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Las 100 preguntas a Marcelo Barovero: “Me da un poco de bronca cómo se manejó el tema de los arqueros en la selección”
Hace tres años, Marcelo Barovero se fue de River sin que nadie lo empujara. Ir a México, salir de la alta exposición que implica atajar en un equipo grande de la Argentina, fue una decisión personal para armonizar su vida familiar con la futbolística. Asumir otro desafío en la búsqueda de un equilibrio, una postura que también es su estilo dentro de la cancha. A los 35 años, con una carrera fuertemente marcada por el penal que le atajó a Emmanuel Gigliotti (Boca) en la campaña del título de la Copa Sudamericana 2014, Barovero hace poco más de dos meses fue campeón de la Concachampions con Monterrey y antes de fin de año disputará el Mundial de Clubes.
1.– ¿Quién es Marcelo Alberto Barovero?
–Una persona sencilla, simple, que busca vivir equilibradamente y a la que no le gustan los extremos.
2.– ¿Puede ser que tengas brazos más largos de lo normal?
–Creo que sí, porque me lo han dicho varios. Cuando desvío una pelota difícil, algunos compañeros me cargan, dicen que saco la extensión y ese tipo de cosas (risas). Cubero creo que fue el primero en notarlo, no te dejaba pasar una Poroto. Y bueno, estoy agradecido por esa ventajita.
3.– Te sirvió para atajarle el penal a Gigliotti, por ejemplo.
–Es verdad, en ese penal me había pasado, la pelota empezó a tomar altura y pude llegar con el brazo derecho.
4.– ¿Públicamente hacés economía de sonrisas por alguna razón en especial?
–Es difícil que me vean sonriendo, y es porque no disfruto durante un partido. Vayamos como vayamos, hasta que no suena el pitazo final no me suelto. Es una cuestión de concentración, y de estar siempre pensando en lo que puede suceder. Después, las conferencias de prensa, para mí, son peor que estar en una cancha. Y en la intimidad me suelto, aunque tampoco soy el que animo la fiesta, eh (risas).
5.– ¿Sos una persona tranquila, como se ve desde afuera, o por dentro explotás y lo disimulás?
–Trato de no perder la línea, casi siempre fui así y además los años te van mejorando. En Atlético (Rafaela), una vez nos cobraron un penal en San Juan sobre la hora y nos empataron. Entré al vestuario y tuve un ataque de ira, golpeaba cosas, y Diego Alarcón, uno de los referentes, me llamó a la orden y me habló. Siempre me gustó escuchar a los referentes. A partir de ahí ya no golpeo la pared ni pateo árboles o carteles, es muy raro que me desborde.
6.– ¿Qué es Porteña Asociación Cultural y Deportiva?
–Es un hogar para mí. Allí pasé todas mis tardes de niño, después del colegio, desde los 4 a los 14 años, en que me fui a Rafaela. Le estaré agradecido de por vida por todo lo que me brindó, cosas invisibles que a uno lo van formando. Allí se juega fútbol de pueblo, la gente va estacionando los autos y se pone a mirar alrededor del alambrado. Recién hace poquito levantaron la primera tribuna. De mi casa al club tenía 3 cuadras y al colegio, 8. Ya después un poquito más se termina el pueblo (risas), yo andaba en bici para todos lados.
7.– ¿Llegaste a jugar en la Primera ahí?
–Jugué en la Reserva, con 14 años, por la Liga de San Francisco. Fue debut y despedida, me comí 5 goles. Igual, el titular entró en el segundo tiempo y le pasó lo mismo, así que el problema no era yo (risas). A los pocos días me fui a Rafaela.
8.– ¿Cómo nació tu vocación por atajar?
–Mi tío y padrino, Omar Zursmitten, fue arquero en las ligas de la zona, pero nunca me inculcó nada ni trató de imponérmelo. Mi primer recuerdo es el de Julio, mi hermano mayor, llevándome a jugar al club; ahí vi al hijo del panadero atajando y por eso elegí ir al arco y nunca jugué de otra cosa.
9.– ¿Es cierto que usaste pelo largo, vincha y hasta corte rolinga?
–Llevaba el pelo hasta el hombro, así era la moda entonces. Además, en Rafaela yo miraba mucho a Angel David Comizzo en todos los aspectos, y él tenía el pelo largo. Le debo mucho a David, yo era el tercer arquero detrás de él y de Medrán, y me guió desde el primer día, siempre tenía un rato más para mí. Me hacía sentar detrás del arco en las prácticas de fútbol y aprendí a hablar y ordenar, entre otras cosas, en un momento clave de la carrera. Me quedó muy marcada la importancia de la voz de mando. Hablar, para el arquero, es como un tercer brazo, en definitiva.
10.– ¿Vos hablás mucho en los partidos?
–En los partidos, no, porque no te escuchan, pero en las prácticas soy hasta un poco cansador para mis compañeros. Cuando cambio de club, al principio me miran un poco raro, porque hablo demasiado. En las prácticas y también en el vestuario, antes de los partidos. Hay que prevenir, porque una vez que entró la pelota ya no hay tiempo para reproches. Yo les paso información a mis compañeros, más que nada lo táctico, hay zonas que ellos no ven y uno sí, porque está atrás. El arquero debe estar preparado en ese sentido: uno busca que no le pateen, que se ubiquen lo más lejos posible, y no está con las revoluciones de los demás. Más de una vez, cuando termina la práctica, aclaramos la situación por si alguno se molesta, por eso el día a día en la semana es tan importante.
11.– ¿Sos un cordobés trucho que no tenés tonada?
–Es que Porteña está a 10 kilómetros del límite con la provincia de Santa Fe, así que tengo más tonada de santafesino. Aparte, a los 14 años ya me fui a vivir a Rafaela.
12.– ¿Seguís yendo a Porteña?
–Sí, por supuesto. Voy a mi pueblo cada vez que termina un semestre, a veces puedo más días, a veces menos. Ahora vengo de estar allí una semana. Porteña es un típico pueblo del interior donde somos pocos y se sabe todo. Allí tengo a mis amigos, a mis viejos, a mis dos hermanos y sobrinos, todos. A mí me gusta mucho estar en casa tomando mate y charlando con mi papá y mi mamá. El fútbol no para, uno está subido continuamente a la autopista, y pasar por mi pueblo es volver a mis raíces, es frenar y bajar de esa autopista. Estando ahí uno vuelve el tiempo 20 años atrás. A mis hijos también les encanta ir: Agustín, el mayor, que tiene 12, hace la vida que yo hacía de chico y va con el primo para todos lados. Después vienen Narela, de 9, y Lisandro, de 7. Soledad, mi mujer, es de Rafaela.
13.– ¿A qué se dedican tus padres?
