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“Nunca pensé en ser jugador de fútbol”: llegó a Primera por un aviso en el diario y salió campeón con San Lorenzo
Nació en San Justo y el deporte era, en su vida, “un divertimento”; fue dirigido por Alfaro, el Tolo Gallego y Ramón Díaz, entre otros; la tarde en que River descendió y su nuevo rol en las canchas
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Walter Acevedo no quería ser futbolista profesional. Sin embargo, a fuerza de condiciones, trabajo y mucho sacrificio, jugó en los clubes más importantes de la Argentina, conoció el mundo y representó a su país con la camiseta de la selección. “Yo competía en la Liga Argentina. Tenía que ir de visitante, y viajar por el Gran Buenos Aires, y sobre todo, por la Zona Oeste. Muy inocente. No dejaba de ser un chico que solo quería divertirse”, arranca su charla con LA NACIÓN.
“Me la pasaba jugando al fútbol todo el día, como un divertimento, como algo para pasar el tiempo. Lo único que hacíamos era jugar al futbol. Lo tomaba de manera natural, y a medida que fui empezando en Baby y en fútbol 11, lo tomaba como algo más serio, más competitivo, pero nunca pensando en decir ‘uy, quiero hacer esto porque quiero ser jugador de fútbol’, si no como que era todo más inconsciente”, admite Acevedo, a la distancia.
Un día, jugando un partido de baby fútbol en la Sociedad de Fomento Argentino del Oeste, en Villa Luzuriaga, lo invitaron a probarse en San Lorenzo de Almagro. Tímido, y algo inseguro, desechó la oportunidad: “Yo, en ese momento, no lo veía como una posibilidad”. No obstante, “tres o cuatro meses después”, tomó coraje y se acercó al Gigante.
“(Fue) por un aviso en el diario. Decía que San Lorenzo hacía prueba de jugadores”, rememora. Acevedo asegura que todo jugador, en sus inicios, “tiene alguna duda, no sabe cuándo” ni cómo se empieza. Hasta que sucede. “Una vez que me reclutaron de San Lorenzo, me fui a Parque Chas, y ahí hice tres años de baby”, continúa. Retirado desde hace ya cuatro años, las vueltas de la vida lo llevaron a él mismo a convertirse en un ojeador, o como se le dice hoy en día, en un scouter.
Cuenta que no existe “un manual” para descubrir futuros deportistas, sino que “día a día vas descubriendo qué es lo mejor, qué se adapta más con tu forma de ser, o con lo que te sentís cómodo”. Por supuesto, parte fundamental de su trabajo es “ver muchos partidos, generalmente, de manera presencial”. “Estoy todo el día detrás de la pelota, pero desde otro lado. Eso es lo lindo”, detalla.
Las enseñanzas de sus DTs
En sus primeros años como futbolista profesional, El Toro sería dirigido por leyendas del fútbol: entre ellos, Bambino Veira, Oscar Ruggeri y, más adelante, Ramón Díaz. “Esos técnicos se permiten oficiar de padres en algunas situaciones, o sobre cómo manejarse afuera de la cancha, con la gente. Uno pasa de la nada a que de repente jugás un partido, lo televisan, y la gente te empieza a reconocer. Los técnicos siempre me aconsejaron para bien; no sólo en eso, sino en todo tipo de aspectos que excedían a lo deportivo”.
Acevedo pide no olvidar a Gustavo Alfaro: “En ese momento, no tenía tanto recorrido, tanto nombre, pero era un técnico ya importante. Siempre fue una persona muy clara. Sobre todo hablaba mucho con los más chicos, y siempre hacía hincapié en ser profesionales: más allá de jugar bien o no, teníamos que ser buenas personas y respetuosos, y la verdad, eso siempre me quedó”.
Además, no hace distinción de categorías. Sobre Alfaro, señala que, “si bien era su primer equipo grande, ya tenía bastante rodaje en el lomo”. “Por ahí había tenido otro tipo de planteles, o de objetivos en esos equipos, pero no lo hacía ni mejor ni peor técnico, sino que venía con su libreto, y tratábamos de seguirlo en todo lo que pedía. Fue una enseñanza”, apunta.
Aunque de frente a instituciones del fútbol, Acevedo no se dejaba encandilar por los grandes nombres. No por falta de admiración, sino porque “durante lo primeros años uno es muy inconsciente”. “Por ahí, un poquito antes, los veía por la tele, y no me imaginaba que me iban a dirigir. Es muy loco”, completa.
El súper San Lorenzo de 2008 y la selección de Maradona
Tras algunas campañas irregulares, en 2007, Marcelo Tinelli desembarcó en la institución, en su carácter de inversor externo. “Veníamos de una campaña muy irregular con Ruggeri, con algún que otro resultado positivo, pero habíamos tenido alguna goleada con equipos grandes (NdeR: sin mencionarla, Acevedo se refiere al 1-7 sufrido frente a Boca Juniors) que habían hecho ruido adentro del club; entonces, era un clima bastante complicado, y cuando vino Ramón cambió todo”, recuerda.
