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Panamericanos: el aporte del canotaje y la íntima satisfacción de Agustín Vernice
LIMA.– La ilusión argentina en los Juegos Panamericanos viaja con el envión de las paladas del canotaje, el deporte sensación que ya acumuló tres oros para la delegación celeste y blanca. El K4 500 había entregado el metal más preciado en la jornada del domingo, pero en la sede de Albúfera Medio Mundo se redobló la apuesta y ayer cayeron otras dos doradas: Agustín Vernice se coronó en el K1 1000 y también en el K2 1000 junto con Manuel Lascano. Así, son siete los oros que la Argentina muestra en el medallero global después del día 6 en Lima 2019.
La historia deportiva del bahiense Vernice, de 24 años, está emparentada primero con el rugby en el Club Estudiantes de Olavarría. La pelota ovalada fue su primera aliada, quizás su encantamiento inicial en el deporte, pero se contraponía con la fascinación de una familia muy fierrera, así que se tentó con medir su pericia en el automovilismo. Al final, ni la hache ni las pistas: en el agua estaba su futuro deportivo, que terminó resultando un acierto porque la disciplina encajó justo con su biotipo de atleta.
Recién nacido Agustín, la situación laboral de su papá obligó a su familia a asentarse un tiempo en Bahía Blanca. Pero a sus dos o tres meses de vida volvieron todos a Olavarría, donde transitó su infancia y adolescencia. Con el tiempo, las demandas del kayak lo llevaron a las aguas de Tigre, su lugar de entrenamiento. En los campeonatos nacionales representó Estudiantes de aquella ciudad, donde se subió al bote por primera vez.
¿Cómo empezó? Hubo un día en que Agustín sacó la cabeza por sobre la masa humana del scrum y vio en el horizonte algunos palistas. Apenas tenía 12 años. Se acercó al agua, alquiló un kayak y quedó atrapado por la disciplina. Y en ese mismo verano de 2007 volvió a repetir ese gusto por subirse a la embarcación y sentir cómo su cuerpo encontraba una armonía con el espíritu de este deporte. Se alquilaba la embarcación con la plata que su mamá le daba para comprar la merienda y no le decía nada, porque sabía que a ella le daba miedo que se le diera vuelta el bote y sufriera algún accidente. Temores que se escurrieron con los años.
Después, llegó el momento de encontrar una guía para perfeccionar sus rutinas y así arrancó en la escuelita. Ya no era una mera diversión: empezaba a alumbrar ese esfuerzo que fue el germen de su inmersión en el alto rendimiento, así que de a poco evolucionó en la técnica y, como consecuencia, sintió el placer de la velocidad deslizándose arriba del agua. Ya había entregado un mensaje muy fuerte hace dos años, cuando le dio el primer título mundial al canotaje argentino con la medalla de oro en el K1 1000 metros del campeonato mundial Sub 23 realizado en Pitesti, Rumania. Ahora, sobresalió individualmente y en dupla con Lascano.
–¿Qué representan estas medallas para tu carrera y para el canotaje argentino?
–Junto con la del campeonato mundial, estas medallas son muy importantes. Es uno de mis logros más trascendentes y estoy superorgulloso. Y para el canotaje son muy relevantes, sumando las del K4 500 masculino del domingo. Lo bueno es que al haber obtenido estos tres oros mejoramos la cosecha de Toronto 2015. Estoy feliz. Me causa satisfacción haber aportado dos medallas y que el deporte siga creciendo.
–¿Cómo te describirías como exponente del canotaje?
–Es difícil hablar sobre uno, pero me animo a decir que una de mis virtudes es la perseverancia y el trabajo duro. Me gusta hacer las cosas bien, tengo satisfacción en el día a día cuando las cosas están bien realizadas y disfruto al máximo del canotaje.
–¿Cómo viviste las dos carreras?
–La del K1 fue totalmente opuesta a la del K2. En la individual pude hacer una buena diferencia al principio, que es en la parte en que tengo más facilidad. Y una vez que llegué a sacar una ventaja que me permitía dominar la prueba, traté de mantener un buen ritmo constante y ser prolijo, de no equivocarme. Me preocupé mucho por respetar técnicamente lo que había hecho en los entrenamientos y busqué llegar con un resto al final por si se acercaba algún rival.
