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Macaya Márquez: "El relato televisivo debería ser menos eufórico y redundante"
Su tono mesurado y su opinión sin estridencias se extrañan en las transmisiones televisivas de partidos de fútbol. Fue, durante décadas, el nombre de referencia de los comentaristas y formó un dúo imbatible con el relator Marcelo Araujo. Hoy, a los 84 años, Enrique Macaya Márquez volvió a la pantalla chica con programa propio, Aquí está el fútbol, por Canal 9, en el que analiza la jornada de primera división los domingos por la noche. En este Cuestionario Sehinkman , responde con sabiduría y sin pelos en la lengua.
–En una entrevista que te hizo el diario El País de España, antes del Mundial de Rusia, te presentaron como "el periodista deportivo más respetado de la Argentina". ¿Cómo te sentís con el elogio?
–Obedece a una conducta convertida en un estilo. Se trata de algunos aspectos que parecen superfluos pero que para mí son fundamentales: el conocimiento y el respeto. En la última época hay mucho adjetivo y grito en las transmisiones. Cuando yo me inicié haciendo radio no era así. Los que hacían comentarios deportivos provenían del periodismo escrito y manejaban mucho mejor el idioma, aunque no tenían tanto conocimiento técnico del deporte que comentaban. Yo me dediqué a ser una especie de sabio ignorante, o sea, un especialista. Soy especialista en fútbol. No me veía capacitado para abordar todos los deportes.
–¿Por qué no?
–Algunos tienen una capacidad fuera de serie para manejar la crítica sobre distintos deportes. Pero yo creo que haber tenido la experiencia del jugador de fútbol permite darse cuenta de cosas que aquel que no jugó no puede. Yo por suerte no fui un buen jugador, pero estuve relacionado con jugadores y técnicos a los cuales les robaba información y conocimiento. Yo después lo desmenuzaba y decía "esto está bien, esto no me gusta, esto es para discutir".
–¿Dónde jugaste y en qué puesto?
–De chico jugaba en los potreros del Bajo Flores. Yo era un 8 de esa época en que existían los 8. Salía corriendo de la escuela primaria –había clases los sábados en aquel tiempo– para tomarme el tranvía que me dejaba en el Bajo y participar del partido en cancha grande. Después vinieron los campeonatos infantiles y tuve la suerte de poder jugar yo de 5 y Sanfilippo de 10. Eso fue en los Campeonatos Infantiles Evita. Nunca me probé en ningún equipo.
–A los 8 atendías un quiosco de diarios y ahí conociste aAlfredo Di Stéfano.
–Sí. Alfredo era más grande que yo, unos ocho años. Vivíamos a 50 metros, en Carabobo y Directorio. Él venía todos los días a leer el diario. Era un especie de puesto-biblioteca. "Prestame la revista ésta, dejame hojear el diario". Y no lo compraba [se ríe].
–¿Cómo debería ser un relato televisivo?
–Menos hablado, menos eufórico y menos redundante. ¿Para qué decir si va por derecha o izquierda? ¡Vos lo estás viendo! ¡Que no te comenten lo que vos ves! Sí que te comenten desde el análisis.
–Vos decías que el relato televisivo debería ser menos eufórico pero tu gran pareja artística fue Marcelo Araujo, que solía serlo. ¿Cómo es el secreto para esas convivencias largas que suelen tener comentaristas y relatores?
–Porque entendíamos los dos lo que hacíamos. Marcelo descubrió la forma de ser espectacular en algunas cosas. Arriesgó, incluso, hasta con alguna grosería. En los teleteatros se decían cosas peores, pero como las decía Marcelo en televisión provocaba un escándalo. Él veía bien el fútbol. Yo digo bien porque lo veía parecido a como lo veía yo. Nos llevábamos bien, nos respetábamos muchísimo. El comentario era mío y el relato era de él, no había intromisión. Él agregaba un condimento especial, un color diferente. Era una cosa distinta, te podía gustar más o menos, pero fue una cosa espectacular. Y tenía buen humor para trabajar.
–¿Fue tu gran pareja?
–Yo creo que sí. Pero por él, no por mí. Porque yo siempre fui el mismo.
–Se decía que cuando Julio Grondona ya no estuviera, el fútbol argentino se iba a renovar.
–Todavía estamos a tiempo. Lo que pasa es que la renovación te obliga a elegir y no han elegido los mejores caminos, la mejor organización, la mejor forma de hacer. Han conseguido cosas increíbles: nosotros hacemos jugar mal a Messi, ¡somos unos fenómenos!
–¿Qué evaluación hacés sobre que no exista más Fútbol para Todos?
–Decían que el fútbol era para todos, me parece bien, pero te decían que era gratis y no lo era. Los derechos se pagaban, alguien los paga. Me gustaría que lo vieran todos y que se hiciera con más cámaras en todos los partidos.
–Pero, ¿quién lo paga?
–Tenés que pensar comercialmente cómo encontrar la solución. De última, decís: "Señores, yo gasto este dinero en esto porque creo que es una manera de subsidiar el gusto de la gente y lo doy gratis". Lo podemos hacer y transmitirían los profesionales que uno pueda elegir en su momento.
–¿Debería volver?
–Puede volver siendo Fútbol para Todos, pero diciéndole a la gente cuáles son las razones. No me parece que sea un pecado haber tenido Fútbol para Todos, de ninguna manera. Lo que pasa es que hay que explicarle a la gente que no es gratis. ¡Explicáselo!
–La imagen de Macaya Márquez es la de alguien que raramente discute, la de un tipo sereno. Pero pocos saben que a Noemí, tu esposa, la conociste discutiendo: vos estabas en la gerencia comercial de Radio El Mundo y ella trabajaba en una editorial. Tuvieron una discusión telefónica por una factura y terminaron juntos 56 años.
–Absolutamente cierto. Fue sí. Teníamos diferencias en un enfoque comercial porque ella quería abrir una cuenta corriente y yo quería que paguen de contado.
–Se cumplieron tres años de su fallecimiento. ¿Cómo te sentís?
–Lógicamente que lo siento. Es otra forma de vivir. Pero es una realidad que hay que enfrentar. Es sentirse solo en algunos momentos. Y estás solo. Más allá de la gran preocupación de mis hijos y mis nietos, que me visitan, que me hablan, que estamos siempre juntos.
–La última: en una escena imaginaria el Macaya Márquez de hoy, con 84 años, se encuentra con aquel Enrique de 8, que atiende el kiosco de diarios. ¿Qué le diría el Enrique de hoy a aquel chiquito?
–Seguí así que vas a ser feliz toda tu vida.
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