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La mejor hipocresía del mundo
La británica, escribe Barney Ronan en The Guardian, "sigue siendo la mejor hipocresía del mundo". Es "robusta". Está "sostenida por estructuras y convenciones centenarias". Y, más importante aún, "es una hipocresía que no tiene que dar explicaciones". Ronan, británico, por supuesto, se refiere a Lord Sebastian Coe, excampeón y hoy presidente de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF). Coe puede acusar a Rusia de doping de estado. Y amenazar a sus atletas a seguir compitiendo sin bandera propia en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. En cambio, Coe pide respeto para los atletas de Alberto Salazar, el entrenador estadounidense de Nike suspendido por cuatro años la última semana, en pleno Mundial de Qatar. Entre esos atletas está Mo Farah, el formidable fondista británico cuyos éxitos ayudan a Coe a soñar con dirigir algún día el Comité Olímpico Internacional (COI). Pero hay algo más. Salazar es Nike.
Steve Magness es el principal "arrepentido" del caso. Fue entrenador asistente de Salazar en el Nike Oregon Project (NOP) hasta 2012. Dijo basta tras el uno-dos de Farah y del estadounidense Galen Rupp en los 10.000m de los Juegos de Londres. Ambos atletas NOP. Magness le escribió a la Agencia Antidoping de Estados Unidos (Usada). Estaba "aterrado. Porque Nike –dijo Magness– controla el deporte". No sintió avances. En 2015 habló entonces con la BBC. UK Athletics (UKA), federación británica de atletismo, se vio obligada a abrir una investigación porque Sir Farah, su atleta modelo, distinguido por la corona británica, era pupilo de Salazar. UKA emitió un rápido dictamen. Absolutorio, claro. También Coe elogió a su amigo Salazar, "un entrenador de primera clase". En Río 2016, Farah conquistó doble oro, Rupp ganó bronce y Matt Centrowitz fue oro en 1500m. Todos atletas NOP. Nike feliz. Hasta que al año siguiente irrumpió Fancy Bears. La vendetta rusa en forma de hackeo filtró nombres de atletas que, bajo argumentos médicos, eran "exceptuados" y podían consumir fármacos dopantes. Farah era uno de ellos. Hubo más. Por Fancy Bears nos enteramos también de que Salazar era investigado por Usada. Y que el informe, devastador pero secreto, había sido apelado por abogados de Nike.
La sentencia de la comisión de arbitraje (AAA) llegó finalmente la semana pasada: cuatro años de suspensión para Salazar y también para Jeffrey Brown, el endocrinólogo del NOP cuyos falsos tratamientos contra la tiroides, supuestamente, servían para aumentar el nivel de testosterona de los atletas. Salazar fue expulsado del Mundial qatarí. Pero hasta la legendaria exatleta Paula Radcliffe, "una Che Guevara antidoping", según ironizó The Guardian, pide salvar a los atletas del NOP con el argumento de que ninguno de ellos dio positivo en un control. Radcliffe, claro, también tiene vínculos con Nike, que además es patrocinadora de las federaciones atléticas de Gran Bretaña y de Estados Unidos. La sentencia incluye correos electrónicos que cuentan que Salazar utiliza como conejillos de indias a sus propios hijos. El receptor de esos mensajes, vaya problema, es Mark Parker, CEO de Nike. Los sospechados niegan todo.
Hijo de un revolucionario cubano que luego fue duro opositor de Fidel Castro, Salazar emigró a Estados Unidos con apenas dos años de edad. A los 22, en 1980, ganó el primero de sus tres maratones seguidos de Nueva York. Lo recibió Ronald Reagan en la Casa Blanca. Fue campeón épico en Boston. Corría al límite. En Cape Cod llegaron a leerle la extremaunción porque se desplomó al llegar a la meta. En 2001 convenció a su amigo Phil Knight, cofundador de Nike, a crear el proyecto NOP para vencer a los africanos del Este, todos dopados, según Salazar.
Como en sus tiempos de corredor, Salazar apostó fuerte. Desde carpas de altitud hasta el experimento más novedoso que, supuestamente, ayudó a Sifan Hassan, de Países Bajos, a ganar ahora un doblete sospechoso en el Mundial de Doha, en 1500 y 10.000m. "¡Lance, llámame lo antes posible! ¡Lo hemos probado y es increíble!". El aviso, confirman los documentos, fue de Salazar a Lance Armstrong, el ciclista símbolo de Nike, derribado por Usada sólo después de que ganó sus siete Tours de Francia. David Walsh, el periodista que más investigó a Armstrong, escribió en The Times una carta abierta al CEO de Nike. "¿Por qué invertiste millones en un tramposo como Salazar?", pregunta Walsh a Parker. "Nike –acusa Walsh– se ha convertido en la Rusia de Occidente".
El proyecto NOP tiene su base en el campus que Nike construyó en Oregon, el estado que albergará el próximo Mundial de Atletismo. Fue una designación polémica porque Coe cobraba hasta hace poco un salario anual de 122.000 dólares como embajador de Nike. En el campus Nike de Oregon, alrededor del lago artificial Nike, sobresalen modernos edificios que llevan el nombre de glorias como Michael Jordan, John McEnroe y Serena Williams. También está el edificio Alberto Salazar. Y, desde 2017, otro edificio de seis pisos con el nombre del Lord que es inflexible contra el doping ruso: Sebastian Coe.
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