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Patricia Bermúdez, la primera luchadora argentina en ganar una medalla panamericana, viaja a Lima 2019 con sed de venganza
Si hay algo que se juró internamente fue a nunca bajar los brazos. Por más piedras que aparezcan en su camino, ella no se intimidará, sino que aprenderá cómo sortearlas. Sabe de sacrificios, de cambios y de soledad. Pero también de entrega, coraje y lucha. Eligió una disciplina individual, pero no por eso solitaria. Tiene una carrera como gendarme. Es atleta olímpica. Ganas de crecer, de generar el cambio.
Patricia Bermúdez se destaca en lucha, categoría 50 kilos en estilo libre. Fue la primera mujer argentina en ganar una medalla en un Juego Panamericano para su deporte, fue bronce en Guadalajara 2011 y no pudo participar en Toronto por una lesión. Participó en dos Juegos Olímpicos, Londres 2012 y en Río 2016 quedó cuarta tras perder un disputado duelo ante la búlgara Elitsa Yankov. Cuenta con dos medallas en los Juegos ODESUR (2010 y 2014) y varias medallas panamericanas, oro en la edición 2012 (Estados Unidos) y bronce 2019 (Buenos Aires), logro que le dio su boleto a Lima.
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"A estos Juegos Panamericanos llego preparada. Tuve una buena gira, con una competencia fuerte en España, y muchos entrenamientos. En Lima clasifican las finalistas, es importante, pero mi competencia máxima de este año es el Mundial de septiembre, ahí voy por todo", dice a LA NACION desde Turquía, Bermúdez de 32 años.
La luchadora combina sus intensos entrenamientos con sus responsabilidades como gendarme. En 2008 decidió anotarse en esta profesión que le fascinó. Ahora ejerce en la unidad de Fuerzas Especiales y se muestra feliz. Ama sus profesiones. Pero su amor por la lucha es igual de fuerte, por lo que combinarlas requiere una intensa programación y organización de cronogramas. Las reglas de juego.
"No hay a nivel administrativo (pertenece a dos ministerios, deportes y seguridad), una facilidad para que los atletas de alto rendimiento podamos salir de viaje por una gira o una competencia", explica la luchadora, y añade: "Por suerte siempre me bancaron y me autorizaron de ambas partes."
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Hay que apenas escucharla hablar para darse cuenta del corazón noble que tiene. Que la lucha la hace feliz, por eso su entrega es completa. Que en 2010 cuando descubrió la lucha, su realidad cambió. Sus exigencias incrementaron y así llegaron los resultados. Porque de haber una palabra para describirla sería resiliencia. Muchas veces intentaron retirarla, y ella se reinventó. Otras tantas se empeñaron en machacarla, y ella luchó. Tuvo lesiones, algunas de gravedad. Le tocó viajar sola, pagarse sus viajes, estar muy sola, y aprendió. Compitió, lloró, se cayó y se levantó.
-¿Cuánto significó no haber ganado la medalla en Río 2016? ¿Fue un antes y un después en su carrera? ¿Cuán latente está ese recuerdo?
-Ese Juego Olímpico fue un punto de inflexión. Ahí acaricié la medalla, fue muy duro, sobretodo por cómo se dio el combate (fue 7-6 por una penalidad que no existía en ese momento), volver con los brazos vacíos...no es lo mismo un diploma que una medalla. Además volví y me sentí muy sola. Por un lado por el dolor deportivo, fue repetir esa película una y otra vez, fue muy doloroso. Pero también, volver sin la presea, me dejó muy sola. Algo que ya había vivido en la previa de Río 2016, cuando por una lesión en mi rodilla, no llego a Toronto y no puedo clasificar.
-¿Cómo se organizó para seguir con la preparación y las competencias?
-Me quedé sin entrenador, e intenté no dejar de competir. Por suerte mi marido (Mustafa Benchabane, entrenador de lucha de Argelia, a quien conoció unos meses antes de Río) me empezó a entrenar y me fue bien. No era el ideal, porque él me entrenaba ad-honoren, pero seguí. Sin embargo a principio del 2018 mi cabeza fue como que dijo 'basta'. Fue ahí cuando me empecé a lesionar.
