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Pádel: la vuelta de un fenómeno sin rastros
Las técnicas de la arqueología podrían ser útiles para encontrar rastros de lo que fue el fenómeno del paddle en la Argentina hace 25 años. Si algunos todavía dicen que el running es una moda, no saben entonces lo que fue el paddle en el cierre de los ochenta. Los conteos informales hablaban de 3 millones de jugadores y una élite profesional que no alcanzaba para satisfacer los pedidos de presencias en torneos y exhibiciones. Tenían la popularidad de estrellas de los reality shows antes de ser inventados. Las marcas pagaban lo que les pidieran con tal de patrocinar los circuitos. El ritmo de construcción de canchas desbordó toda planificación. Le ganó un par de pulseadas al tenis, hoy imposibles de creer. Animó una fiesta intensa, situada entre 1987 y 1994, que se esfumó sin más. El paddle dejó un tenue legado deportivo. Fue principalmente una expresión socio-económica de la Argentina, semejante al “boom” de las canchas de bowling y los bares con mesas de pool. O los videoclubes.
Ahora este deporte se denomina pádel y no paddle. En ese camino de castellanización se esconde una nueva estrategia para intentar otro punto de partida. La semana pasada se jugó una fecha del WorldPadel Tour en Arena Maipú de Mendoza y ahora hay etapa en La Rural de Buenos Aires. Para sorpresa de muchos, con 9 mil entradas agotadas para el fin de semana. “La tarea más difícil es la de borrar la memoria que la gente tiene del pádel y empezamos por el nombre. Quedó la idea de que es un deporte que trae lesiones y que es imposible de televisar. El pádel ahora se juega en canchas de césped sintético, mucho más suaves, y las canchas son de cristal. Se ve bien de todos lados”, cuenta Hernán Auguste, ex jugador y actual Director de Expansión del WorldPadel Tour. Lleva 17 años viviendo en España, donde este deporte aprendió de la experiencia argentina y se reformuló para intentar conquistar nuevos mercados.
El WorldPadel Tour es organizado por una productora de eventos deportivos cautiva de la cerveza Estrella Damm, su principal promotor y patrocinante. Su eje central está en España, con torneos por todo el país y algunas fechas jugadas también en Montecarlo, Roma y obviamente en Dubai, como indica todo manual de expansión deportiva. “Estamos buscando nuestra propia identidad. Los españoles lo adoptaron como deporte. A diferencia de la Argentina, nunca hubo celos con el tenis. Sería como comparar el fútbol-sala con el fútbol de once. No hay comparación real. Juan Carlos Ferrero (ex número uno del mundo de tenis) lo juega. Lo mismo que Alex Corretja. Feliciano López preparó su último Roland Garros y entrenó su volea con jugadores de pádel. Rafa Nadal abrió su Academia en Mallorca con siete canchas. El tenis es un deporte olímpico y centenario. Somos otra cosa. Con ese mensaje estamos buscando nuevos horizontes y con esa idea vinimos a la Argentina”, completa Auguste.
La presencia argentina en el pádel profesional es el único componente que no se modificó. De los 20 primeros del ranking, el 70 por ciento son argentinos. El número uno es Fernando Belasteguin, quien se perdió por lesión la primera etapa de la gira por la Argentina, en Mendoza, pero dirá presente en Buenos Aires junto con su compañero brasileño Pablo Lima, pese a que aún no se sabe si jugará. Los padelistas profesionales cuentan con equipos de entrenadores, psicólogos, preparadores físicos y nutricionistas.
Pueden ganar entre 150 mil y 700 mil euros por temporada, lo que incluye premios del circuito y contratos con marcas como Volvo, BMW, Mapfre y Herbalife. El propio WorldPadel Tour maneja sus derechos de imagen. Se trata de un deporte que en España cuenta con 4,5 millones de aficionados que juegan en 20 mil canchas. Se venden 475 mil paletas al año de 150 marcas diferentes. La difusión del circuito está garantizada por un streaming propio y suma millones de reproducciones en YouTube.
Auguste no encuentra una explicación para sintetizar las razones de la corta vida de aquel fenómeno: “Nunca encuentro una respuesta única a esa pregunta. En esa época me dedicaba solamente a jugar. Evidentemente la gente se saturó de este deporte, hubo una sobreoferta y luego económicamente todo se vino abajo.” Con dos fechas internacionales de su circuito, el pádel vino a la Argentina con otro nombre y con intentos evangelizadores. El éxito sin control fue su pecado y ahora pide otra oportunidad.
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