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La versión más decisiva de Messi se ríe de las estadísticas
MADRID.– No hay adjetivo superlativo que no se haya utilizado con Leo Messi, que no tiene intención alguna de detener su producción, tanto la personal como la colectiva, porque quizá nunca se ha visto a un equipo tan beneficiado por el impacto de un jugador.
Mediado el primer tiempo, Iniesta se retiró del crucial partido contra el Atlético de Madrid por un tirón en el bíceps femoral. El exquisito centrocampista español entregó a Messi el brazalete de capitán y abandonó el campo entre ovaciones. El Barça ganaba 1-0. El gol, por supuesto, lo había marcado Messi. Embocó un tiro libre en la escuadra izquierda del portero. Tres días antes, frente al Las Palmas, clavó otro, pero en la escuadra derecha. Y el sábado anterior, Messi engañó a toda la barrera del Girona con un tiro libre que entró raso y seco por debajo de los defensores.
Cada gol agotó calificativos que ya estaban agotados, porque Messi ha convertido en rutinario lo excepcional. Y no es una rutina reciente. Debutó con el Barça en noviembre de 2004, con apenas 17 años. Desde entonces, ha marcado 600 goles con el Barcelona y la selección argentina. El último sirvió para dar la victoria al Barça sobre el Atlético de Madrid y casi garantizarle un nuevo título de campeón de Liga.
Como los adjetivos han perdido buena parte de su significado cuando se refieren a Messi, las estadísticas pretenden evaluarlo objetivamente. Abruma el resultado: máximo goleador histórico en la Liga española (373 goles en 409 partidos) y del Barça en todos los torneos (539 goles en 624 partidos), ganador de ocho títulos de Liga, cinco Copas de España y cuatro Champions League, además de una larga lista de torneos menores. Cualquier estadística de Messi suele sorprender o sobresaltar. Ha ganado el trofeo Pichichi, destinado al máximo goleador del campeonato, en cuatro ocasiones. Es el único jugador que ha alcanzado la cifra de 50 goles en una edición de la Liga (2011-12). Esta temporada vuelve a encabezar la lista de goleadores con 24 tantos y ha estrellado 14 remates en los palos, la mayor cifra registrada en la historia de la Liga. Un dato casi desconocido es su liderato en el capítulo de pases de gol: 15 asistencias.
No hay aspecto del juego de ataque que no esté dominado por Messi, excepto ese curioso lunar que es el lanzamiento de penales. Lanzó 105, con un 77,14% de acierto (81 goles) y un 22,86% de error. Para un jugador que se distingue por una precisión casi quirúrgica en los remates, su porcentaje de conversión en los penales es más bajo de lo previsto. Se podría pensar que Messi es un monstruo de las estadísticas, y lo es, pero los números tampoco consiguen explicar la influencia de un jugador que ha atravesado por tres grandes generaciones del Barça: la que encabezó Ronaldinho (2003-20072), la del mítico Barça de Pep (2008-2012) y la actual, definida por la sucesión de entrenadores (Vilanova, Martino, Luis Enrique y Valverde) y el indiscutible gobierno de Leo Messi.
Casi desde el principio, Messi se erigió en la principal referencia del equipo, incluso en sus días juveniles, cuando Ronaldinho era idolatrado por la hinchada barcelonista. La irrupción de Messi fue tan arrolladora que el foco se trasladó inmediatamente al jugador argentino. Desde entonces, Messi ha disfrutado de un elenco impresionante de compañeros (una lista que incluye a Xavi, Iniesta, Eto’ó, Puyol, Piqué, Abidal, Alves, Busquets, Luis Suárez, Thierry Henry, Villa, Alexis Sánchez, Yaya Touré, Deco, Márquez, Rakitic, Thiago y Cesc Fábregas), pero ninguno se ha atrevido a discutir la autoridad del astro argentino.
De la vieja guardia sólo queda Iniesta, probablemente en su última temporada con el Barça. A diferencia de Iniesta, Messi no sólo está vigente, sino que su influencia es mayor que nunca. Es una realidad que no tiene un fácil reflejo estadístico. Sin este Messi ubicuo, no sería fácil explicar el éxito del Barça en la temporada que estaba destinado a fracasar. Tras el salto de Neymar al París Saint Germain se desató un clima catastrofista que, bien mirado, debería continuar ahora. El equipo es básicamente el mismo que no ganó un titulo la pasada temporada, y sin el jugador brasileño, probablemente el segundo mejor futbolista del mundo. Ninguno de los fichajes –Semedo, Paulinho, Dembelé y Coutinho– han mejorado al equipo. En el mejor de los casos no lo han empeorado. Tampoco han progresado los habituales suplentes de temporadas anteriores: Alcácer, Deulofeu, André Gomes o Digne. Sólo se explica el excelente recorrido del Barça –líder invicto en la Liga, finalista en la Copa del Rey y con grandes posibilidades de avanzar en la Champions League– por el efecto Messi.
Estratega, goleador y líder, Messi ha girado los temibles pronósticos que pesaban sobre el Barça antes de comenzar la Liga. Siempre ha marcado diferencias, muchas veces abismales, pero nunca ha destacado tanto su influencia como en esta temporada. Sin Messi, sería el menor Barça de los últimos 10 años, un equipo con bastantes menos recursos y posibilidades que en las épocas de Rijkaard, Guardiola y Luis Enrique. No le faltarán méritos a Ernesto Valverde para alcanzar unos resultados que nadie sospechaba hace seis meses, aunque el factor diferencial es este Leo Messi, el cotidiano vencedor de todos los obstáculos que surgen entre el Barça y las victorias.
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