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La increíble historia de Carlos Machado: vivió casi toda su vida con un solo brazo y hoy es uno de los mejores luchadores argentinos de un arte marcial milenario
A los 3 años le amputaron la extremidad por un tumor; pese a esa adversidad, se dedicó con esfuerzo y talento al muay thai, disciplina que lo tienen entre los peleadores más destacados
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La vida lo castigó desde pequeño, pero lo curtió para sobreponerse a las adversidades. Luchar y derribar prejuicios fue una constante para Carlos Machado; soñar y cumplir metas, una fórmula para crecer y ser feliz. Tenía 2 años cuando en un control de rutina los médicos advirtieron un tumor maligno en su brazo derecho y, tras varias operaciones, decidieron amputárselo; solo tenía 5 cuando el bullying se le manifestó en cuerpo y alma y 14 cuando encontró en un gimnasio la salida a los tormentos y el amor por las artes marciales. Hoy, con 27 años, es uno de los mejores peleadores argentinos de muay thai y aspira a viajar a Tailandia, la meca de la disciplina, para demostrarle al mundo que no existen imposibles.
Lejos de la trascendencia que suelen portar otros deportistas de élite, la historia de Machado es de superación, de perseverancia, de resiliencia, de una enfermedad que casi acaba con su vida y de un talento que no sabe de bajezas ni de límites. Sin dudas, está marcada por el trazo fino de una mano mágica llamada destino. “No acuerdo nada de lo fue tener los dos brazos. Crecí así y aprendí a convivir con la curiosidad y la mirada de otros. Era eso o mi vida. No había otra posibilidad porque el tumor estaba justo debajo del hombro, en la clavícula, y sobresalía en la axila”, cuenta Carlitos, apenas comienza a desandar con LA NACION su periplo, sobre el ring del Dojo AME (Argentina Marcial Escuela), en el Parque Sarmiento.
Un poco por seguir los pasos de su papá Alberto, que practicaba taekwondo, y otro poco por saciar sus berretines de niño rebelde, Carlitos se inició en las artes marciales a los 14 años y desde entonces no paró. Primero, incursionó en el kick boxing y luego, en busca de mayores desafíos, se volcó al Muay Thai, donde tuvo que incorporar el uso de los codos y las rodillas para golpear. A pesar de que la adaptación no fue para nada fácil, su esfuerzo y dedicación ya le reportó resultados muy importantes y una medalla de bronce en el XXIX Campeonato Sudamericano de la especialidad que se desarrolló en Ecuador, en 2018. “Fue gratificante el reconocimiento y el respeto que recibí por parte de mis rivales”, comenta.
Ver la bravura con que Carlos asume sus combates y la soltura con que desempeña sobre el ring es sorprendente. Patea, golpea y pelea como si tuviese ambas extremidades. Lo que para sus rivales puede significar una ventaja, para él no es más que una muestra de fortaleza y máxima concentración. “Mi condición hace que sea una novedad, que muchos se sorprendan al verme pelear contra rivales que tiene los dos brazos, pero trato minimizarlo porque a mí me gusta que me exijan para seguir mejorando. Lo mío va más allá del resultado”, lanza Machado, que admite que en sus comienzos padeció la subestimación de algunos rivales a los que terminó noqueando. “Ahora que me conocen, nadie me tiene lástima”, acota entre risas.
“Es un ejemplo para todos los chicos de gimnasio. Cada vez que pelea deja el corazón, nos hace emocionar mucho. Se le plantó de igual a igual a Julián Torrecillas y a Marcos “Wasabi” Ríos, los dos mejores luchadores de muay thai de Argentina. Es completo en todo, es tiempista y desarrolla las peleas a su manera. Encontró en su movimiento de cuerpo una armonía que le da buenos resultados; es como si no tuviese discapacidad”, describe su técnico, Guillermo Ranieri, que lo acompaña desde sus comienzos.
Para Machado el único secreto que existe para equiparar con los rivales su falencia natural es entrenar el doble de lo que entrena un competidor normal y ser fuerte mentalmente. “Cuando subo al ring, lo hago convencido de quiero y puedo ganar. Tácticamente trato de alargar más las peleas, caminar el ring para mantener la distancia y así voy compensando. Pego bastante fuerte, es una de mis habilidades. Ya me acostumbré a mi condición desde la infancia y soy más de contragolpear. Tal vez, el punto más flojo lo tengo en el clinch (agarres), cuando peleo en la corta distancia, y es lo que más trabajo para seguir mejorando y tener más comodidad. Al tener un solo brazo, la posibilidad de usar codos y rodillas me permitió sumar más variantes de golpes “, cuenta mientras grafica con movimientos su técnica de golpeo.
Así pelea (y gana) Carlos Machado
En su cuerpo y su cara decorados por tatuajes, Carlos Machado porta las huellas de un pasado rebelde, lleno de picardía por las calles de Saavedra. Más allá del cariño de su mamá Nilda, empleada doméstica, y su papá Alberto, de profesión plomero, no tuvo una infancia fácil. A fuerza de trompadas y patadas buscó minimizar las cargadas que padecía por la falta de su brazo. “Siempre sentí esa adrenalina de querer pelear, pero cuando arranqué a entrenar me pasó todo lo contrario. Me gustó tanto que la responsabilidad de practicarlo me ordenó la vida”, confiesa, quien hoy alterna los entrenamientos con el trabajo de gasista y plomero.
Sin la popularidad que tienen el taekwondo o el karate, con menos glamour y marketing que las artes marciales mixtas, el Muay Thai o boxeo tailandés tiene miles de practicantes en Argentina y varios entes rectores que organizan festivales muy convocantes todos los fines de semana. Sin embargo, la poca claridad organizativa lleva a que muchos de ellos – no todos- se realicen en condiciones muy precarias, donde las apuestas clandestinas ofician como principal sostén de las pagas que perciben los peleadores. “Muchas veces se gana más con las apuestas que con las bolsas que nos pagan”, afirma Carlos, y admite que su mejor paga fue de 25.000 pesos, cuando le ganó por KO a Emmanuel “el Perro” Vallejos, en un evento televisado por DIRECTV, el año pasado.
Lamentablemente, como todos los deportistas amateurs que sufren la falta de apoyo gubernamental, Machado y sus compañeros de gimnasio se solventan los gastos con el aporte de algún sponsor o realizando asados y rifas. En muchos casos la bolsa de los combates aumenta dependiendo de las entradas que ellos mismo realizan. “No contamos con el apoyo del estado. Tampoco existen programas estatales que fomenten la práctica del deporte. Esto hace que muchos de los chicos que tienen condiciones se vuelquen al kick boxing o las MMA, que tienen más difusión y, por ende, más posibilidad de tener sponsors. Por eso mi próximo objetivo es viajar a Tailandia”, analiza.
El sueño de Machado tiene una simple razón de ser: el Muay Thai está profundamente enraizado en la historia y la cultura de Tailandia. Allí nació hace 700 años y allí actualmente se concentran los mejores peleadores y los eventos más multitudinarios de la disciplina. Un luchador puede llegar a cobrar entre 400 y 600 dólares por round y si forma parte de un evento en el Lumpinee, el estadio más emblemático de Bangkok, las ganancias se duplican. “La idea es viajar para perfeccionarme y poder hacer una diferencia económica”, cuenta. Es que allí existen un gran número de campos de entrenamientos exclusivos para luchadores extranjeros que llegan con el fin de mejorar sus técnicas. “Son pocos los argentinos que se animaron a combatir y ganar ahí. Me gustaría ser uno de esos pocos”, cierra ilusionado Carlitos, un guerrero que nació para derribar prejuicios.
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