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El gurú de la natación habló de la proyección argentina para Tokio 2020 y le envió un duro mensaje a Grabich
El coach australiano, que entrenó a glorias como Ian Thorpe y que es asesor del equipo nacional de natación, conversó con LA NACION y, pese a las críticas, también dijo que el nadador de Casilda tiene potencial para estar entre los cuatro mejores del mundo
Bill Sweetenham toma la silla de plástico y la lleva al extremo de la pileta olímpica del Cenard , donde el calor y la humedad abruman. El Campus de Buenos Aires 2018 en las que se entrenan adolescentes de 14 a 18 años está en pleno desarrollo, mientras la nación conversa con el experimentado coach australiano que asesora al equipo argentino de natación. Le interesa conocer a los nadadores que se vienen y vigila las brazadas de los jóvenes atletas al mismo tiempo que describe el estado de la natación argentina. Los pergaminos de Sweetenham son arrolladores: en Sydney 2000 regresó a Australia a los primeros planos de natación mundial, con cinco medallas de oro. Una actuación que no conseguían desde Munich 1972. Atletas legendarios como Ian Thorpe y Grant Hackett fueron estandartes de un programa de jóvenes nadadores que él comandó. Luego, relanzó la natación de Gran Bretaña que ganó siete medallas en el Mundial de 2001 y ocho en el Mundial de 2003. Desde su llegada como asesor del equipo argentino de natación, la Argentina consiguió tres marcas A para clasificarse a los Juegos de Río, algo impensado años atrás, y Federico Grabich fue medalla de bronce en el Mundial de Kazan, entre otros logros. Bill, como le dicen los otros entrenadores argentinos, es amable y a su vez punzante con sus palabras. “Creo que la Argentina dio un gran paso en la política de clasificación a los Juegos Olímpicos”, responde Sweetenham sobre la actuación en los Juegos. Pero advierte sobre el riesgo de no mejorar a nivel mundial: “Si estás entre la posiciones 40 y 20 –como lo está la Argentina– tenés una gran desventaja porque necesitás nadar tu mejor tiempo para llegar a las semifinales. Y después tenés que ser más rápido para llegar a la final. Necesitamos tener algunos nadadores que lleguen a los Juegos entre los 8 y los 12 mejores del mundo. Porque si sos 12do, estás muy cerca de ser séptimo. Y podés clasificarte de la semifinal a la final. Entonces, la Argentina tiene que clasificarse a los Juegos entre los 12 y los 8 mejores tiempos. No todos los pueden hacer, pero algunos sí”, señala, siempre exigente con sus objetivos.
El entrenador australiano se anima a dar nombres de quienes podrían alcanzar esa meta: “Creo que con estrategia y con roce competitivo hay algunos que lo podrían hacer como Santiago (Grassi); Delfina (Pignatiello, de 16 años), pero ella ahora está N°42 del mundo en pileta larga. No hay que tener en cuenta sólo lo que hizo en el Mundial de pileta corta en Windsor, cuando fue récord argentino en 800 metros. Tiene que pensar en pileta larga. Tiene ese potencial de final olímpica. Debe estar frecuentemente en un ambiente competitivo donde otras atletas la empujen”. Y después le dedica un párrafo especial a Federico Grabich, que en marzo cumplirá 27 años: “No sé si podrá luchar para los Juegos, pero Federico puede volver en los mundiales, especialmente en el Mundial anterior a los Juegos; es importante”, subraya. Y añade: “Si lo logra, conseguirá la confianza necesaria para el sueño olímpico. Si no lo hace eso, será como una cuenta pendiente. Y eso no será bueno para él. También hay otros que estoy viendo ahora (en el Campus 2018). Pero el gran progreso es que los entrenadores están un nivel más arriba y los nadadores saben lo que tienen que hacer; antes, ellos pensaban que sabían lo que tenían que hacer y ahora lo saben. Podría haber cuatro o cinco nadadores que lleguen a una final en Tokio 2020 . Pero depende de ellos. Ese es el objetivo”, insiste Sweetenham.
La meta del coach es compleja y él lo sabe, pero eso no debiera desalentar a los atletas y entrenadores argentinos, sino lo opuesto: “No importa lo que hagas, es siempre difícil. Hay que creer en uno mismo, y ese creo que es el gran problema para los nadadores argentinos, que no terminan de creer en sí mismos. Y no lo creen porque hace tiempo que alguien no lo logra. Georgina (Bardach) fue la última que lo hizo – fue medalla de bronce en los Juegos de Atenas 2004– . Desde entonces, que no consiguen tener esa confianza, que tanto quiero ver, y que todavía no la advierto ni en entrenadores ni en nadadores, pero se está construyendo. Se necesita de entrenadores fuertes. Si no, los nadadores no lo serán”, apunta.
