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Nacido el 4 de julio
El activismo inédito de la NBA, que comenzó este martes una nueva temporada, parece ir en línea con los pronósticos que anuncian el triunfo de Barack Obama. LeBron James, el nuevo gran divo del básquetbol de los Estados Unidos, no sólo donó 20.000 dólares. Además, condujo un rally en Ohio que recaudó fondos para la campaña de Obama. Y no tuvo miedo de exclamar: "Todos queremos un cambio". No fue el único. Etan Thomas participó de las convenciones demócratas y salió del vestuario de los Washington Wizards luciendo una remera con el rostro de Obama. Baron Davies, de los Clippers, fue orador en una reunión en Los Angeles de "Mujeres por Obama". Derek Fischer (Los Angeles Lakers) y Chris Duhon (New York Knicks) asistieron a la convención de Denver. Chauncey Billups (Detroit Pistons) introdujo a Obama en un acto en Michigan. Jerryd Bayless y Channing Frye (Portland Trail Blazers) pidieron el voto por Obama ante los universitarios de Portland y Chris Paul (New Orleans Hornets) lo apoyó en su página web.
Otros nombres de peso de la NBA, como Magic Johnson, Phil Jackson, Grant Hill, Stephon Marbury y Alonzo Mourning, aportaron fondos. Podría sonar lógico. La NBA, al fin y al cabo, mantiene una fuerte población afroamericana. Son pocos los que, como Spencer Hawes (Sacramento Kings), llevan en su auto una calcomanía que dice: "Dios bendiga a George W. Bush". De todos modos, los jugadores de la NBA solían ser de un silencio conservador si se les pedía opinión política. No asustaban a sus patrocinadores y cuidaban sus millones del fisco. Michael Jordan pareció dictar la línea cuando en los 90 se negó a apoyar a un candidato negro que competía contra el senador ultraderechista Jesse Helms. El hombre de Nike dio un argumento que simbolizó los nuevos tiempos: "Los republicanos ?dijo Jordan? también compran zapatillas".
"Es como si los atletas se hubieran despertado", dice la ex tenista Martina Navratilova. Y el propio Obama agradeció el apoyo "porque los atletas ?expresó? tienen la habilidad de alcanzar un público no necesariamente asiduo al debate político". El básquetbol es aún hoy el deporte de Obama. Le decían "Barry O?bomber" cuando jugaba en el equipo de la Hawaii Punahou High School, una escuela elitista a la que fue becado y en la que su habilidad para el básquetbol, según contó en un libro autobiográfico, le sirvió de refugio cuando comenzaba a saber "lo que significaba ser un negro en los Estados Unidos".
Obama anunció que, como suele hacerlo, jugará básquetbol el martes próximo, cuando definirá ante el republicano John McCain el nombre del nuevo presidente de los Estados Unidos. Poco antes de que él naciera, en 1961, al golfista Charlie Sifford le ponían excrementos dentro del hoyo, la tenista Althea Gibson sólo encontraba una compañera judía para jugar dobles, el beisbolista Jackie Robinson soportaba silbatinas interminables en todos los estadios y Muhammad Alí, que entonces era Cassius Clay, arrojaba al río la medalla olímpica que acababa de ganar en los Juegos Olímpicos de Roma 1960.
La Corte Suprema había dictado el fin de la segregación racial. Pero el racismo era insoportable. Medio siglo después, Obama, según indican las encuestas, podrá convertirse el martes próximo en el primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos.
McCain no exhibe un gran pasado deportivo (apenas cuenta su afición por el boxeo cuando estaba en la Academia Naval). Pero el deporte sí ocupó buena parte de su actividad como senador. A fines de 1999, tras el escándalo de corrupción por la compra de los votos para sedes dentro del Comité Olímpico Internacional (COI), obligó a su presidente, el todopoderoso español Juan Antonio Samaranch, a declarar ante una comisión del Congreso, en medio de amenazas de que podría ser arrestado por el FBI. Chicago cree que su aspiración de ser sede de los Juegos de 2016 crecerá si gana Obama, vecino de la ciudad, pero teme que el COI se vengue, en cambio, si triunfa McCain. El senador por Arizona atacó también a mafias del boxeo. Y, más reciente aún, fue pieza clave de la investigación del Senado que desnudó el caso Balco, el escándalo de doping más grave en la historia del deporte de los Estados Unidos, que derrumbó a mitos del atletismo, como Marion Jones, quien inclusive terminó en la cárcel. "¿Puede John McCain salvar al deporte?", se preguntaba la prensa en 2004, en plena cruzada moralizadora del senador.
El escándalo Balco también puso bajo las cuerdas a Barry Bonds, mito del béisbol moderno, quien se defendió al denunciar el racismo e invocar su condición de negro. Pero también debió declarar ante una comisión del Congreso otro mito del béisbol como Roger Clemens, un caucasiano de la América rural y simple, que visitó a las tropas en Qatar, Kuwait y Afganistán y llegó a jugar con el uniforme del Ejército de los Estados Unidos. La sesión fue patética. Los demócratas lo atacaron y los republicanos defendieron a su hombre. En una entrevista reciente a ESPN Radio, Obama dijo: "Con las armas nucleares y la crisis financiera el Congreso ya tendrá mucho de qué ocuparse, en lugar de dedicarle tanto tiempo al consumo de esteroides anabólicos". El béisbol, cuyos controles antidoping siempre fueron una risa, es el deporte nacional en los Estados Unidos. "Junto con la religión, impactó en la vida de los Estados Unidos más que cualquier otra institución", describió McCain. Lo hizo en un mensaje conjunto que dio con Obama por la TV, cuando hace unos días comenzó la World Series, la final al mejor de siete juegos de la multimillonaria Liga del béisbol (MLB), en cuyo equipo de Arizona Cindy, la esposa de McCain, tiene acciones.
Así como Obama recoge votos inéditos entre los deportistas, los patrones del deporte, en cambio, están con McCain. Un informe reciente descubrió que ellos aportaron fondos por un valor de 3,2 millones de dólares para la campaña de McCain, contra sólo 615.000 dólares para Obama. Todo un dato si se agrega que, en el global, Obama dobló los fondos de McCain. Los dueños del fútbol americano y del béisbol se volcaron especialmente con McCain. Y los del hockey sobre hielo lo hicieron con su compañera de fórmula, Sarah Palin, quien se declaró una "hockey mom" y buscó así el voto de las "soccer mom", es decir las madres que llevan a sus hijos a jugar fútbol.
El golf casi no apareció en la campaña. Curioso si se advierte que, según un viejo informe de la revista The Washington Golf Monthly , sólo tres presidentes de los Estados Unidos del último siglo no jugaron golf (Herbert Hoover, Harry Truman y Jimmy Carter). Cuentan que todo comenzó con William Taft, sucesor en 1909 de Teddy Roosevelt, que tenía una leyenda en su automóvil que decía: "Mejor me dedico al golf". Ese consejo pareció seguirlo George W. Bush. Como tantas otras cosas, George W. heredó el golf de su padre, que fue presidente de la Asociación de Golf de los Estados Unidos. Michael Moore, delicioso y manipulador, lo muestra en su documental Fahrenheit. Bush, consternado por un atentado en Israel, habla a los periodistas en pleno campo de golf. "Llamo a todas las naciones para que hagan todo lo que puedan para detener a estos terroristas asesinos", expresa Bush. Acto seguido, el presidente de los Estados Unidos gira su cuerpo, toma con firmeza el palo de golf y pide inmediatamente a los periodistas: "Y ahora miren este drive". Y así nos pasamos los últimos ocho años. Mirando el drive de George W. Bush.
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