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Lo peor está por venir
Ganar la elección no era un problema para Joseph Blatter, al que se le pueden poner tantas etiquetas como se quiera, pero nunca la de tonto. Difícil encontrarse con peores circunstancias que las de esta semana, y así y todo salió adelante. Perdió 53 votos en comparación con 2011, pero ahí está el suizo, presidente de la FIFA por quinto período consecutivo.
El problema es otro: lo peor está por venir. Lo peor para Blatter, pero sobre todo para el fútbol, dirigido por un hombre que tiene muchos más votos que buena imagen, mucha más experiencia que respaldo social, muchos más cadáveres en el armario que ventanas por abrir para que entre algo de aire.
Que la FIFA "corre el riesgo de reventar" no es un análisis apocalíptico de un intelectual como el escritor mexicano Juan Villoro, que apenas se limitó a definir al club de Zurich como "una de las ramas más productivas del crimen organizado". El pronóstico de explosión es de la Federación Portuguesa de Fútbol, y no exagera.
La FIFA de Blatter está rodeada de enemigos, comenzando por la Casa Blanca. La impactante decisión de la fiscal general de los Estados Unidos de tomar el hotel de la FIFA cuando el día era casi noche en Zurich es sólo el primer movimiento. Pronto los implicados comenzarán a hablar, pronto otros querrán hacer lo mismo y pronto se irán filtrando más detalles. Y así durante meses y años.
Blatter, que además de la de Estados Unidos tiene asegurada la hostilidad de la mayoría de los gobiernos europeos y de casi toda la UEFA, no cuenta con margen para recobrar simpatías. La cercanía de Rusia 2018 lo obliga a defender ese Mundial. Es, así, aliado de Vladimir Putin, que no cuenta precisamente con un club de fans en las cancillerías de Washington, Londres, París y Berlín.
Si Moscú tiene previsto utilizar prisioneros en sus fábricas para que el negocio del Mundial tome impulso, más impactante es lo de Qatar. La Confederación Sindical Internacional (CSI) hizo recientemente un cálculo: cada uno de los 64 partidos que deben jugarse en el polvoriento emirato implica la muerte de 62 trabajadores: 4000 en total. "Es un estado esclavista", dice la CSI.
Más problemas: a la presión estadounidense se suma la intervención de la justicia suiza, que está investigando el proceso de elección de las sedes de 2018 y 2022. Hay sorpresas posibles aún.
Otro frente para la FIFA es el comercial, porque muchas empresas ya no quieren estar asociadas a algo que transmite tan mala imagen. Los mensajes recibicos en Zurich van desde "reevaluar patrocinios" hasta "preocupación extrema". Si al final se convenciera a esas empresas de quedarse, es bastante probable que haya una renegociación de contratos a la baja. Una FIFA con menos ingresos es una FIFA con menos poder.
¿Qué pasaría si la UEFA decidiera finalmente utilizar toda su potencia? Michel Platini, que ayer le dedicó abrazos y sonrisas a Blatter, nunca supo ser líder. "Perdimos la batalla, pero la guerra sigue", sintetizó el holandés Michael van Praag. No es lo que necesita un Blatter distanciado también de la Conmebol: precisamente Europa y América del Sur, las dos regiones de los campeones del mundo.
El suizo necesita además reformar el comité ejecutivo, al que no elige. Sus "ministros" le vienen impuestos, no los controla.
Y el drama es también personal. "Me gustan ustedes, me gusta mi trabajo", dijo un Blatter que no sabe ya vivir sin esa FIFA en la que pasó la mitad de su vida. En nueve meses cumplirá 80, y es notorio desde hace tiempo que su lucidez y fuerzas flaquean. Pero, empecinado, sigue ahí.
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