalidad. Y el bíceps del padre quedó a resguardo.
Los Cambiaso no sólo se dieron el gusto de jugar un Abierto de Palermo juntos: ¡lo ganaron! Cerraron 39 años de sequía en este rubro, quebrando una marca que le pertenecía desde 1983 a Horacio y Benjamín Araya, con Coronel Suárez II. Poroto es campeón del Abierto a sus flamantes 17, algo que ni siquiera logró su papá. Nadie en rigor. Rompió todos los registros.
“Me pasó algo extraño en el partido. Íbamos ganando y estaba pensando en lo loco de poder jugar la final con Poroto. Nunca me pasó eso de estar en otra cosa durante un partido. No lo podía creer”, nos dijo Adolfito luego de la victoria en la definición de zona con Ellerstina. Algo muy especial estaba por llegar. Aunque le faltaba la batalla final contra los sobrinos. Los verdugos de 2021, nada menos.
La Dolfina es campeón. Los Cambiaso coronaron un sueño que es como un cuento. “No tengo la más mínima idea de lo que voy a hacer”, fue la frase del crack en las semanas previas a la final. Hace un par de años tenía la ilusión de retirarse jugando de back junto con su hijo y con los sobrinos. Hoy, ese deseo ya pasó. Logró lo que nunca pensó que iba a conseguir, llegó a su título 18 en Palermo (20 tiene Juancarlitos Harriott y 19 Horacio Antonio Heguy) y casi casi que la decisión final hasta puede quedar en manos del propio Poroto. De su deseo de seguir un año más con el papá y con “este equipazo” (que lo es), tal como lo calificó. O si llegó la hora de adelantar los tiempos y concretar el equipo del futuro con los primos. ¿Futuro? ¡Si son presente puro!
Emociona ese abrazo final de padre e hijo dentro de la cancha. Emociona el Sr. Pelón Stirling, esperando a unos metros, respetando ese momento único, para abrazarse él también con Adolfito. Si fue el último acto deportivo de un monstruo sagrado del deporte como Adolfo Cambiaso, no pudo ser mejor.
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