Los hermanos de Biei sean unidos, con el mismo espíritu

Mamá Inés no pudo haber recibido un mejor regalo de cumpleaños. Fue a los 8 minutos del segundo tiempo, cuando la tribuna de Buenos Aires se emocionó en aplausos para recibir a su hijo mayor, Gonzalo, que volvía a su casa después de una carrera brillante como Puma. Lo esperaban Santiago, Ramiro y Joaquín, que tantas veces lo vieron del otro lado del alambrado y ahora juegan en primera. Por primera vez, los cuatro hermanos Camacho compartieron un partido. Fue la historia del día para el club fundador del rugby argentino.

"Estaba muy nervioso, pero es muy lindo volver a vestir esta camiseta y disfrutar de cada momento junto con mis hermanos y mis amigos", dice Gonzalo, que había jugado su último partido en 2009. Después del Mundial con Los Pumas 7, Santiago Phelan lo llamó para Los Pumas al mismo tiempo que firmaba con Harlequins, de Inglaterra. Después llegó la historia que todos conocen: se consolidó como titular en el Mundial de Nueva Zelanda 2011, donde cautivó a todos por dejar el alma en cada pelota.

A los 30 años, Gonzalo busca volver a disfrutar. Estuvo dos años sin jugar por diversas lesiones y no tuvo continuidad en Leicester Tigers, su club. Se entrenó en Biei las últimas semanas, hasta que recibió el pase.

La vuelta de Gonzalo es como un refuerzo estrella para Biei. Su entrada levantó a su equipo, que llegó a dárselo vuelta a San Albano en un partido muy físico. Finalmente, perdió por 20 a 19. "Estoy un poco viejo. Por suerte tengo tiempo de descansar porque fueron 30 minutos brutales para mí", dice Gonzalo, mientras lo rodea un grupo de chicos para pedirle una foto.

"Gonzalo se ganó su lugar solo", dice Oscar su padre. El rugby es un deporte donde está fuertemente arraigada la costumbre de transmitirse como legado familiar. Lo curioso es que Oscar nunca jugó al rugby, sino que fueron sus hijos los que lo empujaron al deporte porque jugaban en el colegio Saint Johns. "Los seguimos a todos lados. No existían los fines de semana libres para nosotros", asegura Oscar, que tiene cuatro hijas, Pilar, Soledad, Trini y Agustín. Nueve en total.

De los cinco varones, Santiago tiene 26 años y es el más parecido en carácter a Gonzalo, tranquilo y reservados. Como Joaquín, de 24 y el único que fue Pumita. "No sé si será el primero y último, pero trataremos de disfrutar cada minuto juntos en la cancha", dice el único forward de la familia, que hoy es capitán de Buenos Aires.

También está el grupo de los "calentones", con Lucas (29) y Ramiro (22). Aún recuerdan aquel partido de 2013, cuando se trenzaron fuerte en un Hindú-BACRC. Era el debut de Ramiro en primera y sus rivales, alertados sobre su carácter, lo buscaron durante todo el partido. "Cómo olvidarlo, fue difícil" admite Ramiro, entre risas.

Lo cierto es que no fueron cuatro sino cinco los Camacho que jugaron en primera. Lucas es el medio scrum titular del monarca actual del rugby argentino. "Me hubiese gustado acompañarlo, pero no hay nada más lindo que jugar en tu club", respondió Lucas una vez terminado el partido ante CUBA, por el Top 14. A diferencia de sus hermanos, está en Hindú convencido por sus amigos.

Si bien no hay registros oficiales a nivel URBA, no se conoce un caso de cinco hermanos jugando en Primera. El antecedente más cercano es el de Champagnat, cuando jugaron cuatro Durand. En Santa Fe se sabe la historia de los cuatro Fernández, de CRAI, y en Mendoza llegaron a jugar en 2009 cinco hermanos juntos; los Álvarez, en Mendoza RC.

"Vos podés dar la vuelta al mundo, pero no hay nada como disfrutar de tu casa. Que sea lo mejor para él y su vida. Donde esté, trataremos de acompañarlo", dice Oscar. Por estas horas, el mayor experimenta viejas sensaciones que estaban dormidas dentro suyo. "Estar en el club, llueva o truene, con tus amigos, es lo más lindo que te da el rugby", responde. Y si es en familia, mucho mejor.

am/gs

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