Durante buena parte de los festejos, Messi tuvo en sus manos una imitación, que llegó al campo de juego de manera insólita; dónde está la verdadera y en poder de quiénes
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El 18 de diciembre en Lusail (Qatar), la FIFA entregó el trofeo original de la Copa del Mundo a un Lionel Messi de negro, enfundado en la túnica besht, reservada a los más grandes. La Pulga ofrendó la Copa a sus compañeros, hubo fuegos artificiales en lugar de los papelitos de Rusia 2018 y fotos. Miles y miles de instantáneas con el oro reluciente, sueño de todos los niños y las niñas futbolistas. Una de esas fotografías incluso entró al Guinness de Instagram y se transformó en la imagen más likeada de la historia. Pero ese trofeo retratado no era “el” trofeo. Una Copa, pero no “la” Copa. En rigor, aquella fue una de las tres Copas del Mundo que hubo en el estadio en la noche qatarí. ¿Cómo se fue armando esa escena desde el mismo momento en que Gonzalo Montiel convirtió el penal que le dio a la AFA su tercera estrella?
Antes de ir al día de la final conviene repasar un dato: fuentes de la AFA confirmaron a LA NACION que una persona se presentó ante los jugadores de la selección y les ofreció una réplica del trofeo “con certificado de autenticidad” en caso de que se consagraran campeones. ¿Su precio? “Alrededor de 3000 dólares”, según los informantes. Es decir que cada uno de los 26 integrantes del equipo albiceleste tendría la posibilidad de llevarse a su casa su propia Copa del Mundo. “Hubo muchos particulares que también las compraron”, agregaron las fuentes.
Tras los festejos adentro del estadio de Lusail, llegó la entrega de premios. Hasta ese momento, en el césped había una sola Copa del Mundo: la original. ¿Qué es lo que la distingue? Tiene la leyenda “FIFA World Cup” grabada en su base. De acuerdo con información oficial de la FIFA, después del Mundial de Estados Unidos, en 1994, “se agregó una placa en la parte de abajo del trofeo con los nombres de los países ganadores grabados”. La Copa original tiene su domicilio permanente en el Museo Mundial del Fútbol, en Zürich (Suiza). Solo sale de paseo durante las giras, que tienen su propio sponsor, y en los mundiales, con un protocolo específico. Se muestra en el sorteo, es presentada en el partido inaugural (en Qatar 2022 el encargado fue el francés Marcel Desailly, representante del último campeón) y reaparece en la final: Iker Casillas la mostró al estadio previo al comienzo de Argentina-Francia y Nery Pumpido y Sergio Batista, campeones en México 86, la llevaron al estrado antes de su entrega al nuevo campeón mundial.
Enfundado en la túnica negra reservada para personalidades destacadas, Messi recibió el trofeo auténtico, lo compartió con sus compañeros, llegó la foto que recorrió el mundo, la pirotecnia y los festejos interminables. Todos los futbolistas tuvieron la posibilidad de tocar la Copa del Mundo, palparla, abrazarla. Tener su contacto de primera mano con un botín deportivo valuado en 20 millones de dólares.
Sobre ese oro macizo se posaban, sin pausa, cuatro ojos: los de dos empleados de la FIFA a quienes se les había encomendado la misión de seguir la Copa del Mundo. ¿La razón? La hoja de ruta de la final establecía un intercambio en zona de vestuarios: Messi entregaría el trofeo original, que volvería a su guarida europea, y recibiría a cambio una réplica de bronce bañada en oro, que podría quedarse para siempre en las vitrinas de la AFA, allí donde reposan las copas conseguidas en 1978 y 1986.
Esto no fue siempre así. La Copa solía quedársela el ganador hasta el sorteo del siguiente campeonato mundial. Pero desde Alemania 2006, por cuestiones de seguridad, los campeones reciben una réplica de bronce bañada en oro en lugar de ser de oro sólido. Tiene una inscripción con el año del Mundial y el nombre del ganador en su idioma original: “2022. Argentina”.
La sorpresa
Algunos minutos después de la entrega oficial, llegó la sorpresa. En medio de la marea humana en pleno césped, dos que se conocen de memoria se encuentran a puro festejo. Ambos, rosarinos. Uno de Newell’s y otro de Rosario Central. Messi tiene su Copa del Mundo, con la que se hizo miles de fotos. Le sonríe a Ángel Di María, ¡que también tiene la suya! Hay dos copas y algo está mal, porque la FIFA todavía no hizo el cambio de la original por la réplica. ¿Y entonces? “Él estaba con la Copa levantada y yo también estaba con la Copa”, describió Di María sobre aquel momento único. “Yo tenía a un hombre y a una chica de seguridad que me decían: ‘Por favor, no se la des a nadie’. Yo miraba la Copa y miraba para allá [donde estaba Messi con otra]. ‘La original es la que tenés vos y por eso estamos con vos’, me decían ellos”, agregó Fideo en un video con los hinchas platenses que llevaron la copa trucha. La tercera…
En cuanto se encuentra con La Pulga sobre el césped, Di María le avisa que el trofeo de las mil fotos era trucho y que el original era el que tenía él. Messi se ríe, incrédulo.