–Mis viejos se jubilaron los dos, y mis hermanos siguen con el negocio familiar, un minimercado que lleva el apellido de la familia. Mi viejo siempre iba al mercado de Santa Fe a buscar frutas y verduras, porque era mayorista y les vendía a las verdulerías del pueblo, y yo lo acompañaba muchas veces en el camión. Todo teníamos que colaborar en los tiempos libres, nos criamos con ese mandato de tener que colaborar y estar todos juntos. Nunca nos faltó nada, tampoco sobraba, pero a los tres nos inculcaron que hay que tener perseverancia. Esa fue la enseñanza más fuerte y aún la aplico en mi profesión.
14.– ¿De pibe eras hincha de Boca?
–Siempre me sentí muy arraigado a Atlético (Rafaela). De Porteña estamos a 70 kilómetros y mi abuelo, mi viejo y mi tío me llevaban a la cancha desde pibe a verlo, fue algo familiar que se contagió. De mis hijos, Agustín mantiene ese gusto por Atlético, la nena no es muy futbolera pero tira por Vélez y el más chiquito es de River, me nombra al Pity, a Pratto, a Ponzio, a todos.
15.– ¿Quién era tu ídolo?
–Batistuta. Me encantaba ver sus goles los domingos a la noche, me hubiera gustado conocerlo, estuve cerca una vez que visité a Comizzo en Reconquista, pero al final no se dio.
16.– ¿Cómo llegaste de Porteña a Rafaela?
–Me habían invitado de Newell’s a probarme, después de verme en mi pueblo, pero no se concretó. A fines de los ‘90 no era sencillo, y me parecía muy lejano vivir del fútbol. Ahora es distinto, hay más posibilidades, todo se expandió. Mi papá conocía a gente en Rafaela y fuimos a una prueba: era marzo, estaban por empezar los campeonatos, y en la séptima había un solo arquero. Me vio Angel Rizzuto y me aceptó. El primer año viajé desde Porteña a Rafaela dos veces por semana a entrenarme y el sábado a jugar; me llevaba mi papá o gente del pueblo, una hora de viaje por camino de tierra, no había ruta en una parte. Fueron cosas muy lindas, agradecido de haberlas vivido.
17.– ¿Qué soñabas en esos viajes?
–Mi meta era llegar al Nacional B. Yo jugaba los sábados en mi categoría y me quedaba a ver la Primera, mi sueño era entrar a esa cancha. Con 15 años estaban de arqueros Julio Gaona y la Araña Maciel, vino Lechuga Alfaro y me llevó a mi primera pretemporada, que se hizo en Brescia, Italia, por la venta del delantero "Speedy" González. Allí empecé a estar con el plantel profesional y a los 17 años "Vitrola" Ghiso me llevó al banco por primera vez. Con Cachín Blanco fui suplente de Medrán los 38 partidos de la temporada en que Atlético ascendió por primera vez a la A, en 2003. Y luego el Tata Brown me dio la titularidad, ya cuando descendimos al año siguiente. Atlético me brindó la posibilidad de jugar mucho en el Nacional B y eso me fue preparando.
18.– ¿Te resultó muy duro vivir en la pensión del club?
–La pensión estaba debajo de la tribuna del estadio. Literal, eh, si me levantaba de golpe de la cama me pegaba contra los escalones de la tribuna (risas). En la habitación éramos 4: otro chico de mi pueblo y dos chaqueños. Teníamos el colegio enfrente, ahí terminé la secundaria. Conservo lindos recuerdos, nunca lo sufrí porque iba detrás de mi sueño. Me he sentado muchas tardes en la platea a tomar mate, a mirar y soñar. En el 2001 el club entró en quiebra y se complicó, por suerte tuve el apoyo de mis padres: teníamos que comprar la comida nosotros, y también cocinarnos. Son recuerdos que a uno lo fortalecen.
19.– ¿Goyén te enseñó a descolgar centros, su especialidad?
–Carlos se retiró jugando en Atlético y se radicó en Rafaela, y a todos los que atajamos allí nos daba los guantes para entrenar, por la empresa en la que trabaja, así que lo conocí desde el primer día. En un pequeño período fue entrenador de arqueros y me dio el consejo respecto al juego aéreo, algo que hacía muy bien en su época de arquero en Independiente: no salir lejos, ir hasta el área chica estaba bien. Seguimos en contacto hasta el día de hoy.
20.– ¿Qué recordás de la primera vez que entraste al predio de AFA?
–"Lito" Botanniz, el ex defensor que quedó afuera del Mundial 78 con Maradona y Bravo, fue como mi padre en lo futbolístico. Es un educador, un maestro. Lo tenía de coordinador de inferiores en Rafaela y nos hacía imaginar lo que podíamos conseguir. Lito había sido compañero de Fillol en la Selección y le habló de mí, y como el Pato era entrenador de arqueros de las juveniles de AFA, me vio en un amistoso en Sunchales y le gusté. Fue a fines de 1999, tenía 15 años. A los pocos días llegamos con Juan Pablo Carrizo al predio de la AFA y ahí ya nos quedamos. Yo jugaba en mi división el fin de semana y los domingos viajaba a Buenos Aires y me quedaba entrenando en el predio hasta el miércoles. Así fue durante un año, hasta que no estuve a la altura de los otros arqueros y me dieron de baja. En cuanto al aprendizaje, ese año fue de lo más fuerte que tuve, no solo en lo deportivo sino en disciplina y educación, lo que pregonaban Pekerman y Tocalli.
21.– ¿Qué aprendiste?
–Y… todo. Desde levantar los platos de los jugadores mayores, a entrenarte con las medias altas, no teñirse el pelo, usar los botines del mismo color, levantarse para saludar cuando entraba alguien, son cosas básicas que por ahí se han ido perdiendo. Se entrenaba muy fuerte por la mañana, y después nos quedábamos haciendo cosas en el predio.
22.– ¿Fue un golpe duro quedar afuera del Sudamericano?
–La ilusión la tenía, hice todo el esfuerzo, pero cuando no se da, hay que dar vuelta la página y mirar hacia adelante. Además, en mi carrera fui siempre de ir proyectando lo que estaba al alcance, le pongo mucha lógica a las cosas. Entonces en ese momento proyecté que al año siguiente debía empezar a ir al banco en Atlético, y así fue. También es cierto que estaba un poco agotado de tanto ida y vuelta durante la semana. Había pasado un filtro original de 10 arqueros, pero en el corte de 3 quedé afuera. Recuerdo que también estaba el chico Molina, de Independiente, que luego falleció, y Juan Pablo Carrizo.
23.– ¿En Rafaela atajaste 115 partidos seguidos, puede ser? Durísimo para el suplente.
–Es así. Ojo que yo venía de estar entre 80 y 90 partidos siendo suplente de Medrán, ¡sin jugar ni un minuto! Estaba ansioso en ese momento, tenía para irme a otro club, pero mis representantes me recomendaron no apurar los tiempos, y tenían razón, así que siempre les agradeceré al "Pipi" Váttimos y a Marcelo Franceschini, quienes me aconsejaron de buena manera en varias ocasiones. Ya desde que fui a River seguí solo con Franceschini.