–¿Y la del K2 con Lascano?
–Se dio diferente: al principio no nos ubicamos adelante y tuvimos que ser pacientes e inteligentes para no perder la confianza de que en el final íbamos a poder resolver. Así, nos mantuvimos en el grupo junto con México y Canadá y, faltando 250 metros para el final, decidimos dar el batacazo para imponernos medio bote adelante y tratar de desmoralizar a los rivales. La idea era que los otros supieran que todavía teníamos resto. Finalmente pudimos mantener esa pequeña ventaja y ganamos.
Segunda medalla de oro para Manuel Lascano en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. El viedmense se consagró junto a Agustín Vernice en K2 1000 y aportó al medallero argentino. ¡Grande @ManuLascano! [R][R] #OrgulloRionegrinopic.twitter.com/yifsYbUz34&— Alberto Weretilneck (@Weretilneck) 29 de julio de 2019
–¿Cuál es tu proyección olímpica y cómo encarás la clasificación rumbo a Tokio 2020?
–Todos los días sueño con estar en los Juegos Olímpicos y a lo máximo que puedo aspirar es a una medalla. Es la ilusión de todos los deportistas. Ahora estoy trabajando duro para clasificarme para Tokio 2020: en tres semanas y media llega el campeonato del mundo en Szeged, Hungría, y debo quedar entre los primeros cinco para acceder a la primera instancia de clasificación. Si no, hay un repechaje continental que obliga a quedar primero en América nuevamente. No va a ser fácil, pero debo seguir trabajando de la misma manera para poder cumplirlo. Después, también está la aspiración de ganar un título mundial en la categoría mayor; sería algo impensado pero… ¿por qué no soñarlo?
–¿Quiénes fueron tus maestros en el canotaje y qué representa para vos Javier Correa?
–El primero fue Pablo Hoffmann, a quien le tengo mucho aprecio. Apareció como mi entrenador inicial hace diez años, cuando recién estaba comenzando, y me inculcó el profesionalismo. Después tuve a entrenadores de la categoría cadetes y juveniles, como Daniel Martinovich y Julián Algañaraz, de quienes aprendí muchísimas cosas, y también a Diego Angione. Y desde 2015 trabajo con Diego Cánepa. Lo bueno es que todos me ayudaron como deportista y persona. Uno de ellos es Javier Correa, el máximo referente de este deporte en la Argentina. Es un ejemplo de que las cosas se pueden lograr y los sueños están para cumplirse. Nos inspiró a los más jóvenes para ir por ese camino.
–¿Cómo viviste esta experiencia en Lima y las horas previas a las finales?
–A mí me gusta estar tranquilo, tratar de enfocarme en lo que debo hacer y repetir lo de los entrenamientos. Así fue: busqué que no hubiera mucho alboroto alrededor y me mantuve cerca de mi entrenador. Estaba seguro de que iba a hacer bien el trabajo. Pero pasó que fue corto el tiempo de recuperación entre las carreras de K1 y K2, así que lo más conveniente después de la primera carrera era atenderme con el kinesiólogo para afrontar la carrera de K2 en buenas condiciones.
–¿ Cómo congeniaron en el K2 con Lascano?
–Manuel es un gran amigo, un hermano. Nos conocemos desde hace diez años y también van diez desde que estuvimos en un doble juntos por primera vez. Primero él estuvo atrás y yo adelante del bote y ahora cambiamos. Formamos parte de muchas competencias juntos y separados, con buenos resultados. Estuvimos en un Mundial juvenil con categoría cadetes, dando dos años de ventaja, y terminamos finalistas del mundo junior en las distancias de 200 y 1000 metros. Y cuando pasamos a la categoría Sub 23 competimos en el Mundial y nos fue muy mal, así que durante un tiempo trabajamos por separado: él se especializó en otros botes y yo en el K1.
–¿ Y de qué manejar y por qué volvieron a competir juntos?
–Nos reencontramos hace un año. Técnicamente nos alineamos con el mismo criterio, más allá de que trabajamos aparte con nuestros respectivos entrenadores, con la idea de tener un buen acople en el bote. En octubre del año pasado ganamos el oro en el Panamericano de Canadá y ahí mismo decidimos seguir. Llegamos hasta Lima con la fe de que podíamos traer una medalla y pudimos darle esta alegría al país.
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