La imitación fue llevada a Qatar por dos hinchas platenses que lograron camuflarla en su entrada al estadio. Después de ganar el título, apareció dentro de la cancha. La intención de los fanáticos Paula Zuzulich y Manuel Zaro era que Leandro Paredes la firmara y por eso se la entregaron a familiares del futbolista de Juventus. Pero todo se fue de las manos. La réplica platense ingresó tres veces a la cancha: la primera con el pariente de Paredes, la segunda con otro familiar y la tercera con allegados a Guido Rodríguez, como contaron Zuzulich y Zaro al diario Clarín.
Hecha de resina y cuarzo y bañada en una imitación de oro , la copa “made in La Plata” proviene en realidad del taller de la artesana Eliana Pantano en Llavallol, quien luego se la vendió a la familia platense que la llevó a Qatar y a las manos de Messi, tal como ella lo reveló a Infobae. Por supuesto, este ejemplar tiene marcas específicas, distintas a la original. Hubo algunos momentos de zozobra porque los hombres de negro de la FIFA se percataron de que por algunos instantes hubo dos trofeos en la cancha. ¡No podía ser! Fueron a buscar a los platenses, a quienes ya les habían devuelto “su” copa en las tribunas y examinaron el trofeo. No era el original.
Después de las mil y una celebraciones, las fotos, los videos y hasta el corte de las redes de los arcos (Gabriel Batistuta, todo un experto en romper redes, se quedó con parte del tejido como souvenir), la Copa del Mundo original entró a los vestuarios en las manos de Messi. En el trayecto a los camarines un periodista de la TV francesa se le acercó para pedirle una entrevista. La Pulga se negó, sin que se le borrara la sonrisa, a esa altura indeleble. “No, no”, respondió el rosarino. “Listo, listo, listo…¡Finish!”, interrumpió Mario De Stéfano, “Marito” para los jugadores argentinos. Es el utilero de la selección. El video, visto por más de un millón de personas, es el último de Messi con la Copa del Mundo original. En zona de vestuarios, minutos más tarde, se daría el intercambio por la réplica, confeccionada por la empresa italiana GDE Bertoni, a pedido de la FIFA.
Según pudo reconstruir LA NACION, la ceremonia de entrega del trofeo-imitación (el tercero por orden de aparición en la noche qatarí) se dio después de que la Conmebol cediera el premio de US$ 10 millones por haber ganado el título. Era una promesa del paraguayo Alejandro Domínguez, máximo directivo del fútbol sudamericano, quien soñaba con el regreso del trofeo a esta parte del mundo. Una vez que el flamante campeón recibió el cheque por aquella cifra, los hombres de Conmebol fueron reemplazados en el vestuario argentino por dirigentes de la FIFA, con Gianni Infantino, su presidente, a la cabeza.
“Trajeron el trofeo réplica en una valija de mano y se llevaron el original”, relató un dirigente de la AFA que estuvo en ese momento junto a los futbolistas campeones, que celebraban la tercera estrella en una intimidad mentirosa: Nicolás Otamendi era uno de los que transmitía todo en vivo desde su perfil de Instagram. Un par de horas más tarde hubo hasta un desfile por las calles de Lusail con el trofeo, tal como estaba pautado en la hoja de ruta de la final. Luego, la última visita por la concentración de Doha, la cena con milanesas napolitanas y el viaje en avión a Buenos Aires para celebrar con la gente. Los millones de argentinos que ya se concentraban como hormigas en el Obelisco. Mientras, la Copa del Mundo original ya estaba en el aire, de regreso al búnker suizo.
La imagen de los Lioneles (Messi y Scaloni) bajando del Airbus A330 de Aerolíneas Argentinas con la Copa del Mundo también se transformó en un ícono. Llevaban el trofeo entregado por la FIFA, pero cada uno de los futbolistas también traía el suyo. Según las averiguaciones de este diario, esas réplicas (que también tendrían su certificado de autenticidad) no fueron confeccionadas por la firma italiana Bertoni, sino por otra empresa cuyo nombre no trascendió. Es más, el contrato de esa compañía italiana con FIFA “es muy rígido” y, si bien hay campeones del mundo que les piden trofeos para tener en sus vitrinas, ellos “no pueden satisfacer esa demanda”. Valentina Losa, dueña de Bertoni, suele bromear con el hecho de que si terminaran su relación comercial con la FIFA y se dedicaran a fabricar réplicas a comisión ganarían mucho más dinero.
Ya en la Argentina, después de que Messi durmiera abrazado a la Copa, millones de argentinos siguieron a los campeones en su peregrinaje por la autopista Riccheri. Irían hasta el Obelisco, pero la celebración quedó trunca por motivos de seguridad. “La Copa que se ve en esos festejos es la que entregó la FIFA, la réplica oficial”, informó la AFA ante la consulta de LA NACION. Y es la misma que estuvo en San Juan junto a la Difunta Correa, con la Virgen de Luján y que en estos días está en Mar del Plata, llevada por Claudio “Chiqui” Tapia. Será la que se presente en los amistosos de marzo, pautados para la semana del 21 al 28 de ese mes.
Tras los festejos, los futbolistas quedaron liberados y fueron para sus ciudades, a tener un baño de cariño con los suyos, con los que estuvieron siempre cerca. Ellos también pudieron tomar contacto con el trofeo que cada uno de los 26 nuevos campeones compró. No era la Copa original ni la réplica autenticada. Pero a nadie le importó.
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