La faceta más amable del DT apareció en Gimnasia, un club que se rindió a sus pies y que generó un amor correspondido... ¿más allá de los resultados?
Diego está llorando. A su alrededor, hay veinticuatro mil personas en estado de éxtasis, desollándose al gritar su nombre. El estruendo humano se confunde con los fuegos artificiales y las bombas. A veces, la energía se convierte en un ruido interminable. Y ahí, absorbiendo todo eso, está Diego Armando Maradona: su metro sesenta y cinco, el rostro hinchado, los ojos rasgados y húmedos. Diego, que llora con una pelota en las manos. Hay algo en la escena que hace flashback al 10 de noviembre de 2001,el día del partido despedida del 10, la tarde de "la pelota no se mancha". Diego y su figura, una de las más grandes de la historia de la cultura popular mundial, se tornan frágiles. Ese dios de Fiorito que conquistó el mundo y disparó hasta contra los suyos, pierde su aura sagrada y se vuelve humano, algo que sucede a veces. Aquella tarde, en su partido final, se abrazaba con los brazos en cruz: era un niño grande pidiendo que lo cuiden, porque no sabía qué iba a venir después del fútbol, después de ser lo más significativo que le pasó al deporte más aclamado. Y ahora, acá, dieciocho años más tarde, Diego ya es un hombre grande, con la barba cana y la vida pasándole factura (¿quién dijo que era sencillo ser Maradona?). Visto desde la tribuna es como un duende sabio y cansado. Un hombrecillo en busca de un lugar donde ser feliz, como él mismo dijo. Y es un hombre que llora.
"Volver fue reencontrarme con los argentinos, con la gente que me quiere. Y con la Tota, que le hubiese encantado estar ese día, por eso me emocioné", le dice Diego a LA NACION revista. "Después los boludos decían que estaba llorón. ¡Qué mierda quieren! No tengo a mis viejos, que hubiesen querido verme dirigir otra vez acá".
Después de veinticuatro años, él regresa como entrenador al fútbol argentino. Y lo hace en un club que guarda ciertas similitudes con los últimos equipos que dirigió. Gimnasia y Esgrima La Plata, como el Al Fujairah de Emiratos Árabes o Dorados de Sinaloa, son clubes pequeños, outsiders de la élite de equipos grandes, esos con jugadores estrellas y la exigencia de ser campeones. Es como si Diego supiera que ser Maradona ya es suficiente presión como para subirse a un auto premium y prefiere estar en sitios tranquilos, donde una victoria es épica y una derrota, algo esperable.
Gimnasia se asimila mucho a Maradona. "Es lo más parecido a nosotros –dice Matías Morla, abogado, manager y amigo del 10–. Es una hinchada similar a la de Boca, es la población que más afinidad tiene con Diego. Es leal". Y cuenta: "En Bielorrusia entró a la cancha en un tanque de guerra, con la gente cantando su nombre, pero Diego lloró en el Bosque. Lo que genera en Argentina es conmovedor".
Maradona, con micrófono en mano y la voz empastada, dice: me salió llorar. "Cuando escuché la cancha corear mi nombre, me salió llorar", confiesa con palabras que salen lentas de su boca. Cuando Diego habla parece que lo primero que pronuncia es un sentimiento en estado puro y, después, hace una pausa silenciosa, piensa y sigue. Sus frases, a veces, son impulsos contenidos. Después de hablar, empieza a caminar. Va despacio, ancho y rengo. Camina como habla. Le pide al grupo de jugadores que están parados en el círculo central que vayan, que lo acompañen. Y van, claro. Diego se acerca a cada tribuna del estadio. Se deja ver de cerca, se ofrece a la hinchada de Gimnasia. "Acá estoy en mi casa", remata su discurso, un discurso algo sucio y enroscado, pero con los lugares que la gente quería –necesitaba– oír y que él sabía que debía pronunciar. Palabra de dios.
Cinco días atrás, esto parecía imposible. Era lunes 2 de septiembre, el Día I, y Twitter explotaba de memes sobre una posible llegada de Maradona al banco de Gimnasia. Y de golpe, de algún lado salió que había rechazado la oferta. Que tenía la cabeza puesta en disputas legales, que su rodilla no le permitía dirigir, que tenía que volver a operarse. A la mañana siguiente, la del Día II, Diego desmentía todo en su cuenta de Instagram. Nadie le había ofrecido nada, no había dicho nunca que no. Vamos de nuevo. Día III, vía Matías Morla en Twitter, Maradona aparecía en un video caminando, mostrando que estaba bien, diciendo que podía dirigir. Y que "a la gente del Lobo, acá", mientras se golpeaba el corazón. El país hizo eclosión y lo que nació como fake news, se convertía en realidad. Diego estaba a punto de volver al fútbol argentino. Como si fueran los 90, como si fuera Segurola y La Habana, medios de todos lados hacían guardia en la puerta de su casa. Día IV, jueves 5 de septiembre. Gimnasia anunciaba que Diego Maradona era su nuevo director técnico. Desde ese momento, Gimnasia ya no volvería a ser igual.
