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No es el fútbol, estúpido
Afectos a mirar casi siempre al costado, pocas veces hacia adentro, es fácil ver en otros las causas de nuestras desgracias. Observamos las miserias ajenas, no reconocemos las propias. Nos escudamos en nuestra desdicha, se la endilgamos al de enfrente. No queremos, no podemos, no sabemos darnos cuenta que también somos responsables.
Si los dirigentes de River ven el partido en los vestuarios de la Bombonera, no es por falta de lugar, dice el dueño de casa. Es por cábala, deja entrever. Si la foto llega al mundo, en River no saben quien la subió a las redes sociales. Si en las entradas para el clásico en el Monumental se escribe boca con mínuscula sólo se advierte cuando salen a la venta. Si las entradas se agotan en dos horas sin igualdad de posibilidades para adquirirlas, la culpa no es de Boca, ni de Pago Fácil, ni de quienes las compran para revenderlas, ni de quienes alquilan su carnet de socio para ganar hasta $ 20.000. Nada tienen que ver los que no hacen nada para impedir el negocio que todos esperan cada vez que se juega el partido que todos quieren ver.
Si el partido no termina, ni los 1300 policías, ni el secretario de Seguridad, presente en la cancha, detienen a nadie. Si toda una tribuna enciende bengalas, Sergio Berni dice "no hubo bengalas, el operativo fue exitoso". Si los jugadores de River tienen quemaduras de primer grado y las córneas lastimadas, están simulando. Si quieren sacar ventaja, los de Boca no son menos. Desobedecen a su DT y al árbitro, y se quedan para jugar su partido. Si Darío Herrera no toma una decisión es porque considera que no hubo "acting" de los jugadores de River. No la toma porque espera 75 minutos que, desde miles de kilómetros, le digan qué hacer. Si River sigue en la cancha después de dos horas y media, no es porque la platea lo despide con una lluvia de botellas arrojada por "diez inadaptados?" Sigue allí porque quiere agradecer la solidaridad de Boca, ocupado en saludar a la barra brava que festeja el fallo de la Justicia que le restituyó a sus jefes, Rafael Di Zeo y Mauro Martín, el carnet de socio. Si River sufre, Boca se avergüenza y pide disculpas. Si la Conmebol deja trascender una expeditiva y dura sanción, no es por la amenaza de la FIFA. Si tarda horas en anunciar su fallo ejemplar, no es por las presiones de la TV y las pérdidas económicas. Es porque privilegia la justicia y valora la colaboración de Boca para identificar a los responsables?
Si Boca apela la sanción, es para proteger a sus 60.000 socios activos y más de 100.000 adherentes. Si los jugadores de River suben a las redes sociales una foto festejando el pase a los cuartos de final de la Copa, no es para burlarse de los eternos rivales. No. Es para desdramatizar, es para decirle al mundo "aquí no ha pasado nada". Si los periodistas reproducimos esto, a veces con errores, somos hinchas de River, de Boca o nos paga alguien... No es nuestra tarea.
Si todo esto pasa, no es el fútbol. Como patentó Bill Clinton en la campaña presidencial de los Estados Unidos en 1992: "Es la economía, estúpido". Es el poder y el negocio. Es la degradación. Es el desprecio y la impunidad. Es la hipocresía. Son los rencores y las mezquindades. Es la crisis de valores. Es nuestra responsabilidad. No es el fútbol.
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