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Delfina Pignatiello, la chica a la que ni el Olimpia de Oro le evita despertarse a las 5
Delfina Pignatiello, bicampeona mundial juvenil, asombra por su logros, su aplicación en el entrenamiento y su madurez a los 17 años
Desde Pilar, Delfina volvió a la casa de Martínez a las 1.30. A las 5, como cada día, sonó el despertador, ella desayunó y a las 6 se metió a la pileta del club para ensayar hasta las 8. Delfina es Pignatiello, una chica de 17 años que la noche anterior, lejos de haberse divertido en un boliche, había recibido el Olimpia de Oro, el premio que otorgan los periodistas al mejor deportista argentino del año.
Muchos se sorprendieron de que una adolescente desconocida fuera de su ambiente se llevara la pesada estatuilla dorada entre muchos nombres de peso, como los de Paula Pareto, Facundo Campazzo, Lionel Messi, Agustín Canapino, Adolfo Cambiaso. Su papá, Germán, seguidor de la entrega de los Olimpia desde siempre, no podía casi creerlo. Pero Delfina es buena por lo que ya hizo, con dos coronas mundiales juveniles (800 y 1500 metros), y por lo que proyecta: los especialistas le ven condiciones como para ser finalista olímpica, y ella se entrena como si ya lo fuera.
Se perdió la gala y la entrega de diplomas de su egreso del secundario porque estaba en Australia. Se perdió, antes, algo más que eso: el propio viaje de egresados, a Bariloche. De hecho, su colegio le regaló una pulsera como reconocimiento a haber completado el secundario en tiempo y forma pese a los múltiples viajes y a la sacralidad de los entrenamientos.
Ayer, por caso, además de meterse al agua en el club, más tarde hizo preparación física. Para recibir a LA NACION hubo un horario más o menos acotado, porque aunque el colegio ya se terminó, estaban la obligación deportiva y una familiar: a la noche iban a festejar el cumpleaños de Paula, la mamá, una de las escasas excepciones que pueden desacomodar su agenda. La rutina intacta volverá hoy, con dos turnos; mañana habrá otros dos, y el sábado, otro. El 6 de enero competirá en el Nacional, y del 23 al 30 tendrá su única semana de vacaciones.
Se excusó de entrar a la piscina hogareña para la foto porque la baja temperatura del agua podía afectarla. ¿Quiquillosidad? Qué va: superprofesionalismo. A los 17. Pero Delfina nunca hablará de objetivos. No se propone, o al menos no lo explicita, “llegar a” o “ser la”. El entorno la cuida de las presiones. Hace todo lo que hace, y deja de hacer lo que podría hacer una chica de su edad, para ser la mejor nadadora que puede ser.
Así dicho, Pignatiello parece una máquina. No lo es. Una máquina no ama a sus papás, no tiene amigos que sean su “cable a tierra”, no está encariñada con una mascota. Fox, su conejo, ayer le dio un disgusto: por morder un cable de la heladera –anda suelto por la casa– recibió una patada eléctrica y andaba decaído, quieto. “Mi papá me lleva a todos lados y mi mamá me prepara el desayuno todos los días a las 5. Ayuda mucho que adopten su rol de padres y no se metan al entrenamiento... Es súper importante porque no siento ninguna presión de su parte, me vaya bien o mal”, valoró la bicampeona y subcampeona (400 metros) mundial juvenil.
Tuvo chances de irse al exterior para seguir su carrera. Varias universidades de Estados Unidos, el país líder en la natación, le ofrecieron becas para estudiar y entrenarse cuando Pignatiello concluyó el secundario. Delfina pidió consejo extranjero y sigue en la Argentina. “Necesito estar cerca de mis papás y de mi entrenador”, justificó. Su preparador es Juan Carlos “Gallego” Martín, el que le marca las pautas para que sea quien ella quiere ser. “En el colegio me ofrecieron terminar a distancia y dije que no porque quería cursar con mis amigos y amigas. Es im-portante la vida social para un deportista que se entrena tanto... Si hago la cuenta, veré que paso más tiempo con mi entrenador que con mi familia”, contó.
En la recepción del Olimpia fue sucinta. “Había un montón de deportistas que merecían ese premio tanto como yo”, opinó. Suele tomarse un par de segundos antes de responder. Piensa, hilvana ideas. Conversa animada, sin hablar de más. Tampoco de menos. No parece adolescente. Incluso por lo claro que tiene lo que quiere: “Cuando gano siento la necesidad de buscar nuevos objetivos. Está en mi naturaleza”.
Por eso lo que conmueve a todo deportista argentino, a ella la complació... un rato. “No voy a decir que ya me olvidé de lo que gané, pero hay que dar vuelta la hoja y dejar en el pasado este Olimpia para buscar nuevos desafíos. Va a ser muy difícil igualar este logro, pero como deportista de elite siempre tengo que fijarme nuevas metas”, advirtió. No las dirá. Pero está claro que si no las alcanza, no sucederá por falta de sacrificio ni de madurez
Se llevó solamente... educación física
Suena a “en casa de herrero, cuchillos de palo”, pero no. “Terminé sin llevarme ninguna materia, salvo educación física, que en los dos últimos años tuve que rendir libre por las faltas...”, narró Delfina Pignatiello, una buena alumna de un colegio, el Cardenal Spínola, de San Isidro, que comprendió su situación, la ayudó con las oportunidades y hasta la reconoció con un premio.
Ahora, comunicación en la facultad
“Por suerte antes del viaje a Australia se acercó la Universidad de San Andrés y me ofreció un programa para deportistas de elite, que inaugurará conmigo, con mucha flexibilidad para que pueda estudiar ciencias de la comunicación”, apuntó la nadadora, que planea además cursar coaching y, quizás algún día, periodismo deportivo.
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