Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.
Locche y Pambelé, el intocable y el loco
Nicolino Locche, que hace hoy 44 años exactos se coronó campeón mundial, murió en 2005 enterado del sufrimiento que padecía el hombre que puso telón definitivo a su carrera. Antonio Cervantes, Kid Pambelé, que está mal desde hace años, también dormía y roncaba hasta unos minutos antes de cada pelea. Como Nicolino, que durmió una siesta de tres horas hasta poco antes de coronarse campeón mundial de los welter juniors, el 12 de diciembre de 1968 en Tokio, ante Paul Fuji. Tres años después, un 11 de diciembre de 1971, el Intocable ofreció lo que el colega Osvaldo Príncipi me define como el "máximo show, su obra magna en el Luna Park". En el último round lanzó guiños a la primera fila, peinó su cabello escaso, caminó como Chaplin, esquivó como un torero, se rió como un niño. Ofreció arte en lugar de sangre y la multitud gritó "Nicolino Nicolino". "Lo tiraron a los leones y no los mató ni se dejó comer: se puso a conversar con ellos", lo describió alguna vez Rodolfo Braceli. Pambelé, furioso, dijo que eso no era boxeo. Acaso tenía razón. Descuidado, fumaba desde los 13 años y siempre fue vago para entrenarse, Nicolino volvió a enfrentarse con Pambelé el 17 de marzo de 1973 en Maracay. Buscaba, en el ocaso, recuperar la corona que le había quitado un año antes el panameño Alfonso "Peppermint" Frazer. Pambelé le dio una paliza. Luego hubo burlas, alcohol y euforia. En la calle, un hincha apuntó con una pistola a Carlos Monzón. "Tiren, hijos de puta, tiren y acierten. Porque si no los mato a trompadas", lo enfrentó Monzón abriéndose la camisa. Esa noche, Nicolino supo que el ocaso ya era irremontable.
"Antes de Pambelé, nuestra máxima hazaña era un empate 4-4 contra la antigua Unión Soviética en el Mundial 62. Los rusos usaban una camiseta que tenía en el pecho las letras CCCP y nuestros padres hacían este chiste: ‘Con Colombia Casi Perdemos’. Éramos unos perdedores natos y Pambelé nos enseñó a ganar. Por eso, el país se enloqueció un poco con él y después lo enloqueció a él", me explica desde Colombia Alberto Salcedo Ramos. Su libro El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé, recientemente publicado en Buenos Aires, hace honor a su condición de maestro del periodismo narrativo en América latina. Si Gay Talese abrió en 1962 el llamado Nuevo Periodismo con una tremenda crónica sobre el ocaso de Joe Louis en la revista Esquire, Salcedo Ramos, escribe Daniel Samper Pizano en el prólogo, "es nuestro Gay Talese, y Pambelé, nuestro Joe Louis". El libro comienza con Pambelé, en bata y detrás de unas rejas en el hospital San Pablo, de Cartagena, gritándoles desesperado a las cámaras del noticiero colombiano: "¡Ayúdenme!". A los 49 años, puro hueso, ojos hinchados, Pambelé golpea luego las paredes y su cara, hasta que se sienta llorando en la cama. El siquiatra Christian Ayola, a cargo del ex boxeador, ve la escena por TV. Llama urgente al hospital. Misael Pastrana Borrero, presidente de Colombia en los tiempos de Pambelé campeón, está otra vez en campaña y va ese día igualmente a visitar al ex boxeador en medio de flashes de campaña. "Pambelé adhiere a Pastrana", titularon los diarios al día siguiente.
A Pambelé, buen hijo y campeón disciplinado, cuenta Salcedo Ramos, lo afectaron supuestos problemas genéticos, multiplicados por la droga, el alcohol y la fama. Compraba mansiones para sus dos mujeres oficiales, Rolex de oro a sus novias, ofrendas florales a las reinas de belleza, autos de lujo y apartamentos. Recibía homenajes políticos, opinaba sobre el vino de Oporto y se hacía brillar las uñas en salones de belleza. Le dieron títulos y llaves de ciudad. Los músicos le compusieron canciones y los toreros le regalaban su faena. Los escritores cubrían sus peleas. "¡Acaba de entrar el hombre más importante de Colombia!", anunciaron una vez en una reunión de colombianos en Madrid. "¿Dónde está Pambelé?", preguntó entonces Gabriel García Márquez, el homenajeado. Los vecinos elegantes de Bocagrande saludaban cuando llegaba con su Mercedes Benz. Otros le enseñaron a esnifar cocaína. "Permaneces en la cumbre, de acuerdo, pero ¿con quién te tuteas, si todos no pueden estar a tu nivel?" No lo iban a contener los ricos de Bocanegra, sus nuevos vecinos. Y muchos de los que estaban abajo, vitoreándolo, escribe Salcedo Ramos, sólo esperaban que resbalara para tirarle la piedra que tenían en la otra mano.
