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Santiago Grassi, en Tokio 2020: el llamado emocionado desde Alabama y su comprensión del éxito en la natación
El nadador trasladó su carrera a los Estados Unidos y competirá en 100 metros estilo mariposa; se convirtió en youtuber dentro de su actividad y afronta su segunda experiencia olímpica
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Suena el teléfono en la ciudad de Santa Fe, una llamada desde Alabama. Es Santiago para su familia, los Grassi. Atienden sus padres, María Fernanda y Enrique. Su hijo intenta hablarles pero no puede, se larga a llorar. Hace cinco años se fue a vivir a esa ciudad estadounidense, a nadar para la universidad. Lleva un lustro entrenándose todos los días en doble turno, pero no mejora su tiempo en su prueba principal. Siempre que compite, nada más lento que su mejor resultado en la Argentina. Hasta ese día en que llama a sus papás, cuando entre lágrimas solo puede decirles: “Lo hice”.
Santiago Grassi había nadado en 51s88/100 los 100 metros estilo mariposa y con ese registro mejoró 21 centésimas. Además, rompió el récord argentino que ya estaba en su poder. Fueron cinco años para pulir la quinta parte de un segundo. “Lo que trabajé física y mentalmente para bajar esas centésimas... Viéndolo en retrospectiva, no lo comprendo, no lo creo”, analiza Grassi, respecto de la exigencia que le demandó.
Al costado de la pileta de la universidad hay un tacho de basura muy grande, tanto que se utiliza una bolsa de consorcio en su interior. No es que se generen gran cantidad de desperdicios en la zona de entrenamiento, sucede que el esfuerzo llega a hacerlos vomitar. Santiago sabe lo que es estar apoyado, a veces llorando, frente a este tacho. “Más allá del dolor, muchas veces pensé que ser exitoso en una carrera era bajar los tiempos”, explica el santafesino: “Hoy entiendo que lo importante al competir es tocar la pared primero”.
En ese camino de comprensión del éxito, Santiago tuvo que irse a 7619 kilómetros de su casa, cuando lo becaron en la Universidad de Auburn. Lo curioso es que pocos meses antes de irse, estaba seguro de que no tenía chances, pensaba en la universidad y se decía: “Ya fue, se me pasó el tren”.
Todo empezó en los Panamericanos de Toronto 2015, cuando explotó a nivel internacional. Ganó la medalla de plata en los 100 metros mariposa y se clasificó para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Un entrenador de Auburn le preguntó si le interesaría irse a nadar para la universidad mientras estudiaba allá. Santiago le dijo que sí, pero que prefería fuese después de los Juegos de Río. Le contestaron que podían esperar, pero nunca más se comunicaron. Pasaron seis meses y un día Santiago no paraba de lamentarse: “Pensaba, ¡qué lástima, no haber dicho que sí!”. Quizás era cuestión de pensarlo: “Fue increíble, justo a los dos días me vuelven a contactar… ¡Dije que sí sin dudarlo!”.
Entonces llegaron los Juegos en la ciudad maravillosa, pero Santiago esperaba más, no pasó de la primera ronda: “No me dejó feliz lo que hice en Río”. Sin embargo regresó con un desafío nuevo, tenía que empezar la universidad y aprender inglés. “Me puse a estudiar a full, 12 horas por día durante tres meses”, recuerda Grassi: “Más allá de los miedos que tenía debido a la incertidumbre, me alentaba saber que si no funcionaba me volvía y listo”.
Luego de cuatro años en Alabama, mira para atrás y afirma: “Jamás quise volverme, fueron los mejores cuatro años de mi vida”. ¿Qué podría hacer un chico que nada y quiere seguir su estela? “Les diría que busquen contactarse con los entrenadores por Instagram. Primero, que se interioricen acerca del nivel de natación que tienen y, sobre la base de eso, definan a dónde escribir. Buscás la universidad según tu nivel, escribís al entrenador y le contás tu intención. A ellos les interesa conseguir buenos nadadores, pero lo más importante es la actitud de trabajo. Quizás ahora no sos muy bueno pero podés mejorar. Cuando empiezan, no todos son rápidos”.
“Su mamá seguro sufrió un poco más la distancia”, admite Enrique, su padre, “pero hoy la tecnología ayuda mucho, tenemos un contacto diario. Y también lo veo por YouTube”. “Me pareció una forma de marcar la diferencia y ayudar a alguien comunicando lo que vivo”, explica Santiago, flamante youtuber de la natación: “Si una sola persona dice: yo quiero ser nadador porque lo vi a Santi, el canal tiene sentido. He recibido mensajes tan lindos sobre gente a la que le ha ayudado… incluso se los he mostrado a mis papás por mensajes, así creé el canal”.