24.– En Vélez también te tocó ser suplente de Montoya.
–Sí, sí, porque después de esos más de 100 partidos seguidos como titular en Rafaela, continúe con otros 38 en Huracán, las dos ruedas completas, y en Vélez arranqué de suplente en 2008, atajé algunos partidos, llegó Gareca en enero de 2009 y todo ese año no atajé ni un minuto. Me acuerdo de que fuimos a jugar a Tucumán contra Atlético y Ricardo cambió los 10 jugadores de campo, porque estábamos en la Copa, pero al arquero lo mantuvo. Era durísimo, porque siendo jugador de campo es diferente, podés entrar en algún partido, tenés más opciones. Con el arquero es diferente. Igual, soy de los que piensan que en un club grande hay que pelearla desde adentro. Y Vélez es una institución ejemplar. Ricardo me habló de la importancia de que esa inactividad no llegara a la cabeza, que debía ser paciente y seguir entrenando con todo. Eso hice. Las prácticas de los jueves, para mí, eran el partido del fin de semana, me mataba por hacerlo de la mejor manera. Y después del Mundial 2010, Ricardo me terminó poniendo de titular y pasó Montoya a ser suplente.
25.– ¿Quién te había llevado, antes de Vélez, de Rafaela a Huracán?
–El "Turco" (Mohamed), y ahora se dio la casualidad de que al llegar a Monterrey me reencontré con Pato Donelli, mi primer entrenador de arqueros en Huracán. Lo había llevado el Turco a Rayados, y allí se quedó. En aquel momento, el Turco se la jugó por un arquero joven como yo, porque íbamos a jugar por no descender, con todo lo que eso significa en un club como Huracán. Tenía 23 años. Le voy a estar agradecido toda la vida, ese fue el año clave para dar el salto a Primera. El Turco se fue a las pocas fechas, después vino Ardiles y más tarde Ubeda, y conseguimos el objetivo varias fechas antes del final.
26.– ¿Cómo fue tu encuentro con Chilavert?
–Pura casualidad. Apenas llegué a Buenos Aires para atajar en Huracán me puse a buscar departamento y me lo encontré en el entrepiso de la inmobiliaria, en una habitación pequeña, así que ver de golpe a ese monstruo fue llamativo (risas). Nos presentaron, me dijo unas palabras y quedó la buena onda, porque un año después, cuando fui a Vélez, habrá estado contento de que le cuidé un poco el arco. Nos cruzaron en una nota por teléfono, estando yo en una mala racha en River, y me habló muy bien, eso te demuestra lo grande que es Chilavert.
27.– Tu debut en la A fue desmoralizante, ¿o no?
–Increíble, insólito, fue en la primera fecha del Apertura 07, con Huracán, en el Ducó. Jugábamos contra el Arsenal de Alfaro, era el regreso de Huracán a Primera, con toda la expectativa, ¡y a los 8 segundos la tuve que ir a buscar adentro! ¡No lo podía creer: mi primer partido en la A! Fue un palazo en la nuca, una pesadilla, por suerte terminamos empatando.
28.– En esa misma temporada te atajaste todo en un partido contra Boca: la mayoría de los medios te pusieron 10.
–Eso ya fue en el Clausura 08, en cancha de Argentinos, terminamos 0-0 y me fue muy bien. Estaban Riquelme, Palermo y Palacio del otro lado, todos, uno de esos típicos partidos en que sabés que la pelota no va a entrar. En la recta final de ese campeonato nos tocó contra los grandes y nos fue muy bien: 0-0 con San Lorenzo, le empatamos a Estudiantes y lo sacamos de la pelea, y contra River en el Monumental perdimos sobre la hora con un gol de Buonanotte. Llegué a manotear la pelota pero igual entró. Y River fue campeón dos semanas después.
29.– ¿Quién te puso Trapito?
–Un relator partidario de Huracán, no recuerdo el nombre. Nunca me molestó, aunque preferiría Chelo, como me dicen desde pibe. Se hizo famoso, lo acepto, y ya lo aprovecharé si algún día pongo algún emprendimiento gastronómico, ya tengo el nombre (risas). En México, mis compañeros me dicen "Baro".
30.– Tu representante te pidió varias veces que volaras más, que hicieras más espectaculares tus atajadas. ¿Verdadero o falso?
–Verdadero, ja, ja, me lo comentaba en broma cada tanto. A mí hijo también le dice que tiene que ser más espectacular, así lo negocia más fácil.
31.– ¿Preferís atajar con la defensa cerca de tu área o más adelantada, como en River?
–Me adapto. Cuando uno cambia de equipo y de cuerpo técnico se plantea este tipo de desafíos que me gustan. Si me das a elegir, cuanto más lejos tenga a los rivales, menos posibilidades de que me conviertan, por eso prefiero tener a los defensores lejos.
32.– ¿Hay que estar medio loco para ser arquero, el puesto más ingrato?
–Loco no, al menos yo pienso mucho en la cancha, y no creo que el loco piense tanto. Después, quizás sea un puesto ingrato para el entorno, para mí no. Creo que cualquiera de los 11 que estamos en la cancha sentimos lo mismo cuando cometemos un error, no caigo en esa angustia de que el arquero es más culpable porque si se equivoca es gol. La responsabilidad es la misma para los 11 y hay que asumirla, que el entorno señale al arquero a mí no me afecta.
33.– ¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta del puesto?
–Lo que más me gusta es que siempre tenés detalles para seguir corrigiendo; cuando uno piensa que ya está, aparecen cosas nuevas, se le agrega más responsabilidad, y eso me gusta, porque te exige, te obliga, te hace mirar. Me encanta entrenar, pasar tiempo con el grupo de arqueros y el entrenador de arqueros, es un trabajo maravilloso. ¿Lo que no me gusta?... Que me hagan goles, ja, ja, nada en especial. Por ahí en invierno duele mucho más un pelotazo, o cuando jugás tarde en invierno y te mojás, se te congelan los dedos, nada grave.
34.– ¿Cuál es la acción más difícil para vos y en cuál te sentís más seguro?
–No siento que sepa todo ni que esté en deuda en ciertos aspectos, trato de incorporar lo máximo y ser eficaz en cada momento, porque dentro de la cancha no hay algo específico que te va a salvar. Lo que más me ha costado es el juego con los pies, porque no nacés con eso. Al llegar a México me di cuenta de que hay otra cultura y ya los chicos trabajan con los pies desde los 6 años. Hoy veo a mi hijo Agustín, que ataja, y ya sale jugando bien desde abajo. O ves cualquier picado de fútbol 5 de aficionados y tienen la misma dinámica: el arquero sale jugando.
35.– ¿Alguna vez renegaste de ser arquero?
