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Maximiliano, entre botines y zapatillas
Una vez más, el jueves último el estadio Monumental le dio la bienvenida. Ya no como socio infantil ni como aquel niño que llegaba con la pelota bajo el brazo para hacer realidad su sueño de imitar a Norberto Alonso, Juan José López o Leopoldo Jacinto Luque.
Hoy, Maximiliano Guerra, uno de los bailarines más reconocidos a nivel mundial, llega con la misma pasión que hace veinte años al estadio que antes lo impactaba y que hoy lo enorgullece. Se acomoda en el palco de la tribuna San Martín como un simpatizante más, listo para exteriorizar su pasión desmedida. No se jacta de ser uno de los tantos socios honorarios del club de Núñez, no le interesa. Sólo le interesa que su equipo juegue bien y gane, como buen riverplatense.
Como uno más sufre, grita y disfruta con la actuación de su equipo frente a América, de México, y se tranquiliza cuando el partido termina y River consigue la clasificación para los cuartos de final de la Copa Libertadores.
Hay clima de fútbol y él se siente cómodo, como arriba de cualquier escenario. Este año es especial para Guerra, porque hace una década, este fanático de River y del seleccionado argentino obtuvo la medalla de oro en el Concurso Internacional de Ballet de Varna, se casó con Sandra (hoy tienen una hija llamada Micaela, de 4 años), firmó su primer contrato internacional y compró su primer departameneto. En medio de estos recuerdos Maximiliano se prestó a charlar de su gram pasión: el fútbol y el seleccionado.
-¿De no haber sido bailarín, a qué te hubieses dedicado?
-Seguramente al fútbol. Jugué en River hasta la novena y ahí dejé porque preferí bailar. Jugaba de ocho y era muy rápido, también hacía goles bastamte seguido. Todavía guardo las medallas que me dieron por haber marcado más de dos goles en un partido.
-¿Cuándo empezaste con la danza?
-A los diez años y sin querer descubrí mi vocación. Hasta los doce años seguí practicando fútbol, porque me gustaba y porque me daba una descarga de energía enorme.
-Con tu actividad me imagino que tendrás prohibido jugar al fútbol, ¿lo extrañás?
-Sí, el último partido lo jugué a los 16 años y desde allí, nunca más. Jamás volví a tocar una pelota. Tal vez, cuando me retire, vuelva a jugar con mis amigos.
-Mientras practicabas danza también jugabas al fútbol. ¿Tus compañeros no te decían que eras afeminado?
-No, jamás. Porque los pibes me conocían bien y sabían quién era. Además, a los 10 años, uno no identifica quién es un homosexual y quién no. Por lo menos eso pasaba en mi época. En ese momento, nadie me lo planteó, ni siquiera mi familia.
-¿Nunca te peleaste por eso?
-Nunca. Sí reconozco que me he pelée con hinchas de Boca, pero no porque me dijeron maricón. Cuando venía al club había muchos chicos de Boca, Racing e Independiente, que venían acá porque vivían cerca, y más de una vez terminamos a las trompadas. Como todo el mundo, tuve un período que era agresivo, pero cuando me di cuenta que las piñas dolían, me dije: "Esto no es para mí".
-¿Encontrás alguna similitud entre el fútbol y la danza?
-Sí, son muy parecidos. El fútbol tiene como música los cantos de la hinchada y los dos son trabajos en equipo. Ambos requieren un desgate de energía y muscular tremendo. Es muy humano, porque se utiliza todo el cuerpo. Es como cuando uno hace el amor. Si a mí me sentás delante de una computadora, a los diez minutos empiezo a correr por la oficina. No me imagino haciendo algo que no produzca un desgaste de energía.
-¿Maradona -por citar a un futbolista completo- hubiese sido un gran bailarín?
-¿Por qué nó? Maradona es muy parecido a Baryshnikov: físico corto, músculos explosivos y gran velocidad. Diego era increíble, corría de una forma que uno decía que la gravedad lo tenía que tirar y no lo volteaba. Era admirable. Recordá el gol de Diego contra los ingleses, ponele música y vas a encontrar movimientos perfectamente coordinados similares a los de un bailarín.
-Al igual que los futbolistas, ¿vos también te concentrás antes de cada actuación?
-No, los bailarines no tenemos ese tipo de concentración. Tal vez me concentro tres horas antes de salir a escena, pero antes uno está en su casa con su hija y su mujer.
-¿Conocés a los jugadores de River?
-A algunos. En mi caso soy tremendamente cholulo. Quiero saber todo de ellos. Me encanta guardar sus camisetas. Ya tengo la de Francescoli y la de Sorin, y ahora espero la de Salas. Me parece bárbaro que entreguen parte de algo que utilizaron para entregarse por completo en una cancha o en un entrenamiento. En mi caso sucede algo parecido con las zapatillas de baile.
-¿Alguna vez lloraste de emoción por el fútbol?
-Sí, con el retiró Francescoli. Estaba en casa y cuando pasaron el video de su carrera deportiva me emocioné y me puse a llorar. Mi hija me preguntó por qué lloraba y le contesté que algún día se lo iba a explicar.
-¿Y de tristeza?
-Estuve a punto cuando perdimos la final de la Copa Europeo Sudamericana. Me acuerdo que estaba en Italia cuando llegué de un ensayo y vi justo el gol de Del Piero.
-¿Te gusta el seleccionado?
-Sí, estoy seguro que vamos a estar entre los cuatro primeros. En lo único que no estoy de acuerdo es con la no convocatoria de Caniggia. Creo que el Cani debe estar entre los 22; es el reemplazante ideal para Claudio López. Tiene velocidad, habilidad y es explosivo. Además, ya jugó dos mundiales y eso es muy importante.
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