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Panamericanos. Delfina Pignatiello completó su proeza: ganó su tercer oro y fue la gran estrella
LIMA 2019.- Estos Juegos Panamericanos ya son inolvidables para Argentina. Exitos aquí y allá en las más diversas disciplinas. Una explosión de triunfos. Pero si hubiera que elegir una postal quedaría al frente Delfina Pignatiello, la joven que ilusiona al deporte nacional con su capacidad para descollar en la natación. Esta noche, la saninsidrense le dio la última pincelada a un cuadro para enmarcar: su victoria en los 1500 metros libre, la distancia que mejor domina, luego de un tiempo de 16m16s04. De esta manera, la chica que combina la fiereza en el agua y el encanto fuera de la pileta se lleva de esta ciudad tres oros, ya que antes había triunfado en los 400m y los 800m libre.
¡Qué desenlace! Se dio un durísimo duelo con Kristel Kobrich; la chilena fue la única que la amenazó en la vanguardia cuando promediaba el desafío. Un mano a mano apasionante entre los andariveles 4 y 5; en varios tramos apenas se sacaban una uña de diferencia. Los corazones se paralizaron por una áspera conversación entablada entre dos; el suspenso era insoportable. Pero prevaleció la argentina, que en el sprint final le sacó una ventaja de 1s65 y terminó exhibiendo su mano con un gesto de "3", su increíble cosecha personal en Lima.
El inolvidable remate de Delfina
¿Hasta dónde puede llegar? Muchos especialistas indican que, de continuar en esta senda, alienta la posibilidad de meterse en finales olímpicas y presentarse como una opción frente a las consagradas, principalmente en la prueba de los 1500m. No puede dejar de considerarse su edad: apenas suma 19 años y mucho por pulir, más allá de que su habilidad en el agua es innata. Si conserva esta focalización y contracción a los entrenamientos, su gran momento llegará en los Juegos Olímpicos de París 2024. Por lo pronto, en Tokio 2020 tendrá asegurado un lugar en las tres pruebas en las que se colgó el oro en estos Juegos Panamericanos.
No vino a Lima 2019 a buscar marcas, sino resultados: medallas. Sin embargo, detrás de esos guiños pícaros a la cámara, ese dedo índice que suele apuntar al cielo en memoria de su abuela, hubo una reciente historia de padecimiento e incertidumbre. Esta última coronación en la distancia más larga no vino precedida de un lecho de rosas, sino que trajo el malestar de 38 grados de fiebre, producto de los continuos cambios climáticos: el tufillo y el olor a cloro del Centro Acuático de La Videna y el persistente frío exterior, con las inconmovibles nubes grises como telón de fondo.
"Mamá, me quiero tomar un avión, volvámonos", le dijo Delfina a su mamá, Paula, en la noche del viernes. No toleraba más las malas sensaciones, la cabeza le daba vueltas, se quería ir cuanto antes. Ese disfrute que venía sintiendo durante su estadía en la Villa Panamericana se evaporó. La posibilidad de bajarse de su última competencia estuvo siempre latente, pero al final decidió saltar del trampolín para consumar su última gran proeza. De todas formas, en las horas previas prevaleció el reposo: se cambiaron las rutinas para preparar a ese cuerpo humano capaz de nadar con un ritmo impresionante. Cuando ella pudo calmarse, cuando se despojó de ese stress precompetitivo que casi la hizo abandonar, volvió a enfocarse como hace siempre y terminó adjudicándose la prueba.
Anoche me acosté y me sentía mal. Pero era hoy o nada. La corrí con todo mi corazón y estoy súper contenta
Ahora sí, para ella es el momento de frenar. De bajar las revoluciones tras la enorme expectativa que volvió a despertar en el público argentino, después de los récords batidos en certámenes en Estados Unidos y Europa desde la época de junior, y de aquella participación en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. La espera un descanso en Panamá. Pero antes, otro regalo: este domingo, en el cierre de los Juegos Panamericanos, será la abanderada argentina en la ceremonia de cierre que se hará en el Estadio Nacional de Lima desde las 20.30.
Más allá del enorme mérito de atletas individuales y de equipos dorados de nuestro país, el Comité Olímpico Argentino eligió para encabezar a la delegación albiceleste a la deportista que ya es una gran realidad, pero que además genera más ilusión a futuro. Pero no solo en la natación, sino en cualquier disciplina.
Si se lo propone, Delfina podría subirse al olimpo del deporte argentino en el balance definitivo de su trayectoria. Así como Manu Ginóbili resultó el último de subirse a ese pedestal, esta chica que conmueve con sus brazadas se perfila para ocupar un lugar en esa mesa de grandes campeones. Así se presenta el escenario con Pignatiello, aunque por supuesto que cualquier aseveración contundente es peligrosa, por lo prematuro: su carrera para su inserción en la elite recién comienza.
Todo en ella conforma una apasionante relato en el alto rendimiento. La primera frase que le quedó grabada de parte de su entrenador anterior, Juan Carlos Martín, fue: "La natación es para gente inteligente". Otra: "Las medallas se ganan de lunes a viernes, en el entrenamiento. Y los sábados se pasan a buscar". Y una última: "La mente domina al cuerpo".
Cuando ella se tira al agua se fija qué parcial de tiempo viene haciendo, pero lo debe sentir en su interior. Durante las brazadas, su cabeza calcula por cuántas centésimas está adelantada o pasada respecto de su mejor marca; un mecanismo que se activa automático y donde el cuerpo y la mente encuentran conexión total. En pleno nado, sus brazos y piernas se mueven, mientras que una voz interior le indica: "Ahora tenés que hacer tantos segundos".
La mente es justamente su último máximo sostén cuando los músculos empiezan a doler, el cansancio se hace sentir, escasea el aire y surge el miedo de que las rivales la superen. Pero en esa minicrisis de competencia, son sus neuronas las que le dan tranquilidad para seguir y le recuerdan: "Dale que estás bien entrenada". Es allí, entonces, cuando se reimpulsa y sale adelante. Siempre adelante, como en su inolvidable paso por Lima.
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