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Maravilla: "Nunca nadie tuvo este acompañamiento"
Con el cuerpo herido, el nuevo monarca de los medianos cuenta qué pasó en el último round y sus ganas de enfrentar al puertorriqueño Miguel Cotto
LAS VEGAS.– "Disculpen que los reciba así, pero estoy algo dolorido", dice el campeón apenas abre la puerta de su suite, la 2415, en el piso 24 del Wynn Hotel. "Así", para Sergio Maravilla Martínez, es mostrarse con una remera gris sin mangas, estampada con un escudo argentino en el que se lee Team Maravilla y también Despierta Argentina; pantalones chupines color negro brillante; pies descalzos. Impecable."Así" es, también, el ojo izquierdo morado y el párpado surcado por una cosida que no parece haber reparado demasiado en la estética.
Uno imagina el cuerpo dolorido por el titánico esfuerzo de la noche anterior, pero él igual saluda con un abrazo franco a los dos intrusos que, poco después de las dos y media de la tarde, irrumpen en su intimidad.
"Pasen, pónganse cómodos, siéntense donde quieran", ofrece, mostrando con sus brazos tatuados el amplio living, con dos sillones de un cuerpo y uno de tres, de espaldas al gigantesco ventanal que da a la torre Trump. También ofrece apagar la Mac desde la que se oye música y su iPhone, que no para de anunciar mensajes, ambos inmaculadamente blancos. En medio de la charla, y a pesar de estar "así", se levantará y caminará hasta la heladera para volver cargado con tres vasos y dos cartones de jugo: "Mézclalo, porque éste es muy fuerte", dirá, al servir primero el de pomelo y luego uno de manzana, o algo así.
Contra una pared, apilados sobre dos valijas rosadas, están todos sus implementos de trabajo de la noche anterior: el pantaloncito rojinegro, las botitas haciendo juego y los guantes Cleto Reyes. Serán lo primero que ofrezca para decorar un poco más la foto, para la que pedirá permiso de posar con los anteojos puestos. Detalle de boxeador de alguien que no parece un boxeador. Aunque, como todos los boxeadores, gusta de llevar de aquí para allá los cinturones de campeón, como los dos del Consejo Mundial de Boxeo que tiene apoyados sobre una cómoda, justo sobre la otra pared.
Hablará de la pelea de la noche anterior y de cómo tuvo una milésima de segundo de lucidez, aunque inútil, para darse cuenta de que venía la piña que lo llevaría a la lona. Mostrará su puño izquierdo, impresionantemente morado e hinchado. Fracturado. Sin embargo, dejará ver que lo que más le duele son los ganchos de metal que le pusieron en el cuero cabelludo, para cerrar la herida provocada por un cabezazo: "¡Clac!, me hicieron, con una de esas abrochadoras que se usan para el cartón… Casi me caigo de la cama".
Hablará de su libro, próximo a terminar de editarse, y se reirá del título, que dice no haber puesto ni propuesto: Corazón de rey. Allí, ahora, en sus dominios con tanto color de Las Vegas, no parece serlo. Es sólo un luchador que horas antes hizo su faena y tiene una habilidad especial también para contarla.
–¿Cómo se explica el dramático último round de la pelea?
–Fue ridículo lo que hice. Venía manejando todo bien, bien. Pero me relajé y la cagué. No me confié, no fue que dije: "Ya te tengo…". En un momento, tuve este movimiento, así (se para, gira y muestra la cara) y dije: "Uy, la cagué". Y pum, me comí la mano, me quedé parado para que me pegue. Y cuando caigo, digo: "La puta madre". Me levanté, estaba consciente, lo veía a él… Pero no tenía estabilidad en las piernas. Yo quería ir a pegarle. Digo: "Mato o muero". Pero después del mato o muero, vi que no tenía estabilidad y dije: "Muero". Me entró la duda de salir-entrar-salir-entrar-lejos-cerca… Me pegó en el oído, por eso no escucho bien. No escucho casi nada ahora. Claro que uno tiene conciencia de lo que pasa en esos momentos. También me dije al levantarme: "Este pibe no me va a llevar por delante, ya tiró todo".
–¿Es posible pensar en un momento así, a un segundo de recibir un golpe de nocaut o, peor, después de recibirlo?
–Claro, claro, hombre, que se puede. Depende del nivel de inconsciencia que uno tiene, por supuesto. Paul Williams, con los ojos en blanco, así, no podía pensar en nada.
–¿Y usted cómo estaba?
–Yo tenía conmoción. Era un poco todo, el golpe, la rodilla. Es que yo tengo rotos los dos meniscos desde hace tiempo, y eso condiciona. Estoy arruinado, je... No, en serio, con convicción todo se supera.
–¿Coincide en que esta circunstancia aumenta el valor de su victoria?
–Sí, puede ser… No habría pasado nada, de otra manera. Habría ganado los doce rounds y nada más. La pelea era como un monólogo, sí, un stand-up.
–Usted jugó mucho con él después del quinto round. ¿Fue una estrategia?