–Nunca. Las broncas por algún gol o mala actuación duran lo que tienen que durar. Con los años, además, uno lo toma con más madurez.
36.– ¿Cuál es el abecé del arquero?
–En lo mental, siempre pensar en lo que viene: en la próxima jugada, en el próximo partido… Con lo que pasó no se puede hacer nada, tanto para lo bueno como para lo malo. Hay muchos tips que me fueron tirando psicólogos, o mismo la doctora Sandra Rossi en River: tener el control siempre, en todo sentido, de la situación y de la cabeza. Es una búsqueda constante la de tener esa fortaleza mental durante los 90 minutos, porque puede pasar de todo y en cualquier momento. Hay que limpiar la cabeza, y no es sencillo.
37.– ¿Y en lo técnico?
–Lo más importante, para mí, es la ubicación, para poder responder al instante. No hay nada como saber caminar el área. Luego, voz de mando en la semana, y tener las herramientas para resolver cualquier situación siendo lo más simple posible. Estamos para destruir lo que genera el rival, no importa si somos especialistas en esto o aquello, no hay que ser 10 puntos en algo, pero sí defenderse y estar preparado para resolver todas las cosas.
38.– "Tato" Montes fue tu entrenador de arqueros en River, ya de grande, ¿qué se puede aprender a esa edad?
–"Tato" me ayudó mucho, aunque teníamos poco tiempo para trabajar por la gran cantidad de partidos, pero más que nada en la coordinación y en lo mental. Hay momentos en que necesitás un compañero, un padre en el día a día, y él reunía esas cualidades. Al irme de River, en Necaxa disponíamos de semanas largas, con más tiempo para trabajar, y ahí tuve a Julio Herrera, un gran entrenador de arqueros que me siguió puliendo cosas, aunque uno pueda pensar que a esa edad ya se las sabe todas. No es así: hay mucho aún por descubrir.
39.– ¿No trataste de convencer a tu hijo de que no sea arquero?
–No, ¿por qué?, si le encanta el arco. Juega en una escuela de fútbol en Monterrey y a la noche, cuando lo voy a saludar, me pregunta cosas. Va creciendo, ya son charlas con otro destino, le gusta mucho mirar y así se va sacando las dudas: qué hubiera hecho acá, o cómo entrenaría tal o cual técnica o me pregunta si vi la atajada de tal arquero. Se la pasa mirando partidos y videos de arqueros. Y tiene la ventaja que desde hace 3 años cuenta con un entrenador de arqueros. Yo le contaba que nunca tuve a esa edad. Debe aprovecharlo.
40.– Ya no te pide que le atajes un tiro a Messi, me imagino.
–No, claro, eso ya está cumplido (risas). Cuando era chico, Agustín siempre me preguntaba cuándo iba a jugar contra el Barcelona y cuándo le iba a atajar un tiro a Messi, y un día se dio, en el comienzo de la final del Mundial de Clubes, cuando todavía íbamos 0-0. Lionel me ayudó a levantarme, se lo comenté y al terminar el partido, sin que se lo pidiera, me vino a regalar sus botines para Agustín. Hermoso gesto. Esos botines no se usaron ni una vez, están guardados en el museo de casa, con las camisetas, trofeos y fotos de todos estos años. Es el único par de botines que hay.
41.– ¿A qué delantero no querías enfrentar en Argentina?
–Y… Scocco siempre me hacía goles, creo que es el que más me metió. Cuando empecé en Rafaela tenía que enfrentar a esos 9 grandotes que imponían presencia, como Piersimone, Bazán Vera, Tonelotto, era duro.
42.– ¿Y a qué delantero tenías de hijo?
–Les tengo mucho respeto a los goleadores, viste, hasta que no se retiran no quiero decir nada (risas). Acá el periodismo venía insistiendo con que Gignac no me podía meter uno, contando aquella final Tigres-River y los clásicos de acá, y justo me metió uno en la final de Concachampions, yo sabía que iba a llegar en algún momento. Me fue muy bien contra Palermo, ya lo puedo decir: lo enfrenté 5 veces, creo, y no me pudo convertir. Un goleador tremendo que le metió goles a todos.
43.– Tuviste a Ramiro Funes Mori de compañero en River y ahora a Rogelio en Rayados, ¿en qué se parecen y en qué se diferencian?
–Acá lo cargo mucho al "Melli" Rogelio, cada vez que lo tengo sentado al lado en el vestuario le digo que prefiero al hermano, porque es mucho más ordenado, ja, ja. Son muy parecidos en todo, muy buenos en lo que hacen. Compartí un tiempo con el "Melli" delantero en River y ya se veía que era diferente, que tenía un potencial y una calidad impresionantes. Hoy es de los mejores delanteros de la liga. Ramiro tiene eso de ir al frente, no le importa quién esté, contagiaba una energía terrible.
44.– ¿Los imaginás de nuevo en River?
–Sí, ¿por qué no? Son muy fanáticos los dos, el "Melli" de acá sigue los partidos de River a full, los vive con intensidad. Me encantaría que tenga otra posibilidad, porque le tocó una etapa dura y así y todo se ponía la delantera al hombro, aguantaba, chocaba, era descarga. A veces es fundamental caer en el momento indicado, muchos jugadores jóvenes sufrieron esa etapa en River por culpa de los malos manejos de otros.
45.– ¿El "Tuca" Ferretti, DT de Tigres, te hizo algún comentario cuando le volviste a ganar una final, ahora en la Concachampions?
–Para nada. Después de ganarle la final, ellos nos eliminaron en la semifinal de la liguilla, yo salí lesionado y él se acercó a saludarme, hay mucho respeto. En una entrega de premios en Los Angeles, fuimos en el mismo micro y me preguntaba sobre los formadores del fútbol argentino. Ni se hizo mención a la final de la Libertadores. Ferretti es un entrenador muy destacado y valorado en México.
46.– ¿Cómo te llevás con el picante?
–Mal, le pongo lo mínimo. Después, los tacos me gustan mucho. Monterrey es una ciudad con mucho gusto por la carne, y hay más pescados y mariscos que en nuestro país. Yo me hice traer una parrilla que había hecho en Aguas Calientes, así que le doy tranquilo a los asados.
47.– ¿Vas a los entrenamientos con la matera?
–El día que no pueda llevar la matera a un entrenamiento habrá llegado la hora del retiro (risas). En Necaxa éramos 2 o 3 argentinos nada más; acá somos más, algunos se animan a probarlo y después dan su veredicto.
48.– Fuiste de River a un club chico como Necaxa, ¿te sorprendió que a los dos años te buscara un grande como Rayados?
–No, porque como te contaba siempre fui proyectando los pasos en mi cabeza. Y veía que había posibilidades de ir a un grande de México si hacía las cosas bien en Necaxa. En cada libro de pases uno tiene el sueño de que haya algún ruido; después mi señora me agarra de la oreja por tantas mudanzas (risas).
