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Luana Muñoz, la chica que sale de su casa, cruza la calle y se pone los botines para jugar en Racing, el club de su vida
A los 22 años, esta socia de la Academia volvió de Estados Unidos, donde estudiaba, para cumplir su sueño, que es también el de toda su familia; una historia escrita con el corazón celeste y blanco
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“Años hace que llevo pensando cómo va a ser mi presentación en el club”, le dijo Luana Muñoz a los encargados del departamento de prensa de Racing. Y dio la idea. El spot comienza con la imagen de una nena que patea la pelota en el pasaje Corbatta. Luego se la ve a Muñoz, que abre la puerta de su casa, cruza la calle y por fin llega al césped del Cilindro. “Hoy me toca cumplir el sueño de aquella nena. Hoy quiero escribir la historia que siempre soñé”, dice la voz en off de Luana. Es, al cabo, su historia personal con con el fútbol. Con Racing. Una historia tan particular que no tardó en hacerse viral.
“La repercusión fue tremenda. Además de los medios se acercó mucha gente. Me tocan el timbre preguntando si ahí vive la jugadora de Racing. Creo que entendí que estaba cumpliendo el sueño de mucha gente que se sintió representada. Y eso me chocó bastante”, cuenta Muñoz, sentada en la cocina de su casa, rodeada por sus mascotas: la perra Licha y los gatos Milito y Lautaro.
Luana tiene 22 años. Y casi todos los casilleros de su vida están atravesados por el fútbol: es socia y jugadora de la Academia, pero además estudia administración deportiva en la universidad de Texas, Estados Unidos. En mayo, si todo sale bien, se graduará a distancia. De allí, entre otras cosas, salió la idea de la presentación. “Mi carrera trabaja mucho la comunicación, mi cabeza se expandió y hace mucho que fantaseaba cómo sería el anuncio de mi llegada al club. De hecho -explica- lo había pensado como algo personal para mis redes, para retratar el crecimiento ese sueño de chiquita que se cumplía de grande”.
Hasta octubre pasado vivía y jugaba en Texas, con una beca deportiva en la Texas Tech University. Argentina y su sueño racinguista aparecían en un horizonte lejano para la defensora con pasado en River, UAI Urquiza y la Selección. Pero la pandemia cambió la hoja de ruta. “Pasé todo el año muy sola. Mi universidad me pagaba una beca que me cubría todo. Sólo tenía que estudiar y jugar al fútbol. Pero fue muy difícil aguantar allá. El sueño más grande que tenía en mi vida era jugar en Racing, obvio, pero la idea era priorizar mi desarrollo personal. La economía acá es algo compleja, más para una chica que juega al fútbol. El salario que ganamos está realmente muy por debajo de lo que se necesita para vivir de manera independiente.. Yo pensaba en irme a Europa para en diez años poder tener una casa y un auto a mi nombre”, relata.
Para irse a jugar a Europa los trámites llevan tiempo. Pasaporte, vista de trabajo, turnos. Tiempos que en pandemia se vuelven aún más largos. “Los clubes que se contactaron con mi agencia de representación no estaban dispuestos a esperar tanto. Y la decisión quedó en mí. Puse todo en la balanza, para ver qué pesa más. Y todo fue empujando. Siempre me imaginé que esto se iba a dar cuando ya estuviera con la vida encaminada. No estoy diciendo que esto no sea parte del camino, pero tomó otro rumbo del que imaginaba. Me di cuenta de que me quería quedar en mi casa y cumplir mi sueño”, dice con una sonrisa enorme.
