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Intriga y muerte en la Alemania nazi: el piloto inglés de Fórmula 1 que soñó con asesinar a Hitler
Lewis Hamilton no es el primer piloto inglés de la escuadra Mercedes; esa condición fue propiedad de Richard Seaman, ochenta años atrás. El Mundial de Fórmula 1 no existía entonces, pero el Campeonato Europeo era el escenario en el que se batían las mejores máquinas de carreras del planeta. A diferencia de Hamilton, Seaman no ganó títulos, sino apenas una carrera importante, el GP de Alemania de 1938, hace ocho décadas y en condiciones muy particulares. Su contrato lo aprobó nada menos que Adolfo Hitler. Y, aún así, seis meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, Seaman pensó en asesinarlo.
Los tiempos han cambiado notablemente. La escuadra Mercedes que domina la Fórmula 1 actual tiene su base en Inglaterra, algo impensado en aquella época. Para ganar el título 2017, Mercedes necesitó un presupuesto superior a los 400 millones de dólares, de los cuales la compañía solo deembolsó 60 millones: el resto lo aportaron los sponsors y clientes. En los años ’30, las carreras de Grand Prix se volvieron una herramienta de propaganda de la dictadura nazi: el subsidio del Partido a las casas automotrices que participaban en esas competencias –Mercedes y Auto Union- alcanzaban solo al 10 por ciento del presupuesto necesario para ganar con esas máquinas plateadas que en ocasiones llevaban pintada la cruz esvástica.
"Los Nazis vieron rápidamente los beneficios propagandísticos de las victorias en el automovilismo internacional", escribió el prolífico novelista e historiador inglés Len Deighton en 1993. "Los autos alemanes –Mecedes Benz y Auto Union- eran producto de diseños altamente especializados con ingeniería que estaba años por delante de sus rivales. Sus pilotos –no todos alemanes- y mecánicos fueron altamente entrenados y dedicados. La organización de los equipos fue manejada con una resolución profesional muy distinta a la de cualquier otro país europeo. Puede afirmarse que los alemanes crearon el equipo de carreras tal como lo conocemos actualmente. En cada aspecto, esos triunfales equipos alemanes de los ’30 proveyeron una rápida imagen de la maquinaria de guerra que vendría a continuación".
Los únicos rivales de Alemania en el terreno de la competición eran Italia y Francia. Inglaterra no producía coches de carrera. El automovilismo en las Islas era, básicamente, un pasatiempo para gente adinerada.
Richard John Beattie Seaman llenaba ese casillero. Hijo único de una pareja de millonarios, dejó sorpresivamente sus estudios en Cambridge para dedicarse a correr automóviles. Estuvo a punto de ser desheredado por su padre si no abandonaba tan peregrina idea: pero Mister Beattie-Seaman murió de un síncope unos días antes de cumplir su ominosa sentencia. Para no perder a su hijo, su madre Lilian firmó cheque tras cheque con los que el joven compraba sus autos de carrera, incluido el Delage 1925 que costó 3.000 libras esterlinas de entonces (unos 250 mil dólares en la actualidad). Con ese auto descolló en 1936 -en lo que hoy sería la Fórmula 2- y eso generó una oferta muy tentadora.
A su mansión de 3 Ennismore Gardens, Kensington, llegó un telegrama firmado por Alfred Neubauer, el histriónico director deportivo del equipo Mercedes, invitándolo a unos ensayos. Lilian intentó esconder el telegrama, para que su hijo no lo viera: no quería que corriera para los alemanes. No tuvo éxito.
Después de esas pruebas en Nurburgring y en Monza, a Seaman le fue ofrecido un contrato provisional: el definitivo estaba sujeto a la aprobación de Hitler. La autorización llegó en febrero de 1937. El historiador del automovilismo Doug Nye señala que el dictador aceptó la contratación "para subrayar sus buenas intenciones hacia Inglaterra y para mostrar las virtudes del Reich al público británico".
