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Las 100 preguntas a Miguel Simón: periodismo gritón, Maradona vs. Messi y el cuadro del que es hincha
Recibe cataratas de elogios en Twitter cada vez que relata un partido importante del fútbol europeo; reconocido por su estilo sobrio y su rigor con los datos, dice: “No me gustan el divismo y la soberbia en ningún ámbito”; sus vivencias con estrellas mundiales y la discusión con Fantino.
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En una época en la que el periodismo deportivo es cuestionado por su tendencia al divismo y al grito exacerbado en debates repetidos, Miguel Simón (23 de julio de 1965, Caballito, Buenos Aires) se transformó en uno de los preferidos del público por su conocimiento y su rigurosidad. Formado en la gráfica, recorrió todos los peldaños de la escalera desde que empezó como cronista de un partido de rugby de segunda categoría, en Tiempo Argentino, hasta convertirse en relator de los partidos más importantes de Europa por ESPN.
En las 100 preguntas para LA NACION revela entretelones de las entrevistas que hizo con megaestrellas del deporte, cuenta cómo prepara su trabajo y de quiénes aprendió, aporta una mirada sobre la actualidad de su profesión, explica por qué no maneja y no deja de recordar las veces en que debió salir corriendo de un estadio, como hincha primero y como periodista después.
1. –¿Quién es Miguel Simón?
–Uh, pregunta compleja... Soy una persona que busca armonía. Intento ser honesto conmigo para permitirme ser honesto con el resto, después. Trato de que mis actos tengan que ver con mis palabras. Soy curioso, cuidadoso y apasionado por mi profesión.
2. –¿No te cargaban en el colegio por tener un nombre como apellido?
–No, no, para nada. Ese tema nunca formó parte de mis problemas. Eso sí: armábamos una dupla muy buena con Fernando Carlos, una dupla sin apellido [risa].
3. –¿En la escuela eras de los tragas o de los revoltosos? Te imagino en el primer grupo.
–Hice el primario y el secundario en el Colegio Marianista, en Caballito. No fui abanderado, no era el más estudioso, pero tampoco me llevaba materias. Era cercano a los grupos que agitaban más, aunque tenía buena relación con la mayoría, y hoy mantengo contacto con muchos de ellos. A la del colegio la recuerdo como a una etapa muy linda de mi vida. Me divertía, la pasaba bien. Es lo mismo que me ocurre ahora con el trabajo: para mí, tener ganas de ir a un lugar es clave. Y eso me pasa con el trabajo, o me pasaba antes de la pandemia: tener ganas de ir y de compartir con la gente.
4. –¿A qué se dedicaban tus viejos?
–Vengo de clase media: mi mamá era ama de casa, y mi papá, contador gastronómico. Tengo una hermana dos años mayor, que es arquitecta. A mi papá lo acompañé muchos años, durante mi infancia y mi adolescencia, a ver a sus clientes. La mayoría era española, íbamos a sus restaurantes y aprovechábamos para comer ahí. Mi mamá falleció en 2010, y mi papá, en 2014: mi viejo trabajó hasta los 80 y pico, siempre muy lúcido. Es un gran objetivo para plantearse: llegar a esa edad con lucidez, vitalidad, y pudiendo trabajar.
5. –¿Laburaste de pibe?
–Ayudaba a mi papá a ordenar las facturas. Todo manual, claro. Lo hice mientras estudiaba periodismo: me llevaba las carpetas a mi cuarto y escuchaba los programas deportivos en la radio, Sport 80, la tira de Rivadavia... Intentaba escuchar todo; me gusta la variedad.
6. –¿En los pan y queso eras de los elegidos al principio o al final?
–No me elegían primero, pero tampoco último. Como suelo decirles a mis compañeros: yo no voy a ganar el partido... pero tampoco voy a perderlo. El Marianista es un colegio muy futbolero, y ahí jugaba, como también en los torneos de prensa: soy defensor central zurdo y no suelo cabecear, a pesar de mis 197 centímetros. Tengo alta precisión en los pases, eso sí, y más partidos en papi que en cancha de 11.
7. –¿Al básquetbol no jugaste?
–Empecé en Ferro en las famosas “vacaciones alegres”, pero no despegué. La altura era un punto inicial favorable pero después había que correr, saltar, pensar mucho; es un deporte complejo con una permanente toma de decisiones. Y no tenía esas condiciones. Quisieron ponerme de pivote y a mí me gustaba jugar de frente al aro. No anduvo.
8. –¿Por qué te hiciste hincha de Ferro?
–Mi tío Emilio, el hermano de mi papá, me llevó a la cancha por primera vez cuando tenía 5 años. Mi viejo no era futbolero pero mi tío sí. Y muy hincha de Ferro. Jugaba a las bochas y a la paleta en el club; yo vivía en Caballito, me hice socio e iba a verlo. Tuve la suerte de disfrutar las grandes campañas del equipo de Timoteo. Y también alguna caída, en el sentido estricto de la palabra, en la platea de Ferro. La tengo todavía tatuada arriba de mi ceja derecha: me tropecé en un partido, me estrellé la cabeza contra uno de los apoyabrazos de los asientos y terminaron cosiéndome en el vestuario. Tengo la imagen de los jugadores de la primera pasando a mi lado; cosas que quedan. Me hice dos cortes en canchas; el otro, cubriendo el Nacional B para América, en Platense: se cerró de golpe una puerta, me la di y me pegaron con la gotita, ya eran otros tiempos. La peor de todas, sin embargo, no fue en una cancha, pero se la computo al fútbol.
9. –¿De qué se trata?
–Fue en Corea [del Sur], en el regreso de Maradona a Boca, año 1995. Fui a relatar el partido para América. El día anterior estaba nadando en la pileta, y como no tenía antiparras y llevaba puestos los lentes de contacto, casi no abría los ojos. La pileta tenía esos bordes que son tapados por el agua, y creo que también influyó el jet lag: no vi el borde y me lo puse, mal. Fue un choque violento: me rompí la nariz, sangraba como loco, y me llevaron en una ambulancia a un hospital. Me dieron 14 puntos y me hicieron ir todos los días siguientes al hospital para buscar tres pastillitas y un polvito sanador. Nunca se me hinchó la cara, por suerte: al otro día tenía que salir en cámara para relatar el regreso de Maradona a Boca, con Menotti como comentarista, imaginá. Cuando volví del hospital me agarró Eduardo Eurnekian, el dueño del multimedio, y me dijo: “Nene, ¿vos sos boludo?” [risa]. Yo recién arrancaba. Por suerte pude hacerlo bien. En Argentina me agarró un cirujano plástico y me dijo que los coreanos habían hecho un trabajo impecable.
10. –Vuelvo a Ferro: ¿eras muy fanático? ¿Quién era tu ídolo?
–Disfruté más a Beto Márcico que a Cacho Saccardi, que en Ferro es palabra sagrada. Siempre fui hincha, no al extremo de encerrarme en mi pieza si perdía, pero sí de ir a la cancha y de amargarme en las derrotas. Sigo amargándome, de hecho, aunque no me dura tanto como antes. Navego entre cierta resignación cuando las campañas de Ferro son más o menos como las de siempre y me ilusiono cuando quedamos a un paso del ascenso, como en 2015, cuando nos ganó Santamarina la semifinal del reducido. Aquella vez volví de la cancha recontra amargado con mi hijo. Creía que había perdido ese sentimiento de amargura de hincha, pero no. Es más: hablo con vos y sigo amargándome.