Hijo mayor de una pobre familia que creció sin padre y vendedor de cigarrillos de contrabando para llevar dinero a casa, Pambelé no tuvo un inicio promisorio en los rings. Entregó una pelea y tuvo que irse a Venezuela. Su padre, que vivía en Maracay, lo presentó al manager Ramiro Machado. Le explicó que su hijo era el único que podía enviar dinero a la familia en Colombia. Machado le infló el récord, lo llevó con cuidado, mejoró su pobre técnica, fortaleció su jab demoledor y lo convirtió en uno de los mejores campeones de la historia de los welter juniors. La pobreza no impidió un físico privilegiado, que mostró en plenitud un día que, apremiado por el peso, su rival no tuvo problemas en sacarse el slip. "Lo que es la vida, Toño. Tú con vergüenza de encuerarte y el tailandés mostrando sin pena esa cosita tan chiquita", lo incitó su médico, Fidel Mendoza Carrasquilla. "¡Mierda doctó, ese pobre chino no tiene picha, sino verruga!", respondió Pambelé. Pero Machado jamás le firmó un contrato, le entregó casas y no dinero argumentando que así no lo dilapidaría en drogas y, según testimonios, lo estafó. Machado, ya retirado del boxeo, próspero empresario de TV, niega los cargos. El Estado le paga una pensión vitalicia y Pambelé viaja de un lado a otro buscando protagonismo, bazuko, alcohol y pelea. "Hoy, infortunadamente, es un personaje que le inspira lástima al colombiano promedio, se volvió sinónimo de droga y de vicio, y por eso lo desechan", me dice Fernando Araújo Vélez, que siente que no tiene cómo pagarle a Pambelé por los momentos de alegría que le hizo pasar. Además, agrega el colega, "Pambelé logró lo que ningún otro deportista ha logrado en Colombia: que el gobierno le pusiera luz eléctrica a su pueblo, San Basilio de Palenque, situado a una hora de Cartagena y cuyas calles aún son de barro y las casas, más bien son chozas con pisos de tierra".
Una casa-finca en Turbaco, cercana a Cartagena, es lo único que quedó después de que Pambelé perdió cerca de un millón y medio de dólares. Su segunda esposa y los hijos lo echaron cansados de sus estallidos cotidianos de violencia. Cayó preso, se escapó de siquiátricos y permaneció diez meses en una cura en Cuba. Hoy evade las preguntas sobre el pasado y, en cambio, recuerda con lujo de detalles sus 21 peleas mundialistas, incluidos sus dos combates contra Nicolino. Si está bien, Pambelé es atento a los olores de los nísperos y a las ancianas desatendidas. Salcedo Ramos, que caminó mucho con él por distintas calles para escribir su libro, recuerda la tarde de la prostituta que se bañaba desnuda en medio de los mirones en pleno Parque del Centenario, en Cartagena. "A leguas –cuenta Ramos Salcedo– se notaba que la muchacha era un pájaro de la noche extraviado en el día, los movimientos lerdos, los ojos enrojecidos como brasas." Dice el escritor que, al ver a Pambelé, la muchacha apuntó con su índice derecho como haciendo un disparo. "¡Campeónnnnnnnn –gritó la muchacha–, ven a enjuagarme la panocha, campeónnnnnnn!"
Temas
- 1
Gianluigi Donnarumma debió abandonar el campo de juego al recibir un pisotón en la cara en Mónaco - PSG
- 2
Quedó colgando del caballo cuando iba primero: la reacción del jockey y su particular confesión
- 3
Todos los ganadores de los premios Olimpia 2024
- 4
Ternas de los premios Olimpia: uno por uno, todos los nominados