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La nueva vida de Takahara, el delantero japonés que solo hizo un gol en Boca
Es empresario y DT del Okinawa SV; su llegada a La Bombonera, su relación con sus compañeros y el homenaje implícito a la azul y oro
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Mishima es una ciudad japonesa ubicada en la prefectura de Shizuoka, en la base de la península de Izu y a solo 50 kilómetros del Monte Fuji. Una inmigrante nipona en la Argentina, que llegó a nuestro país cuando tenía solo un año y medio, pero que visita con frecuencia el país asiático, definió al clima del lugar como templado. En tiempos de pandemia, recuerda con nostalgia las aguas termales de la región, que atraen al turismo y hacen agradable la temperatura del lugar. También añora los pescados “chiquitos” que degustó en la zona, ricos en sabor por los nutrientes que les brindan la montaña. Allí nació Naohiro Takahara, futbolista de fugaz paso por Boca Juniors en 2001.
Pasaron 21 años de aquella sorpresiva incorporación, un verdadero sacudón para el mercado de pases argentino, no tanto por la jerarquía del jugador sino por su procedencia. Japón era un país lejano pero quizás no tanto para los xeneizes, que en 2000 habían levantado la Copa Intercontinental tras ganarle en Tokio al Real Madrid por 2 a 1.
El jugador disputó siete encuentros y marcó solo un gol, a Lanús, en un encuentro correspondiente a la séptima jornada del Apertura 2001. El relato de la transmisión televisiva estuvo a cargo del “Bambino” Pons, que anticipó lo que iba a pasar: el primer tanto del delantero asiático en Boca.
“Me da la impresión de que quiere Riquelme y sus compañeros que Takahara haga un gol. Lo buscan permanentemente”, se había adelantado con intuición de relator segundos antes de que el delantero empujara la pelota al arco tras un rebote del arquero Marcelo Pontiroli. Más de 20 años después de aquel hecho, este medio se puso en contacto con el narrador, quien recordó al futbolista como “un 9 grandote” al que “le faltaba un poco de picardía”. “Estaba acostumbrado a otro fútbol: acá le metían codazos, le daban trompadas en los riñones”, evocó el periodista, con la licencia hiperbólica que brinda el paso del tiempo.
Mauricio Macri, presidente del club en aquella época, recordó en diálogo con LA NACION cómo fue que se definió la llegada del delantero a La Boca. “Takahara para mí fue una idea innovadora, que pudo haber tenido, además, un resultado deportivo. Pero a veces en el futbol se requiere también de timing. Boca tenía un equipo muy armado, y no tuvo muchas oportunidades”, indicó el dirigente político.
Para conocer más sobre el fútbol japonés, este medio se contactó con “Fútbol Samurai”, una cuenta de redes sociales especialista en la liga japonesa, desde donde confirmaron la presunción de Pons: “Takahara fue uno de los mejores delanteros en una época de consolidación de la J. League y del crecimiento del fútbol japonés”. En efecto, a su regreso de Boca, en el Jubilo Iwata, en la temporada 2002-03, fue elegido MVP de la liga al anotar 26 goles en 27 partidos.
Su impresionante desempeño ese año lo llevó a la Bundesliga, donde jugó en el Hamburger SV entre 2002 y 2006, y en el Eintracht Frankfurt entre 2006 y 2008. En el primero de los equipos, compartió plantel con Rodolfo Cardoso, un referente del fútbol argentino en Alemania. A la distancia, “Pelusa” recuerda a Taka con afecto: “Un chico muy sencillo, muy respetuoso. Siempre riéndose. Lo pute... en argentino. Llevaba el mate en el micro, y lo invitaba a que se sentara al lado mío. Él entendía bastante, pero le costaba hablar”.
Al igual que en Boca, Naohiro fue una apuesta no solo deportiva, sino también comercial del conjunto alemán, según se infiere de los dichos de “Pelusa”, quien recuerda el primer día que vio a su compañero en 2004: “Llego al entrenamiento, estaciono el auto y había mucha prensa japonesa. Había tres, cuatro grupos de camarógrafos. Tanta prensa... Llego al vestuario y digo: ‘¿Qué habrá pasado?’. Saludé a los muchachos y veo que en el rincón había uno. Llega Ledesma (’Lobo’, otro de los argentinos del plantel junto a Bernardo Romeo), al rato lo saluda y me dice: ‘Che, ¿este japonés no es Takahara?’. Le digo: ‘No sé, porque no lo vi nunca en la Argentina’”. Claro: el deportista surgido en Estudiantes de La Plata había migrado del país antes de que el arribo de Taka a Boca, donde también jugó en 1998, fuera siquiera una idea.
Una anécdota que cuenta “Pelusa”, quien actualmente trabaja en los entrenamientos individuales de los volantes y delanteros la división sub-16 del Hamburgo, refleja la apuesta comercial que también representaba este jugador para Alemania: “En Hannover se hace la feria tecnológica. Me acuerdo que fuimos Takahara, otro chico y yo”. En la exposición, se dirigieron al stand de una famosa marca de relojes japonesa, donde el futbolista asiático fue la mayor atracción entre los presentes.