11. –Algún partido que recuerdes especialmente.
–El 3-0 a River en la final del Nacional ’84 es uno. Fui con unos amigos al Monumental y no recuerdo por qué razón esa noche terminamos volviendo en el micro con los jugadores. Disfruté muchísimo: la rompió Márcico, el gol con la corrida de Noremberg... Recuerdo también un partido de 1980 en nuestra cancha, en el amanecer de la era Griguol. Venía el Racing de Toto Lorenzo, puntero; la tribuna visitante reventaba porque Racing ya venía acumulando frustraciones. Ese día estuve en la popu local. Racing ganaba 4-1 a los 10 minutos del segundo tiempo y lo dimos vuelta con un gol de Crocco sobre la hora. Ganamos 5-4, fue impresionante. Al año siguiente, Ferro fue subcampeón del Boca de Maradona y del River de Kempes, y en 1982 ganó su primer título. Y lo ganó invicto.
12. –¿Está bien o mal que el periodista diga de qué equipo es hincha?
–Mientras el periodista sea honesto, sincero, y no permita que el sentimiento lo traicione a la hora de comentar o analizar un partido, está perfecto. También entiendo que dentro de la sociedad futbolera en general y de la argentina en particular, hay que evaluar costos y beneficios de decirlo. Yo soy hincha de Ferro, un club que hasta genera cierta simpatía; si fuera de un club mayoritario, no sé si lo diría, porque más allá de que me crea sincero, la mirada de la gente no es la misma, lamentablemente. No sé qué haría.
13. –¿Cuándo y por qué nació tu vocación por el periodismo?
–Mis tíos vivían en el mismo edificio que yo, pero un piso más abajo, y muchas veces almorzaba con ellos en el tercero y después subía y me clavaba otro almuerzo en el cuarto... [risa] Soy flaco pero de buen comer. Mi tío Emilio, además de llevarme a la cancha, escuchaba los programas deportivos por la radio y así fue entrando el deseo. En el colegio había orientación vocacional y tengo la imagen de quedarme solo en el aula cuando mis compañeros iban a orientación. Ya tenía claro el camino: me encantaban la comunicación y los deportes, la combinación perfecta.
14. –¿Será que ordenando los papeles contables de tu viejo entró el gusto por las estadísticas?
–Hummm... No lo había pensado. De todas formas, a mí me gusta el número para abrir puertas, no soy fanático del número duro. Me gusta el dato que me lleva a analizar el juego.
15. –¿Dónde estudiaste periodismo?
–En ese momento no era común, no estaban las escuelas. Estudié en el Círculo de Periodistas Deportivos, donde había que pasar un examen de ingreso muy riguroso: se presentaban 300 o 400 personas y entraban 40. Era un examen que combinaba redacción, lógica y algo de deportes. Me preparé con Pablo Silva, compañero del colegio, que después crearía el famoso aerosol en el fútbol, y entramos los dos. Mientras estudiábamos, nos las rebuscábamos para que nos dieran cabinas en las canchas: Pablo era un gran relator, y yo comentaba. Enseguida, Daniel Jacubovich y Daniel Arcucci, que estaban un año más arriba en el Círculo, me comentaron que buscaban gente en el diario Tiempo Argentino para cubrir rugby. Y así empecé.
16. –¿Ése fue tu primer trabajo?
–El primero fue un programa que hacía con Pablo Silva en Radio del Pueblo, cubriendo la actualidad de Argentinos Juniors. Estaba Labruna como director técnico –año 1983–, pero no nos pagaban. Mi primer trabajo rentado fue el de Tiempo Argentino, cubriendo partidos de rugby de segunda; mi debut fue en Los Tilos-San Patricio. Allí trabajaban Guillermo Alonso y Beto Sáenz, que al año siguiente sacaron la revista Test Match, y me sumaron. Trabajé en La Gaceta, un vespertino de Diario Popular; en La Deportiva, una revista fugaz de Editorial Perfil; escribí en Tenis Tie Break y Sólo Básquet, en la que compartí la redacción con gente muy valiosa. Luego entré al grupo Eurnekian gracias a Beto Sáenz: escribí en El Cronista, empecé a relatar rugby en América, fui vestuarista de fútbol, hice estudios centrales. Trabajé en Radio América, en Nacional y El Mundo con Juan Pablo Varsky y el Ruso Verea; en el ’95 o el ’96 hice cosas de rugby para ESPN y ya en el 2000 Guillermo Tabanera y Pablo Mamone me convocaron para el proyecto de SportsCenter, y todavía sigo con ellos. Perdón por las omisiones.
17. –También fuiste notero en transmisiones de básquetbol, ¿no?
–Sí, en la Liga Nacional. Relataba Hugo Lencina, comentaba David Carlín y yo hacía campo de juego: llevaba la planilla de datos y al final hacía una nota. Si había algún personaje en la platea lo entrevistaba en el entretiempo: así hice con Maradona cuando fue a ver a Peñarol. Viajé muchísimo por el interior del país. En esas transmisiones también compartí equipo con León [Najnudel]. Lo hice dos o tres años. Un privilegio absoluto.
18. –El televidente te tiene como relator de Champions League, pero la remaste.
–Pasé por todos los escalones. Y eso está bueno porque da una gran empatía con la gente que trabaja con uno. Es muy difícil no ponerse en el lugar del otro o no saber lo que siente cuando uno atravesó esas funciones.
19. –¿Qué otra cosa hiciste?
–También fui productor. Y he salido de la redacción de Sólo Básquet a las 2 de la mañana para ir al taller a las 5 a ver si las películas estaban bien. La verdad es que me nutrí con cada actividad que realicé en su momento. Me gusta entrevistar y disfruté mucho cada cobertura de los torneos de tenis, porque convivía con los tenistas, debía buscar un enfoque distinto con cada uno para el noticiero. Esas coberturas acercan más que ninguna, creo, al periodismo en estado puro. Además, gracias a la generosidad de jugadores y entrenadores incorporé conocimientos del deporte y también para mi vida personal. A mí me encantan aprender y actualizarme. Y esos son tipos de vanguardia; ya sólo ver cómo se manejan abre la cabeza para un montón de cosas.
20. –¿De quién aprendiste más?
–Siento que aprendí mucho del contacto con protagonistas, sobre todo, de entrenadores. Por el básquet de Ferro conocí a Miguel Cortijo, ya en su rol de analista; a Sebastián Uranga, a Diego Maggi… ¡a León Najnudel! Conversar con gente de ese nivel me aportó mucho conocimiento, tuve bastante suerte en ese sentido. Cuando Norberto Chab me convocó para hacer la historia del rugby, me entrevisté con gente grossa y muy generosa, como Ángel Guastella, Michingo O’Reilly, Veco Villegas. Aprendí mucho de ellos.
21. –¿Qué te dejó Najnudel?
–Más allá de su idea de la Liga Nacional, de la que se sigue recogiendo sus frutos, lo que noté en mis charlas con León es que era de esas personas que están dos pasos delante del resto, como esos ajedrecistas que están pensando los cinco movimientos posteriores. León trascendía la función de entrenador; era un hombre del deporte, un dirigente brillante. Podía ver la organización no sólo de su equipo, sino también más allá. A León lo escuchaba y yo anotaba; todo lo que decía tenía un fundamento. Me encantan las personas que dan un argumento por cada cosa que dicen. Se puede compartir o no; eso no importa: yo disfruto lo otro. Sigue pasándome hoy cuando me encuentro para charlar con gente como Oveja Hernández, Julio Lamas, Huevo Sánchez y Néstor García.