De la mano del DT riojano llegaron rutilantes figuras del fútbol internacional, como Andrés D’Alessandro y Diego Placente. El “boom mediático”, como el propio Walter lo caracteriza, estuvo acompañado de buenos resultados, que incluyeron la obtención del Clausura y un histórico triunfo ante River en el Monumental por la Copa Libertadores 2008.
Ya afianzado en la máxima categoría, sus buenas campañas lo llevaron al primero de sus exóticos destinos: con solo 22 años fue transferido al FC Metalist de Ucrania. Allí compartió plantel con Jonatan Maidana, con quien, hasta hoy, lo une una férrea amistad. Ubicada a 491 kilómetros de la capital de Kiev, Járkov es la segunda ciudad más importante del país. En tiempos de guerra, por estas horas, dicha localidad es un territorio en disputa con las tropas invasoras rusas.
Al poco tiempo, El Negro volvería a su país para jugar con la camiseta de Independiente, y dirigido por otro DT de fuste. “Ahí me sentía con mucha confianza. Había logrado un grado de madurez, ya estaba más asentado... Encontrarme con ese equipo vistiendo la camiseta de Independiente con un técnico tan importante como “El Tolo” (Gallego) fue un combo que me calzó a la perfección y me hizo sentir muy bien”, continúa.
El buen nivel de Acevedo no es sólo una percepción del jugador. Su alto rendimiento lo llevó a ser convocado a la selección argentina de Diego Maradona: “Eso fue una locura la verdad. Hasta el día de hoy, me sigo preguntando cómo fue que pasó. El agregado que tenía era que estaba Diego. ¡Te convoca el dueño de la selección! Es terrible”.
Acevedo formó parte del histórico partido frente a Jamaica, disputado en el estadio José María Minella, en Mar del Plata, del que participaron todos futbolistas de la liga local. “Pasó hace un montón, y cada vez que alguien me hace mención, o lo que sea, es muy grato el recuerdo que tengo”, señala.
Sobre su encuentro con Pelusa, recuerda: “Me quedé con la primera vez que lo vi. Uno, a veces, tiene la posibilidad en este trabajo de cruzarse con gente importante a nivel mundial o local, y con nadie había sentido ese magnetismo”. Su convocatoria a la selección argentina fue el corolario de una carrera que ya estaba hecha: “Fueron momentos muy lindos. Los primeros años, creo que fueron los mejores”.
River y el descenso, un tema que no se esquiva
A mediados de 2010, Acevedo fichó con River Plate, que peleaba por no descender. “No se puede esquivar el tema. Era una situación particular. Sabía que el momento no era el mejor, pero no sabía si iba a volver a tener otra chance de ir, y decidí tomarla”. Aunque el club millonario estuviera en el peor momento de su historia, el mediocampista decidió asumir el riesgo. Incluso, fue titular en el partido de vuelta de la Promoción frente a Belgrano.
“Creo que son pruebas que te va poniendo la carrera, y algunas se pasan de manera positiva; otras, no. Fueron varios partidos de importancia los que jugué en la carrera, y más allá de esos, creo que tengo un muy buen recuerdo de todos. Y lo que queda es la experiencia. Pero lo ves cuando ya estás afuera del fútbol, cuando no vivís en esa dinámica del día a día. (Cuando sos jugador) todo va tan rápido que no tenés tiempo para ver todo lo que va pasando a tu alrededor”, analiza.
Luego, llegaría el paso por Banfield, Zaragoza, Tigre y Defensa y Justicia. También, All Boys. En el final de su trayectoria, conocería Malta. No guarda un buen recuerdo de su paso por la isla. “Fue negativo porque me había operado, y cuando me dieron el alta, me fui para allá. Pero no logré rehabilitarme de la mejor manera, y prácticamente, no pude jugar, porque la rodilla no me respondió”. Fue justamente esa dolencia, una osteocondritis, la que precipitó su retiro. Tampoco tenía intenciones de hacerse cargo de ningún vestuario.
“Yo sentía que si venía algo bueno, lo iba a tomar, pero como no vino, y ya pasa una edad en que todas las cosas del vestuario empiezan a caer en los jugadores de más de 30, no tenía ganas de vivir eso. Decidí dejar de jugar profesionalmente”, cuenta. Después de todo, Acevedo nunca dejó de ser aquel chico, inocente, que llegó a Primera División. Casi por accidente.
Hoy en día acompaña a su hijo, Cristiano, a cumplir su sueño de jugar al fútbol en las Infantiles de Defensores de Belgrano. “Tengo una relación muy linda. Es fanático del fútbol, por si faltaba más. Solemos ir a la cancha, o yo lo veo jugar a él. Somos muy compañeros”. Su trabajo, ahora, es, cuando se frustran ante la derrota, “bajarle las revoluciones y decirle la verdad: que es un juego”.
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