-¿Qué se lesiona?
-En abril 2018 fui a competir a Rusia, la primera competencia del año. En plena lucha, me rompo la ceja y me hacen ocho puntos, y también me rompí el ligamento y menisco. Todo esto me molestó, me enfureció, quería retirarme, estaba cansada. Fue muy traumático. Por suerte la operación sí me la cubrió la obra social, y el Enard salió a apoyarme y salió todo bien. Pero me costó mucho volver este año, fue mucho lo que viví. La Federación se puso a disposición, y eso hizo que no pierda demasiado mi rumbo.
-¿Qué pasó por su cabeza en ese momento? ¿Cómo fue su vuelta?
-En esos momentos, escuché comentarios que estaba vieja, que no iba a alcanzar de nuevo mi nivel, que no iba a llegar… imaginate cómo estaba. Gracias a mi madre, Claudia y a mi marido fue que vuelvo, fueron mi sostén. Yo quería dejar y no me dejaron. Mi esposo me decía que no me podía retirar así, que aún tenía mucho para dar. Asique de a poquito fui volviendo. Este año, sin haber cumplido un año desde la operación, fui a competir a Francia y gané la medalla de oro. Y la presión al volver a la Argentina fue tremenda. Estaba el Panamericano que clasificaba a Lima y la presión por no alcanzar el podio era enorme, durísima. Todo sumado a que recién estaba volviendo a competir, y que todos esperaban un oro de mi parte, por suerte metí podio (fue tercera).
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-Todo esto extradeportivo, ¿sube con usted al tapiz? ¿Qué pasa por su mente a la hora de competir?
-De todo. Son seis minutos para darlo todo. Uno piensa, ‘¿me entreno ocho horas por día y todo se me va en seis minutos?’ ¡wow!. Hay que estar muy lúcido de la cabeza para que todo te salga bien. Porque a veces te podes entrenar muy bien y no estar bien de la cabeza o al revés, es un deporte muy completo. Se piensa siempre en ganar, después se hacen los planteos pertinentes. Por suerte combinar mis dos profesiones me enseñó a tener disciplina y a manejar las emociones en esos momentos. Creo que para estos tipos de eventos a nivel deportivo, un tanto riesgosos, se complementan con algunas situaciones que me tocan ver en la calle como gendarme. Entonces fui aprendiendo a enfrentarlas y a saber cómo salir de ellas.
-¿Cómo fueron sus inicios en el deporte? ¿Cómo ve el desarrollo de la lucha en el país?
-Empecé practicando judo, me enganché pero dejé. Unos años más tarde, como un desafío por probar que el judo era más ‘fuerte’ me inscribí en lucha para probar, tenían un entrenamiento muy completo. Al principio no me gustó mucho y dejé. Pero en 2010 volví, con otra mentalidad y me gustó. Además necesitaba bajar 20 kilos para que me entre un jean, asique me vino bien. Y con apenas un poco más de un año de entrenar, me tocó ir a mi primer Juego Olímpico en Londres, y nunca más dejé.
A nivel inicial hay un muy buen desarrollo de la lucha en el país. Pero la realidad es que hoy nadie del equipo de mayores tiene suplentes a nivel selección. Yo no tengo una segunda, y eso está perdido.
-¿Cómo combina ser gendarme con los entrenamientos de lucha?
-Todo se fue dando para poder realizar las dos en paralelo. En un principio pensé que no me iban a autorizar, porque nunca había sucedido que una mujer represente a nivel deportivo a un país entonces era un tanto complicado, dudé mucho. Pero por suerte se dio. Me trasladaron a Buenos AIres, desde Córdoba, y ahora estoy como entrenadora en las Fuerzas Especiales. Acá se desarrollan habilidades, técnicas y es un entrenamiento muy parecido al combate. Me siento muy cómoda, como en familia.
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