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Lionel Messi festeja los 33 años como un futbolista maduro en un Barcelona que aún está verde
Este miércoles, Lionel Messi celebrará en familia su cumpleaños N° 33. El gol 700 de su carrera no será parte de su brindis, sino de alguno de sus deseos para los próximos partidos. Lo buscó febrilmente en el sufrido 1-0 de Barcelona sobre el Athletic Bilbao. Siete remates se le contabilizaron, ninguno entre los tres postes. Hubo un par, de los que normalmente terminan en gol cuando se perfila desde la derecha hacia el centro, que salieron apenas desviados.
La última jugada del partido, en el quinto minuto del descuento, fue enteramente de Messi. A él le cometieron un foul a un par de metros del área, sobre la derecha. Agotado por el esfuerzo que le había demandado el encuentro, el remate se le quedó en la barrera.
A Messi no le debe preocupar ni quitar el sueño que el emblemático gol 700 no lo haya conseguido en los últimos dos encuentros. Llegará pronto, está al caer. Su inquietud y alarma pasan más por el deshilachado nivel futbolístico de Barcelona. Más de una duda lo asaltará sobre las reales posibilidades de pelearle el título a Real Madrid, que este miércoles, si vence a Mallorca (en puesto de descenso), recuperará el primer puesto. Alcanzará los 68 puntos, los mismos que Barcelona, pero con una ventaja decisiva en el caso de igualdad al final: Real Madrid será campeón porque en los dos partidos entre ambos ganó uno y empató el otro. El conjunto de Zinedine Zidane depende de sí mismo: si triunfa en los ocho encuentros que le restan nada le servirá a Barcelona para evitar su consagración.
El partido de Messi: siete remates, asistencias y un planchazo
Messi es el único futbolista del Barca que disputó los cuatro cotejos completos desde la reanudación. Al N° 10 no le gusta pasar minutos fuera del campo y el equipo no puede permitirse ni que se ausente durante cinco minutos. Lo necesita para rescatar resultados mientras el juego colectivo no fluye, la precisión escasea y choca más de lo que construye. El nivel de Messi está lejos de ser superlativo, pero igual sigue siendo más influyente que el resto.
La mediocridad de este Barcelona expone al director técnico Quique Setién, que no mejoró en nada la herencia de Ernesto Valverde –fue despedido con el equipo como líder- y en el banco muestra un papel muy subalterno al que despliega su ayudante Eder Sarabia.
A Setién le corresponde mejorarle el entorno a Messi para que todo se potencie. No lo hace cuando respeta más las jerarquías de algunas individualidades que la actualidad del plantel. Contra el Athletic dispuso del tridente que ostenta más pergaminos. Pero Antoine Griezmann fue otra vez una pieza suelta, sin entendimiento con el resto ni desequilibrio en los últimos 25 metros; acumula siete encuentros por la Liga sin marcar. A Luis Suárez le está costando la vuelta tras lo operación en los meniscos derechos. Disputó 244 minutos, sin goles y con la puntería bastante desenfocada, aunque nunca se le fue puede reprochar falta de entrega.
Lo que Setién se resiste a admitir, como ya quedó demostrado en partidos anteriores, es que el juvenil Ansu Fati en estos momentos es tan indispensable como Messi. El delantero, de 17 años, ingresó por Griezmann en los últimos 25 minutos y el primer beneficiado fue Messi, que encontró un socio que lo buscara al espacio y que se moviera a un ritmo superior al resto. Diez minutos antes que Ansu Fati había entrado el canterano Riqui Puig (20 años), que ayudó a dinamizar la salida de la pelota desde el medio, como no lo hace Arthur, irreconocible en la comparación con el volante que era el arquitecto del juego del Gremio campeón de la Copa Libertadores. Con la camiseta azulgrana no se suelta, no arriesga, la mayoría de sus pases son laterales o hacia atrás. Sky Italia informó que están avanzadas las gestiones para ser transferido a Juventus, destino que a Arthur no le interesaba, mientras Barcelona puso un ojo en Pjanic, mediocampista de la Vecchia Signora.
El gol llegó a 20 minutos del final y fue una muestra del ataque confuso y tumultuoso: Messi quiso enganchar dentro del área y le salió una asistencia a Rakitic, que no marcaba desde el 2 de marzo de 2019, en el 1-0 a Real Madrid en el Bernabéu.
Messi también se ve arrastrado por el juego trabado y friccionado del equipo. Pierde la calma, se deja llevar por los nervios. En los últimos dos encuentros entró en refriegas con rivales que los árbitros juzgaron con benevolencia. Ante Sevilla le dio un empujón sin pelota al brasileño Diego Carlos, que exageró la caída. Yeray, defensor del Athletic, recibió un fuerte pisotón, aunque no se advirtió mala intención. En ambos casos se salvó de ser, al menos, amonestado.
Hace unos meses, Messi ya había advertido públicamente que el nivel del equipo "no alcanzaba". Lo decía en referencia a la Champions League, en la que Barcelona debe disputar el desquite ante Napoli por los octavos de final (1-1 la ida). También cuesta imaginar que sea suficiente para ganar el tricampeonato de Liga. Este miércoles, Messi descansa, festeja los 33 años, ya es un futbolista maduro en un equipo que está verde.
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