49.– ¿En la liga mexicana no se sufre tanto la derrota?
–La exigencia es la misma, lo que cambia es el entorno. Ves cualquier partido, hasta la final de Concachampions que tuvimos nosotros con Tigres, el clásico de la ciudad, que además es la más futbolera del país, y los hinchas lo viven mezclados en la tribuna sin problemas. Se vende cerveza en la cancha, se hace el banderazo de un equipo y los hinchas del rival están ahí filmando. Lo viven como un gran show y con muchísima paz. Después, la exigencia es la misma: tenés que cumplir un objetivo por semestre y, si no lo cumplís, te llaman a la orden. El sistema de disputa del campeonato también ayuda a que haya menos presión, porque hay que entrar entre los ocho y listo; después, la liguilla es un torneo aparte. Se vive con pasión, pero la gente no se desborda. Se tolera la derrota y se aplaude al que gana. Así de simple.
50.– ¿Pero se siente la misma presión que en Argentina ante una final?
–Sin dudas. Cuando el director deportivo de Rayados me dijo que me querían, me explicó que el equipo llevaba 5 años sin ser campeón de Concachampions y 7 de Liga (ahora son 9), y además el equipo venía de perder una final de Liga contra su máximo rival y en nuestro estadio. Me explicó que el único objetivo era salir campeón. La presión es la misma; además, cuando tenés la chance de ser campeón, lo único que querés es que no se te escape.
51.– En la semifinal de la última Liguilla, contra el clásico rival, saliste lesionado y los hinchas de Tigres te aplaudieron. Como acá, ¿no?
–Tal cual, y de hecho agradecí los aplausos. Uno adentro de la cancha defiende sus colores y no lo digo de tribunero, no me gusta serlo, pero siempre respeté mucho al rival, no me siento ni más ni menos que nadie.
52.– ¿A River llegaste en 2012 de casualidad, porque Vélez no te quiso renovar el contrato?
–Seis meses antes de ir a River tenía todo arreglado para renovar en Vélez por 4 años. Fuimos a la pretemporada de enero, me dijeron que a la vuelta firmábamos, se fue estirando, y no sólo pasó conmigo sino con varios compañeros que al llegar a junio no se mantenían los números hablados. Ahí apareció River y se arregló todo muy rápido. Fui a préstamo por un año, o sea que ni siquiera era una ventaja económica. Y luego firmé por 3 años más. Si hubiera renovado en Vélez no sé cómo se habría dado todo…
53.– ¿Fuiste a River con la idea de ser titular o pensabas que te iba a costar?
–Fui con la ilusión de jugar, me sentía muy preparado por los cuatro años de Vélez. La verdad es que estaba muy bien, en una edad muy buena para encarar un desafío así.
54.– Te sentaste en el banco un solo partido, contra Belgrano el día del regreso a Primera, y luego no soltaste el arco, ¿sentís que no te costó la adaptación?
–Me acomodé rápido, quizás por la experiencia que venía acumulando. En River se vive un día a día fuerte, sólo sirve salir campeón. Esa es la diferencia con otros clubes. Lo importante es entenderlo rápido.
55.– ¿El penal atajado a Gigliotti marcó un antes y un después en tu relación con el hincha, o ya te sentías querido?
–Desde el primer momento sentí que la gente de River me tenía confianza y me lo demostró con aplausos en los partidos. Yo fui devolviendo esa confianza con buenas actuaciones. Uno va construyendo de a poco, no creo en eso de que llegás a un club y sos ídolo enseguida. Mi primer año en River me dio un gran respaldo.
56.– Pero el penal te puso en un pedestal.
–A todos nos marcó ese partido de la Sudamericana con Boca: veníamos de perder contra Racing unos días antes y ahí se nos fue el campeonato, River acumulaba una sequía de 17 años en títulos internacionales, podíamos quedar afuera contra el eterno rival… Ese partido podía desestabilizar un poco la estructura, eso es lo que la gente identifica con aquella noche que significó tanto. Y además después salimos campeones, porque si no coronás, no es lo mismo. Aquel con Boca fue un partido bisagra no sólo para mí, sino para todo el plantel y para la gente.
57.– ¿Te ayudó que se dilatara la ejecución del penal, en qué pensabas?
–Era un partido clave, lo sabíamos todos, y yo lo viví muy intensamente durante todo ese día: había que ganarlo y no me podían hacer goles. Me enfoqué en eso: había que ganarlo y no me podían hacer goles. Lo hablé a la tarde con mi hermano. "Hoy tiene que ser el día", le dije. Recordé lo que me había contado Lechuga Roa, cuando era ayudante de Almeyda: cómo se había mentalizado antes de esa noche mágica de penales atajados que tuvo con el Mallorca. Eso también me dio fortaleza.
58.– ¿Qué hiciste en esos minutos?
–Cuando cobraron el penal creo que miré dónde estaba la puerta para irme (risas). Acá no había VAR así que no quedaban dudas de que era penal. Me alejé de la jugada, traté de clarificar la mente, estar lúcido, empecé a tomar aire como nos había enseñado Sandra Rossi. A la mañana habíamos analizado los penales de Gigliotti con Nahuel Hidalgo (videoanalista) y "Tato" Montes. Gigliotti tenía muchísimos penales pateados en Colón, San Lorenzo y Boca, y los vi.
Un penal consagratorio
59.– ¿En qué momento decidiste para qué lado tirarte?
–Yo no soy penalero, por eso traté de estudiar cada cosa. Me enfoqué en su carrera, ahí estaba la clave. En su velocidad y en cómo se perfilaba, en qué ángulo tenía, si podía abrir el pie o no. Como su carrera era lenta, había más posibilidades de que abriera el pie. Cuando le quedaba un paso para patear y no aceleraba supuse que no patearía fuerte, sino abriendo el pie, entonces ahí decidí tirarme hacia mi izquierda. Es decir: esperé hasta el final. Al llegar la pelota, yo estaba un poco pasado, pero alcancé a poner la palma de mi mano derecha y se fue para el costado.
60.– ¿Tuvieron que consolar a Gallardo en esos días previos, ya que había fallecido su madre?
–No estuvimos con Marcelo en el velatorio, lo recibimos el día posterior, y automáticamente él ya estaba enfocado en el partido. Uno no junta el fútbol con la vida, pero hay momentos en que indefectiblemente parece que existe algo mágico, que el poder viene de allá arriba. Y eso creo que ocurrió aquella noche contra Boca.
61.– ¿Notaste algo anormal en la Bombonera la noche del gas pimienta?