“Crack Santi! Valoro muchísimo tu humildad y compartir todo lo que sentís, nos sirve a todos los nadadores aficionados”, le escribe Nando. “¡Enhorabuena Santi! Te seguimos desde México, lindo y querido!”, se suma Pedro. “Te admiro muchísimo y yo también soy nadador... Mi sueño sería lo que te pasó a vos”, le comenta Gastón en un video. Allí se pueden ven grabaciones de cómo ajustó detalles rumbo a Tokio, cómo mejora su patada subacuática, o cómo termina abrazado al gran tacho vomitando.
Su padre, uno de sus fieles seguidores del canal, recuerda: “No hay que olvidarse que lo ayudaron mucho Diego Degano y Agustina De Giovanni, dos nadadores que fueron fundamentales para que tuviera un lugar en Estados Unidos. Y eso lo tiene presente, que el día que alguien precise de Santi él tiene que estar”. Su hijo, hoy con dos títulos, uno en Marketing y el otro en Gestión de Información de Sistemas, recuerda: “En mi familia nunca nos faltó ni nos sobró, éramos tres hijos nadadores, eso fue un gran esfuerzo. Mi papá ha armado carpetas para llevar a las empresas a pedir sponsors y nunca lo consiguió”.
Lo que no se consiguió visitando empresas en Santa Fe llegó una década más tarde con la ISL, una revolución en el mundo de la natación. La Liga Internacional de Natación (International Swimming League) es una competencia mundial entre equipos de privados que contratan a nadadores. Ahora no fue Enrique con la carpeta a golpear puertas, sino Santiago con mensajes a insistir por Instagram. “Les escribí a los managers de todos los equipos de la Liga [son diez]”, recuerda Santiago: “Me contestaron tres o cuatro, pero cuando uno me dio una propuesta firme, acepté”.
Allí estaba el chico que se inició en el Club Atlético Unión de Santa Fe, formando parte de los 28 elegidos por el flamante equipo Los Angeles Current, donde también alistaron a Julia Sebastián, su coterránea. De pensar que se le había pasado el tren a entrenarse con campeones olímpicos y mundiales. ¿Qué descubriste al convivir con ellos, en qué son distintos a vos? “Todos tenemos dos brazos y dos piernas, para estar en unos Juegos Olímpicos también todos tenemos talento”, analiza Santiago, y amplía: “Lo diferente es la cabeza. Para dar el paso a ser medallista olímpico, lo que tienen ellos es otro medallista nadando adentro de la pileta. Cuando yo empecé ni sabía lo que era ir a unos Juegos. Me llevó mucho tiempo entender que voy a llegar tan lejos como crea en mí mismo”.
* * *
“Me tiro al agua, hago el subacuático y pienso que en la cuarta brazada tengo que respirar. Y me digo: ‘Vengo bien, vengo bien’. Toco la pared, doy la vuelta. ‘No respires en la primera, respira en la segunda. Apretá acá, apretá. Vamos, vamos’, me repito. Después llega ese momento en que no das más, en el que empieza a doler. Todo duele más de lo normal. Algunas carreras se vuelven duras, los brazos no pasan para adelante. Son esos días en que tirás los brazos y no agarrás agua. En cambio, en las buenas carreras, sólo pensás en apretar. Ves al de al lado y decís: ‘A éste le gano”, describe Grassi, como si rememorara cada uno de sus entrenamientos.
Así se pasan, contados por el protagonista, los 52 segundos -centésima más, centésima menos- que Santiago demora en hacer 100 metros en estilo mariposa. Con esa secuencia logró dos medallas de bronce en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y clasificarse para Tokio. En sus segundos Juegos Olímpicos el objetivo está claro: “Tener una muy buena carrera, dar lo mejor de mí”. Y el deseo también: “Estar en la final”.
El chico que se comunica todos los días desde Alabama con Santa Fe, ahora lo hará desde Tokio. “Si es algo de celebración llamo a todo el grupo familiar junto”, explica sobre la nueva función de WhatsApp: “Ahora cuando estoy triste o algo, llamo a mi viejo”.
Al final de la llamada y del otro lado de la línea, su papá, cuenta una característica de su hijo, el nadador profesional: “Tiene una fuerza tremenda cuando se planta un objetivo, a veces hasta tozudamente, pero eso lo ha puesto donde está. Si lo tengo que definir con una palabra sería: tenaz”.
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