No sólo la camiseta, las mascotas o el tatuaje con el 22 son atajos al celeste y el blanco. Todo en esta casa lleva a Racing. Hasta los sonidos: se escucha cada vez que el portón del estadio se abre y se cierra. En ese ambiente se crío Luana. Y no ella sola. Su árbol genealógico también está cruzado por la Academia: su bisabuelo José Reynoso fue portero del estadio y dirigente del club, su abuelo Hugo Alberto Reynoso fue futbolista profesional, su tío Hugo atajó en inferiores, su tía Ana Laura jugó al básquet en el primer equipo. “Tengo un apego al fútbol y a Racing muy fuerte. Casi una obsesión. Me gustaría que no me importara tanto. Pero es algo familiar. Sobre todo creo que tiene que ver con la herencia que me dejó mi abuelo, que también jugó en San Lorenzo de Mar del Plata, San Telmo y en Colombia. No lo conocí, pero está claro que estamos conectados de manera espiritual. Es algo de sangre, que estoy viviendo algo que él no pudo vivir porque murió joven”. Hugo Alberto Reynoso, wing derecho igual que Oreste Osmar Corbatta, compartió plantel con él en San Telmo. Casualidad: la casa familiar que ya albergó tres generaciones queda sobre el pasaje que lleva el nombre del exdelantero de la selección argentina.
📝 @RacingClub es mucho más que un equipo de fútbol en mi vida y es por eso que me siento más que orgullosa y privilegiada por contarles que soy jugadora del club. Hoy quiero escribir la historia que siempre soñé.#AguanteRacing 💙 pic.twitter.com/zJBNqKgmM4
— Luana Florencia Muñoz (@LuaM_Florencia) February 8, 2021
La infancia de Luana fue Racing. Además del clima de los días de partido, los veranos en la pileta marcaron su crecimiento. “Con mis amigas sabíamos los horarios de salida de cada jugador. Y como los de seguridad nos conocían nos dejaban pasar. Teníamos los autógrafos asegurados”. Más allá de la cercanía y la pasión, en Racing no había fútbol femenino. “Intenté jugar al tenis pero duré dos clases. Ningún deporte me atrapó tanto”, recuerda. Entre los 6 y los 13 años, la zurda y su mamá viajaban hasta Gerli para jugar en el club Defensores de Arena. Como se repite en la mayoría de las jugadoras hoy profesionales, era la única nena en un equipo de varones: “La primera vez que fui, el encargado dijo que no aceptaban mujeres, pero que ya que habíamos ido hasta allá me dejaba jugar ese día. Al final del entrenamiento le dijo a mi mamá: ‘Dejala, la vamos a anotar’”.
Cuando completó el recorrido por todas las categorías del baby, se quedó sin club. Hasta que entró en juego el destino. “Fui a comprarme unas calzas. A mi mamá le encanta contar que yo juego al fútbol. Y ese día no fue la excepción. La vendedora le dijo que su hermano era representante y tenía muy buena relación con River. Y dio la casualidad de que el hermano apareció ahí. Me lo presentó, mi mamá le dio el número de teléfono. Esa semana estuve insoportable. Un día mi mamá me dijo ‘Preparate que nos vamos a River’. Hasta ese momento no sabía que existía el fútbol femenino”. A los 14, se sumó al Millonario. A partir de ahí todo fue muy rápido: a los 16 ya entrenaba con la selección. Y a los 22, el sueño.
-¿Qué resignaste para venir a Racing?
-Cuando decidí irme a Estados Unidos, sabía que si volvía a Argentina era para jugar en Racing. Lo pienso, lo siento y lo digo así. Venir a Argentina era jugar en Racing, me ofrezca lo que me ofrezca otro equipo. San Lorenzo me lo ofreció mi agencia de representación. Boca tiene contacto directo conmigo hace dos años. Y mi respuesta siempre fue que mi carrera por ese momento no estaba en el país. Cuando vi que estaba la chance, les comuniqué que mi prioridad era Racing y que no tenía nada que ver con lo económico ni con lo contractual. Yo vengo a Racing a hacer historia. Boca juega la Libertadores y sale campeón todos los años. Racing es un club en crecimiento, el club en el que sueño jugar desde que era muy muy chica.
-Te fuiste de UAI hace casi cuatro años. En el medio, se profesionalizó la disciplina y la selección jugó un Mundial. ¿Con qué te encontraste ahora?