22. –¿A qué periodista tenías como referente en tus comienzos?
–No tuve uno. Me pasa lo mismo con los deportistas. Y con los directores técnicos: no elijo entre Menotti y Bilardo. En el exterior se dieron cuenta antes que nosotros, porque Guardiola tiene la obsesión y el estudio de Bilardo y la combinación de pases y la estética con las que comulga Menotti. Creo que se puede elevar el nivel sumando cosas que en principio parece que no se juntan. Valoré y admiré mucho al equipo de Víctor Hugo de Sport 80, me parecía excelente; Adrián Paenza es una mente brillante. Me encantaba el Gordo García Blanco, muy ocurrente. Fui comentarista de tremendos relatores como Osvaldo Wehbe, Juan Carlos Morales, Walter Saavedra y Pepe Mansilla. En el tenis viajé con tipos a los que escuchaba por la radio, como Juan José Moro y Guillermo Salatino, y fue Salata el que me abrió la puerta para que pudiera charlar con protagonistas en mi primer viaje por el tenis, a Australia en 1992.
23. –¿Alguno de la gráfica?
–Conocí a Osvaldo Ardizzone en aquella redacción de Tiempo Argentino, que fue un diario muy imaginativo, distinto a lo que se hacía en el resto, y eso fue formándome. Ardizzone era venerado; recuerdo sentarme y escucharlo en los almuerzos. Esa redacción ayudó mucho a mi concepción periodística; yo todavía estaba estudiando. Iba los fines de semana, y para mí era Disney. Después fui entablando relación con ellos cuando empecé a jugar al fútbol: Eduardo Castiglione, Martín Sánchez, Fernando Otero, la Chivas Torres, el Chavo Fucks, Nando Sánchez y el Flaco Comese, en Tiempo Argentino. Y en Sólo Básquet estaban Miguel Romano, el Flaco Nogueira, Marcelo Guerrero, Fabián y Alejandro Pérez, Marcelo Vidal y Horacio Brusco… Pido perdón por las omisiones; seguro me olvido de alguno.
24. –La primera nota que hiciste.
–Con Sergio Víctor Palma para la revista del colegio, junto a un compañero, Gustavo Ortalá. Palma era campeón del mundo, un personaje muy grosso. Imaginá lo que implicaba para un chico que quería estudiar periodismo.
25. –Tu primer relato.
–En fútbol, la campaña del Sevilla de Bilardo y Maradona fue una de las primeras, en América. Off tube, claro. Quiero resaltar a Daniel Wainstein, que fue de los que más confiaron en mí. Con Daniel como comentarista relaté un torneo de fútbol universitario jugado en Obras. Eran seis o siete partidos por día, todos de corrido; después los fragmentaban. Obviamente, no conocía a nadie, y algo similar me pasaba cuando comencé en el rugby: los jugadores no tenían números en las camisetas, así que debía distinguirlos por la posición, por el aspecto físico, por la manera de correr y por el color de los botines. Todas esas vivencias me agudizaron la visión, me ayudaron a constituirme como relator, así que después relatar a jugadores que tenían números para mí fue pan comido.
Relatando Chacarita-El Porvenir en 1998/99
26. –¿Cuánto tiempo te lleva preparar un partido de Champions?
–Es difícil dar una medida de tiempo. Intento estar involucrado en las ligas que comento: escucho mucha radio de España, podcasts de la Premier League. Y para estar informado de acá voy a la vieja usanza: en la cocina tengo una radio que me dejó mi papá. Cuando salgo a caminar escucho El larguero, de Cadena Ser, y El Transistor, de Onda Cero. Después, tengo mi rutina de lectura diaria de los portales tradicionales: Marca, As, Sport, El País, El Mundo, ABC, The Guardian, la BBC. Me gusta leer diarios de la ciudad del equipo que juega ese día: si me toca Sevilla, leo algún diario andaluz. Los diarios locales son muy buena fuente de información. Además, con el traductor, hoy se puede leer un diario sueco sin problemas. Mi espíritu es estar tan informado como el periodista andaluz, si juega Sevilla, o el de Leeds, si juega el equipo de Bielsa. El objetivo es estar a tono, no desafinar tanto.
27. –¿Sos de anotar las formaciones en un papel y pegarlas en el vidrio de la cabina?
–No. Trato de no mirar ningún papel durante la transmisión para no perderme lo que ocurre en el campo. Intento tener todo en la cabeza. A veces miro alguna hoja para chequear posiciones o algún dato y eso es un error importante: uno puede sospechar que no va a pasar nada y mientras uno busca el dato, un tipo hace un gol de 40 metros y uno se lo perdió.
28. –¿Seguís poniéndote nervioso antes de una transmisión?
–No sé si la palabra es “nervioso”. No me siento como si estuviera tomando sol o haciendo yoga. Si bien no tengo gente cerca físicamente, y menos aun ahora relatando desde mi casa en la pandemia, tengo a millones mirando. Nunca fui de ponerme muy nervioso, pero hay un cosquilleo, sobre todo en las horas previas. Cuando el partido empieza, mengua bastante.
29. –¿Nunca te dieron ganas de ir al baño en medio de un partido? El comentarista y el notero pueden irse dos minutos; el relator, no.
–Ganas he tenido, sí, pero siempre zafé. Una que recuerdo fue la semifinal de Champions entre Ajax y Tottenham, en 2019. Fue recontra emotiva, yo estaba en una cabina de canal y ya a partir de los 20 minutos del segundo tiempo tenía unas ganas de orinar muy importantes. Lo único que me interesaba era que terminara el partido para poder ir al baño. Encima se definió en el tiempo adicional. No sé cómo hice, pero aguanté, y apenas terminó salí rajando y se quedó Quique [Wolff]. A Quique lo dejé solo varias veces en el entretiempo y siempre me respaldó muy bien; le tengo mil por mil de confianza.
30. –No debe de ser fácil mantener la concentración cuando explota la vejiga.
–Sí, pero cuando me pongo a relatar siento que me meto a un mundo mágico y me olvido del resto. Me enfoco mucho ahí. Cuando estoy en la cancha, por ejemplo, casi no miro lo que pasa fuera del campo, no advierto lo que ocurre en las tribunas. Se ve que el poder de magnetismo del juego hace que uno abra esa puerta mágica de una transmisión y no salga de ahí. Creía que en la pandemia, al relatar en casa, iba a costarme, pero en el primer partido me di cuenta de que no me importaba mucho dónde estuviera, porque una vez que rueda la pelota, “todo lo que pasa, pasará después”.
31. –¿Alguna otra situación curiosa que hayas debido atravesar durante un relato?
–Uhhh, una con el querido Luis Yorlano como comentarista, con quien transmitía el fútbol de ascenso en América. Fue en la cancha de Ferro. No sé qué le había pasado a una de mis muelas, pero empecé a sangrar mucho, así que relataba y escupía sangre en un vasito, relataba y escupía. Cuando fui a ver a Pablo Miranda, compañero de colegio, enorme escritor y odontólogo, me sacó la muela enseguida, estaba casi seca. Se puede decir que dejé mucha sangre en la cancha de mi querido Ferro [risa].
32. –¿Quiénes fueron los personajes más grossos a los que te entrevistaste?