La presencia de Takahara en el “Mundo Boca”
Takahara llegó a Boca el año después a la conquista de la Copa Intercontinental ante Real Madrid, y con la certeza de que el equipo volvería a tierras japonesas para volver a disputar el mismo torneo, pero contra Bayern Münich. Fabián Fiori, colaborador del plantel en aquel entonces, aún recuerda la sorpresa de los japoneses cuando, al llegar al aeropuerto internacional de Narita, no apareció el futbolista local entre los miembros de la delegación. El nipón no formó parte de la lista de convocados del plantel que fue por el bicampeonato mundial. Los jugadores elegidos por Carlos Bianchi para ese sector del campo fueron Guillermo Barros Schelotto, Marcelo Delgado, Christian Giménez, Antonio Barijho y Ariel Carreño.
Fiori definió a Taka como uno de los personajes del “mundo Boca que venían a generar marketing más que fútbol”. Casi adosado al delantero, llegó Takashi Watari, exjugador de La Candela (centro de entrenamiento de Boca) que oficiaba de traductor del joven Naohiro. “Fue como un colaborador. Aportaba frescura y relajación al plantel. Era bien visto, más que nada por el show”, añade Fiori.
Impulsor del Proyecto esloveno, que promueve la demorada ampliación de La Bombonera, su historia se vincula a Takahara de un modo que desconocía hasta la realización de esta entrevista. “Yo fui a Mishima (NdeR: tierra natal de Takahara), donde mi papá se había hecho amigo de un japonés en los 70′, y me hospedé tres noches. Tiene una casa abajo en el Monte Fuji. Le regalé la camiseta 30 de Takahara firmada por él”, suma Fiori. En tanto, Martín Costa, histórico cronista de Boca, recuerda la “muy buena relación” de Taka con sus compañeros de equipo, quienes “le enseñaban a pute...”.
“Tenia un traductor japonés que en ese momento estaba en Boca. Luego, se hizo más famoso él que el mismo Takahara. Incluso, en Japón”, aporta una productora que trabaja para la televisión de aquel país desde la Argentina. Según reveló en diálogo con este medio, en aquel 2001 fue contratada por un contacto de Japón para asistir al joven asiático en sus quehaceres cotidianos en nuestras tierras. Lo recuerda como “un chico serio, de pocas palabras”, al que “le gustaba jugar al fútbol y solo se dedicaba a eso”, al margen del marketing armado alrededor suyo.
Aunque lamenta haber perdido contacto con él y su familia, esta exasistente de Taka, que elige no revelar su identidad, contó una anécdota que denota la huella que dejó el delantero en la Argentina. “Una vez, tuve que hacer una encuesta para un programa de televisión de allá, y saber quién era el japonés (personaje real, actual, del pasado o de ficción) que mas conocían en la Argentina, y salió primero Takahara”. A su vez, explicó que, en su periplo por el fin del mundo, Taka vivía en “un departamento bien ubicado en Palermo”, a donde recibió la visita de su madre y de una amiga.
El presente de Taka
En 2016, con 37 años, Takahara decidió llevar a cabo un emprendimiento que comprende múltiples aristas. Con el fútbol como excusa y su historia como identidad, Naohiro fundó un club de fútbol en Okinawa. Como no podía ser de otra manera, la camiseta del equipo es azul y amarilla, y las últimas dos letras del nombre de la institución maridan con las del Hamburgo SV, donde jugó 119 partidos y marcó 16 goles.
Empresario, presidente, entrenador y jugador, el objetivo de Takahara trasciende lo deportivo. En una entrevista del periodista Matías Baldo con el jugador, el delantero precisó que había elegido Okinawa como lugar para fundar el equipo porque se trata de una isla “que aún tiene muchos habitantes que no gozan de muchos ingresos en comparación a otras áreas de Japón”.
En 2019, dialogó con Isamu Kato, influencer fanático de Boca, con quien Takahara ahondó en las metas de su empresa: “No es solo armar un equipo, es poder colaborar con la gente local y construir una identidad fuerte con la misma gente del barrio (para) crear un lazo más sólido con la gente local”. Por eso, en la misma entrevista, explicó que se relacionó con empresas “que no tienen que ver con el fútbol” para que esa relación se vaya extendiendo en la comunidad.
Actualmente, el principal sponsor del Okinawa SV, que milita en la Kyushu Football League (quinta división del fútbol japonés) es una empresa de café instantáneo. De hecho, Takahara montó una huerta de café en la que trabajan los mismos futbolistas que recaudan fondos para, el día de mañana, construir un estadio “como La Bombonera”.
¿Una coincidencia?
Okinawa es, aunque parezca un capricho del destino, la tierra de origen de la mayor parte de la inmigración japonesa en la Argentina (según algunos estudios, alrededor del 70% de los miembros de dicha comunidad son de allí). Uno de ellos es Shiroma, profesor del Centro Nikkei argentino, la asociación civil sin fines de lucro que agrupa a los descendientes de Japón en la Argentina.
“Okinawa es una isla muy chiquita que está en el sur de Japón, con una cultura muy diferente a la del resto del país. Por mucho tiempo, fue un reino independiente que acuitaba de intermediario comercial entre Japón y China”, explica “Saku”, como prefiere que le digan. Creer o reventar, este amable docente japonés fue incluso vecino de Takahara. “Antes, tenía una huerta cerca de mi casa. Ahora, su campo de café esta en el norte de Okinawa, y queda a dos horas de la casa de él”, concluyó.
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