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Coronavirus. Le suspendieron la prueba de Ironman: la hizo en su casa, nadando atado a una soga
Santiago Allen se preparó durante casi cuatro meses para disputar en Punta del Este el medio Ironman, un triatlón que combina natación, ciclismo y carrera a pie. En medio del coronavirus, las cuarentenas en diversos países y el raid de suspensiones deportivas, encontró una alternativa doméstica: la terminó corriendo este sábado, un día antes de lo previsto y en el jardín de su casa de Acasusso, en la zona norte del Gran Buenos Aires.
"Faltando dos semanas para la competencia me informaron que la carrera había sido suspendida, por lo que fue un baldazo de agua fría, porque todo el entrenamiento y esfuerzo lo iba a tirar a la basura. Sin embargo, hablando con uno de mis dos entrenadores, me dijo que por lo menos hiciera algo similar al aire libre y esa idea me convenció", repasa Allen, un abogado de 36 años con pasado de medio scrum en el CASI hasta hace poco más de una década. "Lo primero que pensé fue en irme a Nordelta con el auto y correrla allá, pero mientras imaginaba cómo lo haría, decretaron la cuarentena y ahí ya creí que ya no tenía opción", asegura.
Allí surgió el plan C. "Con mi entrenador nos las ingeniamos para hacerla en mi casa. Son 1,9 kilómetro de nado, 90 kilómetros de biccletai y 21 kilómetros corriendo. Tengo una pileta muy chica. Tomamos la medida y eran unas 500 pasadas, por lo que resultaba imposible. Iba a salir mareado. Entonces, decidimos que lo mejor era nadar atado a una soga durante 40 minutos, que es lo que suelo tardar en recorrer esa distancia. Luego, pasar a la bicicleta montada sobre un rodillo y por último, aunque no estaba en tan buenas condiciones, correr en la cinta que utiliza mi mujer, Eliana, que me apoyó en todo momento", repasa.
"En principio, iba a hacerlo el domingo, pero había pronóstico de lluvia y lo adelanté para el sábado. La pileta estaba sucia, así que tuve que limpiarla para que se pudiera usar y te juro que le puse tanto cloro que si se me salían las antiparras y abría los ojos, la iba a pasar mal", afirma Santiago, que el viernes por la noche se concentró como si estuviera en la costa uruguaya para la prueba. Se preparó las bebidas y la comida para hidratarse, se acostó temprano y Eliana cuidó que Benita, de 2 años, y Francisca, de nueve meses, no atentaran contra el descanso de papá.
Tras el desayuno, llegó la cuenta regresiva. A las 9 era la señal de partida, en la pileta. Pese a los pronósticos, una llovizna lo acompañó unos minutos, mientras braceaba una y otra vez, atado a la larga cuerda. "Debía hacer todo igual. Tenía que descargar el entrenamiento de meses y quería respetar cada paso. En general, las carreras te demandan más un desgaste físico, pero esta vez fue más lo mental. Mientras nadaba estaba pensando en que no se cortara la soga. En la bicicleta y en la cinta, me preguntaba qué estaba haciendo, si igual no me veía nadie", confiesa. "Cada 20 minutos, tomaba o comía líquidos, sales, carbohidratos… Había preparado más agua de lo habitual y además de una banana tenía unos turrones y unas gomitas."
Desde que se lanzó al agua con el traje de neoprene hasta que completó el último centímetro en la cinta pasaron cinco horas y 43 minutos –jura Santiago–. Al salir de la pileta se quitó la ropa parado en el primer escalón de la misma. Se puso una remera negra y un calzado azul para pedalear durante casi 3 horas. Luego, unas zapatillas verdes claras y una vincha blanca para correr, ya bajo techo, por 1h50m. La vista no eran las playas ni las montañas por las que transitó en experiencias anteriores. "Veía una ventana y un árbol. Y a mi mujer atendiendo a mi nena más chica que se había tragado un pedazo de pasto mientras yo estaba en la bicicleta", narra, sonriente, con esos segundos de alarma como anécdota. Las piernas seguían girando, los ojos se enfocaban como un láser en la pequeña. La mente evaluaba si largar todo. La parrilla, al lado, sin rastros de haberse usado últimamente.
Eliana lo grabó en algunos tramos, y lo alentaba. Más tarde, también le recriminó que haya orinado mientras cumplía con la parte ciclística. "No aguanté. Nunca en las carreras tengo ganas, pero esta vez no podía más y no quería cortar. Se ve que era mucho el calor, porque transpiré mucho más de lo normal y tomé un litro y medio de agua más", sostiene.
Inquieto, cuando dejó el rugby y hasta que descubrió el triatlón, Allen tomó clases de boxeo, crossfit y empezó a correr y hacer bicicleta. Es la necesidad de aislarse del trabajo por un rato que siente. "Me comenzó a atrapar. Creo que lo del triatlón nació un día que había dejado el auto en un estacionamiento en el centro de la Capital y me fui desde casa corriendo. Después, otro día fui a arreglar la bicicleta y el que atendía era un contador. Los dos coincidíamos en que salir a correr, nadar o andar en bicicleta nos relajaba. Entonces, martes y jueves empezamos a hacer un circuito juntos y, como él tenía experiencia, me ayudó para las carreras".
Con su familia, en una carrera anterior
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Santiago se animó a una media maratón de 21 km en Palermo, luego a un Triatlón en Escobar y en noviembre pasado, a un medio Ironman en Nordelta. "En esos corrí solo para llegar. Es más, en el primer triatlón, a los 100metros de nadar en aguas abiertas me agarró pánico, quise hacerlo rápido, como si fuera un profesional y me di cuenta que hay que ir de menor a mayor, que no se saca tanta ventaja. Esta vez estaba muy preparado para ir por una buena marca", diferencia Allen, cuyo apellido coincide con una de las celebridades del Ironman, el estadounidense Mark, ganador de nueve medallas –seis de oro– en el campeonato mundial entre 1983 y 1995, además de la dorada en el triatlón de Aviñón, Francia, en 1989.
El Allen nacional parece igual de competitivo, pero por ahora es menos ambicioso. "Ahora me queda descansar un par de semanas, y empezar otra vez de a poco. Tal vez en junio o julio haya alguna carrera en Brasil. Habrá que ver. Esta de Punta del Este se pasó para noviembre. Si no se corren, no volvería a repetir lo que hice esta vez, pero fue una linda experiencia. Tal vez pueda servir para incentivar a la gente a no estancarse pese a la cuarentena. Pero en espacios chicos y sin vistas que te relajen, se hace difícil", analiza. El Ironman en casa tal vez no esté diseñado siquiera a la medida de Robert Downey Jr., el que personifica al superhéroe en las sagas de Marvel.
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