–Nunca hice la lista. Empezaría por Diego, a quien me entrevisté varias veces. Pude hacerle un par de preguntas a Michael Jordan en una rueda de prensa, y en el tenis, a Roger, Rafa y Djokovic los tuve varias veces. También a Agassi. De los integrantes de la Generación Dorada me entrevisté con casi todos; con Manu hice varios mano a mano. Manu es otro gran personaje del que se puede aprender.
33. –¿Llevás las preguntas anotadas en un papel?
–No. Las pienso bien y las llevo en la cabeza. Con Federer, por ejemplo, dan apenas tres preguntas para hacer, así que hay que pensar bien e intentar no repetir las que ya contestó diez veces. Siempre le meto una pregunta vinculada con la Argentina. Yo pido ser el último; me gusta agarrarlo al final, para que sepa que cierra ahí y se termina. Después de tres horas agotadoras de una final, y una hora y media respondiendo preguntas, hay que pensarlas bien. De todas maneras, Roger no tiene cassette. Es un gran remador de notas, a uno lo hace mejor periodista que lo que es.
34. –¿Qué te quedó de la nota que hiciste con Maradona en Dorados?
–Con Diego tenía una estructura pensada: era su cumpleaños y le propuse imaginar una fiesta con mesas de invitados y recuerdos. E ir hablando de ellos. Después de la nota fuimos a la fiesta verdadera. Estaba muy bien Diego ese día. Fue muy distinto a cuando hablamos una vez con Juan Pablo [Varsky] por Radio Nacional. Era uno de esos días de furia de Diego, y Juan Pablo y yo nos miramos y dijimos “vamos a cortar esta nota rápidamente”. Realmente no queríamos aprovecharnos de su estado. Entonces Juan Pablo intentó cerrarla con su calidad y Diego se dio cuenta. “¡Ustedes me quieren limpiar!”, nos dijo. “Noooo, Diego, por favor”. Tuvimos que dibujarla y seguimos charlando un rato.
35. –¿Algún entrevistado te hizo pasar un mal momento?
–Ehhh... el más cercano fue Fernando Verdasco en un torneo de tenis. Nosotros promocionábamos los partidos que transmitíamos, entonces nos acercamos y le preguntamos si podía decir “Verdasco no tiene miedo”. No le gustó nada, se ofendió. Se puso áspero.
36. –Alguna nota que intentaste y no conseguiste.
–Hay una que me costó mucho. Era llevar a Vilas al Kooyong, el club donde había ganado los abiertos de Australia y el Masters. Ya no se jugaba ahí, sino en Melbourne Park, pero quedaba cerca, y en cada Abierto de Australia le decía a Guillermo de ir y siempre me salía con alguna excusa, hasta que en 2009 me lo crucé y él me dijo: “Mañana vamos al Kooyong”. Hicimos una nota de tres horas que salió en ESPN recuerda, y contó detalle por detalle cómo habían sido sus consagraciones. Fue una experiencia casi religiosa. Guillermo nunca fue fácil de penetrar emocionalmente; hablaba mucho pero a la vez ponía un freno en ciertos aspectos. Y ese día se soltó. Al final se acercó al court donde se había consagrado: juntó el pulgar y el índice de una mano, los pasó por el borde de la red recorriendo todo el ancho de la cancha, y se largó a llorar. Recordó que el padre, que no viajaba nunca, había estado con él en ese torneo. Y entonces entendí por qué me esquivaba.
37. –¿A qué personaje que no entrevistaste te gustaría entrevistar?
–Messi es uno: debo de ser el argentino que más lo relató, obviamente porque por muchos años ESPN tuvo a la liga española y a la Champions en exclusividad. Nunca hablé con Leo; la vez que estuve más cerca fue en una cena de su fundación. Me gustaría hablar con LeBron James; con Lewis Hamilton, aunque no soy fana de la Fórmula 1. Estoy escribiendo un libro buscando cierto lado B de diez grandes deportistas: Messi, Federer, Cristiano, Serena, LeBron, Hamilton, Valentino Rossi, Pacquiao, Simone Biles y Sonny Bill Williams. Estoy trabajando con Costhanzo, que es compositor de dibujos. Vamos a ver cómo sale.
38. –¿Mantenés relación con los deportistas fuera de las notas?
–Mantengo contacto y muy buena relación con gente del básquet y si puedo tomar un café o juntarme a comer con Oveja Hernández o Julio Lamas, me junto. Lo mismo con algún entrenador de tenis. Esas charlas me nutren. Después, no soy de mandar mensajes a los deportistas por sus cumpleaños y ese tipo de cosas. Tampoco critico al que lo hace, ¿eh? Depende de la personalidad de cada uno.
39. –¿Tuviste miedo alguna vez en una cancha?
–No sé si miedo; sí, mucha tensión. Con Luis Yorlano atravesé varias en el Nacional B. Le tenía un gran afecto a Luis pero generaba algo especial en los hinchas; yo era el cardenal Samoré ahí. En la cancha de Quilmes nos tiraron un zapato a la cabina; en la de Huracán, un par de monedazos. De la cancha de Belgrano tuvimos que salir camuflados, acompañados por la policía: nos esperaron con la puerta abierta del remís en la salida de la platea y tuvimos que tirarnos de una adentro del auto.
40. –¿Cómo hincha la pasaste mal alguna vez?
–Y sí… En el ’81 en la Bombonera, en aquel partido que Boca nos ganó con un gol de Perotti y prácticamente definió el Metro. Fue una jornada larguísima. Empezó mal en el ingreso al estadio por la calle estrecha, la espera para entrar a la tribuna y los caballos afuera galopando. Entramos a la bandeja del medio, había un montón de hinchas de Boca y la montada entró a repartir. Fue muy feo; me comí un palazo esa tarde. Y encima perdimos.
41. –¿Alguna otra?
–No sólo corrí por Ferro. Con mis amigos del colegio iba a ver cualquier partido los sábados: seguí campañas de Deportivo Italiano; de Nueva Chicago; de Vélez con mi amigo Marcelo Fernández, que hoy es médico. Recuerdo haber salido corriendo entre piedras y palazos de un clásico caliente en Mataderos entre Chicago y All Boys. También fui muchos sábados al Luna Park. Algunos compañeros de colegio no se dedicaron al periodismo pero eran apasionados por el deporte y siento que les debo mucho porque me transmitieron esa pasión. La compartimos. Fue mi tío, pero también ellos. Bueno, me fui un poco de tema pero quería destacarlo.
42. –La emoción más grande que viviste en una cancha como periodista.
–La tensión más grande la sentí en el Argentina-Inglaterra del Mundial ’98; había un clima especial en toda la ciudad. Viví una gran emoción en el partido de básquet Argentina-Brasil de los Juegos Olímpicos Río 2016, que ganamos con un triple de Nocioni en la última. Ese día estaba como espectador. En realidad, soy muy sensible como espectador y no tanto como periodista.
43. –¿Tuviste algún desborde emocional en algún relato, al estilo Víctor Hugo con Maradona contra Inglaterra?
–No.
44. –¿Cuántas veces discutiste con Quique Wolff en tantos años de trabajo en conjunto?
–Ni una. Nada de nada. Desde el ’92 compartimos el equipo en la radio y en el 2000 empezamos a hacer dupla en la tele y nunca discutimos ni fue necesaria ninguna aclaración. Quique es muy abierto y generoso. Como cabeza de grupo, es magnífico: no lidera por medio de ser la figura, ni por medio de llevarse mal con la gente, sino todo lo contrario.