-Encontré un torneo que puede ser más parejo en todo sentido. Hay muchas jugadoras de mucha proyección y muy fuertes físicamente. Todavía no jugué, pero lo voy viendo en prácticas y amistosos. Cuando me fui había muchas jugadoras de edad. En la selección ahora no solo hay futbolistas de River, Boca y UAI sino también de equipos como Estudiantes, Gimnasia, Racing y hay muchas jugadoras de afuera. Está bueno que los clubes consoliden su estructura para que cuando esas jugadoras de afuera vuelvan, tengan un lugar cómodo.
-”No sé si tengo preparada la cabeza para volver al fútbol argentino”, dijiste en agosto. ¿Qué cambió?
-Yo sabía que venir a Argentina significaba dar dos pasos atrás en el fútbol femenino. Nosotras en Texas en el entrenamiento teníamos tres utileros que nos alcanzaban el agua, viajábamos a jugar en aviones privados. Sabía que acá no me iba a encontrar con eso. Pero también sabía que acá no solo iba a ser una empleada sino que podía aportar ideas. Es importante que tengamos agua para entrenar. Y quizás acá la persona que lo hace soy yo. Voy media hora antes al club y armo la heladera. Si puedo, cuál es el problema. O una compañera. Son detalles que tal vez no le prestan atención los clubes, pero al deportista le hacen la diferencia. Estar en Racing me da una perspectiva diferente. Estoy feliz. Me acorta el proceso de enfrentarme con cosas como que estamos en la pretemporada y todavía no sabemos cuándo es la primera fecha. Mis frustraciones están apaciguadas porque la gente del club está con mucha voluntad de trabajo y me escuchan. Me concentro en cómo hacer que Racing sea mejor equipo de la Argentina, que los demás se arreglen.
Para lograr eso, Muñoz sabe que su aporte no sólo será dentro del campo de juego. Aunque su categoría será importante para levantar la vara de un equipo que en el último campeonato quedó eliminado en cuartos de final ante San Lorenzo, por penales. Aunque su puesto natural sea como zaguera o lateral, el entrenador Antonio Spinelli la imagina como volante central. Pero también se ocupa de intentar atraer a excompañeras de la selección al club. Es capaz de escribirle a las 11 de la noche al encargado de fútbol femenino de Racing para decirle que está a punto de convencer a una futbolista que jugó el último mundial, que le escriba para cerrarla.
Luana intenta tirar del carro del proyecto ambicioso que busca armar la Academia en torno al fútbol femenino porque para eso se preparó. Está a meses de graduarse en la carrera de sports management en la universidad de Texas. “¿Qué aprendí? Uff. Sobre todo lo importante que es desarrollar una disciplina y acompañarla en el día a día. Muchas veces los dirigentes intentan hacerlo desde lejos. Así es imposible. Y la inversión, claro, es primordial. Pero además tiene que haber una estructura que la acompañe. La clave son las cosas sencillas, los detalles. Y el marketing hoy es muy importante, mi carrera tiene que ver mucho con eso. Con el trabajo y la inversión adecuada, todo se vende. En Estados Unidos te venden hasta un torneo de bowling. Imaginate...”, resume, antes de subir el tono para desandar prejuicios: “Cuando dicen que el fútbol femenino no vende es mentira. Y me enoja. Es mentira. Culturalmente hay algo ,que es más difícil en Argentina porque estamos acostumbrados a que todo sea ya. En los social, lo deportivo, lo político. Es así. Por eso entiendo que Diego Milito esté afuera de Racing, porque planteó una estructura. Es muy difícil intentar eso en Argentina”.
Aunque en el último año fueron muchas las futbolistas que partieron de Argentina a Europa -Dalila Ippolito a Juventus, Mariana Larroquette al Lyn de Noruega, Vanina Correa al Espanyol, Milagros Menéndez al Granada, entre otras- aún ninguna fue una venta que dejara plata en un club. No falta mucho para que llegue ese paso. Por eso, en los últimos años creció la oferta de representación a las jugadoras. “El representante lleva un porcentaje del contrato que el equipo le hace a la jugadora. Es todo nuevo, porque desde que se profesionalizó hay contratos de por medio y hay jugadoras que no están preparadas o que hay cosas que no saben. Y ahí entra el rol del representante, que es la cara para negociar”, explica Muñoz, que tiene vínculo con una agencia de representación mexicana que se dedica solo al fútbol femenino.
