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La táctica invisible
Se dice de este River "que tiene mentalidad ganadora", que en las difíciles aparece, que lejos de inhibirse por la tensión de un partido decisivo, el precipicio lo estimula. Luego del empate en Monterrey, aún con el sabor del partido en la boca, Gallardo destacó el triunfo psicológico de su equipo. Tiempo atrás, cuando Boca dominaba las Copas Libertadores, Carlos Bianchi dijo alguna vez que la actitud era más importante que cualquier táctica. En general, en situaciones de mucho estrés deportivo, los protagonistas rescatan estos valores por encima de cualquier pizarrón.
El entrenador, se sabe, tiene decenas de responsabilidades. El mismo que dibuja canchitas, planifica sesiones de entrenamiento, analiza a los rivales, selecciona a los futbolistas para cada rol y un larguísimo etcétera, de pronto no es entrenador y es conductor. O mejor, todo el tiempo tiene que ser las dos cosas: técnico y líder. El liderazgo, esa es la cuestión. No hay planilla ni método exacto para liderar. La percepción, la comprensión, una palabra justa, un silencio, un límite, una concesión, todo cuenta...
Conducir es un arte, probablemente más ambicioso que cualquier estrategia de juego. Si logra construir ese ambiente indescriptible y virtuoso, el entrenador está más cerca de su objetivo, y el futbolista, en mejores condiciones de disponer de sus facultades. Los obstáculos se vuelven accesorios y hasta desafiantes, pero nunca una excusa.
"Jugar bien no es intuición, es abrir el file correcto, elaborar y encontrar la solución para el momento y realizarla bien técnicamente. Si vos sos bueno, vas a corregir tus errores de recepción y vas a superar esa dificultad. Las situaciones a las que nos enfrentamos nunca son las que deberían ser. Son las que son. Las dificultades no son impedimentos. Son eso que te sirve para desarrollar anticuerpos", decía Julio Velasco, actual técnico de la selección de voleibol, en una imperdible entrevista que le realizó Valeria Shapira el año pasado en este diario.
River ha desarrollado esa capacidad de adaptación. Casi se queda afuera de la Copa Libertadores en el comienzo y pareció afuera luego de perder con Cruzeiro en Buenos Aires. Se sobrepuso en ambas ocasiones, y de a poco, de tanto sobrevivir, se sintió más fuerte, persistió en jugar siempre al máximo de sus posibilidades y finalmente, "se la creyó".
No jugó gran cosa el miércoles, el tema es que puede tolerarse este tipo de partidos y hasta quedar satisfecho con su producción, sensación que jamás hubiera tenido en el comienzo del ciclo Gallardo cuando parecía obligado a ganar con excelencia.
Cualquier equipo, incluso los de época, se autorizan algunos malos partidos con buenos resultados. En esos momentos, en los que por múltiples razones el fútbol no se impone y las complejidades son mayores de lo habitual, ahí, justo en ese instante, lo que sostiene al equipo y sus ideas, son esos valores invisibles, esos códigos compartidos, esa capacidad de cerrar filas y sacarlo adelante. Sin eso no hay campeones. River lo tiene.
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