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Logró la gloria hace veinte años pero volvió a su pueblo y “vive” arriba del tractor: Javier Lux, el jugador que recibió la llamada impensada
Instalado en las afueras de Rosario, dejó la pelota y los botines y se focalizó en la empresa familiar; su trayectoria en Racing y el aprendizaje de Bilardo
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Desde su Carcarañá natal, un pueblo a 35 kilómetros de Rosario, Javier Lux detiene la conversación. Pide un segundo. Se mueve para un costado, camina para el otro, como si estuviera buscando que le pasen la pelota como en su época de jugador. Distinta la realidad, inmerso en el campo, sus movimientos son en busca de señal. “No sé dónde está la antena”, explicó, entre risas, a LA NACIÓN. Y, a efectos prácticos, no la necesita. “No tenga una sola red social. Ni Instagram Facebook, Twitter. En eso soy anormal, raro”, sumó como curiosidad.
Su vida siempre estuvo vinculada al fútbol y al campo. El primer gran paso lo dio cuando viajó a Buenos Aires para fichar con Racing. Encandilado con las luces de la ciudad, Lux consiguió un lugar en una pensión donde las carencias eran notorias, pero que eran compensadas por una señora llamada Tita Mattiussi, la cual estaba al tanto de la situación de cada chico que llegaba con una mochila al hombro en busca de sus sueños.
“Con mi familia decidimos que me hospede en la pensión del club, que se encontraba debajo de la cancha. Ahí encontré a Tita, lo mejor que me pasó en mi carrera deportiva. Ella fue muy especial para mí”, deslizó Javier, quien admite que no recuerda bien los años de los equipos donde pasó, pero sí las historias que le quedaron grabadas a fuego en el club de Avellaneda.
Al recordar la pensión, Lux destacó su perseverancia para fortalecer su personalidad y sobre todo cómo se alimentaban por esos tiempos: “En esos momentos no se le daba tanta importancia a las inferiores, entonces llegó un punto donde no teníamos para comer. Llegamos a comer fideos a la parrilla y un día no escuchamos más al gallo que estaba en la casa contigua al predio: nos enteramos que lo comimos la noche al anterior en el puchero”, rememoró el volante central que actualmente se dedica a ser contratista rural en una empresa familiar.
El título de Racing en 2001 fue la frutilla del postre. El fin del suplicio para una camada de jugadores que vivieron en carne propia la desidia de una institución y pudieron alegrar a toda la masa societaria de hinchas. “No me tocó jugar mucho, pero disputé algunos partidos importantes. Lo que más me quedó fue la gente que acompañó a todos lados, se los escuchaba hasta en un entrenamiento. Los días de partido era imposible llegar de la marea humana que había”, contó.
El día que Carlos Bilardo llamó a un hotel para encontrarlo
Año 2003. Javier Lux dejó Racing para ser jugador de Talleres de Córdoba. Por ese entonces, la “T” disputaba la Promoción con San Martín de Mendoza para asegurar –o no- su lugar en la máxima categoría. De buenos rendimientos en el campo de juego, Estudiantes de La Plata posó sus ojos en él y Carlos Bilardo, su director técnico, decidió llamarlo al hotel donde concentraban.
Al bajar a la recepción del hotel, Lux recibió el teléfono con la siguiente indicación: “Te busca Carlos Bilardo”. Sin caer realmente en la situación, el jugador pensó que se trataba de una broma. “Dejá, no me jodas”, fue su primera reacción. Tras caer en la cuenta de que se trataba del entrenador campeón del mundo, agradeció el llamado y el interés.
“No lo podía creer. Fue una llamada corta donde él me expresó su interés por contar conmigo para Estudiantes. Entendió que estaba en competencia, que no podía tomar ninguna decisión porque nos jugábamos la permanencia en la categoría con Talleres”, subrayó Lux.
Finalmente, con el deber cumplido en Córdoba, Lux pasó al equipo de La Plata y se encontró con un director técnico “adelantado para la época”. A pesar que por los resultados la estadía no fue de las más recordadas, el exmediocampista destacó: “Lo tenía a Carlos como un técnico que mostraba muchos videos, pero nada que ver: era un tipo con mucha experiencia, de darte ejemplos para que crezcas. En las prácticas solía mezclar al fútbol femenino e incluso hacer reducidos con el fútbol infantil para optimizar los espacios. Era un adelantado”.
Su retiro de la actividad y las peripecias que atraviesa en el campo
A los 32 años, Javier Lux colgó los botines. Su última experiencia fue en Belgrano de Córdoba, equipo que militaba por ese entonces en la Primera B Nacional. Luego de terminar el torneo, emprendió el regreso a Carcarañá, aquel lugar donde sus padres lo alentaron para cumplir su sueño de ser futbolista profesional.
En pareja con Jimena, a quien conoce desde el jardín, sus dos hijos continúan el legado deportivo: Juan Ignacio está en las inferiores de Belgrano y Candelaria practica hockey en el club Cremería de su pueblo. Lejos de la pelota y cerca de los tractores, Lux contó cómo fue su retiro silencioso del fútbol.
“A los 32 decidí volverme, instalarme al lado de mis padres y empezar otra vida. Sentí que era el tiempo de regresar”, especificó sobre su decisión, que fue tomada por un aspecto sentimental y no por cuestiones físicas, un común denominador de un deporte de alto rendimiento.
Y agregó: “Los primeros seis meses estás con la incertidumbre si hiciste las cosas bien, pero también tenía una familia y todo cambia. Me empecé a adaptar a la tecnología del campo y al cambio de vida: por ejemplo, el jugador de fútbol podía dormir siesta y acá no. Quería tener una vida normal, el ambiente donde estaba no es que era irreal, porque uno se gana todo con sacrificio, pero sí es un ambiente con facilidades”.
Su tono de voz es lento y pausado. Admite que “vive bien y no extraña el fútbol”. Desde abajo, como en el deporte, Lux aprendió los gajes del oficio. “Empecé a manejar los papeles, yendo a los galpones, tenía idea, pero el avance de la tecnología hizo que algunas cosas las desconociera”, manifestó.
El día comienza a las 6 de la mañana. Mate en mano, Javier se dispone a seguir camino con su cosechadora mientras la señal se pierde en la inmensidad de los caminos de Carcarañá.
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