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La sociedad de los controles muertos
Los números son elocuentes. Reflejan la realidad. Retratan y profundizan la ausencia de soluciones de fondo. Inexorablemente demuestran que se sigue recorriendo el mismo camino. Ni cinco años de financiamiento con fondos públicos fueron suficientes. La panacea del Fútbol Para Todos se transformó en un salvavidas con fines políticos incapaz de revertir el descalabro. El círculo vicioso del endeudamiento se agiganta. Nunca nadie asume la responsabilidad.
La política del parche oportunista acumula otro fracaso. El costo es varias veces millonario. Con un agravante. Antes los efectos colaterales de las recetas providenciales para rescatar al fútbol de la debacle endémica no excedía el marco de los clubes. Siempre al amparo de una justificación tan difusa como impune y vergonzosa: la de las decisiones tomadas desde la pasión por los colores, desde la sin razón, definitivamente.
Ahora, el agujero negro lo pagamos todos. Se corrió el límite. La demagogia no puede camuflar el rojo infinito que sigue costando la fiesta. "La existencia a futuro de la comercialización -de la TV- tiene que ser lo suficientemente inteligente, potente, seria y holgada como para garantizar que se lleve a la práctica sin que el Estado tenga que poner ni un solo centavo, que es nuestro objetivo final", argumentaba el 13 de agosto de 2009 el entonces jefe de Gabinete de Ministros, Aníbal Fernández.
El voluntarismo del relato no explica las pérdidas. "Estamos muy entusiasmados con la posibilidad de dar un giro de 180 grados, en un fútbol que caminaba inequívocamente hacia un final lamentable. A diferencia de otras oportunidades, no buscamos un parche para la coyuntura. Todos queremos transitar un camino nuevo. No tengo dudas que las soluciones tendrán que aparecer en un plazo bastante breve". El mismo día, junto a Aníbal Fernández, José Luis Meizsner, secretario ejecutivo de la AFA, pronunciaba el enésimo discurso de ocasión.
Nada puede disimular el nulo excedente de la alquimia AFA-Gobierno que iba a financiar al deporte olímpico. "El Estado reordenará su pauta publicitaria con el objetivo de poder solventar la actividad. El Gobierno confía en poder obtener ganancias más altas a las previstas", anunciaba Cristina Fernández de Kirchner al momento de la presentación.
Hay una sociedad que no es anónima. Hay una sociedad de responsabilidad limitada cuando debería ser ilimitada. Hay una sociedad que se financia con el dinero de todos. La utilización del fútbol como herramienta política y de propaganda, clubes fundidos, una estructura que no soporta más fracasos, convocatorias de acreedores y denuncias de administraciones fraudulentas son el resultado de acciones y protagonistas conocidos. Son los dirigentes. Los del fútbol, que exhiben su incapacidad, negligencia o dolo en lucrativas conducciones de "entidades sin fines de lucro". Los del gobierno, que no pueden disimular la complicidad, falta de autoridad y pasividad para aplicar los controles unánimemente declamados e irresponsablemente omitidos. Una vez más.
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