"Hace mucho teníamos la idea de traer a Diego. Él siempre estuvo trabajando desde que estamos en la comisión –dice Gabriel Pellegrino, presidente de Gimnasia–. Me impactó mucho la repercusión que tuvo en él mismo que lo llamen para trabajar en el fútbol argentino".
"La gente de Gimnasia se portó de diez conmigo. Vinieron a mi casa, el presidente siempre me quiso y la gente fue increíble –dice Diego–. Yo vine a darles una mano".
Gimnasia está lejos de salir de la zona del descenso. Gimnasia está en crisis. Pero ahora, en su sede social en el centro platense, no alcanzan los números ni los empleados para hacer socios nuevos: es así desde que Diego fue un rumor. Es viernes, el día después del anuncio de Diego. El diario local titula "El Bosque de D10S", con una foto de Diego con la camiseta de Gimnasia. El club anunció que no venderá entradas generales, que solo sus socios podrán entrar en los partidos. Un par de semanas más adelante, comunicará que por día se registran 400 nuevos socios.
"Después de la presentación se trabajó para intentar generar ingresos con la llegada de Maradona", dice Norberto Gobbi, gerente de Marketing y Comunicación del club. "Hoy estamos en la mirada de distintos continentes. La gente conoce nuestra camiseta, nuestros colores. Lo asocia con Maradona y esa potencia son muy pocos los personajes del fútbol que te la pueden dar".
El impacto se refleja en los ingresos, Diego es la plusvalía del fútbol hecha carne. Maradona es más de 6 mil socios nuevos en solo tres semanas. Asociarse sale alrededor de 1400 pesos, la cuota mensual es de 650. Maradona es camisetas: 500 con su nombre estampado, que vuelan en dos horas. Cada una cuesta 3500 pesos. Maradona es ir a buscar las camisetas de las últimas dos temporadas que no se vendieron, ponerles el 10 y venderlas en otro par de horas. Al cierre de esta nota, ya se habían vendido más de 3 mil.
Diego también es que tus sponsors vengan solos a aumentar su paga. Son 16 marcas siendo parte del partido presentación. Son hoteles cinco estrellas debatiéndose por tener a Diego en su piso. Maradona es negociaciones por amistosos, ofertas por transmisiones exclusivas de entrenamientos. Es que se hable de una marca de vuelos poniendo un chárter con la cara del Diez, algo que desde Gimnasia desmienten, pero que suena a una fantasía posible.
Maradona es un hombre de 59 años que tiene impacto digital. Es followers, que son posibles consumidores. Desde que Diego es DT del Lobo, sumó más de 6 mil fans nuevos en Facebook, 8 mil seguidores nuevos en Twitter y 17 mil en Instagram. Gimnasia es, desde su llegada, el club de América Latina que más creció en Instagram.
A esas redes sociales que agigantaron su público, Gimnasia tuvo que darles nuevos y más contenidos. La producción de parte de su equipo de comunicación giró como consecuencia de la demanda. Hasta Diego, el 70% de los contenidos de la cuenta oficial eran de fútbol, hoy son el 90. "Con todos los cuerpos técnicos trabajamos con un calendario de contenidos. Y con Maradona es igual, pero obviamente lo que te puede decir tiene más impacto", cuenta Gobbi. Entre esos nuevos contenidos, Gimnasia se animó a ofrecerle a Netflix hacer una serie sobre Maradona.
Hay más. Para su primer partido oficial en el Lobo, el club tuvo que agrandar la capacidad de su estadio en unas 5 mil ubicaciones. Maradona hace crecer.
"Marianitooo", dice que le dijo cuando agarró el teléfono. El día después de convertirse en técnico de Gimnasia, Maradona llamó a Mariano Messera, DT de la reserva –junto a Leonardo Martini– y lo primero que le dijo fue "Marianitooo". "Yo no lo podía creer –dice ahora Messera, ex 10 del Lobo–. Él estaba en todos los canales, con móviles en la casa, era noticia en el mundo y se tomó el tiempo de llamarme y querer hablar conmigo del equipo".
Internamente, en Gimnasia hay sensaciones generalizadas. La primera es de felicidad. La llegada de Maradona diluyó la asfixia y la angustia que producía el fantasma del descenso. "Ningún técnico del mundo te asegura puntos. Ahora, la única persona en el universo que te puede generar este golpe, esta carga anímica, es Diego", dice Messera. Lo que hoy pasa era algo previsible, su figura encandilando toda oscuridad posible. A eso apuntaba la dirigencia al contratarlo. Su CV de técnico no es el mejor, pero su nombre es un shot de epinefrina.
