El calor de su cuerpo convierte en humo al agua helada. Eso la alivia de tensiones, se le transforma en una melodía que la invita a la pausa, a la reflexión. Aunque también es la alarma que le despierta su instinto más competitivo. Victoria Mori –25 años y estudiante de odontología– ajena a las marquesinas de los deportes tradicionales, empezó a zambullirse en la piscina del Polideportivo de San Lorenzo, su ciudad natal de la provincia de Santa Fe. Pero su mirada siempre estuvo hipnotizada por el hielo, su verdadero amante, su verdadero amor.
En 2016 fue campeona del mundo de aguas congeladas en Tiumén (Rusia) en la distancia de 250 y 400 metros, en aguas que tenían -2° de temperatura. Y ahora se prepara para el Mundial que se disputará del 12 al 18 de marzo, en Múrmansk (Rusia). "Me veo muy bien. Voy a nadar los 1000 metros, mi especialidad. El oro es lo único que quiero, es lo único que pienso", dice, convencida, a LA NACION, mediante una comunicación telefónica desde República Checa.
–¿Cómo entrenás la adaptación al frío?
–Muchas veces fue en mi casa: llenaba la bañadera de hielo. Ponía la bolsa de rolitos y me metía. Soy una de las pocas nadadoras de invierno que hace eso, a nadie le gusta. Es muy feo, no te podes mover. Tenés que estar quieta. Pero así mejoro mi cabeza y mi resistencia. No me gusta hacerlo, pero después el contexto donde nado cambia, por suerte. Y me trae muchos beneficios.
–¿Cómo son las rutinas de una campeona del mundo?
–Me entreno dos veces por día, de lunes a viernes. Los sábados compito y los domingos son de descanso. Siempre ando en diferentes países, ahora estoy en Praga. No me olvido de que vine a entrenar y a competir. No pienso en otra cosa. Acá represento a un equipo y compito en carreras de aguas heladas dentro del campeonato nacional..
Estoy enamorada del hielo. Desde que empecé a nadar en aguas congeladas nunca me engripé, jamás me enfermé.
–¿Existen factores de riesgo al nadar en aguas congeladas?
–Es un deporte extremo. Pero si la persona que va a nadar es saludable y está entrenada, tenés un riesgo muy bajo, y la verdad que trae muchos beneficios a la salud. Uno piensa siempre lo peor. Esto me ayuda al sistema cardiovascular, libero muchas endorfinas. Desde que empecé a nadar en aguas congeladas nunca me engripé, jamás me enfermé. En la calle paso más frío. A la hora de competir tengo tanta concentración que cuando los jueces te dan la orden para competir, ya no siento nada. Todo pasa muy rápido. Nunca abandoné una carrera.
–¿Ninguna anomalía entonces?
–A ver, el año pasado nadaba 1000 metros a la mañana en Polonia y lo mismo a la tarde, en República Checa. Después de terminar la primera carrera no me sentía bien. Me metí en una bañera de agua caliente, pero en rigor estaba un poco fría. Al salir, me bajó la presión. A la tarde no participé de la carrera. La primera regla en aguas frías es nadar solo cuando uno se siente bien.
–¿Puede decirse que el hielo es tu verdadero amor?
–Ja ja, ¡estoy enamorada del hielo! Entiendo que nadar con aguas a temperaturas de hasta -2 grados no es algo común. En nuestra cultura hace 8 grados y vemos al frío como algo malo. Yo lo veo como algo que me puede ayudar y que lo puedo disfrutar.
–¿Qué le dirías a esas personas que quieren empezar a practicar este deporte y no saben cómo hacerlo?
–Les puedo decir que crean en lo que uno hace y que se animen a probar algo nuevo y diferente. Para los que quieran nadar en aguas heladas, lo más importante es hacerse estudios médicos y buscar información de lo que es el nado en aguas frías. También la seguridad: no entrenar jamás solo, para eso es clave manejarse en equipo. Tengo nutricionista y un grupo de médicos bastante amplio. Todos se sorprendieron al enterarse que quise hacer este tipo de deporte. Reconozco que con el frío uno puede comer un poco de más. Más hidratos de carbono, mucha miel, frutos secos, barritas de cereal. Tenemos mucha más grasa, eso es clave para ayudar a retener la temperatura corporal.
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–¿Y tu familia y tus amigos, qué piensan, cómo te ven?
–Al principio mi mamá se asustaba demasiado y pensaba que podía pasarme algo malo. Es que vio que muchos nadadores salen temblando, siempre al límite. Pero ahora ya se acostumbró. Por ejemplo, el salir con la piel roja del agua. El agua fría te quema, es como el agua caliente: se me irrita toda la piel. Hago mucho esfuerzo. Sé que al agua entro blanca y salgo roja por la vasodilatación.
–¿Qué valores te dio la natación que hoy los llevás a tu vida de todos los días?
–El compañerismo, por más que sea un deporte individual. Dentro del agua competimos y todos queremos ganar, pero después siempre hay alguien que está preocupado por vos. Que te va a alcanzar la toalla, te va a prestar el abrigo, un guante, un gorro, compartir un té o un chocolate para que te sientas bien en la recuperación y estar más calentito. Eso es lo que me gusta mucho de nadar en aguas frías. Quiero que los demás vean en mí una buena persona y después a la deportista. Que siempre me voy a brindar al 100 por ciento para cuando otros me necesiten.
–¿Cuáles son tus sueños con relación a este deporte?
–Quiero que sea un deporte olímpico. Estamos peleando para eso. Sé que falta bastante, pero mi sueño es poder ir a un Juego Olímpico de Invierno. En la Argentina está creciendo mucho este deporte. Hay lugares para practicarlo, pero es difícil de acceder. Me tengo que ir a Ushuaia o Mendoza y tiene que ser en pleno invierno, cuando está todo nevado. El beneficio de estar en Praga es que vivo dentro del circuito internacional..
–Elegir esta actividad marca una actitud especial de tu parte.
–Soy bastante determinada en lo que quiero. Cuando decidí competir por primera vez en República Checa, me acuerdo de haberme reunido con mis padres para que me aconsejaran. Soy hija única. Solo les puedo decir gracias, ellos siempre me ayudaron para que siga. Mi mamá pudo venir a verme el año pasado, después de ahorrar algo de dinero.
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