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Louis Zamperini: el atleta que deslumbró a Hitler, luchó contra los nazis y fue torturado en una isla
Pasó de delincuente barrial a atleta olímpico; sorprendió al Führer en Berlín 1936 y siete años después combatió en la Segunda Guerra Mundial; Angelina Jolie llevó su historia al cine en 2014
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Nunca nadie había corrido más deprisa. Nunca nadie había llegado tan lejos. Nunca nadie llegó tan lejos. “El chico de esa última vuelta rápida”, exclamó Adolf Hitler antes de pedirle exclusivamente a Josep Goebbels, el ministro de propaganda del Reich ,que le presentara al joven que lo había impresionado en la pista. Se trataba de Louis Zamperini, un atleta de 19 años que formaba parte de la delegación que representó a Estados Unidos en las olimpiadas de Berlín en 1936. No se imaginaba que, siete años después, se iban a enfrentar en la guerra.
Exhausto y a mucha distancia de la victoria, el “Tornado de Torrance” (ciudad en la que vivía en Estados Unidos) se desfondó en los últimos 400 metros, remontó hasta cuatro posiciones y terminó finalmente octavo en la prueba de los 5000 metros de las históricas olimpiadas. Pero aquella vuelta fue la más rápida de todos los participantes en la final: 56 segundos. Zamperini había marcado desde ese instante su destino. Su historia quedó plasmada en la película Unbroken, que dirige Angelina Jolie y que narra gran parte de lo que fue su vida.
“Después de acabar la carrera y ducharme, salí con el resto de los atletas y nos dimos cuenta de que estábamos al lado del palco de Adolf Hitler. Como entre él y nosotros estaban Hermann Goering y Goebbels, le di mi cámara al último y pedí que le hiciera una foto a Hitler de mi parte”, contó Zamperini en una serie de entrevistas recopiladas por George A. Hodak, sin imaginar que con su entrega en la pista había impresionado al Führer, que le pidió exclusivamente al ministro de propaganda que se lo presentara.
”Ah, vos eres el chico que corre tan rápido”, recordó el exatleta que fueron las únicas palabras que espetó Hitler hacia él. “Posteriormente, me encontré con él en una base militar cuando me presentaron como el corredor más joven del equipo. Esa fue toda mi asociación con Hitler”, señaló.
Nació en Nueva York, el 26 de enero de 1917, pero por un tema de salud, fue diagnosticado con neumonía a los dos años de edad, su familia tuvo que mudarse a Torrance, California.
Delincuente callejero
En su adolescencia en Estados Unidos, Zamperini se había convertido en un delincuente callejero al que las autoridades locales conocían desde pequeño y trataban de encarrilar. Su familia y maestros de la escuela estuvieron de acuerdo con que el jovencito que, a muy temprana edad había aprendido los malos vicios de la vida, comenzara a practicar algún deporte. “Un día mi hermano se cansó de que la policía llegara a nuestra casa para hablar de mí y sintió que el atletismo podría ser la respuesta a los problemas”, aseguró.
Aquella decisión que tomó prácticamente todo su círculo marcó su destino. “Si entrenás y te esforzás más que los demás... ganarás. Quien lucha sin descanso triunfa; mamá, papá y yo estaremos orgullosos de vos. Un momento de dolor vale la pena por toda una vida de gloria”, recordó que fueron las palabras de su hermano, que fue el motor que lo empujó a cambiar su rumbo.
“En la escuela me sacaron a la pista de 660 yardas y me hicieron correr. No sufrí tanto en mi vida como en aquel momento, sentí dolores, agotamiento y severos calambres. Solo podía pensar que aquello era absolutamente horrible”, expresó sobre su primera experiencia en una pista de atletismo.
Una noche tuvo que decidir entre dejar atrás su vida como “delincuente” y pasar a ser un jovencito disciplinado y dedicado a los deportes, en donde valía más el reconocimiento de las personas que lo seguían y conocían. “Me hice a la idea de que iba a ser un corredor y empecé a entrenar de forma casi fanática. Así, hasta que gané mi primera carrera, luego vino otra y otra”, dijo.
La disciplina llevó a Zamperini a participar de distintas competencias a nivel nacional hasta alcanzar los famosos Juegos Olímpicos que tanto había anhelado. En su participación en Berlín se convirtió en el atleta con la vuelta más rápida y lo llevó a ser la cara insignia de aquella disciplina, pese a no haberse colgado ninguna medalla. Aquella vuelta lo volvió un héroe, tanto en Alemania como en Estados Unidos.
En el tiempo que duró el viaje, Zamperini se sintió una estrella y así se lo hicieron saber en las calles de Berlín, sin imaginarse jamás que pocos años más tarde se iba a encontrar luchando contra aquellos que tanto lo aplaudieron. Al volver de las olimpiadas, compitió para la Universidad del Sur de California, pero se retiró del deporte tras el ataque a Pearl Harbor para sumarse a la Fuerza Aérea Estadounidense, de donde se graduó en 1942, según consta en su biografía oficial. Fue reclutado como artillero y posteriormente enviado a las islas del Pacífico para combatir contra los japoneses como director de bombardeo.
B-24 D Superman: el bombardero y la guerra
“El Tornado de Torrance” combatió a bordo del B-24 D Superman, un destacado bombardero pesado de la Fuerza Aérea estadounidense de los años 1940 con capacidad para transportar carga de explosivos de hasta 3700 kilos. La misma nave que tres años más tarde sufrió desperfectos mecánicos y se precipitó hacia el océano con 11 tripulantes en la cabina. Ese 27 de mayo de 1943, murieron ocho de los 11 tripulantes, los tres sobrevivientes, entre los que estaba Zamperini, quedaron a la deriva en altamar.
