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México 86. Las manías de Bilardo: por qué en el Mundial sólo dormía de 14 a 16 y la cábala de las hamburguesas
El Doctor habla de costumbres que el equipo repitió a lo largo de toda la Copa; aquí algunos de esos rituales que había que respetar
El hombre que nunca duerme
Carlos Bilardo reconoce que prácticamente no dormía durante el Mundial ‘86. En la concetración argentina, dice que sólo lo hacía de 14 a 16. "No dormí nunca en México durante dos meses. Me acostaba por la tarde, de 14 a 16. Le decía a Pacha (por Pachamé, su ayudante) que me despertara en dos horas. No quería tomar pastillas para dormir porque me dejaban groggy. De noche leía. Cualquier boludez. Los diarios. Era difícil dormir, uno venía carburando, carburando, carburando. Mi cuarto era el más chico, dos metros por tres. Con un bañito. Entraba una cama y un perchero. El elástico de la cama estaba vencido así que tiré el colchón al piso. Dejé la cama contra la pared", explica el Doctor, quien actualmente también tiene problemas para conciliar el sueño: "Yo no duermo nunca, sólo tres, cuatro, cinco, seis horas por día, pero no de corrido. Me levanto, tomo café, sigo durmiendo".
La cábala de los hamburguesas
Dos días antes del debut en el Mundial ante Corea del Sur, algunos jugadores de la selección se fueron a pasear a Sanborns, un centro comercial cercano a la concentración en Ciudad de México. Como les dio hambre, se sentaron y pidieron hambruguesas y gaseosas. Fue entonces cuando los vio el doctor Madero. "Son unos irresponsables. Se esfuerzan por jugar el Mundial y terminan comiendo hamburguesas en un shopping", les dijo. Bilardo entra en escena y le pide a Madero que no se preocupe, que él se encarga. Entonces, el DT se sienta con sus jugadores y se pide una hamburguesa para él. Como la presentación fue con un triunfo ante los asiáticos, el ritual se repitió durante toda la Copa del Mundo previo a los partidos. "En el Sanborns, teníamos que invitar a sentarse a nuestra mesa a tres mujeres que pasaran juntas. Poco antes del final del torneo llegaron nuestras esposas y Bilardo se enloqueció. Les decía que se fueran, que él les daba plata para que se compraran cosas, pero que no se sentaran", contó José Luis Brown en el libro "Argentina-Inglaterra, el partido" de Andrés Burgo.
Rituales son rituales
Aquel plantel campeón en México tenía una serie de rituales o costumbres, no las llamaban cábalas, que se cumplían a rajatabla antes de los partidos. El día anterior a los encuentros de la Copa del Mundo, a las 17, ni un minuto más ni uno menos, Bilardo llamaba a su mujer. El Doctor contó en una de las columnas que escribía para LA NACION que una vez la comunicación se entrecortaba. Entonces, volvió a discar. "No sea cosa que la pelota pegue en el palo y se vaya afuera", explicaba en el texto. El día del partido Carlos Tapia se afeitaba aunque no lo necesitara, el propio Bilardo iba temprano a la habitación de Brown para pedirle el dentífrico por más que tuviera en su pieza. Pachamé, ayudante de Bilardo, era el último en subirse al micro y el profe Echeverría preguntaba si estaban todos.
En el vestuario, Maradona dibujaba una figura en el suelo con su camiseta, su short, sus medias y sus botines, nadie podía pasar por encima. El Negro Enrique pedía que le alcanzaran las ojotas, aunque las tuviera muy cerca. Cuando estaban por salir a la cancha, debía sonar un teléfono público que estaba dentro del vestuario y tenía que atenderlo Brown. Nadie contestaba del otro lado y el defensor siempre disparaba el mismo insulto. Sonó en el primer partido de casualidad y contestó Brown. Después, el llamado lo hacía alguien de la AFA, los jugadores nunca supieron quién se encargaba. Cuando los 16 futbolistas estaban formados para salir a la cancha, Olarticoechea volvía al vestuario para ir al baño aunque no tuviera ganas. Rumbo a la cancha, Maradona encabezaba la fila y el último era Burruchaga , con Bilardo detrás. El Doctor cumplía con su mini ritual: una palmada a Burru, salir a la cancha, hablar diez segundos con los mismos dos fotógrafos de El Gráfico y luego correr al banco de suplentes para sentarse primero que todos en uno de los extremos. Entonces, era el momento de que comenzara a rodar la pelota.
Música cronometrada
La concentración de América donde se alojaba la selección estaba muy cerca del Azteca. Era un trayecto en micro de menos de 10 minutos. Sin embargo, había costumbres que no podían dejar de realizarse. Antes de salir, los jugadores no estaban tranquilos hasta que no vieran el helicóptero de la seguridad. Tobías y Jesús eran los motociclistas que escoltaban el micro. Antes de la final ante Alemania, había otros 20 motociclistas para la seguridad, pero los jugadores no estuvieron tranquilos hasta que les aseguraron que Jesús y Tobías serían quienes fueran justo delante del micro. La música no era un tema menor. Había un casete con tres canciones que debía terminarse en el momento que el colectivo llegara al estadio. Cuando veían que el chofer iba muy rápido, le pedían que disminuyera la velocidad para que la música coincidiera con el arribo. Eran tres temas: Eclipse total de corazón de Bonnie Tyler, Gigante, chiquito de Sergio Denis y el Ojo de Tigre de Rocky, con el cual entraban.
Los videos del Doctor y uno muy especial
Se sabe de la manía de Bilardo por mostrarles videos a sus jugadores. Incluso, antes del Mundial, citaba a Giusti , Batista , Burruchaga y Ruggeri en su casa para pasarles videos propios, de los rivales o de otros equipos para detectar errores. Uno de los VHS era muy especial: está rotulado como aeropuerto y el doctor aún lo conserva en la videoteca de su casa, que según él tiene 8500 videos. "En ese casete explicaba cómo subís al avión, dónde está el aeropuerto, cómo te sentás, cómo tenés que estar atento, qué tenés que decir. Lo había grabado yo", explica hoy Bilardo.
La famosa Virgen del ‘86
Aquel plantel tenía la costumbre de ir a comer asados a la quinta de Enrique Capozzolo, amigo de Nery Pumpido, situada 10 kilómetros pasando Luján.
En una de esas visitas, les dieron una réplica de la Virgen de Luján en la basílica, que fue llevada al banco de suplentes en todos los partidos del Mundial ‘86 y que hoy está en poder de Bilardo, quien la tiene exhibida en el living de su casa. Al día siguiente que el plantel volvió de México con la copa, los jugadores fueron por la mañana a agradecer a Luján y después comieron un asado en la quinta.
Esa misma réplica viajó al Mundial de Italia 90 y Bilardo intentó llevarla a Brasil 2014. Para eso, un tiempo antes, organizó una ceremonia a puertas cerradas en la capilla San Francisco de Asís, que está dentro del predio de Ezeiza, para bendecir aquella virgen. Luego, no pudo llevarla a tierras brasileñas.
Fuentes: Libro "Argentina-Inglaterra, el partido", de Andrés Burgo y entrevistas de Carlos Bilardo con LA NACION
ph
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