La otra sensación que vuela cual drone sobre Estancia Chica –la base de operaciones de Gimnasia, un lugar de 160 hectáreas de verde y silencio en las afueras de La Plata– es la de sorpresa ante la humildad de Maradona. Y no es porque esperaban un dios todopoderoso, pero entre los empleados del club hablan de un dios terrenal. Cada día que Diego llega al predio saluda a los cocineros, los porteros, se pasea por el lugar y ve a las inferiores entrenarse. En uno de sus primeros días, Diego vio cómo unos chicos del club lo ojeaban a lo lejos. Entre la inmensidad del césped corto, Diego captó el intento mal disimulado de los juveniles. Entonces, al rato, mientras iba en auto a hacia una de las canchas del fondo del predio, frenó y se bajó para saludarlos y sacarse selfies. Después de eso, se reunió con técnicos de las juveniles. No paró de contar anécdotas. "Acá en Estancia hay mucha tranquilidad y alegría. Todos estamos muy felices, desde la cocinera hasta el portero, pasando por los juveniles, los profes. Es increíble", dice Eva Pardo, fotógrafa de Gimnasia. "Con todos es humilde, generoso y predispuesto".
Eva fue la encargada de capturar con el ojo oficial cada momento del 10, desde su presentación hasta los entrenamientos. "Los jugadores estaban tan maravillados y nerviosos como cualquiera en Estancia –sigue–. Me escribieron antes de la presentación para que les saque fotos, sin caer en que lo íbamos a tener todos los días". Y ahí está Diego, en su primera semana de entrenamientos. Recorre Estancia, habla, ordena, mira y sonríe parado en la mitad de la cancha, con una pelota bajo la suela. Hay momentos donde sus jugadores lo miran y se dejan llevar por el ídolo. Pero enseguida hay una indicación y la concentración vuelve. "Es un técnico muy participativo. Siempre está en el campo y es muy de corregir detalles", cuenta Gabriel Pellegrino. Maradona DT es intenso y sanguíneo, nimio y cariñoso: al llegar y al irse saluda con un beso a cada jugador.
Pellegrino cree que los jugadores "todavía están ante Maradona y necesitamos que estén al lado de Diego. Les falta eso que se resuelve con la convivencia".
"Los muchachos están metidos. Trabajan a morir porque saben lo que se están jugando. Es muy duro pelear el descenso, te come las piernas, la cabeza y si no estás fuerte, te caés", cuenta Diego sobre la intimidad del plantel. "Yo les hablo mucho y trabajamos para poder ayudarlos, ojalá podamos sacarlo adelante. La gente tiene que estar tranquila porque los boludos que decían que yo no iba a venir hoy se la tienen que comer".
Otra vez. Los fuegos artificiales, el humo azul y blanco, los fotógrafos pegoteados en un metro cuadrado de pasto. Diego sale de la boca del lobo, esa manga de caricatura de Gimnasia, y se acomoda junto a sus jugadores para posar. Flashes para inmortalizar el primer equipo de Maradona como DT tripero. Con esa ocurrencia, ese movimiento simple –pararse al lado de sus jugadores– hizo la foto diferente. Gimnasia va a perder de local contra Racing: 2 a 1. Diego va a mirar el partido sentado y se va a parar pocas veces para ver de cerca. Después del partido, se va a ir a Estancia, pasará la tarde en silencio y en compañía de unos pocos. El lugar es desértico los días de partido. "Me siento cómodo acá", va a decir cuando le pregunten por qué no va a su casa. "Acá bajo". A la semana siguiente, Gimnasia perderá 2 a 1 contra Talleres. Volverá a jugar mal, pero con una actitud ofensiva y de presión. Hay un estilo Maradona. Esa noche habrá dos hechos definitivos. Primero: Diego va a salir a la cancha con fuegos artificiales, un telón con su imagen de México 86 y saludos de las glorias de la T. "El recibimiento en Córdoba lo volvió a sorprender por lo que él genera a su alrededor", dirá Pellegrino. Está claro, cada cancha donde vaya será recibido así. "El amor de la gente", dice Diego. "Es lo que hoy me emociona".
Segundo: Con el partido terminado y después de regalarle su gorra al DT de Talleres, Maradona dirá sobre el árbitro –Mastrángelo, que cobró un penal que no fue y al que le reclamó "nos cobrás peligro de faul"–: "Nació malo, es malo y va a morir malo".
Cinco días más tarde, Gimnasia va a perder de local, 2 a 0 contra River. Apenas terminado el partido, Diego va a decir que "con River no se puede". Después, antes de meterse en el vestuario, con la mirada fija en la tribuna y bajo una gorra del Che Guevara, juntará sus palmas y levantará sus manos: "Perdón". Tres derrotas seguidas del Lobo de Maradona. Quizás por eso Diego, en medio del recibimiento de la gente de Godoy Cruz —con otro telón gigante con su cara—, dirá que basta de homenajes, que hay que ganar. 4 a 2 será el resultado del primer triunfo. En el vestuario, en medio de una ronda de jugadores que aplauden como niños, Diego va a festejar con un perreo lento y casi estático, a excepción de los movimientos de pelvis. Su clásico baile de la victoria.
Esa alegría se va extender a la conferencia de prensa. Que el Tomba le hizo acordar a los cameruneses del Mundial 90, va a decir; que Víctor Ayala metió dos goles de tiro libre porque él le bajo conceptos de cómo pegarle a la pelota; y que festeja "por la mitad más uno de La Plata".
Maradona en estado puro.
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