La inclemencia climática y la falta de agua y comida provocaron el fallecimiento del artillero de cola, Francis McNamara, que había sobrevivido al accidente, pero no a la ausencia de provisiones. La angustia que habían vivido 20 días atrás en altamar cuando por fin habían visto un destello de lo que parecía su salvación, había vuelto a poseerlos. “A los 27 días vimos un avión; miramos hacia arriba y vimos una mota. Rápidamente, usamos dos bengalas y empezamos a hacer señas con espejos. Cuando regresó nos disparó con fuego de ametralladora. Yo pensé: ‘Esos idiotas piensan que somos japoneses’. Luego vi el sol naciente en el fuselaje y era un bombardero japonés que nos disparó durante 45 minutos”, recordó.
El 13 de julio de 1943, 47 días después del accidente del bombardero, él y Russell Phillips, el piloto del avión, llegaron a tierra firme, pero lo que parecía su salvación era apenas el inicio de un largo y doloroso infierno. Después de recorrer más de 3 mil kilómetros en el bote salvavidas llegaron a las islas Marshall, donde fueron atendidos y alimentados por los habitantes.
Zamperini y Russell se habían olvidado que las islas habían sido ocupadas por Japón durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que no tardaron en ser arrestados y enviados al campo de concentración de Kwajalein, a merced de los nipones. Allí fueron torturados hasta el cansancio y fueron objeto de extraños experimentos por parte de un “doctor” que los usaba como conejillos de indias.
La incertidumbre se acrecentaba día a día hasta que un mes después fueron trasladados él y su compañero a Ofuna, Japón, donde los esperaba un despiadado guardia: Mutsuhiro Watanabe. Apodado “El genio del mal” o “el Pájaro”, se encargó de hacer su vida un completo calvario durante el tiempo que estuvieron en el campo de concentración.
‘El pájaro’ se ensañó con Zamperini desde el primer momento que se enteró de su pasado deportivo. Le infligió dolor hasta el agotamiento durante los dos años que fue su prisionero y estuvo a su merced. Intentó llevarlo al borde de la locura con crueles pruebas de resistencia con la intención de abatirlo y darle un triste final por el hecho de ser atleta olímpico.
En septiembre de 1945, luego de que los japoneses se rindieron, Zamperini volvió con su familia a Estados Unidos, donde lo recibieron con enorme alegría ya que tras ser hallado el B-24 Superman sin sobrevivientes, todos los soldados fueron dados por “muertos en combate”. El estrés postraumático por lo vivido le impidió recuperar su vida deportiva, una faceta que jamás olvidó en medio de los truncados Juegos Olímpicos de Helsinki [Finlandia] 1940, los mismos a los que Tokio renunció por el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Si bien regresó a casa convertido en héroe de guerra, sus cicatrices eran profundas y sus torturadores lo perseguían en las largas noches de desvelo. Trató de ponerse en forma para los Juegos de Londres 1948, pero su cuerpo había sufrido más de la cuenta y no respondió como esperaba.
En 1950 regresó a Japón para reencontrarse con sus demonios. En ese viaje visitó la cárcel Sugamo, donde estaban muchos de los soldados que lo habían torturado cinco años atrás en su cautiverio. En vez de reprocharles algo, les dio un mensaje de paz y amor. Perdonó cada una de las vejaciones de las que fue objeto, e intentó darle el mismo mensaje a “El Pájaro”, que había logrado eludir el enjuiciamiento como criminal de guerra, pero este no quiso recibirlo.
El desaire de su verdugo y la impotencia lo condenaron a una vida intranquila que intentó controlar con su devoción a la religión para poder cerrar todo aquello que marcó su trágico camino, sumido en el alcohol, según contó él mismo en televisión.
En 1998 cumplió uno de los sueños que habían quedado truncados por la Segunda Guerra Mundial. Fue invitado por el Comité Olímpico Internacional (COI) a ser uno de los relevos de la antorcha olímpica durante los Juegos Olímpicos de Invierno en Nagano, Japón, como un detalle por su cumpleaños 81. Así, volvió a correr las calles de aquel país que lo había transformado casi en otra persona. En 2005, y bien adentrado en edad, volvió a pisar la pista del Estadio Olímpico de Berlín, donde una vez había sido ovacionado por su magnífica hazaña que hasta el día de hoy se habla en el deporte y los pasillos de Hollywood.
Zamperini inspiró el libro Unbroken: a World War II story of survival, resilience, and redemption (Intacto: una historia de la Segunda Guerra Mundial de supervivencia, fortaleza y redención), escrito por Laura Hillenbrand. El libro que dio vida a la segunda película dirigida por Angelina Jolie, Unbroken, guionada por los hermanos Ethan y Joel Coen, y estrenada el 25 de diciembre de 2014. El héroe de la guerra y el atletismo murió el 2 de julio de ese mismo año, a los 97 años, a causa de neumonía, enfermedad que le fue diagnosticada cuando era apenas un bebé.
“El Tornado de Torrance” no pudo ver el final de su propia historia contada en la pantalla grande, pero de algo estaba seguro y era que fue realmente “invencible” cuando tuvo que serlo. “No me considero un héroe, sino un sobreviviente agradecido”, concluyó.
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