45. –¿Cuántos viajes hiciste a Europa y cuál fue el estadio que más visitaste?
–No llevo la cuenta; no me gusta. Fuimos muchas veces a España para los clásicos, así que el Bernabéu y el Camp Nou deben de ser los estadios adonde más fuimos. Y dentro de los torneos de Grand Slam, creo que Australia lidera el ranking, porque a partir de 2014, cuando empecé a relatar la Champions, dejé de ir a Roland Garros.
46. –¿Cuál es el torneo de Grand Slam que más te gusta?
–Te respondo por mi trabajo: Australia. Es el primero del año, los tenistas están más relajados y viajan con menos compañía, por eso uno puede quedarse más tiempo charlando con ellos. En Roland Garros y Wimbledon uno se la pasa mirando lo que rodea; es la gran historia del tenis. El de Estados Unidos es más gastronómico, tiene más ruido, está cerca del aeropuerto; hay más cemento, más humedad, menos público de tenis y más público que busca el show.
47. –¿Aprovechás para pasear cuando hacés coberturas o te metés tanto en el trabajo que no te lo permitís?
–El tenis insume muchas horas en el lugar y deja pocos espacios, pero lo aprovecho y lo disfruto a full; son 14 días. Mi lema siempre fue “tengo que hacer un muy buen trabajo para poder volver acá el año que viene”. Por eso no le escatimo ni un segundo al trabajo. Eso sí: al terminar el torneo suelo quedarme cuatro o cinco días en el lugar para conocer. Para mí es clave nutrirme; tengo esa posibilidad y no puedo desaprovecharla.
48. –¿Cómo te resultó relatar en la pandemia? ¿Qué cosas notaste a favor y cuáles en contra?
–A favor, que llego tranquilo al comienzo de los partidos, y es un alivio para los productores, porque siempre llego muy justo. Es que no me gusta mucho la espera [risa]. Y también es menor el estrés para mí, porque evito los viajes. En contra está que la imagen a veces fluctúa con la señal. Yo relato en casa, Quique comenta en la suya: pensé que ese intercambio iba a ser más problemático, porque estando juntos uno sabe mejor cuándo entrar y cuándo no, pero se dio un buen timing. Después, yo me enfoco en la pantalla que tengo delante y me resulta indiferente dónde estoy, qué hay alrededor.
49. –Si te doy a elegir entre relatar en la cancha sin monitor y relatar en el estudio, ¿qué preferís?
–Relatar en la cancha sin monitor hoy no se puede hacer, porque las jugadas decisivas son muy finas y determinantes. Obviamente, en el estadio la mente vuela de manera superior, el clima va llevando a otro ritmo, se vive con mayor intensidad el partido, pero al mismo tiempo uno pierde el registro de lo que está viendo la gente, porque los millones de personas ven lo que les muestra la pantalla. A veces, en los estadios me distraigo demasiado con el campo de juego y me olvido de lo que muestra la televisión, y eso es un error, porque la gente quiere que uno le relate lo que está viendo.
50. –Tu mayor error en una transmisión.
–Errores pequeños hay en todos los partidos, como pifiarle a un nombre. El otro día, en Granada-Barcelona, bajé la vista un segundo para buscar en el papel la agenda cargada de esa semana y anunciarla, subestimé a Granada y apenas subí la vista ya estaba el centro de Molina para el 2-1 de Granada, y me perdí la jugada. Ése es un error importante, para mí. En dos segundos pueden pasar muchas cosas.
51. –Dale: alguno más importante debés de tener.
–Está el de Bulgaria-Paraguay en Francia ’98. Yo venía de una gripe fuerte y pensaba más en mi voz que en el partido. Ese día jugaron con camisetas que se prestaban a la confusión: Paraguay fue de blanco, y Bulgaria, de rojo. Movió Paraguay y para mí había movido Bulgaria y durante un par de segundos los relaté al revés sin percatarme de los gestos desesperados de Varsky, que me miraba como diciendo “¿con quién me mandaron a cubrir la Copa del Mundo?” [risa]. Hasta que vi a Chilavert y cambié. Creo que los errores son inevitables; lo que me propongo es achicar el margen de error.
52. –¿Cuál es la clave de un buen relato?
–El objetivo inicial es nombrar a todos los futbolistas en pleno relato. Me pone mal que la toquen cuatro tipos en una jugada y nombrar a apenas dos. Nombrarlos y con precisión, obviamente. No errarle. Eso es clave. Son las paredes de la casa. Punto 2: hacer eso con el ritmo que uno crea conveniente para cada situación del juego. Punto 3: dar un valor agregado con datos e historias sobre los futbolistas y situaciones del juego. Por último: tener claro el reglamento. Lo leo con frecuencia y me parece importante estar actualizado.
53. –¿No te preocupa, a veces, abrumar con datos e historias?
–Lo pienso y es una de las luchas que tengo: dosificar ciertas historias y números para no abrumar. Además, el ritmo del partido por ahí permite meterse en historias y aun así dudo; dudo de si eso achata el ritmo o hace más interesante la transmisión. Alguna gente lo percibe de una manera, y otra, de otra. Alguno quiere más silencio, y otros, más datos; conformar a todos es muy difícil. Es un equilibrio delgadísimo que intento manejar.
54. –¿Qué método tenés para los goles? ¿Llevás frases anotadas?
–Frases anotadas, no. Puedo pensar cosas en lo previo y si en ese momento me vienen a la cabeza, las digo. En el gol, como en otra jugada, me gusta nombrar a todos cuando se contactan con la pelota, y mientras grito el gol sigo un poco las reacciones de la gente y del protagonista. Intento tener en cuenta qué implica ese gol para el partido y si puedo darle un remate, se lo doy. Trato de no excederme en lo que marca el director de cámaras: si está en la primera repetición, me apuro a cerrarlo para que pueda entrar el comentarista.
55. –La cancha más brava donde relataste.
–El Metropolitano de Barranquilla me costó mucho. Fue en el Colombia-Argentina del ’97, por las eliminatorias; el 1-0 con el gol del Piojo López. Estaba con el Gordo García Blanco y nos mandaron del lado opuesto a las cabinas tradicionales, en un costado: había una reja adelante, el plano no era el mejor, el monitor tenía las imágenes tomadas desde el otro lado, y tardé muchísimo en darme cuenta de que había sido gol el disparo del Piojo. Estaban por sacar del medio y yo recién empezaba a relatarlo [risa]. En tiempos actuales era un viral de un millón de views, por lo menos.
56. –El mejor relator.
–No escuché a ninguno mejor que Víctor Hugo Morales. Tenía una combinación de todo: palabras, conceptos, vuelo, ingenio. Y Marcelo Araujo rompió el parámetro del relato en televisión, lo renovó.
57. –¿Las redes sociales te parecen positivas o son una cloaca?
–Si uno quiere material de cloaca, lo encuentra, y si quiere material de museo, también. Para nuestra profesión son una muy buena herramienta. Yo no suelo postear seguido pero sí las uso para nutrirme y buscar información. En Twitter hay tendencia a la crítica, y eso puede servir para mejorar. Hay también tendencia a la malicia, y eso no ayuda. El tema es que existe, y contra eso no se puede ir; lo que sí se puede hacer es buscar la forma que a uno le convenga para convivir con las redes.
58. –¿Qué sentís cuando sos tendencia en Twitter, casi siempre de modo elogioso?