–Había una atmósfera muy tensa, pero lo que sucedió nadie lo imaginaba. Yo salí primero a la manga, como capitán, con Mammana y Maidana, y cuando llegamos a la punta, Emanuel le dice a "Jony": "Tenés manchada la camiseta". Parecía una mancha de sangre. Ahí nos empezamos a mirar y escuchamos gritos, y como en la manga no hay luz, no sabíamos qué pasaba. Los chicos empezaron a salir de la manga y no entendíamos nada. Te agarra desesperación porque no sabés de qué se trata, algo que no lo imaginás, porque si te tiran un petardo o una bomba de estruendo, eso pasó otras veces. Son miles de situaciones que están mal pero ya las viviste; acá no entendíamos nada.
62.– Vos sos una persona tranquila, ¿te llegó a alterar la situación? ¿Hablabas con los jugadores de Boca?
–Fue una situación rara, pero por suerte no perdimos la cabeza. Estaba la policía en el medio y podría haberse complicado todo, pero ese grupo sabía mantener una línea que se fue construyendo en estos años, y que se mantiene hasta hoy. Eso ayudó, porque en un momento muy difícil, a pesar de la espera larguísima y de la bronca acumulada, nunca dejamos de estar juntos y mantener la cordura. Cuando los jugadores de Boca se pusieron en posición para reiniciar el partido fue otro momento rarísimo, mismo cuando el veedor de la Conmebol no decidía nada. El árbitro y sus asistentes estaban muy tranquilos, eso ayudó.
63.– ¿Tuviste miedo?
–En ese momento, no, estás ahí, querés colaborar, protegés. Después te ponés a pensar y sí, te da miedo, claro. No sabíamos qué era la preparación que nos tiraron, estaba todo oscuro, a veces pensás que no hay límites en el fútbol.
64.– ¿Sabías que Gallardo te iba a sacar en tu último partido en el club, contra Gimnasia en el Monumental?
–La verdad que no, recién me enteré cuando lo vi a Augusto (Batalla) preparándose para entrar. Terminó siendo una despedida soñada, perfecta, increíble.
65.– Se te vio pucherear al terminar el partido.
–Casi me quiebro cuando me hicieron la nota en el campo de juego, apenas terminado el partido. Mi viejo cumplía años el día siguiente y venía de tener un problema de salud grave, un tumor en el pulmón. Lo habían operado en febrero, también había fallecido el abuelo de mi señora, que era como un padre para ella, cosas que por lo general la gente no sabe, pero que pasan, y además eran mis últimos meses en el club, así que fue un semestre emocionalmente muy fuerte para mí. Por suerte salió todo perfecto con mi viejo y estamos felices de las posibilidades que te da la vida. Hoy está muy bien.
66.– ¿No llegaste a llorar esa noche, entonces?
–Esa noche, no, sí lo hice unos días después, cuando retiré las cosas del club y me fui a Porteña a ver a mis viejos. Estaba solo, manejando en la autopista entre Rosario y Santa Fe, hablé por teléfono con mi mujer y de golpe me cayó la ficha y me largué a llorar, y así estuve varios kilómetros llorando solo en el auto.
67.– ¿Por qué le regalaste los guantes a Gallardo?
–En la fecha anterior, antes de salir a jugar en cancha de San Lorenzo, estábamos charlando y me dijo que le gustaría tener un recuerdo mío y entonces ahí, cuando me sacó, se los regalé. Para mí fue una relación única entre técnico y referente, me ha hecho crecer, compartimos cosas muy fuertes. Marcelo ha sido un padre para mí por cómo te ayuda en las pequeñas cosas que van surgiendo. Fue un mix entre lo deportivo y lo personal, eso es lo que uno valora, porque uno no es solo un futbolista, y Marcelo abarca todo, está muy preparado.
68.– ¿Te desgastó mucho ser el capitán?
–Como capitán, uno trata de estar pendiente de las situaciones de los compañeros, estar presente cuando lo necesitan, más que nada me preocupa eso. Lo íbamos compartiendo con los otros referentes, por eso no se hace una carga. Por eso, más que de capitán a mí me gusta hablar de referentes, como lo eran "Leo" (Ponzio), "Jony" (Maidana) o "Gaby" (Mercado), muchos jugadores que llevábamos adelante al grupo, porque solo no se puede y no es fácil; unas veces tira uno, unas veces tira otro.
69.– ¿Estás contento con la decisión de haberte ido a México o en algún momento te arrepentiste?
–Arrepentir no, porque lo había analizado muchísimo. El cambio nos vino muy bien a mí y a mi familia, estamos muy felices. Al principio cuesta un poco bajar de lo que es un club enorme como River a vivir la normalidad, por decirlo de cierta manera. El fútbol me ha dado demasiado: me tocó jugar en todas las divisiones y a todos los niveles, y ahora disfruto de esta etapa en el exterior.
70.– ¿Qué cosas concretas hacés ahora que antes no podías?
–Encontré un equilibrio entre trabajo y familia. Hay mucho de superficial cuando te llega la fama, seguramente se te endurece el corazón, se te afloja la cabeza, y cuesta encontrar las herramientas para alcanzar el equilibrio. Algunas veces descuidás a la familia y a los amigos. Un amigo me dijo, ya cuando me había ido de River: "Te llamé una vez, porque me estaba separando, y al final nunca pudimos hablar". Son pequeñas cosas que te van marcando. Aquí puedo disfrutar con mis hijos, y por ahí en la locura de River estás con la cabeza a mil, llevás la camiseta puesta a donde vayas, y quizás estás con tu familia, pero no como uno desea. Y ese es un tiempo que no se recupera jamás. Llegué a pensar que esas cosas podían repercutir en mi rendimiento, y hasta se me cruzó jugar unos años más y luego retirarme, cosas que no quería, pero bueno, son muchos los factores que fui analizando. Había que tomar una decisión, y creo que fue la correcta, tampoco podía joder a River con mis actuaciones.
71.– ¿Cuándo empezaste a pensar todo esto?
–A mediados de 2015, en la pretemporada en Cardales previa a las semifinales de la Libertadores. Los dirigentes me llamaron para la renovación y les conté lo que pensaba. A ellos y también a Marcelo: que al terminar mi contrato, un año después, me iba. Les dije que no quería perjudicar a la institución, y que si pretendían venderme antes, que lo hicieran.
72.– ¿Gallardo no intentó convencerte?
–Hablamos muchas veces con Marcelo, se dio cuenta por dónde venía la mano. Nunca quiso imponerme nada, me acompañó.
73.– ¿Hubo algún hecho puntual que detonara tu decisión de irte? Se habló de amenazas a tu familia.
–Arrojaron algunas cosas a la casa de mis padres, en Porteña, también hubo inventos del periodismo y debí ir a concentrar con mi señora y mi hijo llorando. Hay muchas cosas que uno no acepta y que van sumando. Aquí yo puedo ir a retirar a mis hijos al colegio, al más grande lo llevo al fútbol, y todo se hace de manera muy natural. Y eso que estamos en una ciudad muy futbolera, eh.
74.– Este año volvés al Mundial de Clubes, ¿lo imaginabas?