No hubo nunca sospechas de simpatías izquierdistas sobre Seaman, miembro del exclusivo Carlton Club –una especie de sede espiritual del Partido Conservador– y difícilmente haya sido contactado en el Trinity College por los reclutadores soviéticos que tanto éxito tuvieron con Kim Philby y el Círculo de los Cinco. Pero tampoco mostró adhesión al ideario nazi y, al serle ofrecido el contrato de la Mercedes hizo consultas a alto nivel político. ¿Debía aceptar la oferta? Desde el punto de vista deportivo, estaba seguro de la respuesta: Inglaterra no poseía coches de esa jerarquía. Desde Whitehall le guiñaron el ojo. Así se convirtió en el primer piloto inglés de Mercedes
No era necesario profesar simpatías nazis para correr en los equipos germanos. Rudi Caracciola, el mejor piloto alemán de todos los tiempos –hasta la aparición de Michael Schumacher- se había marchado a vivir a Suiza en 1937, lo que no era del agrado del Partido Nacional-Socialista (NSDAP); Manfred Von Brauchitsch –cuyo tío era mariscal de la Wehrmacht, muy cercano a Hitler- fue un bon vivant que tras la caída del régimen acabó como héroe de la Alemania socialista. Los dos tenían conexiones aristocráticas; en cambio, Hermann Lang, que había pasado de ser mecánico a convertirse, para 1939, en el piloto más eximio del mundo, firmó su ficha de afiliación al NSDAP en mayo de 1937. Lang fue arrestado en julio de 1945 por la policía militar estadounidense y liberado recién en mayo del año siguiente. "Solo soy un piloto de carreras y nunca me involucré en actividades políticas", declaró a las autoridades. En 1951, en la reaparición del equipo Mercedes después de la guerra, vino a correr a la Costanera Norte.
Recién llegado, era el piloto menos remunerado de la escuadra: 12.000 Reichsmarks, unas mil libras esterlinas de entonces, unos 75 mil a valores actuales, por toda la temporada. Caracciola, campeón europeo en 1934 y 1935, era el mejor pago, con un salario de 150 mil Reichsmarks, casi unos 10 millones de dólares de hoy, la quinta parte de lo que actualmente gana Hamilton.
Como no se podía sacar ese dinero de Alemania, Seaman eligió vivir allí: se mudó a un chalet en Ambach, a orillas del lago Starnberg, cerca de Munich. Allí, en junio de 1938, conoció a Erica, una joven de 18 años, hija del titular de la Bayerische Motoren Werke (BMW). En setiembre del ’38 se comprometieron; más tarde se casarían contra la oposición de Lilian. Madre e hijo dejaron entonces de hablarse.
UN DESGANADO SALUDO NAZI
Con el contrato firmado, pasar de un coche de 170 HP, como el Delage, a uno de 450 HP, como era el Mercedes W125, representó un problema de adaptación para Seaman, que sufrió varios accidentes conduciendo una potencia desconocida. Aún así, obtuvo un segundo puesto, dos cuartos, dos quintos y un séptimo. El reglamento de Grand Prix para 1938, que reducía la cilindrada máxima de los automóviles de 6 a 3 litros, sin duda lo favoreció, al punto de permitirle obtener, con el nuevo W154, su máxima conquista, el 24 de julio, en el GP de Alemania, ante cerca de 400 mil personas
Aquellas carreras se largaban ¡con un cañonazo! Un oficial nazi, el Obergruppenfuhrer Erwin Krauss intentó influir en la carrera cuando, tras el despiste de un Auto Union tras patinar en aceite, irrumpió en el box de Mercedes ordenando a Neubauer que detuviera a todos sus coches ¡para chequear cual era el que perdía lubricante! El director se resistió y acusó a Kraus de querer favorecer a la Auto Union…lo que era real.
Neubauer era el que decidía, no Kraus. En la primera parada prevista, Von Brautchitsch se quejó de que Seaman corría demasiado cerca suyo; el mandamás ordenó al inglés que se mantuviera detrás. En la segunda detención, el coche del alemán se prendió fuego cuando los mecánicos derramaron combustible en el reabastecimiento. Seaman no abandonó más la punta. Con las llamas aplacadas, Von Brautchitsch retornó a la pista, pero el volante de su W154 había sido mal ajustado. Salió ileso del despiste y regresó a los boxes con el volante en la mano… Krauss entonces acusó a Neubauer de mandar al piloto a la carrera en un coche inseguro.
Los organizadores hicieron subir a Von Brautchitsch al podio, junto a Seaman, a quien se ve en algunas fotografías haciendo muy desganadamente el saludo nazi. El sintético informe que Hitler recibió de su delegado personal en las carreras, el Korpsführer Adolf Hühnlein, sobre el resultado de la prueba, es una joyita que perdura. "Mi Führer: es mi deber reportar que el 11º Grand Prix de Alemania terminó con una decisiva victoria alemana. Tomando pronto la vanguardia y mostrando gran coraje y destreza, Manfred Von Brautschitch fue despojado de una justa victoria cuando su auto se prendió fuego durante una parada. En consecuencia, el ganador y depositario de su trofeo, mi Führer, fue Richard Seaman, de Mercedes. ¡Sieg heil!". Eso sucedió el 24 de julio. De los 14 periódicos que entonces se publicaban en Londres, uno solo, el Daily Mail, dio la noticia de la victoria.
¿UN MILLÓN DE LIBRAS POR ASESINAR A HITLER?