-¿Y no cree que quizás los entrenadores debieran continuar su preparación en el exterior, en lugares más competitivos?
- Creo que es muy tarde para estudiar. Quizás para las generaciones más jóvenes de entrenadores sí sería bueno que vayan a Estados Unidos. Pero hoy por hoy, para los entrenadores y para los atletas, nadar y los Juegos Olímpicos no tiene que ser la única cosa para ellos, pero sí lo más importante. Creo que la clave para la Argentina es tener muchos campos de entrenamientos donde estén los mejores atletas con los mejores atletas, así se entrenan codo a codo.
–Es decir, lo ideal sería que nadadores como Grabich compitan con atletas mejores que él.
-Tan buenos como él. No hay nadie mejor que él, en Argentina. Pero sí con otros que sean casi tan buenos como él. Grabich tiene que preguntarse, ‘¿la sesión de entrenamiento que hice está al nivel de los cuatro mejores del mundo en los 100 metros libre?’. Y si no lo es, entonces está tratando de que le ganen. Alguien tiene que darle ese mensaje y a él no le va a gustar.
–¿Grabich puede estar entre los cuatro mejores del mundo?
-Sí, el tiene ese potencial, es así de bueno. Pero sólo si él quiere. Pero tiene que entrenarse con otros nadadores tan buenos como él.
-¿Y usted cree que podría clasificarse a Tokio 2020?
-Sí, podría, sin problemas. Y tiene que entender que quitarle tiempo al entrenamiento no es una buena política. Si estuviste el Mundial en Kazan, no podés tomarte después dos meses de vacaciones.
-Entonces, ¿qué debería trabajar?
-Consistencia y preparación a nivel mundial. Y para ser honesto, es fácil para él. Si él toma la decisión, es fácil para él.
-¿La Argentina necesita mejorar el nivel de los entrenadores y en la actitud de los nadadores?
-La actitud está mejorando cada vez que vengo. Veo progreso. Entonces, se necesita conocimiento técnico y la habilidad de coachear. Coachear es del cuello para arriba, y entrenar es del cuello para abajo. Tenemos muy buenos entrenadores pero necesitamos más coaches.
-¿El coach trabaja más con la mente de los atletas, entonces?
-Sí. El coach debe comprender el corazón y la mente del atleta.
Thorpe, una estrella que vio crecer
Sweetenham fue operado en una de sus caderas, que la reemplazaron por una de titanio. El mismo metal tiene en otra de sus piernas, luego de un accidente de autos en Alemania que casi termina con su vida, en 1983. Se levanta de la silla con dificultad, y orgulloso, le cuenta a la nación que hace sólo un mes lo intervinieron quirúrgicamente, y que ya está caminando. Empieza con las bromas, señalándose la pierna izquierda: “Antes, tenía esta pierna más corta; ahora me emparejaron ésta, pero para abajo, me hicieron más bajo; yo era alto”, se sonríe, pícaro. “Haceme aparecer como George Clooney; aplaname el estómago”, le advierte al fotógrafo. Con ese mismo espíritu y disciplina con que se recuperó de la adversidad, Sweetenham contagia a atletas y entrenadores, o coaches, como él prefiere llamarlos. Como lo hizo con glorias como Thorpe. Para el coach australiano no existen diferencias entre entrenar a Thorpe y a otros nadadores, el principio es el mismo: “No hay diferencia. El principio general es igual para todos. Sólo que algunos lo pueden hacer mejor que otros. El trabajo tuyo como entrenador es sacar lo mejor de cada uno como atleta, más allá de sus genes, de su talento.” Y recuerda un ejercicio del torpedo australiano: “Solíamos tener un test de entrenamiento para el equipo en Australia de 12 de pasadas de 50 metros (una pileta), 6 de 100 metros, 3 de 200 metros. El fue el único lo que hizo perfectamente en su primer intento”. Esas rutinas suelen ser muy exigentes en cuanto a los tiempos y a los intervalos cortos entre una y otra serie. “Todo el resto necesitó muchos intentos. Entonces, el talento es cuán rápido acelerás el proceso de aprendizaje. Los talentosos aprenden más rápido que otros. Nadie más pudo hacerlo otra vez en el primer intento”, destaca Sweetenham, el coach que también quiere dejar su marca en esta parte del mundo.
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