–No sé, pero está bueno, porque es una Copa muy muy linda, un momento para disfrutar y competir, así que este semestre ya tenemos una meta importante para perseguir: el objetivo es estar en la final, algo que no pudo lograr ningún club mexicano hasta ahora.
75.– ¿Hastá cuándo tenés pensado jugar en Rayados?
–Tengo contrato por un año más, hasta mediados de 2020, y seguramente lo cumpliré, como hice en todos los clubes en los que jugué, salvo en Necaxa, donde me quedaba un año y me vendieron. Después, en cuanto a la renovación, pienso semestre a semestre, los desafíos los tomo así, porque si me tocara ser suplente, creo que no aguantaría. Veremos.
76.– ¿Puede ser que en México hayas recuperado el deseo de prolongar tu carrera?
–Haber encontrado ese equilibrio entre familia y trabajo me hizo pensar en que puedo jugar mucho tiempo más. Por otro lado, todavía no tengo definido qué haré después de retirarme, así que no tengo apuro (risas).
77.– Te fuiste por la locura del entorno de nuestro fútbol, ¿regresarías a esta locura o ya es una puerta cerrada?
–Todo puede ser, no hay ninguna puerta cerrada, veremos para dónde me llevan los desafíos, si me atraen o no.
78.– ¿Volviste al Monumental alguna vez tras tu salida en 2016?
–Fui una sola vez, a una práctica, a saludar, el equipo estaba por viajar a Tucumán. Después, no se dio. Cada vez que vine al país fue por pocos días y casi siempre fui directo a Córdoba, ni pasé por Buenos Aires.
79.– ¿Qué imaginabas en la previa de la final en Madrid?
–Confiaba en el triunfo de River, futbolísticamente se veía que tenía un nivel más alto que Boca, y además está la fortaleza que se generó en esta era Gallardo. Después, había que demostrarlo, claro. En la ida, de no ser por Rossi, se hubiera dado un resultado muy favorable a River en el primer tiempo.
80.– ¿Dónde y con quién viste esa final?
–Estábamos en casa, en México, con la familia, el día anterior habíamos sido eliminados en las semifinales de la Liguilla por Cruz Azul. Me puso muy contento que ganara River. El hecho de ver a la gente que uno aprecia muchísimo en un momento de tanta felicidad, reconforta. Se lo merecían. River ha marcado un camino tanto adentro como afuera de la cancha.
81.– No te imagino gritando los goles frente a la tele…
–No, tranquilo, estaba todavía afectado por la derrota de mi equipo, así que fue una linda alegría para calmar la bronca que traía. Mi nene más chiquito sí que gritó los goles, como te contaba es hincha de River y te nombra todos los jugadores.
82.– ¿A Gigliotti te lo cruzaste alguna vez tras el penal que le atajaste?
–Volvimos a enfrentarnos en un amistoso en Mar del Plata y hace poco en México, en Monterrey-Toluca, y ahí estuvimos charlando un rato antes de entrar al campo. En el fútbol de hoy se busca un culpable, tiene que saltar un fusible, pasó bastante en los últimos tiempos en Boca, y la ligó Gigliotti. Por suerte ha demostrado que es un gran jugador y salió adelante.
83.– Se rumoreó hace un tiempo un supuesto interés de Boca por traerte, ¿existió algo?
–No hubo nada, y tampoco creo que a sus dirigentes se les hubiera cruzado esa posibilidad, carece de sentido. Obviamente yo tampoco iría a Boca.
84.– ¿Qué consejos le darías a un arquero que recién empieza?
–Pensar siempre que lo que viene es lo más importante. Eso va traducido en minutos, entrenamientos, partidos, todo. Es decir: atajás una pelota en el primer minuto, y hasta que no termina el partido no podés pensar en lo que hiciste bien. Y también el caso inverso: no te podés quedar pensando en un error. El caso más claro del primer ejemplo es el penal de Gigliotti, que me cargan por mi festejo con el dedito. Faltaban 89 minutos, un montonazo, y lo más importante es el resultado del equipo. Acá te eleva o te baja el resultado de todo el equipo, por eso uno aprende a tener esa constancia en cada partido.
85.– Tu día más feliz y tu día más triste en el fútbol.
–Cada título es un momento único, y no puedo elegir uno, porque cada club se merece ese recuerdo, por suerte pude salir campeón en todos los clubes en los que jugué, salvo en Huracán. Pero bueno, la etapa de River fue tremenda: se arrancó de cero y se llegó a Japón. El camino es lo más lindo, y lo que más se valora. Quizás, el momento más sorprendente fue el primer ascenso con Rafaela. Fue inimaginable. El club había quebrado el año anterior, no había jugadores, 4 hinchas agarraron el fútbol y trajeron sólo 2 refuerzos, al "Yagui" Forestello y al "Pipi" Araujo. Eramos el equipo 20 sobre 20 para ascender, estaban Argentinos y Quilmes como grandes candidatos y terminamos ganando Apertura y Clausura y ascendimos. Así es el fútbol. Y día triste no recuerdo uno en especial. En el balance final, el fútbol me ha dado cien mil veces más de lo que yo imaginé.
86.– Tu mejor partido.
–Aquel contra Boca jugando para Huracán en 2008 fue uno, y después contra los japoneses en el Mundial de Clubes, porque si no ganábamos, nos mataban a todos: la gente había hecho un terrible esfuerzo para viajar y ver la final contra Barcelona, y eso nos hizo jugar con una mochila pesadísima encima.
87.– El gol más bobo.
–Uhhh, recuerdo uno en cancha de Colón, en 2016, jugando para River: quise rechazar, le rebotó a Alan Ruiz y entró. Perdimos 4-1, Alan Ruiz metió 3 goles esa noche y lo vendimos a Europa (risas). Siempre recordamos con compañeros a aquellos rivales que vendimos a las grandes ligas en un solo partido…
88.– El mejor DT que tuviste.
–No puedo uno solo. Me quedo con Ricardo (Gareca), con Ramón y con Marcelo. De Ricardo elijo su simpleza para ver el fútbol, de Ramón lo motivacional y de Marcelo la obsesión para estar en todo. Nunca había tenido un técnico de la nueva generación.
89.– ¿Y el peor?
–No tuve. Además, cuando pasa el tiempo. uno se da cuenta de que al arrancar la temporada te tenés que poner espalda contra espalda con el entrenador y llegar hasta las últimas consecuencias. Eso es un compromiso que uno se pone. Muchas veces los jugadores nos creemos superiores a los entrenadores, y no es así, hay mucha diferencia, a veces nos ubicamos en un lugar que no corresponde para nada.
90.– Los mejores amigos del fútbol.
–El "Lobo" Ledesma y el "Pipi" Araujo son los grandes amigos, también los chicos de la pensión de Rafaela que no llegaron y con los que me sigo viendo: Guido, Nico, Mauri y Paiu.