–A veces me sorprende. Me fijo en algunos comentarios; no quiero meterme en esa vorágine. No me gusta desechar ni aceptar cien por ciento lo que dice la gente, trato de hacer mi propio análisis. Uno puede alegrarse o amargarse un poco más o menos, pero sirve: si se generó una reacción positiva, quizás sea una señal para seguir por ese lado. Sin abusar. Durante los partidos no miro redes sociales ni Whatsapp; sólo en el entretiempo, si me manda algún amigo. En ese caso lo miro rápido, porque quizás uno cometió un error grosero.
59. –¿Vivís muy pendiente del teléfono?
–Trato de no vivir dentro del teléfono, y, sinceramente, disfruto de los momentos en que no le doy bola, aunque no es fácil en nuestra profesión. Cuando estoy en mi casa escuchando música o cuando me compenetro en la búsqueda de información para la trasmisión, soy un peligro: silencio el teléfono y abandono todo. Entonces empiezan los problemas: “¿Cómo no viste mi mensaje?”, me dicen. Y no, no lo vi; lo tenía silenciado.
60. –¿Cubrir un mundial de fútbol, unos Juegos Olímpicos o una final de Champions?
–Unos Juegos Olímpicos. Son la más grande competencia en todo sentido: por cantidad de gente, centros de prensa, estadios, movimiento cultural, cantidad de disciplinas para las cuales hay que tener un conocimiento más que mínimo. Para mí, unos Juegos Olímpicos son un parque de diversiones: uno pasa de ver un partido de básquet a una eliminatoria de natación, a una final de atletismo. Incomparable.
61. –El deporte que más te gusta.
–Me gustan mucho el básquet, el tenis y el rugby, pero indudablemente el fútbol me gusta más que todos. Y sigo jugándolo, al menos hasta el comienzo de la pandemia.
62. –¿Cuál es el deporte más difícil para relatar?
–Cada deporte tiene su exigencia particular, pero el básquet tiene un ritmo más intenso que el resto. Para mí es el deporte más complejo y además tiene un público acorde con esa complejidad: es un juego muy estratégico, muy técnico, con mucho número para interpretar, con muchas jugadas para analizar, con más ritmo que el fútbol, porque se juega en menor espacio y no se para nunca, y con más gente que el tenis, que es uno contra uno. El básquet no da respiro.
63. –¿Messi o Maradona?
–Si me aparto del análisis técnico y de los logros, pongo primero a Diego. Pasa por una cuestión generacional, por haber vivido la etapa de Diego y comprender el juego que tuvo que jugar y soportar. Si fragmentamos punto por punto, Messi les saca diferencia a todos: en cantidad de goles, asistencias, zurda, derecha, títulos, Messi no tiene rivales. De todos modos, Maradona, Messi, Pelé, Di Stéfano y Cruyff fueron todos adelantados a la época, jugaron con una velocidad diferente a la de su tiempo en lo mental y en lo físico. Eso los pone en el olimpo.
64. –El mejor DT argentino de la historia.
–Menotti y Bilardo marcaron una época. Después están Bianchi y Gallardo. Y no me olvido de Timoteo, que fue un grande y a mí me marcó en todo.
65. –¿Te gusta el periodismo deportivo argentino actual, con proliferación de paneles y gritos?
–El módulo es éste y hay que aceptarlo. Los programadores de los canales han entendido que lo más rentable es el módulo de panel y por eso prolifera. En realidad, los programas de debate existen desde siempre, con Polémica en el fútbol como punto de partida hace muchos años. El tema es que antes no había canales de deportes; uno lo veía en la TV abierta los fines de semana, y ahora se expandió. Pero el formato no es malo en sí mismo. Es como los sistemas tácticos: todo depende de quién lo compone, de los nombres propios, no del 4-4-2 o el 4-3-3.
66. –¿No te parece cansador que River y Boca acaparen casi todas las horas de programación?
–Se entra en un loop que gira sobre dos equipos. Mi postura periodística es más amplia; soy partidario no sólo de darles más espacio a otros equipos, sino también a otros deportes. A mí me gusta eso. El tema es que el que programa los contenidos ve lo que le gusta a la mayor cantidad de gente, y si elige esos contenidos, tendrá sus argumentos. Siempre River y Boca acapararon la mayor atención; pasa que hoy hay más horas de programación y por eso quizás generan esa sensación de agobio.
67. –¿No notás que abundan los “depordivos”, como bautizó el colega Walter Vargas a muchos periodistas deportivos con ínfulas de divos?
–La nuestra no es una actividad esencial; siempre pensé que hay otras profesiones que merecen más relevancia, y que tienen una preparación mayor. Lo tengo claro. Después, está en cada uno sentirse divo o no. A mí no me gustan el divismo ni la soberbia en ningún ámbito, no sólo en el periodismo. Lo que noto es que en Estados Unidos, por ejemplo, la gente sigue a determinado periodista antes que a determinada compañía. El consumidor ha llevado a esta distorsión, también.
68. –Hay periodistas más pendientes de las poses y de las cámaras que del contenido, ¿o no?
–Hay una búsqueda de conseguir personajes. Al formato le hace bien encontrar diferentes roles, cada uno con su característica. Es como el guión de una película, y cuando son encontrados esos perfiles, a nadie le gusta abandonarlos.
69. –Hay muchos periodistas que critican a jugadores y entrenadores porque éstos no les dan notas. ¿Verdadero o falso?
–Verdadero. En realidad, pongo un asterisco: no creo que sean muchos. Pero que pasa, pasa.
70. –¿Por qué creés que casi no hubo programas de investigación en fútbol cómo sí los hay en política y de interés general?
–Me hago la misma pregunta que vos y no logro contestarla: no sé si es por falta de capacidad, de presupuesto, o de intereses que puedan tocar en el medio. Debe de ser multifactorial. Ojalá se los haga. Tampoco hay muchos en el mundo.
71. –¿Periodismo gráfico, radial o televisivo?
–Cuando empecé soñaba con trascender en el periodismo gráfico. Después me enamoré del radial, y hoy disfruto el televisivo.
72. –¿Cómo sabés la pronunciación real de apellidos extranjeros?
–Si está la chance de preguntarle al protagonista, hacerlo es lo ideal. Después, mi primera búsqueda es encontrar alguna una nota con audio en la que el jugador se presente. Si no encuentro, busco el relato del país de origen de algún partido. Y si no encuentro, busco la pronunciación. Pierdo mucho tiempo en esto; siempre le di bola. A mí no me gustaba que me preguntaran si mi apellido se pronunciaba “Símon” o “Simón”. Y cuando iba a un país, si pronunciaba el apellido de un jugador y me miraban con cara rara, me daba cuenta de que estaba diciéndolo mal. Así empezó la historia.
73. –¿Sos un adicto al trabajo?
–Soy cuidadoso y curioso, pero no adicto. En 2012, al volver de los Juegos de Londres, tuve un episodio de estrés profundo y empecé a tomar más recaudos. No llegó a ser burnout [síndrome del quemado], pero comprendí que ese tipo de patologías no depende de la voluntad de uno.
74. –¿Qué sentías y cómo lo resolviste?
–Mucha ansiedad. La cabeza no paraba nunca, funcionaba aceleradamente. Se ve que venía acumulando desde hacía varios años y tenía que ver con la gran autoexigencia y con cuestiones personales también. Me aparté del trabajo 30 o 40 días, recurrí a una psiquiatra e hice descansar un poco la cabeza.