Luana Muñoz tiene casi 10 mil seguidores en Instagram y una audiencia similar en Twitter. Es una usuaria muy activa. El manejo de las redes, explica, es parte de ser una jugadora profesional. “Es importante que usemos una plataforma, que demos un mensaje y cómo lo estamos dando. Al hincha no le interesa tanto lo social o la vida privada. Pero sí a las empresas o a los sponsors. La marca personal desarrollada atrae a marcas que ayudan a vivir como una profesional. Y eso hace que se te achiquen las preocupaciones, es importante para el desarrollo de la carrera, porque nuestros sueldos son muy bajos”, explica. Y enciende una luz de advertencia: “Me parece importante que aunque se achiquen esas preocupaciones no perdamos la inserción social, que creo que es algo que pasó en el fútbol masculino. Aunque está claro que no hay que comparar y el fútbol masculino no es igual que el femenino. Es importante que ahora con marcas, empresas, agentes y contratos entendamos que el desarrollo individual es clave pero que no hay que perder de vista lo colectivo”.
-¿Cómo convive la hincha de Racing con la futbolista profesional y la estudiante?
-Son cosas que entran en contradicción todo el tiempo. Ahora soy empleada del club, hay cosas que tengo que aprender. Hace dos semanas era hincha y socia nada más. Creo que el ser estudiante me da la posibilidad de estar preparada para algunas cosas, me dio herramientas para entender cuándo hablar como jugadora, cuándo como hincha y cuándo dar un consejo por mi experiencia. El otro día, por ejemplo, fui a la cancha por primera vez desde que firmé contrato. Y para mi fue muy difícil. Racing jugaba mal y tal vez si hubiera estado en la popular con la cancha llena decía otras cosas porque no me interesa si me escuchan. Pero ahí no podía. Fue la primera vez que vi un partido sin gritar. Me controlé porque soy una profesional y lo tengo que vivir así. Soy jugadora todo el tiempo, pero también hay momentos en que soy hincha. Yo no quiero que Racing pierda. Lo sufro. Me enoja mucho. Es un desafío.
-¿Y la feminista en un ambiente como el del fútbol?
-De más chica me afectaba un montón. Las situaciones de desigualdad como jugadora me hartaban. Y como hincha hay cosas que no entiendo y voy a seguir diciéndolas por más que sea empleada de Racing, porque mis ideales no los negocio. Las canciones, que exista una tribuna de mujeres como a la que iba con mi mamá y mi abuela. Las percepciones de la gente en la cancha son muy difíciles. Uno los normaliza, los acepta. Pero hacen la diferencia como sociedad. Que si no jugás fuerte sos gay, homosexual… Es obvio que no es así. Pero las canciones así lo reflejan. Y yo canto esas canciones. Y me considero bisexual. Pero está naturalizado. Igual está bueno que las canciones xenófobas, por ejemplo, ya no son aceptadas. Se escuchan menos. La gente no se suma. Y también las mujeres estamos ganando un espacio. El otro día en una clase leía que hay lugares directos de poder. Y nosotras estamos desafiando ese espacio de poder, de que el fútbol es para hombres. Son situaciones difíciles. Ser feminista, hincha, jugadora es super complicado. Antes como hincha o socia lo único que podía hacer era quejarme por redes. Hoy puedo hacer algo más, decir che veamos esto. Después me escucharán o no.
El ambiente del fútbol es jodido pero dentro de tanta gente mala, alguna buena rescatas. Con ustedes dos tuve mucha suerte. Una felicidad enorme sostener nuestra amistad en el tiempo y que la vida nos siga encontrando. Ahora defendiendo la celeste y blanca más linda de todas 💙 https://t.co/eafirFcjSN
— Luana Florencia Muñoz (@LuaM_Florencia) February 17, 2021
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