–Me lesioné la izquierda en el cuarto asalto, después de haber hecho cosas bonitas, y perdí intensidad…
–Sí, entre las "cosas bonitas" estuvo esa seguidilla de uppercuts, de lo mejor de su carrera…
–Sí, pa, pa, pa… Metí tres seguidos. Por eso la mano la tengo así, inflamada, mirá… Bueno, mi KO sobre Williams había sido lo más espectacular, pero esto de sumar los uppercuts lo hago, muchas veces, como un juego en el gimnasio.
–Lo gozó a Chávez, anticipándose a él en la salida de cada round.
–Le decía: "¡ Vamos! ¡Vení!". Era un manera de taladrarlo, de taladrarle el cerebro y achicarlo psicológicamente. Creo que lo logré. Había que aprovechar todo. Había que llevarlo, a la larga y de a poco. No cayó porque es extremadamente fuerte. Fue guapo. Me dolían las manos de tanto pegarle…
–Esta vez, fue vendado por Naseen Richardson, un veterano del boxeo.
–Sí, fue contratado, más que nada, para vigilar el vendaje de Chávez y no llevarnos sorpresas desagradables. Lo suyo estuvo ahí. También me vendó, pero no me sentí cómodo con su trabajo ni con el funcionamiento de mi rincón. A Sarmiento no lo acompañaron con la velocidad que requería esta pelea. Y mi herida no fue bien tratada. Yo no puedo estar dirigiendo y diciendo: "Vamos, que venga, el agua o el hielo".
–¿Es consciente de lo que provocó en la Argentina? La gente que vino hasta aquí, la TV Pública tuvo un rating de 27 puntos…
–Fue una experiencia única, nunca nadie tuvo este acompañamiento. Superó todas mis expectativas.
–¿Cambia esto los planes para su futuro?
–Habrá que esperar los diagnósticos médicos y después ver. Bob Arum (el dueño de Top Rank y promotor de esta pelea) me sugirió hace unas horas un desquite con Julito, en Dallas, en el estadio de fútbol americano de los Cowboys, con 60.000 personas y PPV (pay per view). Pero eso no me cierra . Allí, Chávez hace lo quiere y además todas las reglas, con el dopaje y esas cosas, son menos rigurosas, digámoslo así. Son menos exigentes que en Nevada. A mí, por una cuestión personal, me gustaría pelear con el puertorriqueño Miguel Cotto. ¿Ustedes lo conocen como persona? Es un tipo raro. No me cae bien, como a la mayoría en el ambiente del boxeo. Sería una buena pelea si lográramos un acuerdo en el límite de nuestros pesos.
–La relación agresiva con Chávez, ¿fue real o una estrategia?
–Yo soy un hombre que está en contra de todos aquellos que son beneficiados por las injusticias. Y Chávez representa eso. Por ser hijo de una gloria del boxeo, por lo que sea, postergó injustamente a un montón de boxeadores, incluido yo, que debimos tener el cinturón y las oportunidades que él ocupó durante dos años. Además tiene permiso para todo: indisciplina, manejar en malas condiciones… Nunca le pasa nada porque es el hijo de tal… Mirá, si yo salgo del ascensor y me llevo por delante a una viejecita, la que se arma. Eso me molesta muchísimo.
–¿Qué significa haber dicho que su triunfo le devuelve credibilidad al boxeo?
–Eso. Quiero más dignidad y claridad. Voy a pelear con quien lo merece y ante quien corresponda. Algo olvidado en los últimos tiempos.
Es el escritor de Corazón de rey
"En octubre tengo que ir a la Argentina para presentar mi libro. Lo escribí yo. Bueno, gran parte de él. Se va a llamar Corazón de rey. Modesto, ¿no? Bueno, yo no he puesto el título, pero está bien. Me ayudó el director de la editorial Huellas del Sur. Tres cuartas partes del libro las escribí yo, cosas que vengo escribiendo desde hace tiempo, no sé si las han visto alguna vez. Voy cambiando el estilo: para mi punto de vista, voy mejorando, a veces muy profundo. Tiene muy poquito autobiográfico: son mis pensamientos, mi forma de ver la vida".
Las lesiones que complican el futuro
Martínez volvió al hotel Wynn a las 2 de la mañana del domingo. Hasta esa hora se sometió a distintos chequeos y curaciones que alteraron, por completo, todos los planes y negociaciones que se habían iniciado en torno a su próxima pelea. Frustraron, además, los festejos previstos en la discoteca del casino, que Maravilla y equipo querían brindarles a los allegados y a la prensa especializada. Acompañado por su médica personal, Raquel Bordóns, y su hermano menor, Sebastián, acudió al hospital universitario de Las Vegas, donde le suturaron las heridas en el cuero cabelludo –ocasionadas por un choque de cabezas casual en el 9° round– con "ganchos quirúrgicos", un proceso extremadamente doloroso, y recibió cinco puntos de desprolija sutura en la ceja izquierda, lastimada en el séptimo round.
Se corroboró, además, el agravamiento de su lesión ligamentaria en la pierna derecha, que demandará una intervención quirúrgica a la brevedad. Esa intervención se realizará en España. Y un tema que impactó a toda su delegación: sus manos presentaban dolencias varias y escoriaciones, ignorándose al momento el diagnóstico definitivo, aunque se sospechaba de una pequeña fractura en la mano izquierda.
El proceso de recuperación integral le demandará a Sergio Martínez una inactividad superior a los cinco meses.
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