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Las elecciones en Boca y los hinchas que no solo miran: también votan y celebran
“El fútbol es como la democracia: 22 juegan y millones miran”. El comediante alemán Klaus Hansen, citado en el libro del austríaco Gabriel Kuhn (“Soccer vs The State”) debería saber sobre la Argentina de estos últimos días. Porque, a veces, esos millones se dedican a algo más que a mirar. Lo hacen un domingo yendo en masa bajo la lluvia a La Boca para elegir a Juan Román Riquelme como el presidente más votado en la historia del fútbol. Y al día siguiente recordando que hace exactamente un año celebrábamos Qatar 2022, la fiesta popular más multitudinaria del deporte.
Sabemos que Argentina es un país exagerado. Y más en el fútbol. Pero, a contramano de todo, la pelota toma muchas veces su propio camino. Porque el fútbol, como escribió el inglés Nick Hornby en su fabuloso libro “Fever Pitch”, puede ser a veces “una diferente versión acerca del mundo”.
¿Cómo podría explicarse, sino, que, apenas una semana después de ser coronado presidente de la Nación con el voto masivo del pueblo, el presidente Javier Milei, socio de Boca, haya recibido abucheos e insultos de “traidor” cuando fue a votar a la Bombonera? Algunas crónicas y voces denunciaron “instrumentalización política”. Los insultos más escuchados, sin embargo, le recordaron al presidente que hinchó por River y hasta celebró el gol del Pity Martínez en la final de la Libertadores 2018 de Madrid. Que, ya presidente, y en el medio de una ofensiva política y judicial, puso a disposición su “motosierra” para avanzar sobre Boca. Y que su plan de gobierno incluye la posibilidad de que los clubes se conviertan en Sociedades Anónimas. Se lo advirtieron los hinchas el domingo cuando le cantaron “De los socios/ el club es de los socios”.
Fue un momento que pareció revivir a La Boca de 1887, cuando obreros genoveses en huelga imaginaron hacer del barrio un separatismo con bandera y leyes propias, fiesta incluida de Satanás. La República Independiente de La Boca. Anarquistas, masones, libres pensadores, utopistas y socialistas. En 1904, un año antes del nacimiento de Boca, el barrio eligió al primer diputado socialista de América latina. En 1907 estalló la Huelga de los Inquilinos que resistieron la suba de los alquileres y también las mujeres con la Huelga de las Escobas “para barrer las injusticias”. La historia fue cambiando luego. Crónicas de hacinamiento, epidemias, contaminación e inundaciones. Y el canto ofensivo de las hinchadas rivales: ese que sigue diciendo que “la Boca se inundó y que a todos los de Boca la mierda los tapó”.
Ahora víctima del poder, Boca, un poder en sí mismo, se aferró al “Boca pueblo”, “nosotros contra todos”, ideal para el oficialismo, porque tanta persecución terminó siendo un búmeran. ¿O hay que recordar que hubo denuncias anónimas y falsas? Fallos judiciales de madrugada. ¿Nadie supo prever que el presidente no sería bien recibido? Decenas de presidentes sufrieron en la historia el democrático ejercicio del abucheo popular en estadios de fútbol. Nunca a la semana de su triunfo electoral. Milei fue a votar a su aliado político, Mauricio Macri, que, paradójicamente, lo dejó solo porque partió hacia Arabia Saudita. Llamó la atención la nula autocrítica del bando perdedor. La oposición declamó “valores”. Pero un Macri exasperado le dijo a Riquelme que tenía “el culo sucio”. Y lo trató de “ese jovencito”. El fútbol expone. La derrota también.
Cuando no nos gusta, la manifestación popular del fútbol suele ser acusada del atraso social. “Vagos que piensan con los pies”. Zombis. El fútbol pasa a ser “el opio del pueblo”. Droga dura. Pan y circo. Evasión. Catarsis. Puro negocio. Lo fue Qatar, sede insólita decidida por la FIFA. Pero el Mundial terminó siendo nuestra postal inolvidable. La selección, una notable obra colectiva construida por Lionel Scaloni, fue campeona y el mundo celebró la merecida recompensa que tuvo Leo Messi en su quinto Mundial. Citados ya los protagonistas centrales, no hay documental, informe, película, que omita hoy el carnaval de más de cinco millones de personas que hace un año tomaron las calles para abrazarse a la fiesta. Buena parte del mismo pueblo que meses después rechazó al gobierno con su voto. Y que hoy, en medio de enésimos anuncios de ajustes e inflación, afronta un debate sobre si esas calles siguen siendo suyas, ya no para celebrar, sino para ejercer el derecho a la protesta. Argentina.
El fútbol, para bien o para mal, es nuestro principal escenario de pasión. De infancia y de pertenencia. También puede ser “alivio de nuestra melancólica humanidad”, como escribe el brasileño José Miguel Wisnik en su libro “Veneno Remedio”, donde rechaza el concepto de hinchas “alienados” y nos recuerda que “el arte” (¿acaso Messi no es un artista?) siempre será “mejor que la verdad”. Allí está sino el Diego. Messi. “Rey Leo”, presentó ayer en Buenos Aires el periodista francés Florent Torchut su libro sobre Messi. “El Deporte Rey”, escribió hace ya tiempo el británico Desmond Morris. El brasileño Nelson Rodrigues lo describió mejor cuando Brasil celebró el “Tri” del Mundial de México. Dijo que aquel 21 de junio de 1970 fue “el día en que todos (los brasileños) fuimos reyes”. Para nosotros será el 18 de diciembre de 2022. “El día en que todos (los argentinos) fuimos reyes”.
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