La temporada de 1938 acabaría para Seaman con ese triunfo, un segundo puesto bajo la lluvia en el GP de Suiza (acaso su mejor carrera en el equipo) y una convicción: la guerra era inevitable. Cuando en setiembre de ese año estalló la crisis de los Sudetes, el equipo Mercedes estaba en Inglaterra para el GP de Donington Park. La orden llegó desde Berlín: tenían que salir de allí como pudieran; si no lo lograban, debían destruir los coches de carrera, para que aquella tecnología tan avanzada no cayera en manos enemigas.
Pero Neville Chamberlain regresó a Londres desde Munich, el 30 de setiembre de 1938, agitando en la mano un pedazo de papel firmado por Hitler y clamando "Aquí lo tengo, es paz para el mundo"; el GP se disputó en octubre y Seaman llegó tercero. Se preguntaba si, en vista de la enrarecida situación política, debía continuar manejando para un equipo alemán. Sus amigos le aconsejaban continuar hasta dónde fuera humana y éticamente aceptable.
El Berlin Motor Show, transformado en una muestra del poderío nazi, en el que era costumbre que los equipos le mostraran a Hitler sus nuevos productos para la temporada, se celebraba en febrero de cada año. El salón se organizaba en Kaiserdamm, cercano al Estado Olímpico y al AVUS, la pista de carreras berlinesa; los autos eran conducidos por los pilotos hacia allí a través de avenidas como la Unter den Linden.
Seaman había asistido a la cita por primera vez en 1937 y, un año más tarde, la describió con asombro en una carta, cuando afirmó que Hitler era "un orador electrizante". Pero para 1939 ya estaba harto de la maquinaria propagandística nazi y era evidente que la guerra estallaría tarde o temprano, pensó en tomar partido de un modo muy peculiar, como lo reveló en los ’80 su mujer Erica.
"La noche anterior, Dick estaba diciendo: ‘Mirame dónde estoy, ¡tengo que darle la mano a Hitler! Lo que yo tendría que hacer es llamar ahora al Foreign Office (la cancillería británica) y decirles ‘si yo lo mato, ¿me aseguran un millón de libras para mi viuda?’ Conociéndolo, me preocupé; me puse contenta cuando el día [de la presentación] terminó". (La revelación aparece en el libro "Racing the Silver Arrows", de Chris Nixon, publicado en 1985; en la entrevista, la señora Seaman parecía convencida que su marido bien podía concretar la amenaza; un millón de libras en 1939 equivaldrían en la actualidad a más de 62 millones de la misma moneda).
De los ingleses que menos afecto le tenían a Hitler, Seaman era probablemente el más cercano. Sir Oswald Mosley y Diana Mitford –los padres de Max Mosley, que fue socio del ex zar de la Fórmula 1 Bernie Ecclestone y presidente de la Federación Internacional del Automóvil entre 1991 y 2009– eran adeptos al dictador y amigos de su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels.
Pero Seaman no llegó a proponer de manera formal un acción en contra de Hitler tal, ni tuvo muchas más oportunidades de hacerlo. El 26 de junio de 1939, mientras lideraba el GP de Bélgica en Spa, su W154 se despistó bajo la lluvia y golpeó contra un árbol. En el impacto, Seaman se quebró el brazo derecho y quedó inconsciente. Parecía un accidente más, pero el tanque de combustible se rompió y, sin conocimiento, el piloto no pudo escapar de las llamas. Lo rescató un teniente primero del ejército belga: tenía el 60 por ciento del cuerpo con quemaduras. Cuando recuperó la conciencia, en un hospital de la Cruz Roja, admitió que el despiste había sido su falta. Murió en la madrugada del lunes. Solo tenía 26 años.
Fue enterrado el 30 de junio de 1939, en Putney Vale, el mismo cementerio en el que, en 1993, cremarían los restos de otro ilustre del automovilismo inglés, James Hunt. Su madre Lilian y su mujer Erica se ignoraron durante toda la ceremonia. La primera falleció en 1948, tras la guerra. Erica volvió a casarse en dos oportunidades y murió en 1990.
Hitler mandó una corona a Londres, pero nunca fue vista en el funeral, al que sí acudió todo el equipo Mercedes y, también, el embajador alemán en Londres; según el periodista estadounidense Robert Daley, aquel "fue el último gesto amistoso entre los dos países antes del estallido de la guerra". Cinco semanas después, el 3 de setiembre, Inglaterra le declaraba la guerra al Tercer Reich.Ese mismo día se disputó el GP de Belgrado, con apenas cinco autos. Con su Auto-Union, Tazio Nuvolari venció a Lang y a Von Brautchitsch. Fue el último Gran Premio en largos años...
La tumba de Seaman permaneció descuidada durante mucho tiempo pero, desde hace algunos años, un misterioso benefactor paga una suma anual para mantenerla en buen estado. ¿El último gesto de una organización perfecta para su piloto caído?
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