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Los insultos a Angelici, el enojo de los hinchas y un triunfo prometedor en el agitado debut de Carlos Delfino en Boca
Volvió a jugar por la Liga Nacional en el triunfo xeneize ante la Unión de Formosa en la Bombonerita
Como si tratara de esconder su juego en una mano de póker, el rostro de Carlos Delfino en la cancha no transmite señales. Es casi imposible detectar emociones por sus gestos. Hubo que esperar hasta el final del partido para que en la conferencia de prensa él mismo aclarara su satisfacción por volver a jugar ante el público argentino y su sorpresa por la pequeña revolución que causó en el ámbito de la Liga Nacional .
Pero además, para regreso a la Argentina después de 18 años, Delfino eligió a Boca. Y eso es algo que deja marcas inmediatas. No tuvo que esperar mucho para darse cuenta de todo lo que un club grande de fútbol moviliza. El estadio Luis Conde estuvo colmado, al igual que el Etchart el martes pasado, cuando su presencia sólo fue como espectador en la derrota ante Ferro. En este, su primer partido como local, encontró el apasionado apoyo de su hinchada, y conoció lo convulsionado que puede volverse un club como Boca. Por un lado, carteles pegados en cada columna que decían: “Gracias Daniel Angelici por traer a Carlos Delfino”. También hubo una bandera con un mensaje similar. Pero en una de las cabeceras, la hinchada le dedicó insultos al presidente de Boca y a la comisión directiva, además de gritar: “¡El básquet no se toca!”.
Es que Angelici dijo la semana pasada que el básquet en Boca debería ser amateur, lo que lo dejaría fuera de la Liga. Y lo hizo en un contexto apremiante, con la posibilidad del descenso acechando en cada jornada. El clima mezcló euforia por el recibimiento al campeón olímpico con la tensión del hincha de básquet que está muy descontento con las autoridades.
El enojo empezó cuando se anunció que al partido podrían concurrir sólo los socios (activos y adherentes). Eso dejó fuera de la cancha a un gran número de seguidores fieles del equipo de básquet que no son socios. Pero eso no fue todo. Cuando faltaba poco para empezar el partido, y cuando ya no quedaba espacio para nadie más en la cancha, las puertas se cerraron pese a que quedaban unas cincuenta personas por ingresar. Otra vez hubo insultos, malestar y algunos forcejeos.
En medio de ese contexto Carlos Delfino volvió a jugar en el país después de 18 años. Pero además llevaba más de cuatro años desde que jugó su último partido con un equipo (Houston) y más de 200 días después de su último partido, con la selección nacional, en Río 2016.
Boca ganó jugando muy bien. Fue 103-87 ante La Unión, de Formosa. El aporte del santafecino fue breve. Demasiado breve. Apenas ocho minutos y 29 segundos. Pero fue suficiente para observar su calidad. Metió 8 puntos, incluidos dos triples con rango NBA, bajó dos rebotes y dio tres asistencias. En su primera jugada tomó el control y, tras pedirle a Fotios Lampropoulos una cortina, enhebró un gran pase en un pick and roll frontal con el pivote griego. Sencillo, seguro. Pero en la ejecución de Delfino se advierte esa plasticidad distintiva. Uno de los cinco talentos más grandes de la historia del básquetbol argentino.
Tanta expectación por su debut con la camiseta de Boca se justifica en su carrera en el exterior, porque casi no lo vimos jugar en la Argentina. Apenas tuvo 14 partidos con Libertad, de Sunchales, en la temporada 1998/99, en los que convirtió 32 puntos.
Delfino llegó a sentirse un ex jugador. Lo dijo varias veces. Estuvo mucho tiempo sin jugar y pese a su vuelta en la selección en Río 2016, no le resultó sencillo recuperar su puesto en el primer nivel. Una lesión que lo marginó durante tantas temporadas, cuando ya cumplió los 34 años , fue como una mancha en su currículum. Es difícil que los grandes equipos de la NBA o de Europa se arriesguen con esos antecedentes. La Liga Nacional es el lugar en el que buscará encontrar continuidad. Poco a poco, para probarse y probarle a los demás que todavía puede competir. Ayer sobre su escasa participación en el primer tiempo aclaró: “La idea era volver a entrar un rato en el tercer cuarto, pero como el equipo estaba jugando bien, nos miramos con Ronaldo (Córdoba, el DT) y dijimos ‘lo dejamos para el último cuarto’. Pero el equipo también aguantó bien en el final, y preferimos no cambiar nada, porque a veces cambiás algo que está bien y lo terminás complicando”. Por eso los que apuntalaron el triunfo fueron Lucas Pérez, Lucas Gargallo, Fernando Funes, Lampropoulos y Vassirani. Los que vienen sufriendo y soportando esta temporada tan particular.
Delfino no quiere apurar nada. La precaución con la que vuelve a transitar la vida profesional contrasta con la premura y la urgencia de su nuevo equipo. Pero su figura, su jerarquía y la evidencia de ese puñado de minutos son tan contundentes que es imposible no ilusionarse. Quedan por delante 17 partidos para rescatar a Boca. Y, además, serán una buena medida para saber si existe una posibilidad de relanzar su carrera.
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