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Mundial Rusia 2018. El trístemente célebre laboratorio antidoping de Sochi ahora es un gastropub
Por Andrew Keh y Rebecca R. Ruiz
New York Times
SOCHI, Rusia.– El barman del restaurante se pasó elegantemente una botella de licor por detrás de la espalda y extrajo los ingredientes para hacer un cóctel azul oscuro en base a ajenjo, que luego coronó con un aguaymanto.
Hasta hace poco, en el mismo edificio y a pocos pasos de allí, se preparaban brebajes muy diferentes, mucho menos sabrosos, cuyos selectos ingredientes incluían, entre otros, orina, café molido y sal de mesa.
El restaurante, "La Punto", es un gastropub recomendado para los hinchas en el sitio web del Mundial Rusia 2018 y, casualmente, se encuentra en el mismo edificio que albergó al tristemente célebre laboratorio antidoping que fue protagonista de una de las tramoyas más complejas de las que el deporte tenga memoria.
Aquí, el Dr. Grigory Rodchenkov –el químico que durante una década estuvo a cargo del testeo de drogas en Rusia, incluidos los Juegos Olímpicos de Invierno Sochi 2014 – pasó noches enteras durante esos Juegos falsificando más de cien muestras de orina para ocultar el uso generalizado de drogas prohibidas que mejoraban el rendimiento de algunos de los principales atletas de Rusia.
Este mes que la ciudad es sede de otro gran evento deportivo de escala internacional, el edificio puede verse como un símbolo inmutable de la sombra de la que todavía intenta salir el deporte ruso, un molesto monumento al oscuro arte del dopaje.
Las noches de partidos del Mundial Rusia 2018 , mientras los hinchas se apretujaban en el restaurante para ver a sus equipos favoritos, el edificio, que dejó una cicatriz para los deportes rusos, de repente se vuelve un lugar de festejo o de lamentos, dependiendo del resultado.
"Es algo extremadamente positivo", dijo sobre la transformación del edificio Artyom Zhuk, un marinero de Novorossiysk, de 35 años. "Queremos que las personas vengan aquí, que se diviertan, y que vean que los rusos somos amables."
Unos minutos más tarde, como si estuviese preparado, una mesa cercana con una docena de panameños comenzó a cantar "¡Rusia! ¡Rusia!" para festejar la sorpresiva ventaja que había sacado el equipo local en uno de sus partidos.
Los niños corrían por el comedor y solo paraban para que un miembro del personal del restaurante les pintara la cara de blanco, azul y rojo. Una media docena de taxistas de la parada de taxis de la calle estiraban el cuello por la ventana para ver las pantallas, mientras
adentro del restaurante el volumen se hacía cada vez más fuerte.
Las únicas alusiones al pasado oscuro del edificio se encuentran en la extensa carta de cócteles del restaurante, donde los entendidos quizá adviertan el "Muestra B" –tequila, sambuca y salsa Tabasco–, el nombre de la muestra de orina suplementaria requerida en el análisis antidopaje en los Juegos Olímpicos.
"¿Es amarilla la Muestra B?", preguntó Richard McLaren , quien pasó gran parte de 2016 investigando lo sucedido en el laboratorio de Sochi. Lo es.
"Efectivamente, con esto se reconocen algunas de las cosas que sucedieron, pero al mismo tiempo también se las trivializa", agrega. "Rescato el humor que encierra."
"La Punto" tiene dos pretenciosos comedores conectados por fríos y húmedos pasillos con luz tenue, exactamente los mismos que Rodchenkov solía recorrer de noche mientras llevaba a cabo la compleja argucia de cambiar las muestras sucias por otras limpias. Las noches de competencia mundialista, esos pasillos vibraban con el ritmo de la música dance.
La mayoría de los comensales, incluidos aquellos que conocían bien los pormenores del escándalo melodramático, parecen desconocer el sospechoso pasado del edificio. "¡No sabía que era aquí!", dice Karla Espinosa, una fanática del fútbol de la Ciudad de Panamá. "Voy a sacar una foto para mostrarles el lugar a mis amigos."
Este mes, los hinchas que participan del Mundial Rusia 2018 bajaron de a multitudes hasta el restaurante, atraídos por sus enormes televisores, su menú ecléctico y sus amables camareros, que el martes cruzaban volando por el comedor vestidos con uniformes completos de fútbol, con medias altas y todo.
Llevaban platos diversos por toda la sala: montoncitos de carne asada; solyanka, la espesa sopa rusa servida al "estilo olímpico"; almejas de Sakhalin, una isla rusa cerca de Japón, y ostras de Crimea. También estaban los clásicos de los pubs, como hamburguesas con queso servidas con un par de guantes de látex negros (una reciente tendencia en la mesa rusa) para que los comensales no se ensucien los dedos con el jugo de la carne.
El cóctel a base de ajenjo se llama Meldonium, que es el nombre de la sustancia prohibida que llevó a la suspensión de la tenista Maria Sharapova.
Hace cuatro años, Rodchenkov formuló un cóctel conocido como la Duquesa, una combinación de tres esteroides anabólicos mezclados con whisky Chivas Regal para los hombres y Martini para las mujeres.
"Ironía pura", dice Richard Pound , el presidente fundador de la Agencia Mundial Antidoping , que realizó una de las primeras investigaciones sobre el dopaje ruso. Pound dijo que pensaba que el escándalo por el dopaje había puesto un manto de sombra sobre la Copa Mundial, aunque "probablemente no tan grande ni tan oscuro como debería haber sido".
El restaurante puede bromear con la historia del edificio, pero los funcionarios de deportes de Rusia no se tomaron con tanta gracia el escándalo, por el cual la nación tuvo que pagar una multa de 15 millones de dólares a comienzos de este año. El equipo de atletismo de Rusia sigue excluido de la competencia global, y las operaciones antidoping del país perdieron la certificación de los reguladores internacionales.
En un momento en que Rusia intenta volver a integrar la comunidad deportiva internacional, aún quedan restos de oscuridad. "Pienso que todavía queda una sombra", dice Fernando Camacho, de 24 años, un hincha de México que visita Sochi desde Chester, Nueva Jersey. Para Camacho, recordar el escándalo en curso hace "bajar a la realidad" todo el fervor de las fiestas. Sin embargo, las noches de partidos, sobre todo las que marcaron victorias de los rusos, los tragos en el restaurante, el aliento alocado y las celebraciones que se desataron con el pitazo final parecieron demostrar lo contrario.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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