75. –¿Un escritor?
–Me gusta leer y trato de ir alternando: no me gusta leer dos libros de deportes consecutivos, por ejemplo. Prefiero ir mechando. Me gustan los autores hispanoamericanos, sobre todo Arturo Pérez-Reverte. Me encanta sumergirme en sus novelas, que también tienen su costado periodístico.
76. –¿Alguna perla en especial de tu biblioteca de libros deportivos?
–Tengo más de 500. Empecé a acumular en el ’92, cuando Juan Szafrán me mandó a cubrir el Abierto de Australia. Al llegar me encontré con Gonzalo Bonadeo y fuimos a una librería exclusiva de deportes. Y ahí agarré el hábito. Entonces, en cada país al que iba después preguntaba por librerías de deportes e iba a comprar. Al principio buscaba guías de rugby. Había una llamada “Who is who”, en la que, además de figurar las características de cada jugador, el tipo respondía sobre sus gustos. Después, en las transmisiones, muchos se sorprendían cuando yo contaba qué música le gustaba al pilar de los All Blacks, por ejemplo. Esas guías moldearon mi personalidad. En la actualidad, cuando un entrenador saca un libro, trato de comprarlo.
77. –¿Qué música te gusta?
–El rock nacional, desde Spinetta, pasando por Soda Stéreo y llegando a Los Redondos. Para mí, el rock nacional no ofrece grietas. Me encantan los Beatles y el pop británico a partir de Oasis y sus derivados. En realidad, soy más noelista que de Oasis. Cada vez que tengo un viaje suelo fijarme qué recital puedo ir a ver.
78. –Te entrevistaste con Noel Gallagher.
–Sí, tocaba su nueva banda el último fin de semana de un Abierto de Australia, hice la gestión a través de la discográfica y el manager me aclaró: “Mientras no le preguntes del hermano, podés hablar de cualquier cosa”. Me preocupaba si iba a entender su inglés, medio cerrado, para que pudiera haber un ida y vuelta interesante. Noel es muy futbolero y, como toda estrella de cierto rubro, cuando se le habla de cosas que no le preguntan habitualmente, se engancha. La charla duró 20 minutos, pero él podría haberse quedado otros 20 sin problema.
La entrevista con Noel Gallagher
El amor de Noel Gallagher por el fútbolUna joya de archivo: allá por el 2012, Miguel Simón entrevistó a Noel Gallagher para conocer sobre su amor por el fútbol, su fanatismo por Sergio Agüero y su admiración por Diego Maradona, Lionel Messi y... Mario Balotelli. ¡Imperdible! www.espn.com
Posted by Hablemos de Fútbol – ESPN on Monday, May 18, 2020
79. –¿Quién es hoy el mejor relator de fútbol?
–Hay muchos buenos en Argentina. El que más me gusta es Mariano [Closs].
80. –¿Cómo te cuidás la garganta? Es una herramienta clave.
–En mi época de Radio América, el director nos enviaba a fonoaudiología. Ahí trabajé con Estela López el uso de la voz y la claridad para pronunciar. Me repercutió mucho. Después, casi nunca tuve problemas; recuerdo una sola situación casi dramática. Fue el 23 de diciembre de 2017. Tenía que relatar Real Madrid-Barcelona, un partido que Barça ganó 3-0. Fuimos a Madrid y esa mañana me levanté disfónico. Hacía frío y yo soy bastante friolento. Pensé que no iba a poder relatar, no podía creer que me pasara eso. Gemma Soler, nuestra compañera en España, me trajo unas pastillas de la farmacia y casi no hablé hasta esperar el partido. Lo único que quería era que no hubiera un gol temprano. Por suerte la piloteé bien, no se notó mucho. Hizo un gol Messi y usé el latiguillo “papá Lionel” jugando con la Navidad que se avecinaba. Se viralizó esa frase y las dificultades para relatar, por suerte, quedaron en un segundo plano. Pero la pasé mal.
81. –¿Te parece bueno que tantos ex futbolistas comenten partidos?
–No reniego del ex deportista en la transmisión. Tampoco soy quién para legislar. Hay muchos que manejaban muy bien la palabra, el timing y el conocimiento del juego y los mezclan con la vivencia personal. En finales de Champions, además de Quique, suele haber un ex futbolista y para mi función es una tranquilidad tener dos palabras autorizadas que hasta pueden contraponer ideas. Enriquecen la transmisión, le dan otro valor, por sus vivencias o por cuestiones técnicas. Mi desafío es sacarles a ellos lo más que pueda durante la transmisión. Lo aprendí cuando relataba rugby con Luis Bavio, ex jugador y entrenador. Un personaje entrañable, que en ciertos cortes me explicaba cosas del juego, hasta con algún dibujo en un papel. Yo pensaba “¿cómo no me lo dijo al aire?”. Y me propuse ir sacándole esas cosas al aire.
82. –ESPN es uno de los que más utiliza ese recurso.
–El modelo de ESPN siempre fue tener un tercer integrante de la transmisión que fuera ex deportista. Quique lo es, más allá de haber estudiado y de hacerlo mejor que nadie. El Patrón Bermúdez también estudió y lo hizo muy bien. Me encantaría que nuestra profesión fuera legislada, con un título que habilitara a trabajar. Pero nuestra profesión es especial, es un oficio, y en la mayoría de los oficios uno va aprendiendo mientras transita el camino. El nuestro es un oficio en el que hay que prepararse todos los días. Muchos, por más que hayan estudiado, no están preparados.
83. –¿Roger, Rafa o Nole?
–Ufff, ¡qué difícil! Son tres extraterrestres, pero si tengo que elegir uno... [piensa] Voy por Roger, por el impacto que generó en el mundo deportivo. También esto depende de con quién le toque a uno competir en su época: si no hubiera aparecido Rafa, quizás Roger hoy tendría 30 títulos de Grand Slam. Y de no existir Roger ni Rafa, por ahí Nole hoy tendría 40. En la época de Vilas la disputa también era feroz.
84. –¿Cómo fue el día en que tuviste a Maradona de comentarista en Holanda-Argentina del Mundial ’98?
–A Diego lo esperábamos desde hacía dos o tres partidos, pero no aparecía. Y cayó ese día en Marsella, por los cuartos de final. En el puesto de transmisión había lugar para tres personas, así que cuando llegó Diego, Cappa tuvo que irse, y volvió para dar su opinión en el entretiempo. En ese momento salí yo, y recuerdo que al caminar unos metros se me abalanzaron 10 o 20 periodistas para preguntarme qué había dicho Diego. Me sentí el protagonista acosado [risa]. Durante el partido no sentí nada especial; una vez que uno se pone el casquete, entra en otra órbita. Al menos eso me pasa a mí. Recuerdo, sí, que cuando terminó el partido, Diego quería jugar un partido ahí abajo, en el Vélodrome, y mandó a Cóppola a conseguir la autorización. La consiguió pero no sé por qué al final no se armó.
85. –¿Qué te generó la muerte de Diego?
–Me pegó fuerte. Una sensación de amargura profunda. Sentí como si me informaran de la muerte de un amigo cercano, sin ser yo amigo de Diego. Sentía admiración y respeto por él y cada vez que lo veía le agradecía. Diego estuvo presente en mi vida desde que soy chico: nos hacía hablar de geografía, de matrimonio, de amor, de odio, de cardiología, de neurología, de gastroenterología. Para mí, Diego estuvo siempre y seguirá estando.
