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Pedro Luis Gómez, el mejor argentino en el Maratón de Buenos Aires
Tucumano de nacimiento pero cordobés por adopción. “Pedrito” Gómez fue el mejor argentino en el Campeonato Iberoamericano de 42K, aunque la historia, su historia, va mucho más allá; cómo una visita a vecino especial le cambió la vida para siempre
Ocho años atrás, un delgado Pedro Gómez cruzaba el umbral de su casa alquilada en barrio Ipona, en Córdoba capital, para preguntarle a “ese tipo que corre” cómo tenía que hacer para participar en la carrera de 10 kilómetros de Canal Doce, que se disputaba una semana después en esa ciudad. “Esa semana previa salimos a correr dos veces, me dio varios consejos, y decidí anotarme en la carrera. En Tucumán siempre corrí, siempre me gustó, pero de donde yo soy no se hablaba de atletismo, no existían las carreras en ese entonces y menos sabía sobre el maratón”. Después de aquella primera experiencia, Pedro Luis, “Lucho”, “El Tucu” o “Pedrito” volvió a la carrera de Canal Doce, pero para ganarla. “Cuando llegué a Córdoba descubrí este mundo, gracias a Luis Escudero (veterano de guerra de Malvinas), él me inició en todo esto”, recuerda el argentino más rápido en el último Maratón de Buenos Aires.
La vida de Pedro, como un fascinante capricho del destino, tuvo, tiene y, acaso tendrá, muchos ribetes característicos de una rica historia de vida que excede al atletismo. Espacios que lo tienen como nexo intercultural y deportivo pero que lo atraviesa para construir un personaje que, por suerte, emerge a la par de una disciplina que no deja de crecer. Pedro Gómez llegó a la meta como el primer argentino en el Campeonato Iberoamericano de Maratón que se desarrolló en Buenos Aires, el 15 de octubre pasado, con una marca de 2h31m. Aunque no fue su mejor registro, confirmó el excelente estado actual de uno de los maratonistas que busca abrirse paso en una Argentina. Pero además, lo curioso de Pedro es su fama de inquebrantable, su tenacidad y su rápida recuperación entre carrera y carrera, sobre todo teniendo en cuenta que desde 2016 decidió, por unanimidad, que lo suyo eran los cuarenta y dos kilómetros.
En 2017, corrió tres maratones y ganó dos. “Me vine a Córdoba a los veintidós años a probar suerte, en búsqueda de una mejor vida que la que llevaba en Tucumán. Empecé a trabajar en la obra”, cuenta “El Tucu”, que reconoce que desde que llegó a la provincia mediterránea jamás dejó de trabajar a la par de sus entrenamientos, salvo una vez: “Después del maratón de Córdoba, que gané en abril de este año, comencé las jornadas de trabajo en una metalúrgica, dejé para poder llegar bien al Maratón de Buenos Aires”, se sincera. A diferencia de los múltiples casos de éxito de atletas o figuras del running masivo que triunfan en la Argentina o al menos pueden subsistir, Pedro está alejado de los prototipos y recién este año, en 2017, pudo obtener su primer patrocinio con una marca grande e internacional, como Brooks. Agrega que también cuenta con el apoyo de la Municipalidad de Córdoba, el de la empresa de plantillas ortopédicas Europie y la Fundación Olatrek. Pero claro, todavía no es suficiente. “Ya estoy en búsqueda de un nuevo trabajo, lo ideal sería encontrar algo que me deje tiempo para poder entrenar y mejorar mis marcas, algo que todo atleta quiere. En la Argentina es muy difícil vivir del atletismo”, afirma. Respecto a su performance en el Iberoamericano, reconoce que aunque no sabe si “se le abrieron las puertas”, pero que su performance ayudó a mostrarlo, a ganar visibilidad con la mediatización de su carrera.
