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Delfina Pignatiello, los miedos que sintió y el rol de su familia para sacarla de la oscuridad: “Llegar de Tokio y que la gente te diga fracasada de mierda...”
La exnadadora olímpica, de apenas 22 años, habla de lo que sintió con las agresiones de la gente cuando volvió de Tokio y de su nueva vida lejos del deporte
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Cuando el 3 de junio pasado Delfina Pignatiello comunicó por las redes sociales su adiós de la natación a los 22 años fue un impacto para el deporte argentino. A pesar de que su producción en los Juegos Olímpicos de Tokio no resultó destacada, y que en los meses posteriores se la vio más involucrada en posteos de índole social que en una piscina entrenándose, lo cual podía constituir una señal de su futura decisión, sin dudas que sorprendió. Se trataba, nada menos, que de una de las deportistas con mayor futuro, de nivel internacional, y que ya había dado muestras de su categoría en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018 y en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Con varios podios, con medallas doradas y un ángel muy particular. Era, claramente, una de las deportistas de mayor proyección del deporte de nuestro país.
La pandemia frenó ese impulso avasallante de Pignatiello, que mostraba en sus posteos las condiciones precarias de entrenamiento en las que se preparaba para Tokio 2020, mientras en el resto del mundo ya se competía. Era un handicap muy grande el que otorgaba (estuvo 11 semanas sin entrar en la piscina), a la vez que en la Argentina se seguía discutiendo ideológicamente cuál era la vacuna que convenía aplicar en medio de la propagación del coronavirus. Mentalmente, Pignatiello sufrió toda esa etapa de incertidumbre y de parate. Como tantos deportistas, en medio de un contexto de gravedad superior.
Su despedida en Instagram
Mucho habló Pignatiello en ese momento de todo lo que le produjo la “energía negativa” que iba recogiendo sobre su profesión en la interacción con la gente precisamente a través de las redes, algo en lo que Pignatiello siempre invirtió mucho de su tiempo. Se refirió a los “odiadores”, básicamente. Se sintió afectada mentalmente por esa cadena de agresividad que encierran las distintas plataformas donde personas desconocidas pueden acceder a personajes famosos del mundo del deporte, del espectáculo o de cualquier otra área.
En los últimos tiempos, Pignatiello, que siempre tuvo contactos reducidos con los medios de prensa, se volcó a viajar por el país o por el exterior con familiares y/o amistades, disfrutando también de su nueva pasión: la fotografía.
Este jueves por la noche, Delfina participará de una emisión especial del programa “Contar la Vida”, que conduce el escritor Eduardo Sacheri, y que inicia su tercera temporada, por el canal DeporTV. Habló de sus miedos, de los momentos oscuros, y también distendida cuando se refirió a si efectivamente le gustaba la natación o no.
“Fui creando cosas en mi personalidad, miedos. A que la gente que se rodeaba conmigo o esté por interés. Son mambos que tenía y que tengo en mi cabeza, que están ahí y que quizás no hubiesen estado si yo no hubiera estado tan expuesta. Como que situaciones que me atravesaron en mi formación. Vi todo muy oscuro. Y en esa oscuridad me pasó como de ir perdiendo mi esencia, de estar viviendo para los demás. Y cuando llegué al punto ese que quiere decir estoy allá abajo en un pozo, me sentí muy sola, en soledad, y aparecieron las personas que estuvieron siempre: mi familia. Me agarraron y me llevaron a Bariloche, literalmente. Y tuve una conexión con la naturaleza y con una parte de mi país con la que yo tenía mi duda. Me preguntaba ¿qué onda mi país? Fue ver todo desde otro lado, agarrar a Argentina y decirle, ‘dale abrazame por favor’”.
Los Juegos de Tokio fueron una bisagra en su carrera, lo que Sacheri definió como una “proyección de expectatva”. ¿Cómo sintió Delfina todo lo que le pasó? “Tuve un proceso olímpico de 5 años increíble, muy fuerte. Arranqué a los 16 años. No es que pensaba en los Juegos en ese tiempo. Preguntaba ‘¿qué me toca ahora?’ Un Panamericano, me decían. Bueno, allá vamos. Así, un Panamericano, un Nacional, la clasificación olímpica, y así terminé yendo a los Juegos Olímpicos. Pero había más expectativas de afuera de lo que podía llegar a lograr que propias mías”, afirma la nadadora. Que a la vez cuenta todo lo que recibió tras la experiencia en Tokio 2020...
“En los Juegos, que está bien, todo el mundo te dice ‘quedate con los comentarios buenos, no mires a la gente que te critica, que no sabe nada’ Bueno, sí, pero estás representando a tu país, que tanto amas… A mí lo que siempre me motivó mucho para competir era llevar la bandera, y los colores de Argentina era lo que realmente más me motivaba. Y llegar de los Juegos y recibir mensajes de gente, de tu propio país, de tu propio deportes diciéndome ‘sos una fracasada de mierda’ porque me había ido no tan bien como yo lo esperaba. Recibir eso de los argentinos me rompió todas las convicciones que yo podía llegar a tener de mi país. Y ahí fue como que empezó todo un proceso de entender una bocha de cosas, de que si lo bardeaban a Messi…”, sostuvo Pignatiello.
Hoy Delfina escribe todos los días, baja las experiencias que va sintiendo. “Arranqué en forma de diario y a partir de fin de año pasado, lo tomé como un hábito de todos los días tomarme un tiempo para escribir. Es la mejor manera de bajar y decir ‘estoy viviendo este momento, me está pasando esto’ Si no, corren los días y corre la vida. Al principio era ‘hoy hice esto, esto y esto...”. Al día siguiente, un poco más profundo. Y a veces me sale algo poético. Hay días que investigo cosas y las anoto porque me interesan. Y días en los que pongo ‘hoy no tengo ganas de escribir’. Pero genero el hábito. Todos los días escribo, practico la palabra, encontrando mi forma de escribir las cosas. Estoy leyendo mucho también, y me ayuda y me gusta”.
Finalmente, Pignatiello habló de su gusto por la natación. “¿Si me gusta nadar o no? Esa pregunta me la hizo hasta mi psicólogo. ¿Qué engloba nadar en mi vida? ¿Qué es nadar? Quizás ahora estoy comprendiendo el nadar, el tirarte al agua, encontrarte. En el verano fui al Sur con amigos y amigas y me pasó de sentir la necesidad de estar en el agua. Llegaba a cualquier lado, dejaba mis cosas tiradas, mientras los demás armaban las carpas, yo me escapaba si es que en el lugar había agua. Era lo primero que hacía: ir al agua, tocar el agua. Si podía nadar, nadaba. Me tiré en el lago Nahuel Huapi un rato largo sin traje de neoprene. ¡Mirá las cosas que hacía con tal de no armar la carpa! Lo necesitaba”.
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