86. –¿Qué pasó en el último tiempo? ¿A quién le creés?
–El mundo Maradona, en cuanto al entorno, era muy complejo de abordar. Diego era extraordinario en la cancha y afuera también, en el sentido amplio del término: para lo bueno y lo malo. Mucha gente opina desde su lógica y no con la lógica con que se podía actuar en ese universo, donde Diego era dominante. Creo que hay una mezcla de factores, y sería muy osado decir qué pasó realmente, porque no lo sé. Estuve con Diego en México a fines de 2018, con el entorno actual, y nunca percibí que lo manejaran, pero no sé cómo fue en los últimos meses. Sí puedo decir que las veces que lo vi, Diego siempre ejerció el poder.
87. –¿Te gusta Scaloni como director técnico de la selección?
–Estoy descubriéndolo. Siempre creí que el puesto de entrenador nacional era para alguien que acumulara currículum suficiente para ocupar ese lugar. Mi filosofía es anterior a la designación de Scaloni. Podés buscar en el archivo y voy a resistirlo.
88. –¿Siempre fuiste tan flaco?
–Sí, y un par de veces mi vieja me mandó a que me hicieran estudios para ver si tenía la lombriz solitaria. En el ’98 encontraron que era celíaco, por lo que creo que mi delgadez tiene que ver con esa detección tardía. La celiaquía me obligó a tener una disciplina en la dieta que hace que hoy pese menos que cuando tenía 18 años. En los viajes, esta condición me genera una gran cercanía con los cocineros y los mozos de los restaurantes, por tanto preguntar. Hoy soy pura fibra y puro hueso. Recalcalo, por favor [risa].
89. –¿Se te complica conseguir calzado y pantalones?
–Se me complica, sí. Calzo 46 y medio. Tampoco es fácil con la ropa: tengo cuello fino y brazos largos. Digamos que soy un modelo poco convencional [risa]. En la actualidad, en un mundo que vive de excepciones, tampoco está mal ser un modelo poco convencional. Nunca hubo saco que comprara que no tuviera que ser ajustado después. Soy un gran proveedor de trabajo para los sastres.
90. –¿Es cierto que no sabés manejar?
–Falso. Sé manejar. Saqué el registro en su momento porque mi papá me insistió, pero nunca manejé con continuidad. Desde hace bastante tiempo no tengo auto, en parte porque me daba fiaca, en parte porque me generaba estrés, y cuando viajo al exterior me manejo cómodamente con el servicio público. Lo tomé como algo natural.
91. –¿En qué te movés?
–Yo vivo en Belgrano y el canal está en San Isidro, así que antes de la pandemia tomaba el tren, donde aprovechaba para leer y escuchar música, y luego un taxi. Soy amigo de todos los taxistas de la parada de tren San Isidro, así que aprovecho la nota para mandarles un gran saludo. Y siempre tuve amigos muy bondadosos, que a veces me llevan y me traen. O tomo un taxi. O un remís.
92. –¿Qué le dijiste a Mechi Margalot cuando declaró que quería ser la “Migue Simón de las mujeres”?
–Que era mi mejor agente de prensa [risa]. Le dije que no tiene que mirar demasiado a nadie, que debe hacer su camino. Con Mechi había charlado hacía un tiempo, y le comenté que para mí tenía que relatar fútbol, que era una buena chance. La había escuchado relatar hockey y me gustaban su timbre de voz, su energía y su personalidad para hacerlo.
93. –¿El periodismo es una profesión que atenta contra el matrimonio?
–No sé. Sí veo que es una profesión compleja para tener estabilidad y que quita espacios los fines de semana. Desde que empecé en esto nunca tuve tiempo los fines de semana; intento hacerlo, pero a las corridas, porque si uno no trabaja los fines de semana, no está en el circuito mayor. Esa falta de estabilidad debe de conspirar, imagino. Yo estuve casado casi nueve años.
94. –¿Cuántos hijos tenés?
–Uno, Manuel. Tiene 20 años y estudia negocios digitales. Es un apasionado del deporte, y me ayuda mucho en mi trabajo porque está muy actualizado en toda tendencia internacional. Manu es mi asesor principal.
95. –¿Te gustaría incursionar en otro tipo de periodismo?
–Sinceramente, no. Me gusta mucho el deporte y mi desafío es siempre mejorar lo que hago. Me parece fundamental conocer profundamente lo que uno hace y siento que transité mucho en este territorio y que puedo seguir aprendiendo.
96. –¿Te queda alguna meta pendiente en el periodismo?
–Mi meta principal, cuando empecé, era vivir haciendo periodismo, más allá de sueños satelitales de cubrir grandes eventos. Quería demostrar que podía vivir del periodismo. A partir de eso, mi meta diaria es mantenerme en la profesión haciendo lo que me gusta e incorporando conocimientos. Como pasa en cada una de nuestras casas, día tras día se necesita más ancho de banda. O sea, cada vez hay que cumplir más requisitos para mantenerse en lugares de privilegio como aquél en el que estoy ahora. Hay que ser cada vez más completo y tener mayor conocimiento.
97. –¿Qué es lo que más te gusta entre relatar, comentar, entrevistar, participar en una mesa de debate y ser notero?
–Me gusta ser multirrol, algo que pude cumplir cuando era el conductor del noticiero: me daba la chance de conducir, viajar, hacer coberturas, nutrirme en las entrevistas. Y también relataba fútbol. Cubría varios casilleros; eso me gustaba mucho. Pero como te comenté: disfruto todo lo que hago.
98. –Si un joven dudara de seguir periodismo, ¿qué le aconsejarías?
–Contra la pasión no combato. Siempre digo lo mismo: si uno ve que la pasión es mucha, tiene que mirar adelante y seguir. Si ve que lo hace porque no tiene otra alternativa, esta profesión no va. Para mí, si uno no cubre el rubro pasión al mil por ciento, empieza con problemas.
99. –¿No te sentiste incómodo cuando te sentaron a la mesa de ESPN FC e incluso tuviste un cruce con Fantino?
–Nunca estuve incómodo. Yo conocía a Alejandro y al resto, pero no había trabajado con ellos. Y no es lo mismo; lleva un tiempo de adaptación. Es como en un equipo de fútbol. Quizás la incomodidad pasaba por ahí. El cruce en cámara con Alejandro no fue de lo más agradable, no voy a mentir, pero en cuanto terminó el programa me quedé una hora hablando con él. Tengo afecto y simpatía por Alejandro; el tema era ir conociéndonos, saber por dónde puede salir él, qué puedo aportarle yo. El programa empezó también en un momento caliente; había cruces constantes y ése fue uno más.
La discusión con Alejandro Fantino
"Fantino":
— ¿Por qué es tendencia? (@porquetendencia) October 13, 2020
Por su discusión con Miguel Simón en #ESPNFCpic.twitter.com/BLPrH8Yzur
100. –¿No te sentiste invadido al enterarte de la fusión con Fox Sports y pasar a tener como compañeros a periodistas que antes eran de la competencia?
–De ninguna manera. En ESPN me siento como en mi casa, pero yo no tengo la llave de la casa. La tiene gente que puede hacer entrar a quien quiera. Quién ocupa la casa no es de mi incumbencia. Incluso, esto no deja de ser un desafío para mí. Cuando se produjo la fusión, pensé: “Si quiero seguir en un lugar de privilegio con toda la gente que va a venir, tengo que trabajar aun mejor”. Y eso intento.
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