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Los Juegos Evita, pero sin Estado y sin Evita
Los primeros campeones fueron los pibes huérfanos del Hogar de Niños General San Martín. Equipados con camisetas, pantalones, medias y botines que no sabían usar, los chicos del orfanato de México al 2600 debutaron con una victoria ante Los Calamares. Estadio de Huracán y arbitraje del ex ídolo boquense Juan Evaristo. Tenían DT, preparador físico y masajista (empleados del Hogar que no cobraron honorarios). Antes de la final contra Ganapal, el 30 de enero de 1949 en la cancha de San Lorenzo, se concentraron en un predio estatal cerca de Luján. Evita dio el puntapié inicial y vio el partido con su esposo, el presidente Juan Domingo Perón. Hogar venció por 1-0. Gol de cabeza de Fernández. El premio fue una cancha, caja de ahorro con mil pesos y viaje a España.
Ese primer torneo, con cracks que apadrinaban equipos (Vicente de la Mata, Oscar Basso y Roberto Cherro, entre otros), se llamó “Doña María Eva Duarte de Perón”. Las competencias pasaron a ser “Evita” en la tercera realización, con más deportes y todas las provincias. Cuenta el colega Guillermo Blanco en su hermoso libro Los Juegos Evita (2016) que todo nació por una preocupación de Evita por el precio de las entradas del fútbol y porque no le gustaba que los pibes se treparan “a los alambrados para colarse”. Evita recibió allí el proyecto de dos periodistas (el relator Eduardo “Lalo” Pelliciari y Emilio Rubio) sobre un movimiento deportivo infantil. El proyecto entusiasmó a Ramón Carrillo, secretario de Salud (luego ministro). Impulsor de hospitales, vacunas, tren sanitario, certificado de salud escolar, Carrillo vio en el deporte una herramienta fenomenal de salud pública. El imán eterno de la pelota.
El segundo campeón fue Sacachispas, nombre inspirado por los pibes de Nueva Pompeya de la película Pelota de trapo, guión de Ricardo Lorenzo (Borocotó), firma mítica de la revista El Gráfico. Perón los felicitó con Evita y los pibes le contaron que jugaban en la calle. Recibieron un terreno en Villa Soldati. Fue luego el turno de Arsenal, de Llavallol. Así como Sacachispas tenía a Beto Menéndez (luego crack de River, Boca y la selección), Arsenal contó con el “Polaco” Vladislao Cap (River, Racing y Mundial ‘62) y con Antonio Angelillo (“carasucia” de la festejada selección argentina campeona del Sudamericano Lima ‘57). La lista es interminable: también jugaron los Evita, entre otros, José Sanfilippo, Antonio Rattin, Silvio Marzolini, Enrique Omar Sívori, Bernardo Griffa (“ahí aprendí a perder”), César Menotti y Carlos Bilardo (todavía lo recuerdan en el Museo Evita, a metros del Jardín Botánico, cantando de memoria la marcha de los Juegos: “A Evita le debemos nuestro amor / por eso le guardamos gratitud...”).
En 1973, vuelto el peronismo, fue el turno de Diego Armando Maradona. La novena de Argentinos se anotó con el nombre de “Cebollitas”. Goleó a sus rivales. Los diarios hablaban de “Maradonna”, “Caradona” y “Malladona”. En las semifinales, en definición por penales, Diego falló su disparo. El título fue para los “Cebollitas”, pero de Pinto, Santiago del Estero. Los campeones no sólo descubrieron botines y pelota de cuero. En esa estadía en Embalse, Río Tercero, también descubrieron el inodoro. César Ganem, pibe campeón, le regaló su medalla y consoló a Diego, que lloró tras la derrota. “Vas a ser el mejor 10 del mundo”. Ganem, cuenta Blanco en su libro, es hoy médico y director del hospital de Pinto. En aquel 1973 muchos pibes tuvieron su primera revisación médica (en Pinto hay una calle Ramón Carrillo). Diego tuvo revancha en 1974. En la final de juveniles Entre Ríos goleó por 8-1 a Corrientes. Queda una foto histórica: “Pachequito” llorando la derrota. Y un pibito que lo consolaba. Era Diego.
Los Juegos Evita, claro, fueron sello peronista. El deporte como política de Estado. Uso y, a veces, abuso. La llamada Revolución Libertadora los cortó tras el golpe de 1955. Había que “desperonizar” al deporte. Hasta fueron suspendidos los campeones mundiales de básquetbol de 1950, acusados de “profesionalismo”, y sus carreras, arruinadas, como les sucedió a otros campeones de aquellos años. A Carrillo, que murió pobre en Brasil a los 51 años, le cortaron una beca y le allanaron su casa. Destruyeron hasta placas de pacientes porque llevaban el sello de la Fundación Evita.
El golpe de 1976 denunció alguna supuesta corrupción y así canceló también los Evita. Fue la dictadura que hizo desaparecer a cerca de trescientos deportistas. Rugbiers, futbolistas, ajedrecistas, tenistas. Los Juegos recobraron impulso a partir de 2003 con los mandatos de Néstor y Cristina Kirchner. Fueron ley a partir de 2008. Y el emblema de Braian Toledo, el atleta que murió a los 26 años en un accidente de moto. También Daniel Scioli celebraba en aquellos años el rol del Estado y anunciaba que “potenciaría” los Juegos si era elegido presidente en 2015. Campeón motonauta con apoyo estatal, el Scioli hoy ministro de Javier Milei, que el martes intentó aclarar “falsas versiones”, planifica ahora Juegos Evita en noviembre con nombre nuevo (“Juegos Deportivos Nacionales”, los llama el cuadernillo de Nación), recortes masivos y, supuestamente, sin dinero del erario nacional. Sin Evita y sin Estado. Son los Juegos en la era del Deporte SAD.
Ante las falsas versiones sobre la intención de cambiar el nombre a los Juegos Evita, las desmiento categóricamente.
— Daniel Scioli 🇦🇷 (@danielscioli) May 28, 2024
Los mismos se van a realizar del 4 al 9 de noviembre y la semana próxima tendremos una reunión de coordinación con todos los Secretarios de Deportes de todas las…
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