91.– ¿Te agarraste a piñas con algún compañero alguna vez?
–No. Todo se puede discutir en un vestuario, pero de los golpes es difícil volver. El respeto y la línea se deben mantener, y siempre prevenir esas situaciones que se pueden dar a lo largo de una temporada.
92.– ¿Qué te dijo el Pity cuando le sacaste esa bola tremenda en marzo de este año por la Concachampions?
–Ja, ja, cuando caí ya me estaba riendo porque sabía la que se venía. Terminó el partido y nos reíamos con Vangioni y con el Pity, le decía que pasan los años y tratamos de defendernos, que todavía tenemos bastante por hacer dentro de la cancha. Fue una Copa muy linda esa, porque en cada serie me tocó tener una o dos atajadas importantes, y esa al Pity va a quedar en el recuerdo.
93.– ¿Y qué te dijo Gignac después de sacarle ese tremendo cabezazo abajo en la final de esa Copa?
–Nada, hay mucho respeto. De hecho, unos minutos después de esa tapada, me chocaron y quedé tirado. El vino, y en vez de apurarme o decirme que me levante porque podría estar haciendo tiempo, hizo todo lo contrario: se preocupó por mí, me dijo que no me levante porque me veía como temblando. En definitiva, es un señor dentro de la cancha.
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94.– Después de ganarle esa final a Tigres, te hicieron una nota en Fox en el campo de juego pinchándote un poco por ganarle a Tigres, pero vos fuiste muy respetuoso. Del mismo modo sos con Boca.
–Todos los rivales para mí merecen el máximo respeto. Aparte no me gusta que se hable más de lo de afuera que de lo que uno hace dentro del campo. En este fútbol más de uno declara para tratar de ocultar lo que ocurre en la cancha, un exabrupto también bloquea lo que hiciste adentro. Debemos jugar más y hablar menos, pero hoy en día está complicado, porque se busca más el análisis de una frase que lo que se hace en el campo de juego.
95.– ¿Cuál es el arquero que más te gusta hoy en el mundo?
–Mi referente fue siempre Iker Casillas, aunque me lleva unos pocos años lo admiré desde sus comienzos. En los últimos años me gustaron mucho Neuer, Ter Stegen, Claudio Bravo y Alisson, el del Liverpool.
96.– ¿A Armani lo conocés?
–Nos hemos enfrentado un par de veces y charlamos antes o después del partido, pero no lo conozco personalmente. Me hablaron muy bien de Franco como ser humano, y el resto se ve: es un grandísimo arquero que ha demostrado ser una pieza clave en el arco de River. Ya lo había hecho en Colombia.
97.– ¿Hasta qué edad pensás atajar y dónde vas a vivir tras el retiro?
–Para el retiro me falta, quiero igualarlo al Flaco Comizzo, que llegó a los 42. Mientras haya condiciones físicas y motivación para entrar a la cancha, voy a tratar de seguir. Como te contaba: jugar me gusta cada vez más, lo tomo de otro modo, con otra calma, valorás estar dentro de la cancha, encontré ese equilibrio entre trabajo, familia y viajes, y todo eso me lleva a tener muchas ganas de seguir, de conocer nuevos lugares y desafíos. Dónde viviré, no lo sé, me veo más como un nómade que asentado en un lugar. Estoy haciendo el curso de entrenador a distancia, llevo un año, pero hoy no me veo dirigiendo, aunque eso mismo se lo he escuchado a muchos compañeros que hoy están dirigiendo, precisamente.
98.– ¿Cómo tomaste que eligieran a un entrenador sin experiencia en la selección?
–No es lo lógico ni lo correcto para la carrera que han desarrollado muchísimos entrenadores en el país, pero bueno, se dio así. Es perder nuevamente una oportunidad de estructurarse de una vez por todas y dejar de buscar soluciones mágicas, porque hoy en el fútbol ya no existen más soluciones mágicas.
99.– ¿Por qué creés que Sabella fue el único DT que te convocó a la selección?
–No sé. Yo comencé a ser expuesto un poco en el año previo al Mundial de Brasil y Sabella tenía todo más o menos armado, era lógico que no tuviera la chance, más allá de ser convocado a dos amistosos con Brasil. Pero después del Mundial no solo yo sino muchos de mis compañeros de River debimos tener alguna oportunidad. Era una cuestión lógica: salir campeón en un equipo grande, con esa exigencia, te marca. Jugar finales también te pone a la altura óptima para estar en una convocatoria de la Selección, y nosotros ganamos varias en esos años, pero no se consideró así, recién cuando los futbolistas se tomaban el avión para ir a jugar a Europa se los llamaba. Fue rara y llamativa la decisión del cuerpo técnico de turno, pero tampoco tenía sentido gastar energía pensando en algo que no podía controlar.
100.– No sé si leíste, pero con la lesión de Andrada en la Copa América, muchos te pidieron por redes sociales.
–No sabía, pero el sueño y el deseo lo sigo conservando, eh. Mientras esté activo y a este nivel, seguiré luchando y no perderé la esperanza por estar en la Selección. Para serte sincero, me da un poco de bronca cómo se ha manejado el tema de los arqueros en este tiempo. Hoy, la Selección parece más un lugar donde los arqueros se van a probar antes que a jugar, no es como antes que tenías que hacer méritos en tu club para llegar a la Selección. Esto de convocar a 8 arqueros en unos poquitos partidos para verlos no me parece justo. Las aptitudes tenés que demostrarlas en tu club, y si ese club es grande, que te obliga semana a semana, con la presión de estar al límite porque ser segundo no sirve, eso creo que te acerca a la Selección. Otro pasito, considero, es demostrarlo en finales, eso te hace despegar y te da esa preparación para estar en el arco de la Selección. Últimamente se desvirtuó el tema de las convocatorias, y la verdad que me da un poco de bronca.
La ficha de Barovero
- Nacimiento: 18/2/1984 en Porteña (Córdoba).
- Inferiores: Porteña Asociación Cultural y Deportiva (hasta 1998) y Atlético de Rafaela.
- Primera: Atlético de Rafaela (2003-07); Huracán (2007-08); Vélez Sarsfield (2008-12); River Plate (2012-16); Necaxa (2016-18); Rayados de Monterrey, México (desde junio 2018).
- Selección Nacional. Integró selecciones juveniles entre 1999 y 2000 pero sin competir oficialmente. Fue convocado por Alejandro Sabella para dos amistosos con Brasil en 2011 y 2012, pero fue al banco.
- Títulos (11): Nacional B 2002/03 (Rafaela); Clausura 09 y 11 (Vélez); Torneo Final 2014, Copa Campeonato 2014, Copa Sudamericana 2014, Recopa 2015, Copa Libertadores 2015, Suruga Bank 2015 (River); Copa México 2018 (Necaxa); Liga de Campeones Concacaf 2019 (Monterrey).
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