Pedro comenzó como todo corredor aficionado, en carreras de 10 kilómetros. “Corrí muchas carreras en esa distancia. En 2011 corrí mi primer maratón, en Córdoba, donde fui 5º en la general con un tiempo de 2h37m", recuerda. Y añade: "La sufrí mucho, me costó recuperarme, tanto que decidí correr esta distancia de nuevo a los veintinueve años”. El escenario de la vuelta al maratón fue precisamente en su querida Córdoba. “En 2016 elegí Córdoba y por suerte pude quedarme con el 2º lugar en la general”. Aunque admite que le hubiese gustado el primer puesto, el premio mayor a tanta perseverancia llegaría en la tierra que lo vio nacer: “Ese mismo año corrí en Tucumán el Maratón del Bicentenario y la gané con la que hoy es mi mejor marca en la distancia (2h27m06s)”. La predisposición de su cuerpo para la distancia madre tiene que ver, como en todo fondista, directamente con la predisposición de su mente: “Las pruebas de larga distancias son la q más me gustan, no me cuestan", advierte.
Como si no bastara, la historia de Pedro tiene otro costado, aún más emocional. La relación con Luis Escudero pasó de ser una fuerte amistad a una cuestión casi parental, con muchas anécdotas vividas en juego y una misión que en abril último se consumó allá lejos, en el Atlántico Sur. Luis Escudero, atleta veterano, ex combatiente de Malvinas y precursor de la Agrupación Atlética Islas Malvinas, grupo del que forma parte Pedro, lo invitó a correr el maratón de Islas Malvinas. Allí, Pedro ganó la prueba con récord incluido (2h31m40s), una plusmarca que estaba en manos de un inglés y que le devolvió a nuestro país un fuerte simbolismo, esta vez en forma de atletismo. “Ganar y hacerlo con récord de circuito es algo que no me lo olvido más. Correr en esa tierra, tan nuestra, fue lo más lindo que me pudo pasar, compartir ese viaje con Luis y tres de los chicos del club (Mariano y Luis Escudero, Julio Castro y Berni Maldonado corrieron en postas) y que todo saliera como lo habíamos planeado, fue hermoso”, dice.
A la vuelta de Malvinas, sin embargo, a Pedro volvió a tocarle la puerta la realidad. “Necesitaba plata, había sacrificado mucho económicamente para ir a Malvinas y tenía deudas. Como me sentía bien físicamente, decidí correr (menos de un mes después), el Maratón de Córdoba”. El resultado sorprendió por lo inoxidable del “Tucu”, pero no por su aguerrido corazón. “Decidí pararme de nuevo en la línea de largada, sabiendo que tenía chances de podio. Ganarla, con mis amigos alentándome, fue algo hermoso”, recuerda, trazando un paralelismo con la emoción que sintió en Tucumán, donde pudo obtener aquella victoria con su familia como testigo.
Pedro se concibe, se piensa y se sienta fondista. Más allá de las marcas y más allá aún de las diferencias con la elite argentina, a la que abraza y busca, día a día, acercarse, arrimarse por más que algunos personajes de la vieja guardia, cargados de un inefable resentimiento, lo tilden de runner, tan sólo para referirse con un dejo de insoslayable desdén, Pedro busca dedicarse lo más posible al atletismo. No depende sólo de él, lo sabe. Y le atribuye su pasión y la capacidad reflexiva para pensar y hablar al vínculo diario con su entrenador Dante Ducret. Entrena seis veces por semana, algunos dobles turnos y mezcla trabajos en pista con largos fondos. Admira al más talentoso fondista que haya dado nuestro país, Antonio Silio, pero también a aquellos veteranos al que no apuntan los flashes, como “Carlitos” Díaz, un ex atleta de elite cordobés que con más de 60 años corre debajo de 40 minutos los 10 kilómetros.
Para Pedro, que lucha por vivir y correr a la par, las metas son más terrenales pero no por eso difíciles de emprender. Sus sueños tienen que ver con otras posibilidades: “Quiero conseguir un trabajo que me dé la estabilidad económica que hoy no tengo, para poder seguir corriendo, seguir viviendo de esto que es lo que amo. Me gustaría ir a Tokio, aunque entiendo que es muy complicado”, explica. Está claro que para Pedro, Tokio está muy lejos más allá de la distancia geográfica, pero que no necesita mucho para ser feliz.
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